Salmo 92 y 2 Crónicas 20 - 23
En resumen:
Mediante la devoción de su pueblo, Jehová salva a Judá y la casa de David de dos amenazas extranjeras.
Mediante la devoción de su pueblo, Jehová salva a Judá y la casa de David de dos amenazas extranjeras.
En más detalle:
Mientras el autor de 1 y 2 Reyes se trató en detalle de los reyes de Israel, el ministerio de Elías y Eliseo entre ellos e incluyó también la historia de los reyes de Judá, el cronista se enfoca casi exclusivamente en los reyes de Judá. Esta atención es muy evidente en los capítulos de la lectura para hoy que hacen pocas referencias al rey de Israel (en 2 Crónicas 20:35-37 y 21:6, por ejemplo) y una sola carta de Elías de cuatro versículos (2 Crónicas 21:12-15) sin ninguna mención de Eliseo. Pause un momento a reflexionar – el reino de Israel disfrutó mucho más que Judá el ministerio milagroso, llamativo y fiel de estos dos profetas destacados de Jehová… y fue el primero de los dos reinos que apostató. Nos sugiere que la fe verdadera en Jehová no se puede basar sólo en milagros y el ministerio poderoso de profetas fieles – hay muchos otros factores que poner en consideración por una fe que persevera.
Según el cronista, uno de estos factores es la oración humilde en unidad, dirigida por la casa de David, que busca a Jehová con atención al pacto con Abraham. Este ejemplo nos da en 2 Crónicas 20 cuando Josafat imita la oración de Salomón en el templo, pero esta vez para pedir la protección de Jehová contra la liga moabita y amonita. De acuerdo con la oración de Salomón que reconoció que Jehová es excelso sobre toda la creación (2 Crónicas 6:18), Josafat reconoce que es excelso y soberano sobre todas las naciones: Jehová Dios de nuestros padres, ¿no eres tú Dios en los cielos, y tienes dominio sobre todos los reinos de las naciones? ¿No está en tu mano tal fuerza y poder, que no hay quien te resista? (2 Crónicas 20:6) Como Salomón estableció su oración sobre la fundación del pacto con David (2 Crónicas 6:16), Josafat establece la suya sobre el pacto con Abraham: Dios nuestro, ¿no echaste tú los moradores de esta tierra delante de tu pueblo Israel, y la diste a la descendencia de Abraham tu amigo para siempre? (2 Crónicas 20:7) Confirma la respuesta de Jehová a la oración de Salomón en que se comprometió a escuchar las oraciones presentadas del templo: Y ellos han habitado en ella, y te han edificado en ella santuario a tu nombre, diciendo: Si mal viniere sobre nosotros, o espada de castigo, o pestilencia, o hambre, nos presentaremos delante de esta casa, y delante de ti (porque tu nombre está en esta casa), y a causa de nuestras tribulaciones clamaremos a ti, y tú nos oirás y salvarás (2 Crónicas 20:8-9). De acuerdo con la lección de historia que les dio Moisés en Deuteronomio 2:4-5, 9, 19, señala las intenciones malvadas de la liga moabita y amonita: Ahora, pues, he aquí los hijos de Amón y de Moab, y los del monte de Seir, a cuya tierra no quisiste que pasase Israel cuando venía de la tierra de Egipto, sino que se apartase de ellos, y no los destruyese; he aquí ellos nos dan el pago viniendo a arrojarnos de la heredad que tú nos diste en posesión (2 Crónicas 20:10-11). Con humildad, reconoce su dependencia y espera en Jehová: ¡Oh Dios nuestro! ¿No los juzgarás tú? Porque en nosotros no hay fuerza contra tan grande multitud que viene contra nosotros; no sabemos qué hacer, y a ti volvemos nuestros ojos (2 Crónicas 20:12).
El Espíritu de Jehová responde en confirmación del amor del pacto, de acuerdo con la declaración: Estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti (Génesis 17:7); y: vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos (Éxodo 19:5): No temáis ni os amedrentéis delante de esta multitud tan grande, porque no es vuestra la guerra, sino de Dios (2 Crónicas 20:15). Va a proteger y socorrer a su pueblo milagrosamente, igual como cuando luchó por ellos en Egipto, sin que levantaran arma: No habrá para qué peleéis vosotros en este caso; paraos, estad quietos, y ved la salvación de Jehová con vosotros. Oh Judá y Jerusalén, no temáis ni desmayéis; salid mañana contra ellos, porque Jehová estará con vosotros (2 Crónicas 20:17).
En respuesta, el hombre más poderoso de Judá, el que no se inclinaría delante de ningún otro en la tierra, se inclina delante de Jehová: Entonces Josafat se inclinó rostro a tierra, y asimismo todo Judá y los moradores de Jerusalén se postraron delante de Jehová, y adoraron a Jehová (2 Crónicas 20:18).
