Salmo 79 y Nehemías 1 - 3
En resumen:
Jehová demuestra su soberanía otra vez cuando recibe la oración de Nehemías y le provee con todo lo necesario para lograr otro paso más en la reconstrucción de Jerusalén.
Jehová demuestra su soberanía otra vez cuando recibe la oración de Nehemías y le provee con todo lo necesario para lograr otro paso más en la reconstrucción de Jerusalén.
En más detalle:
Aquí en Nehemías 1 conocemos a otro hombre como Esdras, otro que fue formado por la palabra de Dios y cuyo anhelo más profundo fue derramado en oración devota delante de Jehová.
Note las noticias que inspiraron su oración: El remanente, los que quedaron de la cautividad, allí en la provincia, están en gran mal y afrenta, y el muro de Jerusalén derribado, y sus puertas quemadas a fuego (Nehemías 1:3). Ha pasado más de un siglo desde que Ciro decretó que los judíos pudieran volver a reconstruir a Jerusalén, y todavía una gran parte de la ciudad se queda en ruinas y sin defensa. Aunque el grupo que vino con Zorobabel pudo terminar la construcción del templo y el grupo que vino con Esdras fue confirmado en la ley de Moisés, se queda Jerusalén físicamente insegura y en vergüenza.
Parte de la razón se encuentra en el éxito de los enemigos en estorbar la reconstrucción de la ciudad. Ya leímos una carta escrita a Artajerjes, el rey durante el libro de Nehemías, más temprano en su reinado: Sea notorio al rey, que los judíos que subieron de ti a nosotros vinieron a Jerusalén; y edifican la ciudad rebelde y mala, y levantan los muros y reparan los fundamentos. Ahora sea notorio al rey, que si aquella ciudad fuere reedificada, y los muros fueren levantados, no pagarán tributo, impuesto y rentas, y el erario de los reyes será menoscabado (Esdras 4:12-13). Con la respuesta de Artajerjes, pudieron parar a fuerzas la reconstrucción de los muros (Esdras 4:23).
Nehemías se queda afectado por las noticias y presenta su petición, no delante del rey Artajerjes como hicieron sus enemigos, sino delante del Dios que tiene toda autoridad aún sobre Artajerjes: Ayuné y oré delante del Dios de los cielos (Nehemías 1:4). Su descripción de Jehová en Nehemías 1:5 hace eco de su revelación a Moisés en Éxodo 34:5-7 cuando éste le intercedió por misericordia después de la idolatría con el becerro de oro en el Monte Sinaí. Por esta referencia y por su referencia al pacto, Nehemías coloca su nueva petición en el molde de la intercesión de Moisés, pidiendo que Jehová le perdone a su pueblo por sus idolatrías más recientes.
Igual que la confesión de pecados por Esdras en la lectura pasada, Nehemías se identifica con el pecado de su pueblo: Confieso los pecados de los hijos de Israel que hemos cometido contra ti; sí, yo y la casa de mi padre hemos pecado. En extremo nos hemos corrompido contra ti, y no hemos guardado los mandamientos, estatutos y preceptos que diste a Moisés tu siervo (Nehemías 1:6-7).
¿Cómo se atreve Nehemías a pedir perdón por su pueblo cuando merece la ira justa de Jehová por sus pecados? Cita el pacto de Jehová, un resumen de Deuteronomio 30:1-5: Acuérdate ahora de la palabra que diste a Moisés tu siervo, diciendo: Si vosotros pecareis, yo os dispersaré por los pueblos; pero si os volveréis a mí, y guardareis mis mandamientos, y los pusiereis por obra, aunque vuestra dispersión fuere hasta el extremo de los cielos, de allí os recogeré, y os traeré al lugar que escogí para hacer habitar allí mi nombre (Nehemías 1:8-9). Descansa en la seguridad de que las misericordias pasadas de Jehová en la redención de la esclavitud en Egipto significan que los visitará en misericordia otra vez: Ellos, pues, son tus siervos y tu pueblo, los cuales redimiste con tu gran poder, y con tu mano poderosa (Nehemías 1:10).
