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1 Crónicas 18 - 20 y Salmo 60

30/4/2012

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         En la lectura para hoy leemos sobre las victorias militares de David contra sus vecinos.  Podemos resumir la lectura por la frase: Jehová daba el triunfo a David dondequiera que iba (1 Crónicas 18:13).
         Y también vemos una diferencia entre la narrativa histórica del cronista en comparación con la del autor de 1 Samuel – 2 Reyes.  Note que aquí el cronista
salta por encima de casi toda la vida de David descrita en 2 Samuel 11 – 21.  Parece que vamos a entrar el tema de su pecado con Betsabé por ejemplo, cuando dice: Aconteció a la vuelta del año, en el tiempo que suelen los reyes salir a la guerra, que Joab sacó las fuerzas del ejército, y destruyó la tierra de los hijos de Amón, y vino y sitió a Rabá.  Mas David estaba en Jerusalén…(1 Crónicas 20:1)  Hace eco de 2 Samuel 11:1 cuando introduce su pecado con Betsabé.
         Pero en vez de recontar su pecado, lo salta por completo y llega a la conclusión: Y tomó David la corona de encima de la cabeza del rey de Rabá, y la halló de peso de un talento de oro, y había en ella piedras preciosas; y fue puesta sobre la cabeza de David (1 Crónicas 20:2), igual como en 2 Samuel 12:30.  Es decir, saltó casi dos capítulos completos de 2 Samuel, sin mencionar a Betsabé, ni a Urías, ni a Natán, ni su pecado ni su arrepentimiento.  Tampoco menciona sobre Amnón y Tamar ni las dificultades con Absalón que le motivaron a la rebelión.  ¿Por qué no menciona el cronista estos conflictos y la disciplina de la casa de David por sus pecados?  ¿Será que nos ha dado una falsa representación de la historia de Israel?
         No.  De nuevo tenemos que acordarnos de que al narrar la historia, la Biblia
no tiene un propósito enciclopédico.  El cronista no intenta a decirnos todo lo que pueda sobre la vida de David sino sólo lo que concuerda con sus fines narrativos. 
De hecho, lo que hace el cronista no es diferente a lo que hacemos hoy en día cuando le contamos a otro algún evento.  Normalmente no queremos darles un relato enciclopédico de algún evento sino sólo la información pertinente a la conclusión que queremos que reciban.
         Por ejemplo, anteayer mis hijos jugaron al fútbol en dos partidos diferentes, y mi esposa no los pudo asistir.  Cuando nos vimos en casa, le conté a mi esposa lo más esencial del partido que le interesaría: un hijo marcó un gol, y el otro dos goles, todos por penales. Al escuchar esta información, hizo una pregunta sobre por qué ocurrieron las penales, y se quedó satisfecha.  No le tuve que relatar las mejores jugadas de los otros, mi evaluación de las decisiones del árbitro ni de la condición de la cancha.  Ella ya tenía la información que quería.  En cambio, durante uno de los partidos hablé con un amigo que es papá de uno de los jugadores del otro equipo.  Notamos las estrategias de los dos entrenadores, los cambios de estrategia desde la última vez que jugaron, el desarrollo y el mejoramiento de algunos de los jugadores de los dos equipos en las últimas semanas.  Casi no mencionamos la participación de nuestros hijos en el partido.  Nuestra conversación tenía otros fines.
         Ahora, si se pusieran las dos narrativas por escrito, se esperara varios años y las diera a otra persona para leer, ese lector podría quedarse insatisfecho.  ¿De veras son dos historias del mismo partido?  Lo más importante de la narrativa A (lo que dije a mi esposa) ni se mencionó en la narrativa B.  Las dos narrativas tienen perspectivas muy diferentes.  ¿No será conversación A una falsa o por lo menos inadecuada representación de lo que verdaderamente pasó?
         No; en realidad, son dos narrativas dichas por la misma persona el mismo día sobre el mismo evento.  Pero había dos fines narrativos diferentes, y por eso son tan diferentes.  Algo parecido pasa aquí entre 2 Samuel y 1 Crónicas y en otras ocasiones cuando la Biblia habla del mismo evento por dos, tres, cuatro o aún más perspectivas.  Sin intentar a narrar de una forma enciclopédica, los autores de la Biblia contaron a veces el mismo evento a lectores diferentes, en épocas diferentes y para fines diferentes, con todo inspirado por el Espíritu Santo para contarnos sobre Jehová.  Estas perspectivas enriquecen nuestra percepción de su gloria.
         Así es en 1 Crónicas 18 –20.  El cronista desea explicar a la generación que vuelve del exilio las características que deben imitar del fundador de la casa real de David.  Reinó David sobre todo Israel, y juzgaba con justicia a todo su pueblo (1 Crónicas 18:14).  Sin negar sus pecados (vamos a ver otro en la lectura de mañana), el cronista hace resaltar su devoción a Jehová y nos cuenta la victoria militar, la
justicia y la paz que disfrutó por su gracia.  Así retrata las futuras bendiciones que
puede disfrutar el pueblo de Dios si anda en los caminos de Jehová con todo su corazón.
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1 Crónicas 13 - 17

28/4/2012

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         Si podemos evaluar la importancia de un tema bíblico por el espacio que dedica la Biblia a explicarlo, entonces según el cronista, el transporte del arca del pacto a Jerusalén fue uno de los eventos más importantes de todo el reinado de David.
         Este evento que ocupó un capítulo en 2 Samuel (capítulo 6) aquí en 1 Crónicas merece la atención de tres capítulos.  De nuevo vemos el deseo del cronista de
presentar la visión del Israel unido en sumisión a la casa real de David, la casa real que promociona una devoción de todo corazón a Jehová Dios.
         ¿Quién es el objeto de la devoción de usted hoy?
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1 Crónicas 9 - 12