Las peticiones de oración se cambiaron a alabanzas, y Jehová gana una de las victorias más destacadas en la historia de Israel (2 Crónicas 20:19-28). De acuerdo con las proezas de Jehová cumplidas contra Egipto en los primeros capítulos del libro del Éxodo (Éxodo 15:15-17): Y el pavor de Dios cayó sobre todos los reinos de aquella tierra, cuando oyeron que Jehová había peleado contra los enemigos de Israel. Y el reino de Josafat tuvo paz, porque su Dios le dio paz por todas partes (2 Crónicas 20:29-30).
Pero como vimos en la lectura ayer, a Josafat le falta el discernimiento en la evaluación de sus aliados: ¿Al impío das ayuda, y amas a los que aborrecen a Jehová? Pues ha salido de la presencia de Jehová ira contra ti por esto (2 Crónicas 19:2). Además de su alianza con Acab de Israel, nos cuenta hoy: Pasadas estas cosas, Josafat rey de Judá trabó amistad con Ocozías rey de Israel, el cual era dado a la impiedad, e hizo con él compañía para construir naves que fuesen a Tarsis; y construyeron las naves en Ezión-geber (2 Crónicas 20:36). El autor de 1 Reyes también cuenta el evento pero sólo para decirnos que las naves se rompieron, y que el rey Ocozías de Israel ofreció que sus siervos acompañaran a los de Josafat en el viaje, y Josafat no quiso (1 Reyes 22:48-49). El cronista añade la conexión con Jehová: Entonces Eliezer hijo de Dodava, de Maresa, profetizó contra Josafat, diciendo: Por cuanto has hecho compañía con Ocozías, Jehová destruirá tus obras. Y las naves se rompieron, y no pudieron ir a Tarsis (2 Crónicas 20:37). Por eso rehusó continuar el proyecto en 1 Reyes 22:49. Aunque no dicho explícitamente, la lección para la comunidad que regresa del exilio es la misma que señala el apóstol Pablo muchos siglos después: No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? (2 Corintios 6:14)
Pero la influencia podrida de la idolatría y el paganismo de Israel bajo Acab ya ha entrado la casa de David. El cronista nos cuenta del hijo de Josafat, el rey Joram: Anduvo en el camino de los reyes de Israel, como hizo la casa de Acab; porque tenía por mujer a la hija de Acab, e hizo lo malo ante los ojos de Jehová (2 Crónicas 21:6). Su abandono de Jehová y promoción del paganismo (2 Crónicas 21:11) llegan a consecuencias más desastrosas que la pérdida de naves – Edom y Libna se rebelan del dominio de Judá; los filisteos, los etíopes y los árabes invaden la tierra y despojan hasta a la familia real y Joram sufre una enfermedad penosa que termina en su muerte (2 Crónicas 21:10-20).
Y el paganismo estalla en violencia contra la casa de David cuando Atalía extermina toda la descendencia real menos un niño (2 Crónicas 22:10). Jehová por su gracia preserva el linaje de David por medio de Josabet, una hija del rey y esposa del sacerdote Joiada que esconde al niño en la casa de Dios por seis años (2 Crónicas 22:11-12). La devoción del sacerdote Joiada a Jehová y a la casa de su ungido une al pueblo de Judá con su rey otra vez. Descubre y apoya al rey, ordena la muerte de Atalía y destruye la idolatría que había entrado Jerusalén. En resumen: Joiada hizo pacto entre sí y todo el pueblo y el rey, que serían pueblo de Jehová (2 Crónicas 23:16). Joiada restaura la unidad entre el templo, todo el pueblo y la casa de David, una cooperación que el cronista anhela ver en su día también: Llamó después a los jefes de centenas, y a los principales, a los que gobernaban el pueblo y a todo el pueblo de la tierra, para conducir al rey desde la casa de Jehová; y cuando llegaron a la mitad de la puerta mayor de la casa del rey, sentaron al rey sobre el trono del reino. Y se regocijó todo el pueblo del país; y la ciudad estuvo tranquila, después que mataron a Atalía a filo de espada (2 Crónicas 23:20-21).
Por eso la lectura para hoy subraya una salvación doble de Judá – la salvación de la amenaza de la liga moabita y amonita y la salvación del paganismo israelita – todo por la gracia de Jehová. Como anuncia el Salmo 92: Mas tú, Jehová, para siempre eres Altísimo. Porque he aquí tus enemigos, oh Jehová, porque he aquí perecerán tus enemigos; serán esparcidos todos los que hacen maldad (Salmo 92:8-9). En cambio: El justo florecerá como la palmera; crecerá como cedro en el Líbano. Plantados en la casa de Jehová, en los atrios de nuestro Dios florecerán… para anunciar que Jehová mi fortaleza es recto, y que en él no hay injusticia (Salmo 92:12-13, 15).