Cierre su oración con su petición más inmediata: Concede ahora buen éxito a tu siervo, y dale gracia delante de aquel varón (Nehemías 1:11). “Aquel varón” es Artajerjes, el rey más temible en toda la tierra, que tiene dominio sobre numerosos pueblos y naciones; pero ante Jehová, es simplemente “aquel varón”. En pocos meses, Jehová responde por medio de Artajerjes, y después de un siglo de espera, los muros de Jerusalén son reconstruidos en relativamente poco tiempo.
La oración eficaz del justo puede mucho (Santiago 5:16).
Pero al llegar Nehemías a Jerusalén, es evidente que la oración es sólo una parte de la obra. Primero, hay que cambiar la actitud de descuido que guardaban los moradores de Jerusalén. Cuando leemos de la soledad con que Nehemías cabalga en Jerusalén por la noche con unos pocos hombres no percibidos por nadie, de las evidencias de la destrucción todavía presentes después de un siglo y de la imposibilidad de pasar ciertas partes por caballo (Nehemías 2:11-16), nos damos cuenta de que pocos vivían en la ciudad. Jerusalén probablemente servía como un centro religioso y administrativo, nada más; al llegar la noche, la gran mayoría de los que trabajaban allá abandonaba la ciudad destruida para volver a sus casas fuera de los muros de la ciudad.
Por eso Nehemías se reúne a los sacerdotes, oficiales, nobles y más para presentarles su plan: Edifiquemos el muro de Jerusalén (Nehemías 2:17). Note que se identifica con ellos en el oprobio y en su resolución: Vosotros veis el mal en que estamos… Venid y edifiquemos… y no estemos más en oprobio (Nehemías 2:17). Como se ha identificado con ellos desde lejos en la oración, ahora se va a identificar de cerca en la resolución, en sus dificultades, el oprobio y Dios mediante, en la victoria también. También les explica cómo Dios preparó todo para que se les abriera esta oportunidad y la aprobación real de su proyecto (Nehemías 2:18). Todos se cambian de actitud y desean participar en la obra: Levantémonos y edifiquemos. Así esforzaron sus manos para bien (Nehemías 2:18).
E inmediatamente empieza la oposición también: Pero cuanto lo oyeron Sanbalat horonita, Tobías el siervo amonita, y Gesem el árabe, hicieron escarnio de nosotros, y nos despreciaron, diciendo: ¿Qué es esto que hacéis vosotros? ¿Os rebeláis contra el rey? (Nehemías 2:19) Note que ninguno de ellos es israelita; ninguno tiene parte en el pacto de Jehová, y todos ellos ejercen mucho dominio en la región ahora que los israelitas son débiles. Por el cambio que significaría una ciudad amurallada de otro grupo étnico en medio de su territorio, empiezan a protestar y les acusan falsamente de rebelión. Es interesante que Nehemías no responde por sacar sus credenciales del rey de persa sino por identificarse con Jehová y por separar la obra completamente de ellos: En respuesta les dije: El Dios de los cielos, él nos prosperará, y nosotros sus siervos nos levantaremos y edificaremos, porque vosotros no tenéis parte ni derecho ni memoria en Jerusalén (Nehemías 2:20).
David tenía su ejército de hombres valientes en 2 Samuel 23:8-39 y 1 Crónicas 11:10 – 12:22; ahora Nehemías tiene su ejército de obreros valientes en Nehemías 3. En vez de hazañas militares logran proezas en la construcción, quitando los deshechos de la destrucción, restaurando los muros y levantando torres y puertas con cerraduras y cerrojos. Participan todos sin importar su clase social: la obra incluye a sacerdotes, comerciantes, plateros y perfumeros, hasta el gobernador y sus hijas. Hay una reprensión a unos que no participaron (Nehemías 3:5); se ve que otros tienen mucho interés en participar porque sus casas recibirán directamente la protección del muro (Nehemías 3:10, 23, 28, 29, 30). Uno se destaca por su diligencia (Nehemías 3:20) y otro por la extensión larga del muro que reconstruyó (Nehemías 3:13). Y en toda esta participación impresionante se da cuenta de que la obra es del Señor (Nehemías 3:5).
