El evangelio es lo que une la comunidad cristiana: Siempre orando por vosotros, damos gracias a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, habiendo oído de vuestra fe en Cristo Jesús, y del amor que tenéis a todos los santos, a causa de la esperanza que os está guardada en los cielos, de la cual ya habéis oído por la palabra verdadera del evangelio (Colosenses 1:3-5)…
Los que hemos creído el evangelio vamos a crecer en el evangelio: Desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual, para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios (Colosenses 1:9-10).
Jesucristo es el centro del plan de Dios por la creación: Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él (Colosenses 1:16).
La cruz de Jesucristo nos reconcilia con el Padre: Tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados (Colosenses 1:14). Agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz (Colosenses 1:19-20).
Ahora estamos unidos por fe en Cristo Jesús: Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios (Colosenses 3:1-3).
Por nuestra unión con Jesucristo, vamos a vivir de acuerdo con su palabra: Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros… Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados… La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales. Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él (Colosenses 3:5, 12, 16-17).
Jesucristo vuelve, y vivimos y crecimos hoy en esperanza de su segunda venida: [Cristo] a quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre (Colosenses 1:28).
Tenemos que protegernos del falso evangelio de la justificación por obras: Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo (Colosenses 2:8).
Participamos en el anuncio del evangelio en todas partes: Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias; orando también al mismo tiempo por nosotros, para que el Señor nos abra puerta para la palabra, a fin de dar a conocer el misterio de Cristo, por el cual también estoy preso, para que lo manifieste como debo hablar. Andad sabiamente para con los de afuera, redimiendo el tiempo. Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno (Colosenses 4:2-6).
Y si miramos la aplicación de estas verdades, nos damos cuenta de que tenemos más que un simple resumen de los temas principales de casi todas las cartas de Pablo. Vemos que tenemos también una regla de medir para evaluar nuestro amor y obediencia a Jesucristo y para animarnos a glorificarlo más:
1) ¿Descansamos en Jesucristo solo por nuestra reconciliación con el Padre?
2) ¿Nuestra visión del presente y del futuro se dirige por las buenas noticias del evangelio?
3) ¿Nuestra visión de la comunidad y del compañerismo se dirige por el evangelio?
4) ¿Participamos en la evangelización por proteger la verdad del evangelio y por anunciarlo a los demás?
Que la carta a los colosenses nos sirva de buen repaso a todas las cartas de Pablo y aún más, que nos anime a vivir de acuerdo con las gloriosas verdades de su muerte, su resurrección, su ascensión al Padre y su segunda venida.