Salmo 23 y Juan 10 - 12
En resumen:
Entre gran oposición, Jesús enseña a sus discípulos y cierra su ministerio público. Resucita a Lázaro, tal vez su señal más impresionante de todas, y les llama a todos una vez más a creer en él.
Entre gran oposición, Jesús enseña a sus discípulos y cierra su ministerio público. Resucita a Lázaro, tal vez su señal más impresionante de todas, y les llama a todos una vez más a creer en él.
En más detalle:
Jesús hace la última señal pública en el evangelio de Juan por resucitar a Lázaro en Juan 11, dando evidencia por su declaración: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá (Juan 11:25).
Y todavía se endurece la oposición contra Jesús. No sólo intentan a apedrearlo al momento (Juan 8:59; 10:31) sino que los principales sacerdotes y los fariseos deciden matarlo (Juan 11:47-53). Y luego ocurren dos eventos que proclaman que la hora de su muerte se está acercando rápidamente.
Primero, sin saber todo su significado, María lo unge con una libra de perfume de nardo puro; en esta acción Jesús reconoce la preparación para el día de su sepultura (Juan 12:1-8). Segundo, unos griegos desean ver a Jesús. No sabemos si los vio o no, pero sí podemos ver que este detalle le indicó a Jesús que la hora de su crucifixión había llegado: Jesús les respondió diciendo: Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado. De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto (Juan 12:23-24).
Todo esto hace destacar las palabras de Jesús al final de capítulo 12, las palabras con que se despide de las multitudes del templo, las palabras con que clama una vez más al incrédulo para que le ponga toda su fe en él: El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me envió; y el que me ve, ve al que me envió. Yo, la luz, he venido al mundo, para que todo aquel que cree en mí no permanezca en tinieblas. Al que oye mis palabras, y no las guarda, yo no le juzgo; porque no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo. El que me rechaza, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero (Juan 12:44-48).
De nuevo Juan nos llama a examinar nuestra fe en Jesucristo. ¿Entregamos toda nuestra seguridad espiritual en lo que Juan nos ha revelado sobre Jesucristo, el único Hijo de Dios?
Jesús hace la última señal pública en el evangelio de Juan por resucitar a Lázaro en Juan 11, dando evidencia por su declaración: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá (Juan 11:25).
Y todavía se endurece la oposición contra Jesús. No sólo intentan a apedrearlo al momento (Juan 8:59; 10:31) sino que los principales sacerdotes y los fariseos deciden matarlo (Juan 11:47-53). Y luego ocurren dos eventos que proclaman que la hora de su muerte se está acercando rápidamente.
Primero, sin saber todo su significado, María lo unge con una libra de perfume de nardo puro; en esta acción Jesús reconoce la preparación para el día de su sepultura (Juan 12:1-8). Segundo, unos griegos desean ver a Jesús. No sabemos si los vio o no, pero sí podemos ver que este detalle le indicó a Jesús que la hora de su crucifixión había llegado: Jesús les respondió diciendo: Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado. De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto (Juan 12:23-24).
Todo esto hace destacar las palabras de Jesús al final de capítulo 12, las palabras con que se despide de las multitudes del templo, las palabras con que clama una vez más al incrédulo para que le ponga toda su fe en él: El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me envió; y el que me ve, ve al que me envió. Yo, la luz, he venido al mundo, para que todo aquel que cree en mí no permanezca en tinieblas. Al que oye mis palabras, y no las guarda, yo no le juzgo; porque no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo. El que me rechaza, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero (Juan 12:44-48).
De nuevo Juan nos llama a examinar nuestra fe en Jesucristo. ¿Entregamos toda nuestra seguridad espiritual en lo que Juan nos ha revelado sobre Jesucristo, el único Hijo de Dios?