¡Qué cambio impresionante es del deseo en oración a la acción, de la vergüenza a la diligencia! Y todo por la obra de: Jehová, Dios de los cielos, fuerte, grande y temible, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos (Nehemías 1:5), el Dios atento a las oraciones de su remanente aun cuando está en oprobio (Nehemías 1:3).
Note las noticias que inspiraron su oración: El remanente, los que quedaron de la cautividad, allí en la provincia, están en gran mal y afrenta, y el muro de Jerusalén derribado, y sus puertas quemadas a fuego (Nehemías 1:3). Ha pasado más de un siglo desde que Ciro decretó que los judíos pudieran volver a reconstruir a Jerusalén, y todavía una gran parte de la ciudad se queda en ruinas y sin defensa. Aunque el grupo que vino con Zorobabel pudo terminar la construcción del templo y el grupo que vino con Esdras fue confirmado en la ley de Moisés, se queda Jerusalén físicamente insegura y en vergüenza.
Parte de la razón se encuentra en el éxito de los enemigos en estorbar la reconstrucción de la ciudad. Ya leímos una carta escrita a Artajerjes, el rey durante el libro de Nehemías, más temprano en su reinado: Sea notorio al rey, que los judíos que subieron de ti a nosotros vinieron a Jerusalén; y edifican la ciudad rebelde y mala, y levantan los muros y reparan los fundamentos. Ahora sea notorio al rey, que si aquella ciudad fuere reedificada, y los muros fueren levantados, no pagarán tributo, impuesto y rentas, y el erario de los reyes será menoscabado (Esdras 4:12-13). Con la respuesta de Artajerjes, pudieron parar a fuerzas la reconstrucción de los muros (Esdras 4:23).
Nehemías se queda afectado por las noticias y presenta su petición, no delante del rey Artajerjes como hicieron sus enemigos, sino delante del Dios que tiene toda autoridad aún sobre Artajerjes: Ayuné y oré delante del Dios de los cielos (Nehemías 1:4). Su descripción de Jehová en Nehemías 1:5 hace eco de su revelación a Moisés en Éxodo 34:5-7 cuando éste le intercedió por misericordia después de la idolatría con el becerro de oro en el Monte Sinaí. Por esta referencia y por su referencia al pacto, Nehemías coloca su nueva petición en el molde de la intercesión de Moisés, pidiendo que Jehová le perdone a su pueblo por sus idolatrías más recientes.
Igual que la confesión de pecados por Esdras en la lectura pasada, Nehemías se identifica con el pecado de su pueblo: Confieso los pecados de los hijos de Israel que hemos cometido contra ti; sí, yo y la casa de mi padre hemos pecado. En extremo nos hemos corrompido contra ti, y no hemos guardado los mandamientos, estatutos y preceptos que diste a Moisés tu siervo (Nehemías 1:6-7).
¿Cómo se atreve Nehemías a pedir perdón por su pueblo cuando merece la ira justa de Jehová por sus pecados? Cita el pacto de Jehová, un resumen de Deuteronomio 30:1-5: Acuérdate ahora de la palabra que diste a Moisés tu siervo, diciendo: Si vosotros pecareis, yo os dispersaré por los pueblos; pero si os volveréis a mí, y guardareis mis mandamientos, y los pusiereis por obra, aunque vuestra dispersión fuere hasta el extremo de los cielos, de allí os recogeré, y os traeré al lugar que escogí para hacer habitar allí mi nombre (Nehemías 1:8-9). Descansa en la seguridad de que las misericordias pasadas de Jehová en la redención de la esclavitud en Egipto significan que los visitará en misericordia otra vez: Ellos, pues, son tus siervos y tu pueblo, los cuales redimiste con tu gran poder, y con tu mano poderosa (Nehemías 1:10).
Cierre su oración con su petición más inmediata: Concede ahora buen éxito a tu siervo, y dale gracia delante de aquel varón (Nehemías 1:11). “Aquel varón” es Artajerjes, el rey más temible en toda la tierra, que tiene dominio sobre numerosos pueblos y naciones; pero ante Jehová, es simplemente “aquel varón”. En pocos meses, Jehová responde por medio de Artajerjes, y después de un siglo de espera, los muros de Jerusalén son reconstruidos en relativamente poco tiempo.