Mientras el autor de 1 y 2 Reyes se trató en detalle de los reyes de Israel, el ministerio de Elías y Eliseo entre ellos e incluyó también la historia de los reyes de Judá, el cronista se enfoca casi exclusivamente en los reyes de Judá. Esta atención es muy evidente en los capítulos de la lectura para hoy que hacen pocas referencias al rey de Israel (en 2 Crónicas 20:35-37 y 21:6, por ejemplo) y una sola carta de Elías de cuatro versículos (2 Crónicas 21:12-15) sin ninguna mención de Eliseo. Pause un momento a reflexionar – el reino de Israel disfrutó mucho más que Judá el ministerio milagroso, llamativo y fiel de estos dos profetas destacados de Jehová… y fue el primero de los dos reinos que apostató. Nos sugiere que la fe verdadera en Jehová no se puede basar sólo en milagros y el ministerio poderoso de profetas fieles – hay muchos otros factores que poner en consideración por una fe que persevera.
Según el cronista, uno de estos factores es la oración humilde en unidad, dirigida por la casa de David, que busca a Jehová con atención al pacto con Abraham. Este ejemplo nos da en 2 Crónicas 20 cuando Josafat imita la oración de Salomón en el templo, pero esta vez para pedir la protección de Jehová contra la liga moabita y amonita. De acuerdo con la oración de Salomón que reconoció que Jehová es excelso sobre toda la creación (2 Crónicas 6:18), Josafat reconoce que es excelso y soberano sobre todas las naciones: Jehová Dios de nuestros padres, ¿no eres tú Dios en los cielos, y tienes dominio sobre todos los reinos de las naciones? ¿No está en tu mano tal fuerza y poder, que no hay quien te resista? (2 Crónicas 20:6) Como Salomón estableció su oración sobre la fundación del pacto con David (2 Crónicas 6:16), Josafat establece la suya sobre el pacto con Abraham: Dios nuestro, ¿no echaste tú los moradores de esta tierra delante de tu pueblo Israel, y la diste a la descendencia de Abraham tu amigo para siempre? (2 Crónicas 20:7) Confirma la respuesta de Jehová a la oración de Salomón en que se comprometió a escuchar las oraciones presentadas del templo: Y ellos han habitado en ella, y te han edificado en ella santuario a tu nombre, diciendo: Si mal viniere sobre nosotros, o espada de castigo, o pestilencia, o hambre, nos presentaremos delante de esta casa, y delante de ti (porque tu nombre está en esta casa), y a causa de nuestras tribulaciones clamaremos a ti, y tú nos oirás y salvarás (2 Crónicas 20:8-9). De acuerdo con la lección de historia que les dio Moisés en Deuteronomio 2:4-5, 9, 19, señala las intenciones malvadas de la liga moabita y amonita: Ahora, pues, he aquí los hijos de Amón y de Moab, y los del monte de Seir, a cuya tierra no quisiste que pasase Israel cuando venía de la tierra de Egipto, sino que se apartase de ellos, y no los destruyese; he aquí ellos nos dan el pago viniendo a arrojarnos de la heredad que tú nos diste en posesión (2 Crónicas 20:10-11). Con humildad, reconoce su dependencia y espera en Jehová: ¡Oh Dios nuestro! ¿No los juzgarás tú? Porque en nosotros no hay fuerza contra tan grande multitud que viene contra nosotros; no sabemos qué hacer, y a ti volvemos nuestros ojos (2 Crónicas 20:12).
El Espíritu de Jehová responde en confirmación del amor del pacto, de acuerdo con la declaración: Estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti (Génesis 17:7); y: vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos (Éxodo 19:5): No temáis ni os amedrentéis delante de esta multitud tan grande, porque no es vuestra la guerra, sino de Dios (2 Crónicas 20:15). Va a proteger y socorrer a su pueblo milagrosamente, igual como cuando luchó por ellos en Egipto, sin que levantaran arma: No habrá para qué peleéis vosotros en este caso; paraos, estad quietos, y ved la salvación de Jehová con vosotros. Oh Judá y Jerusalén, no temáis ni desmayéis; salid mañana contra ellos, porque Jehová estará con vosotros (2 Crónicas 20:17).
En respuesta, el hombre más poderoso de Judá, el que no se inclinaría delante de ningún otro en la tierra, se inclina delante de Jehová: Entonces Josafat se inclinó rostro a tierra, y asimismo todo Judá y los moradores de Jerusalén se postraron delante de Jehová, y adoraron a Jehová (2 Crónicas 20:18).