27/4/2012

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         Acuérdese que en nuestra lectura de 2 Reyes 24 – 25, aprendimos que había cuatro eventos importantes para terminar el reino de Judá.  El último y más devastador ocurrió en el año 586 a.C. cuando Nabucodonosor y los caldeos destruyeron Jerusalén y el templo y mandaron a Babilonia a casi toda la población que sobrevivió el ataque en una deportación masiva.
         Ahora continuamos la historia.  En el año 539 a.C., los persas tomaron control de Babilonia y empezaron a permitir que los pueblos exiliados por los caldeos volvieran a sus lugares de origen. El año siguiente les dan permiso a los judíos a regresar a la tierra prometida, y algunos aceptan la oportunidad, regresan y empiezan a reconstruir a Jerusalén y el templo.  Los libros de Esdras y Nehemías nos contarán más de estos eventos y las dificultades que enfrentan; por ahora,
simplemente los notamos que las genealogías de 1 Crónicas 9 son del primer grupo
de exiliados que regresaron a la tierra prometida.
         Los primeros moradores que entraron en sus posesiones en las ciudades fueron israelitas, sacerdotes, levitas y sirvientes del templo. Habitaron en Jerusalén, de los hijos de Judá, de los hijos de Benjamín, de los hijos de Efraín y Manasés (1 Crónicas 9:2-3).  Todavía falta mucho para que se cumpla la visión de que todas las tribus volvieran a la tierra prometida.
         Más que todo, el cronista se concentra en las genealogías de los sacerdotes y la repartición de las responsabilidades entre los levitas. Desea que sus lectores se acuerden de que su propósito principal en volver a la tierra prometida era adorar a Jehová en santidad por poner en práctica el culto del templo otra vez de acuerdo con sus antecedentes históricos.
         También vuelve a contar la historia de Israel, pero de una forma muy diferente que lo que leímos en 1 y 2 Samuel y 1 y 2 Reyes.  Por ejemplo, note que toda la historia de Saúl que llenó 1 Samuel 9 – 31 aquí se reúne en sólo 14 versículos en 1 Crónicas 10.  Se fija sólo en la muerte de Saúl: Así murió Saúl por su rebelión con que prevaricó contra Jehová, contra la palabra de Jehová, la cual no guardó, porque consultó a una adivina, y no consultó a Jehová; por esta causa lo mató, y traspasó el reino a David hijo de Isaí (1 Crónicas 10:13-14).  No ve la necesidad de repetir toda la historia de Saúl; sólo subraya una lección principal para que sus lectores entiendan las consecuencias de la infidelidad a Jehová.
         También pasa por encima de toda la historia temprana de David para llegar directamente a la petición de que sea rey sobre todo Israel (lo que leímos en 2 Samuel 5).  No menciona la guerra civil entre la casa de Saúl y la de David, el apoyo de Abner a David y su asesinato injusto después, ni el asesinato de Is-boset ni nada de esos conflictos; sólo desea señalar la unidad que había entre todas las tribus en apoyar a David como rey.  Hace destacar aún más la unidad entre todos los israelitas cuando en 1 Crónicas 11 – 12 indica la impresionante variedad de lugares de origen y de tribus de los guerreros principales de David y de sus seguidores originales, aún antes de la muerte de Saúl.  Toda esta descripción de la historia llega a su punto culminante cuando dice: Todos estos hombres de guerra,
dispuestos para guerrear, vinieron con corazón perfecto a Hebrón, para poner a
David por rey sobre todo Israel; asimismo todos los demás de Israel estaban de
un mismo ánimo para poner a David por rey (1 Crónicas 12:31). Según el cronista, la paz de Israel sólo se va a lograr cuando todas las tribus se someten en unidad para apoyar a la casa de David.
         De forma parecida, los cristianos anhelamos la unidad de todas las naciones bajo la autoridad del descendiente por excelencia de la casa de David, la autoridad de Jesucristo: Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado (Mateo 28:19-20).  El reino de Jesucristo disfruta una paz impresionante cuando gente de naciones, tribus y lenguas distintas se someten en unidad bajo su autoridad.
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1 Crónicas 5 - 8 y Salmo 107