La oración eficaz del justo puede mucho (Santiago 5:16).
Pero al llegar Nehemías a Jerusalén, es evidente que la oración es sólo una parte de la obra. Primero, hay que cambiar la actitud de descuido que guardaban los moradores de Jerusalén. Cuando leemos de la soledad con que Nehemías cabalga en Jerusalén por la noche con unos pocos hombres no percibidos por nadie, de las evidencias de la destrucción todavía presentes después de un siglo y de la imposibilidad de pasar ciertas partes por caballo (Nehemías 2:11-16), nos damos cuenta de que pocos vivían en la ciudad. Jerusalén probablemente servía como un centro religioso y administrativo, nada más; al llegar la noche, la gran mayoría de los que trabajaban allá abandonaba la ciudad destruida para volver a sus casas fuera de los muros de la ciudad.
Por eso Nehemías se reúne a los sacerdotes, oficiales, nobles y más para presentarles su plan: Edifiquemos el muro de Jerusalén (Nehemías 2:17). Note que se identifica con ellos en el oprobio y en su resolución: Vosotros veis el mal en que estamos… Venid y edifiquemos… y no estemos más en oprobio (Nehemías 2:17). Como se ha identificado con ellos desde lejos en la oración, ahora se va a identificar de cerca en la resolución, en sus dificultades, el oprobio y Dios mediante, en la victoria también. También les explica cómo Dios preparó todo para que se les abriera esta oportunidad y la aprobación real de su proyecto (Nehemías 2:18). Todos se cambian de actitud y desean participar en la obra: Levantémonos y edifiquemos. Así esforzaron sus manos para bien (Nehemías 2:18).
E inmediatamente empieza la oposición también: Pero cuanto lo oyeron Sanbalat horonita, Tobías el siervo amonita, y Gesem el árabe, hicieron escarnio de nosotros, y nos despreciaron, diciendo: ¿Qué es esto que hacéis vosotros? ¿Os rebeláis contra el rey? (Nehemías 2:19) Note que ninguno de ellos es israelita; ninguno tiene parte en el pacto de Jehová, y todos ellos ejercen mucho dominio en la región ahora que los israelitas son débiles. Por el cambio que significaría una ciudad amurallada de otro grupo étnico en medio de su territorio, empiezan a protestar y les acusan falsamente de rebelión. Es interesante que Nehemías no responde por sacar sus credenciales del rey de persa sino por identificarse con Jehová y por separar la obra completamente de ellos: En respuesta les dije: El Dios de los cielos, él nos prosperará, y nosotros sus siervos nos levantaremos y edificaremos, porque vosotros no tenéis parte ni derecho ni memoria en Jerusalén (Nehemías 2:20).
David tenía su ejército de hombres valientes en 2 Samuel 23:8-39 y 1 Crónicas 11:10 – 12:22; ahora Nehemías tiene su ejército de obreros valientes en Nehemías 3. En vez de hazañas militares logran proezas en la construcción, quitando los deshechos de la destrucción, restaurando los muros y levantando torres y puertas con cerraduras y cerrojos. Participan todos sin importar su clase social: la obra incluye a sacerdotes, comerciantes, plateros y perfumeros, hasta el gobernador y sus hijas. Hay una reprensión a unos que no participaron (Nehemías 3:5); se ve que otros tienen mucho interés en participar porque sus casas recibirán directamente la protección del muro (Nehemías 3:10, 23, 28, 29, 30). Uno se destaca por su diligencia (Nehemías 3:20) y otro por la extensión larga del muro que reconstruyó (Nehemías 3:13). Y en toda esta participación impresionante se da cuenta de que la obra es del Señor (Nehemías 3:5).
¡Qué cambio impresionante es del deseo en oración a la acción, de la vergüenza a la diligencia! Y todo por la obra de: Jehová, Dios de los cielos, fuerte, grande y temible, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos (Nehemías 1:5), el Dios atento a las oraciones de su remanente aun cuando está en oprobio (Nehemías 1:3).