Las peticiones de oración se cambiaron a alabanzas, y Jehová gana una de las victorias más destacadas en la historia de Israel (2 Crónicas 20:19-28). De acuerdo con las proezas de Jehová cumplidas contra Egipto en los primeros capítulos del libro del Éxodo (Éxodo 15:15-17): Y el pavor de Dios cayó sobre todos los reinos de aquella tierra, cuando oyeron que Jehová había peleado contra los enemigos de Israel. Y el reino de Josafat tuvo paz, porque su Dios le dio paz por todas partes (2 Crónicas 20:29-30).
Pero como vimos en la lectura ayer, a Josafat le falta el discernimiento en la evaluación de sus aliados: ¿Al impío das ayuda, y amas a los que aborrecen a Jehová? Pues ha salido de la presencia de Jehová ira contra ti por esto (2 Crónicas 19:2). Además de su alianza con Acab de Israel, nos cuenta hoy: Pasadas estas cosas, Josafat rey de Judá trabó amistad con Ocozías rey de Israel, el cual era dado a la impiedad, e hizo con él compañía para construir naves que fuesen a Tarsis; y construyeron las naves en Ezión-geber (2 Crónicas 20:36). El autor de 1 Reyes también cuenta el evento pero sólo para decirnos que las naves se rompieron, y que el rey Ocozías de Israel ofreció que sus siervos acompañaran a los de Josafat en el viaje, y Josafat no quiso (1 Reyes 22:48-49). El cronista añade la conexión con Jehová: Entonces Eliezer hijo de Dodava, de Maresa, profetizó contra Josafat, diciendo: Por cuanto has hecho compañía con Ocozías, Jehová destruirá tus obras. Y las naves se rompieron, y no pudieron ir a Tarsis (2 Crónicas 20:37). Por eso rehusó continuar el proyecto en 1 Reyes 22:49. Aunque no dicho explícitamente, la lección para la comunidad que regresa del exilio es la misma que señala el apóstol Pablo muchos siglos después: No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? (2 Corintios 6:14)
Pero la influencia podrida de la idolatría y el paganismo de Israel bajo Acab ya ha entrado la casa de David. El cronista nos cuenta del hijo de Josafat, el rey Joram: Anduvo en el camino de los reyes de Israel, como hizo la casa de Acab; porque tenía por mujer a la hija de Acab, e hizo lo malo ante los ojos de Jehová (2 Crónicas 21:6). Su abandono de Jehová y promoción del paganismo (2 Crónicas 21:11) llegan a consecuencias más desastrosas que la pérdida de naves – Edom y Libna se rebelan del dominio de Judá; los filisteos, los etíopes y los árabes invaden la tierra y despojan hasta a la familia real y Joram sufre una enfermedad penosa que termina en su muerte (2 Crónicas 21:10-20).
Y el paganismo estalla en violencia contra la casa de David cuando Atalía extermina toda la descendencia real menos un niño (2 Crónicas 22:10). Jehová por su gracia preserva el linaje de David por medio de Josabet, una hija del rey y esposa del sacerdote Joiada que esconde al niño en la casa de Dios por seis años (2 Crónicas 22:11-12). La devoción del sacerdote Joiada a Jehová y a la casa de su ungido une al pueblo de Judá con su rey otra vez. Descubre y apoya al rey, ordena la muerte de Atalía y destruye la idolatría que había entrado Jerusalén. En resumen: Joiada hizo pacto entre sí y todo el pueblo y el rey, que serían pueblo de Jehová (2 Crónicas 23:16). Joiada restaura la unidad entre el templo, todo el pueblo y la casa de David, una cooperación que el cronista anhela ver en su día también: Llamó después a los jefes de centenas, y a los principales, a los que gobernaban el pueblo y a todo el pueblo de la tierra, para conducir al rey desde la casa de Jehová; y cuando llegaron a la mitad de la puerta mayor de la casa del rey, sentaron al rey sobre el trono del reino. Y se regocijó todo el pueblo del país; y la ciudad estuvo tranquila, después que mataron a Atalía a filo de espada (2 Crónicas 23:20-21).
Por eso la lectura para hoy subraya una salvación doble de Judá – la salvación de la amenaza de la liga moabita y amonita y la salvación del paganismo israelita – todo por la gracia de Jehová. Como anuncia el Salmo 92: Mas tú, Jehová, para siempre eres Altísimo. Porque he aquí tus enemigos, oh Jehová, porque he aquí perecerán tus enemigos; serán esparcidos todos los que hacen maldad (Salmo 92:8-9). En cambio: El justo florecerá como la palmera; crecerá como cedro en el Líbano. Plantados en la casa de Jehová, en los atrios de nuestro Dios florecerán… para anunciar que Jehová mi fortaleza es recto, y que en él no hay injusticia (Salmo 92:12-13, 15).