27/4/2012

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         La genealogía israelita de 1 Crónicas continúa con la de Rubén en 1 Crónicas 5. 
Los primeros versículos explican por qué hemos visto la prioridad de Judá y de las tribus de José (Manasés y Efraín) desde el libro de Génesis en adelante: Los hijos de Rubén primogénito de Israel (porque él era el primogénito, mas como violó el lecho de su padre, sus derechos de primogenitura fueron dados a los hijos de José, hijo de Israel, y no fue contado por primogénito; bien que Judá llegó a ser el mayor sobre sus hermanos, y el príncipe de ellos; mas el derecho de primogenitura fue de José)…(1 Crónicas 5:1-2).
         Leímos del pecado de Rubén en Génesis 35:22 y como Jacob / Israel proclamó que no tenía la primogenitura en Génesis 49:3-4.  Leímos también de cómo Jacob / Israel le dio a José la doble porción de la primogenitura por recibir a sus hijos, a Efraín y a Manasés, como sus propios hijos (Génesis 48:5-20).  Lo que nos confirma la genealogía de 1 Crónicas 5 es que aunque su antepasado pecó de esa forma y fue castigado, los descendientes de Rubén todavía son una parte integral de Israel. 
Además son dignos de honra porque son del primogénito físico de Israel (Richard L. Pratt, 1 and 2 Chronicles: A Mentor Commentary; 2006, Christian Focus Publications, pág. 105).
         En el resto del 1 Crónicas 5 el cronista relata las genealogías de las dos tribus y media que poblaron las tierras al oriente del río Jordán, fuera de la tierra prometida.  Leímos de su población de esta tierra en Números 32; Deuteronomio 3:8-20; Josué 1:12-18; 12:1-6; 13:8-33 y todo Josué 22.  Ahora en 1 Crónicas 5
aprendemos de batallas que tuvieron contra sus vecinos que no fueron mencionados en ninguna otra parte de la Biblia: Estos tuvieron guerra contra los agarenos, y Jetur, Nafis y Nodab.  Y fueron ayudados contra ellos, y los agarenos y todos los que con ellos estaban se rindieron en sus manos; porque clamaron a Dios en la guerra, y les fue favorable, porque esperaron en él (1 Crónicas 5:19-20).  Y aunque perdieron su tierra por su idolatría y fueron mandados al exilio por Asiria, el cronista desea que sean incluidos también en su visión por la restauración de Israel (Pratt, 111).
         En 1 Crónicas 6 el cronista se concentra en la genealogía de los levitas. En
particular quiere indicar bien el linaje del sumo sacerdote desde Aarón a Zadok
y sus descendientes hasta el exilio.  Demuestra también que levitas de todos los linajes principales de Leví participaron en la música del templo.  También les anima a sus lectores a proveer por los levitas que iban a redificar a Jerusalén y todo Israel por acordarles de las tierras que habían recibido en la primera repartición de la tierra prometida.
         1 Crónicas 7 – 8 relatan las genealogías de las otras tribus (menos Dan y Zabulón).  Hace destacar a Benjamín, probablemente por la fidelidad de una parte de la tribu en los siglos antes del exilio a las tribus de Judá y Leví y al templo en Jerusalén (Pratt, 128-29).  En estas genealogías se nota el interés en los hombres de guerra; probablemente el cronista quería subrayar que el nuevo Israel tendría que pensar en la organización de un ejército para luchar en las batallas de Jehová (Pratt, 118).
         En resumen, por los primeros ocho capítulos de 1 Crónicas, podemos ver algunas de las prioridades del cronista.  Desea presentar una visión por la repoblación de Israel por los descendientes de los exiliados de acuerdo con los mejores momentos de la historia israelita, cuando el pueblo de Jehová demostró más fidelidad a su Dios y disfrutó una relación viva en concierto con Él.  Por eso, en las genealogías y su narrativa de la historia, hace destacar lo siguiente:
         la fidelidad a la casa de David,
         la devoción a Jehová dirigida por el sumo sacerdote y los levitas en el templo,
         el apoyo a los levitas de acuerdo con la ley mosaica,
         el clamor a Jehová en medio de la necesidad.
Como resultado de poner éstos en práctica, el pueblo de Jehová que vuelve del exilio para repoblar a Jerusalén y la tierra prometida puede esperar lo siguiente:
         la respuesta de Jehová a su necesidad,
         la recuperación de la extensión geográfica de la tierra prometida,
         la reintegración de más exiliados a la tierra prometida,
         la multiplicación de los descendientes como una bendición de Jehová,
         el éxito militar contra sus enemigos.
Así que desde las genealogías, el cronista tiene un mensaje que comunicar al pueblo de Jehová, un mensaje basado en su fidelidad eterna.
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1 Crónicas 1 - 4 y Salmo 105 (segunda entrada de blog para hoy)

26/4/2012

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         Al leer las genealogías en estos capítulos, tenemos que guardar algunas observaciones en mente.  Primero que todo, note que una genealogía en la Biblia tiene un propósito diferente que las genealogías hoy.  Cuando investigo la genealogía de mi familia, quiero identificar a todos los miembros de la familia sin faltar ninguno, y deseo que llegue a lo más amplio posible en cada generación.  Mi interés es enciclopédico.  Pero la Biblia no comparte ese interés: sólo desea identificar a las personas destacadas, y no ve ningún problema con excluir a hermanos o hijos o aún saltar unas generaciones sin mencionar a nadie de ellas.  Si
nos acordamos de que la Biblia no comparte nuestro interés enciclopédico en las
genealogías, se van a apaciguar algunas de nuestras frustraciones en leerlas.
         Segundo, si entendemos que las genealogías bíblicas no son motivadas por el deseo de identificar a todos sin faltar a ninguno, podemos acercarlas con la pregunta correcta para entenderlas: ¿por qué tiene interés el narrador sólo en estos nombres?  ¿Qué le motiva a identificar a éstos?  Nuestra lectura de las
genealogías puede ser más provechosa si estas preguntas guardamos en la mente.
         Tercero, aun así la lectura de estos capítulos en particular es muy difícil.  Les confieso que me ha costado mucho leerlos con atención.  Pero igual como la lectura de la genealogía de alguna familia desconocida el día de hoy, si uno tiene un buen “guía turístico” que se la explique e interprete su importancia, la lectura puede ser mucho más amena.  Por eso estoy agradecido por el libro de Richard Pratt, 1 and 2 Chronicles: A Mentor Commentary, 2006, Christian Focus Publications, porque me sirve de guía muy acertado por estos capítulos difíciles.  Mis observaciones dependen mucho en las suyas.
         Note que 1 Crónicas 1:1 – 2:2 empieza desde Adán e identifica a algunos de los antepasados de los vecinos históricos de Israel: a Mizraim (antepasado de los egipcios) y a Canaán, por ejemplo.  Luego hace destacar a los hijos de Sem (de cuyo nombre tenemos la palabra “semitas”), pasando por Heber hasta llegar a Abraham. 
Así hace para comunicar a sus lectores israelitas que el linaje de ellos es el plan culminante de Dios por esas generaciones (Pratt, 85).
         Luego el narrador da un vistazo de la descendencia de Abraham.  Nombra al más importante primero (Isaac), y luego pasa por los hijos que no tenían parte en el pacto con Abraham: Ismael y su descendencia, los hijos de su concubina Cetura con su descendencia, hasta llegar a su punto culminante en Isaac (1 Crónicas 1:34).  Hace lo mismo en la generación siguiente: pasa por las generaciones de Esaú para luego dedicarse a lo más importante, a las generaciones de Israel (1 Crónicas 2:1-2). 
Toda esta presentación cumple el deseo de indicar a los lectores israelitas la importancia y el privilegio de ser el pueblo escogido por Dios (Pratt, 85).
         Al enfocar en la genealogía israelita, el cronista empieza con Judá.  Aunque no es el primogénito, sale primero por la genealogía real.  Se concentra por eso en su hijo Fares, en su nieto Hezrón y su biznieto Ram (aunque no es el primogénito de la familia de Hezrón, 1 Crónicas 2:25) porque de ellos viene el linaje de la casa de David (Pratt, 95).
         También en 1 Crónicas 2 subraya la descendencia de los otros dos hijos de Hezrón: Caleb y Jerameel.  Caleb (primero llamado “Quelubai” en 1 Crónicas 2:9) no es el famoso Caleb hijo de Jefone que se mantuvo fiel a la promesa de Jehová cuando los espías primero entraron la tierra prometida en Números 13 y 14 sino el
antepasado de Bezaleel, uno de los artesanos llenos del Espíritu de Jehová para
construir el tabernáculo (Éxodo 35:30 y 1 Crónicas 2:20).  Desde esta época temprana en la historia israelita había un enlace estrecho entre el culto del tabernáculo y los que iban a formar el linaje real, uno de los temas predominantes de 1 y 2 Crónicas (Pratt, 95).  No sabemos con seguridad por qué subraya a los descendientes de Jerameel también, pero probablemente su descendiente Elisama (1 Crónicas 2:41) sería reconocido por los lectores de su época (Pratt, 96).
         El cronista vuelve a los descendientes de Caleb para terminar 1 Crónicas 2 y luego a los descendientes de Ram para empezar 1 Crónicas 3, esta vez para continuar el linaje de David.  Note el interés que tiene en identificar a los descendientes de la casa real durante y después del exilio (1 Crónicas 3:17-24).  De ellos saldrían el ungido de Jehová prometido a David.  Por los profetas Hageo y Zacarías, sabemos que este hombre clave es Zorobabel.
         En 1 Crónicas 4 concentra en los descendientes de Judá que fueron artífices y nota en un caso: Estos eran alfareros, y moraban en medio de plantíos y cercados; moraban allá con el rey, ocupados en su servicio (1 Crónicas 4:23). Otra vez, el enlace con la familia real es importante, y estos hombres sirven como ejemplo de cómo los que vuelven del exilio deben apoyar a la casa real (Pratt, 100, 101).
         La lectura de 1 Crónicas 1 - 4 termina con los descendientes de la tribu de Simeón.  Aunque no de tanta influencia como los de Judá, les dan a los exiliados los parámetros geográficos a donde deben extender su territorio (Pratt, 102-103).
         Y junto con estas genealogías es apropiado leer el Salmo 105 para acordarnos de la fidelidad de Jehová por tantas generaciones: Acordaos de las maravillas que él ha hecho, de sus prodigios y de los juicios de su boca, oh vosotros, descendencia de Abraham su siervo, hijos de Jacob, sus escogidos (Salmo 105:5-6).
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1 Crónicas 1 - 2 Crónicas 36: La novena unidad de la Biblia

26/4/2012

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         Acabamos de leer mucho sobre la historia de Israel.  ¿Por qué volvemos a leer
la misma información ahora en la novena unidad de la Biblia, la de los libros de
1 y 2 Crónicas?
         Probablemente por la misma razón por la cual Dios nos dio los cuatro evangelios sobre la vida de Jesús: cada narrativa describe la misma vida, pero la organiza y la describe por una perspectiva única, y juntas nos dan una comprensión más amplia de nuestro Señor.  Igual como con los cuatro evangelios del Nuevo Testamento, vamos a leer la historia de Israel cuatro veces en el Antiguo Testamento: la primera vez en toda nuestra lectura hasta 2 Reyes (lo que acabamos de terminar), la segunda vez en 1 y 2 Crónicas, la tercera vez en los profetas mayores de Isaías, Jeremías, Lamentaciones, Ezequiel y Daniel y la cuarta vez en los profetas menores de Oseas hasta Malaquías.  Por estos cuatro repasos de la historia de Israel, al terminar el Antiguo Testamento el 9 de septiembre, debemos tener un conocimiento muy amplio de la gracia de Jehová manifestada a su pueblo.
         Cubrimos esta nueva sección en aproximadamente dos semanas y media, en las lecturas del 26 de abril al 14 de mayo este año.  Mientras lee, guarde en mente
las siguientes observaciones:
         1)  Los eventos principales de la unidad: La historia de Israel según la perspectiva de los levitas.
         2)  Los atributos de Jehová que resaltan: Su gloria y su dominio eterno
         3)  La obra principal de Jehová: Bendice al pueblo que responde a su gloria.
         4)  Los participantes principales: Los reyes del reino unido (David y Salomón) y del reino dividido
         5)  La referencia principal a Jesucristo y el evangelio: Cuando tus días sean cumplidos para irte con tus padres, levantaré descendencia después de ti, a uno de entre tus hijos, y afirmaré su reino…  Yo le seré por padre, y él me será por hijo; y no quitaré de él mi misericordia, como la quité de aquel que fue antes de ti; sino que lo confirmaré en mi casa y en mi reino eternamente, y su trono será firme para siempre (1 Crónicas 17:11, 13-14; véase también Hebreos 1:5).
         6)  Observaciones clave: 1 y 2 Reyes es la historia de Israel de la perspectiva de los profetas; 1 y 2 Crónicas cubre el mismo tiempo pero desde la perspectiva de los levitas.  Los profetas van a tener un papel muy reducido en importancia; por ejemplo Elías, el profeta tan importante en 1 y 2 Reyes, recibe una sola mención y sólo por medio de una carta (2 Crónicas 21:12-15), y el nombre de Eliseo ni aparece.  En cambio, van a abundar referencias a la devoción de los reyes y el culto del
templo.
         En las lecturas vamos a notar una preferencia por los reyes de Judá; algunos de los reyes de Israel ni reciben mención.  Así el narrador desea subrayar la importancia de la descendencia de David y su pacto con Jehová en el pasado y el futuro de Israel.
         El énfasis en el linaje real de David, en los levitas y en el templo refleja una de las metas del narrador de 1 y 2 Crónicas: el dirigir la repoblación de Jerusalén y Judá por los descendientes de los exiliados, específicamente el dirigirlos a continuar su sumisión a la casa real de David y a la adoración organizada por el templo (Richard Pratt, 1 and 2 Chronicles: A Mentor Commentary, 2006, Christian Focus Publications, pág. 14-15, 25-26).  Como Moisés en Deuteronomio, el narrador de 1 y 2 Crónicas desea retratar el pasado de Israel para darles a sus lectores una visión de las futuras bendiciones de Jehová, todo para solidificar su compromiso de obedecer a Jehová en el presente.
         Nuestro guía sobre los reyes va a ser útil otra vez cuando entramos en 2 Crónicas.  Mientras tanto, disfrute y siga creciendo por el repaso de la historia de Israel, esta vez por 1 y 2 Crónicas.
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2 Reyes 24 - 25 y Salmo 53

25/4/2012

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         En esta lectura entramos la época más baja de la historia de Israel en el Antiguo Testamento.  ¡Cuán lejos hemos caído de la gloria de Salomón!  Hace sólo dos semanas que leímos: Y Salomón señoreaba sobre todos los reinos desde el Éufrates hasta la tierra de los filisteos y el límite con Egipto; y traían presentes, y
sirvieron a Salomón todos los días que vivió (1 Reyes 4:21).  Hoy leemos que el señorío sobre todo ese territorio ha pasado a manos de otro: Y nunca más el rey de Egipto salió de su tierra; porque el rey de Babilonia le tomó todo lo que era suyo desde el río de Egipto hasta el río Éufrates (2 Reyes 24:7). Y los presentes que traían a Salomón son llevados para enriquecer a otros: Sacó de allí todos los tesoros de la casa de Jehová, y los tesoros de la casa real, y rompió en pedazos todos los utensilios de oro que había hecho Salomón rey de Israel en la casa de Jehová, como Jehová había dicho (2 Reyes 24:13; véase también 25:13-17).  En la pérdida de tierra, de gente, de dominio y de la Presencia de Jehová, ocurre el revés de las promesas a Abraham.
         A pesar de la tristeza que uno se siente al leer estos capítulos, nos toca entenderlos bien, en parte porque hay seis libros de los profetas asociados con esta época histórica: Jeremías, Lamentaciones, Ezequiel, Daniel, Habacuc y Sofonías. 
Por eso queremos entender bien cuatro eventos que ocurren en estos capítulos.
         El primer evento es la pérdida de independencia de Judá causada por la muerte de Josías.  Egipto y Babilonia peleaban por los restos del imperio asirio, el viejo enemigo del pueblo de Jehová que fue derrotado en la destrucción de su capital Nínive en 612 a.C. y en la de su próximo capital Harrán dos años después.  En el año 609 a.C.: Necao rey de Egipto subió para hacer guerra en Carquemis junto al Éufrates (2 Crónicas 35:20), e igual que la gran mayoría del transporte internacional de esa época, pasó por la costa mediterránea de la tierra prometida.  Salió Josías contra él (2 Crónicas 35:20), posiblemente con la intención de imponer su dominio sobre esa región que ya no pertenecía a Asiria.  Y Necao le envió mensajeros, diciendo: ¿Qué tengo yo contigo, rey de Judá?  Yo no vengo contra ti hoy, sino contra la casa que me hace guerra; y Dios me ha dicho que me apresure.  Deja de oponerte a Dios, quien está conmigo, no sea que él te destruya (2 Crónicas
35:21).  Mas Josías no acepta la advertencia, ataca a Necao en el campo de Meguido y muere (2 Crónicas 35:22-24).  El profeta Jeremías endecha a Josías (2 Crónicas 35:25).
         Necao continúa su marcha al norte y pierde la batalla de Carquemis a los caldeos de Babilonia en 609 a.C.  De regreso a Egipto, decide imponer su autoridad sobre el reino de Judá que ha puesto a Joacaz en lugar de su padre Josías como rey (2 Reyes 23:31; 2 Crónicas 36:1).  Lo puso preso Faraón Necao en Ribla en la provincia de Hamat, para que no reinase en Jerusalén; e impuso sobre la tierra una multa de cien talentos de plata, y uno de oro (2 Reyes 23:33).  ¡El rey de Judá, descendiente de David, es tomado preso por Faraón!  De aquí Judá pierde su independencia y no la va a recobrar por siglos.
         El rey de Judá ahora es títere de Egipto: Entonces Faraón Necao puso por rey a Eliaquim hijo de Josías, en lugar de Josías su padre, y le cambió el nombre por el de Joacim; y tomó a Joacaz y lo llevó a Egipto, y murió allí (2 Reyes 23:34).  En sumisión a su nuevo señor: Joacim pagó a Faraón la plata y el oro; mas hizo avaluar la tierra para dar el dinero conforme al mandamiento de Faraón, sacando la plata y el oro del pueblo de la tierra, de cada uno según la estimación de su hacienda, para darlo a Faraón Necao (2 Reyes 23:35).  El deseo de volver a ganar la independencia perdida es un motivo fuerte en las decisiones de los próximos años.
         El segundo evento destacado es el remplazo de señores sobre Judá cuando Egipto pierde otra batalla de Carquemis en 605 a.C.  Como consecuencia, Babilonia sigue en marcha al sur y toma los territorios egipcios incluyendo a Judá: En su tiempo subió en campaña Nabucodonosor rey de Babilonia (2 Reyes 24:1).  Ahora Jerusalén es sitiada, derrotada, y sufre la primera deportación a Babilonia, principalmente para la preparación de funcionarios para la administración del nuevo territorio de Judá: En el año tercero del reinado de Joacim rey de Judá, vino Nabucodonosor rey de Babilonia a Jerusalén, y la sitió.  Y el Señor entregó en sus
manos a Joacim rey de Judá (Daniel 1:1-2).  Dijo el rey a Aspenaz, jefe de sus
eunucos, que trajese de los hijos de Israel, del linaje real de los príncipes,
muchachos en quienes no hubiese tacha alguna, de buen parecer, enseñados en toda sabiduría, sabios en ciencia y buen entendimiento, e idóneos para estar en el palacio del rey; y que les enseñase las letras y la lengua de los caldeos (Daniel 1:3-4).  Entre estos jóvenes se encuentran Daniel, Sadrac, Mesac y Abed-nego.
         El tercer evento empieza cuando Babilonia es derrotada en la frontera de Egipto en 601 a.C., y Joacim ve su oportunidad por la independencia: Joacim vino a ser su siervo por tres años, pero luego volvió y se rebeló contra él (2 Reyes 24:1). 
Los eventos que siguen tampoco dependen tanto del poder de Babilonia ni de la fuerza que Joacim supone que tiene: Jehová envió contra Joacim tropas de caldeos, tropas de sirios, tropas de moabitas y tropas de amonitas, los cuales envió contra Judá para que la destruyesen, conforme a la palabra de Jehová que había hablado por sus siervos los profetas (2 Reyes 24:2).  Jerusalén es sitiada otra vez, Joacim muere y es remplazado por su hijo Joaquín que en 597 a.C. sólo tiene tiempo para entregar la ciudad y ser llevado en la segunda deportación que incluye a muchos de la familia real y todos los príncipes, hombres valientes, artesanos y herreros (2 Reyes 24:10-16).  También incluye a otro joven que será llamado a profetizar en el exilio, a Ezequiel.
         Sedequías es nombrado rey y gobierna durante el cuarto evento destacado, la destrucción final de Jerusalén y la última deportación a Babilonia en 586 a.C.: Vino, pues, la ira de Jehová contra Jerusalén y Judá, hasta que los echó de su presencia (2 Reyes 24:20).  Jeremías profetiza en Jerusalén, y Daniel y Ezequiel en el exilio en los años que llegan a ese punto culminante del juicio de Jehová.
         Para resumir, estos cuatro eventos principales son:
         1)  La pérdida de independencia de Judá con la muerte de Josías (609 a.C.)
         2)  Babilonia toma control de Judá y manda la primera deportación (605 a.C.)
         3)  Después de la rebelión de Joacim, Babilonia hace someter a Judá otra vez y manda una segunda deportación más grande (597 a.C.)
         4)  Después de la rebelión de Sedequías, Babilonia destruye Jerusalén por
completo y manda una deportación masiva (586 a.C.)
         En medio de este juicio devastador y decisivo sobre Jerusalén, todavía se queda encendida una pequeña esperanza.  Después de 37 años de cautiverio, el ex-rey Joaquín, el que había reinado sólo por tres meses, es sacado de la cárcel y puesto en un lugar de gracia y privilegio por el rey de Babilonia (2 Reyes 25:27-30). 
Aunque sin reino, la casa de David continúa.
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2 Reyes 21 - 23 y Salmo 119:169-176

24/4/2012

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         Después de ver la justicia de Ezequías y la gran redención que obró Jehová por Judá en 2 Reyes 18 – 19, es difícil leer de la iniquidad de Manasés en 2 Reyes 21.
         No es que desconoce los caminos de Jehová sino que parece contradecirlos de forma sistemática y calculada.  Volvió a edificar los lugares altos que Ezequías su padre había derribado, y levantó altares a Baal, e hizo una imagen de Asera, como había hecho Acab rey de Israel; y adoró a todo el ejército de los cielos, y rindió
culto a aquellas cosas (2 Reyes 21:3).  Profana la casa de Jehová por hacerla un centro de idolatría: Y pasó a su hijo por fuego, y se dio a observar los tiempos, y fue agorero, e instituyó encantadores y adivinos, multiplicando así el hacer lo malo ante los ojos de Jehová, para provocarlo a ira (2 Reyes 21:6).  Los peores reyes hasta este punto, los que provocaron más condenación para el pueblo de Jehová (Jeroboam, Acab y Acaz) ni se comparan con Manasés en su maldad.  El narrador tiene que remontar a la época pre-israelita para encontrar una comparación con sus iniquidades: Hizo lo malo ante los ojos de Jehová, según las abominaciones de las naciones que Jehová había echado de delante de los hijos de Israel (2 Reyes 21:2).
         Y esto nos prepara por la condenación que va a recibir Judá por sus acciones.  Repetidas veces leímos las advertencias: Guardad, pues, vosotros mis estatutos y mis ordenanzas, y no hagáis ninguna de estas abominaciones, ni el natural ni el extranjero que mora entre vosotros (porque todas estas abominaciones hicieron los hombres de aquella tierra que fueron antes de vosotros, y la tierra fue contaminada); no sea que la tierra os vomite por haberla contaminado, como vomitó a la nación que la habitó antes de vosotros (Levítico 18:26-28).  Guardad, pues, todos mis estatutos y todas mis ordenanzas, y ponedlos por obra, no sea que os vomite la tierra en la cual yo os introduzco para que habitéis en ella.  Y no andéis en las prácticas de las naciones que yo echaré de delante de vosotros; porque ellos hicieron todas estas cosas, y los tuve en abominación (Levítico
20:22-23).
         Por eso viene el juicio: He aquí yo traigo tal mal sobre Jerusalén y sobre Judá, que al que lo oyere le retiñirán ambos oídos (2 Reyes 21:12). Note que esta frase es una repetición de la introducción al juicio que Jehová le declaró al joven Samuel contra la casa de Elí en 1 Samuel 3:11.  Luego le dijo a Samuel: Yo he jurado a la casa de Elí que la iniquidad de la casa de Elí no será expiada jamás, ni con sacrificios ni con ofrendas (1 Samuel 3:14). Nos sugiere que el juicio en 2 Reyes 21:12 será también llamativo, nacional y sin posibilidad de ser cambiado.  Como la casa de Elí, Manasés pasó el límite, y toda la nación sufrirá las consecuencias.
         Es un juicio dirigido por Jehová: Extenderé sobre Jerusalén… (2 Reyes 21:13)  No hay duda contra quién ha pecado Manasés.  Y no será por accidente los eventos en los próximos capítulos.  Él que obró tantas veces a favor de Judá ahora va a dirigir su soberanía y poder contra él.
         Es un juicio conforme a sus antecedentes históricos: Extenderé sobre Jerusalén el cordel de Samaria y la plomada de la casa de Acab (2 Reyes 21:13).  Jehová no actúa de forma arbitraria o incierta; siempre juzga de acuerdo con sus juicios eternos.  Si desea ver cómo lo va a castigar, Judá sólo tiene que echar la mirada hacia atrás para ver qué les pasó a las diez tribus del norte en 2 Reyes 17.
         Es un juicio completo para quitar la inmundicia: Limpiaré a Jerusalén como se limpia un plato, que se friega y se vuelve boca abajo (2 Reyes 21:13).  Como a un plato sucio, la limpieza de Jerusalén será completa, sin dejar rastro de la inmundicia anterior.
         Es un juicio en que Judá va a experimentar el abandono del Dios que ellos han abandonado: Desampararé el resto de mi heredad, y lo entregaré en manos de sus enemigos; y serán para presa y despojo de todos sus adversarios (2 Reyes 21:14).
         Es un juicio culminante: Por cuanto han hecho lo malo ante mis ojos, y me han provocado a ira, desde el día que sus padres salieron de Egipto hasta hoy (2 Reyes 21:15).  Se dirige a la acumulación de pecado por las generaciones porque el pueblo no se ha arrepentido de los pecados pasados sino que los ha guardado y multiplicado.
         El anuncio de este juicio seguro, llamativo, nacional, no cambiable, culminante y del abandono de Dios hace impresionante la lectura de 2 Reyes 22 – 23 sobre la reforma durante el reinado de Josías.  Como Manasés obró decisivamente para
establecer la idolatría, Josías obró para desarraigarla y cimentar la adoración a Jehová.  Note la campaña militar de destrucción que emprende Josías en 2 Reyes 23:4-20.  ¡Aún sale fuera de las fronteras de Judá para destruir la idolatría!  Se compara con las campañas militares de Josué, o de David contra sus enemigos o de Jehú contra la casa de Acab, pero en este caso el blanco de su poder militar no son los cananeos ni los vecinos de Israel ni una casa real condenada sino los ídolos, los lugares de idolatría y los sacerdotes que los promocionan.  No sólo los derroca y los polvoriza sino que contamina permanentemente sus lugares para que ninguno vuelva a usarlos.
         Junto con la campaña militar contra la idolatría dirige una devoción a Jehová comparable sólo con los mejores momentos del reconocimiento de su gracia: Entonces mandó el rey a todo el pueblo, diciendo: Haced la pascua a Jehová vuestro Dios, conforme a lo que está escrito en el libro de este pacto. No había sido hecha tal pascua desde los tiempos en que los jueces gobernaban a Israel, ni en todos los tiempos de los reyes de Israel y de los reyes de Judá (2 Reyes 23:21-22).  No hubo otro rey antes de él, que se convirtiese a Jehová de todo su corazón, de toda su alma y de todas sus fuerzas, conforme a toda la ley de Moisés; ni después de él nació otro igual (2 Reyes 23:25).
         Por eso se hacen tan aterradoras los versículos siguientes sobre el juicio: Con todo eso, Jehová no desistió del ardor con que su ira se había encendido contra Judá, por todas las provocaciones con que Manasés le había irritado.  Y dijo Jehová: También quitaré de mi presencia a Judá, como quité a Israel, y desecharé a esta ciudad que había escogido, a Jerusalén, y a la casa de la cual había yo dicho: Mi nombre estará allí (2 Reyes 23:26-27).  El juicio sobre la casa de Judá es tan seguro que aún un rey tan arrepentido y devoto como Josías no puede apaciguarlo.
         Por eso, dos lecciones fuertes se destacan de la lectura hoy: 1) No sabemos en qué día ni con qué acción pasó Manasés el límite para despegar tal clase de juicio contra Judá.  Pero cuando lo pasó, no había forma de hacer retroceder las consecuencias.  ¿No sería mejor arrepentirnos inmediatamente de nuestro pecado en vez de continuar a consentirlo y a jugar con la iniquidad, sin saber cuándo Jehová dirá: “Basta ya”?  2) ¿Es Jehová digno de devoción, arrepentimiento y adoración… aunque no quite el juicio seguro sobre nuestras sociedades?  La vida de Josías demuestra que Jehová es digno de una reforma de todos los aspectos de nuestro diario vivir, aun si aparentemente no quite las consecuencias de nuestros pecados o el juicio recibido por haberlos cometido.  Que sea alabado Jehová aun cuando su juicio devastador está por estallar.
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2 Reyes 17 - 20 y Salmo 108

23/4/2012

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         En la lectura de hoy se desborda la amenaza asiria.  Traga por completo el
reino de Israel: En el año nuevo de Oseas, el rey de Asiria tomó Samaria, y llevó a Israel cautivo a Asiria, y los puso en Halah, en Habor junto al río Gozán, y en las ciudades de los medos (2 Reyes 17:6).  Así se cumple el juicio declarado contra la idolatría y la desobediencia al pacto siglos antes: A vosotros os esparciré entre las naciones, y desvainaré espada en pos de vosotros; y vuestra tierra estará asolada, y desiertas vuestras ciudades (Levítico 26:33).  Por cuanto no serviste a Jehová tu Dios con alegría y con gozo de corazón, por la abundancia de todas las cosas, servirás, por tanto, a tus enemigos que enviare Jehová contra ti, con hambre y con sed y con desnudez, y con falta de todas las cosas; y él pondrá yugo de hierro sobre tu cuello, hasta destruirte.  Jehová traerá contra ti una nación de lejos, del extremo de la tierra, que vuele como águila, nación cuya lengua no entiendas; gente fiera de rostro, que no tendrá respeto al anciano, ni perdonará al niño (Deuteronomio
28:47-50).  Las diez tribus del norte son conquistadas y llevadas al exilio.
         No sirve a los asirios la tierra vacía de habitantes, entonces de acuerdo con su política del exilio mandan a otras naciones para poblar la tierra prometida: Trajo el rey de Asiria gente de Babilonia, de Cuta, de Ava, de Hamat y de Sefarvaim, y los puso en las ciudades de Samaria, en lugar de los hijos de Israel; y poseyeron a Samaria, y habitaron en sus ciudades (2 Reyes 17:24).  Mezclan la devoción a los dioses paganos de sus lugares de origen con la devoción a Jehová: Temían a Jehová, y honraban a sus dioses, según la costumbre de las naciones de donde habían sido trasladados…  Así temieron a Jehová aquellas gentes, y al mismo tiempo sirvieron a sus ídolos; y también sus hijos y sus nietos, según como hicieron sus padres, así
hacen hasta hoy (2 Reyes 17:33, 41).  Los descendientes de estos pueblos fuera del pacto de Jehová con Abraham y Moisés continuarán en la tierra prometida; siete siglos después aparecen en el Nuevo Testamento bajo el nombre “samaritanos”.
         Pero los asirios no paran con la conquista de Israel: A los catorce años del rey Ezequías, subió Senaquerib rey de Asiria contra todas las ciudades fortificadas de Judá, y las tomó (2 Reyes 18:13).  Senaquerib manda a su oficial el Rabsaces para amenazar e intimidar al pueblo para que se rebelen contra el débil ungido de Jehová y se entreguen al fuerte rey de Asiria.  Responde Jehová con una redención impresionante.  A su enemigo declara: He conocido tu situación, tu salida y tu entrada, y tu furor contra mí.  Por cuanto te has airado contra mí, por cuanto tu arrogancia ha subido a mis oídos, yo pondré mi garfio en tu nariz, y mi freno en tus labios, y te haré volver por el camino por donde viniste (2 Reyes 19:27-28).  Promete a Ezequías: Porque saldrá de Jerusalén remanente, y del monte de Sion los que se salven.  El celo de Jehová de los ejércitos hará esto…  Yo ampararé esta ciudad para salvarla, por amor a mí mismo, y por amor a David mi siervo (2 Reyes 19:31, 34).  E inmediatamente cumple la salvación prometida.
         Pero a pesar de los favores recibidos, Ezequías vuelve a confiar en la redención por los pueblos que no conocen a Jehová, esta vez por Babilonia (2 Reyes 20:12-19).  La amenaza asiria será remplazada por la amenaza caldea.  El juicio contra el pecado continuará hasta que sea arrancado por completo.
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2 Reyes 13 - 16

22/4/2012

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         Mientras lee, note los temas siguientes:
         La maldad continua de Israel: Repetitivo es el juicio de Jehová contra los reyes de Israel porque repetitivo es su pecado: Hizo lo malo ante los ojos de Jehová, y siguió en los pecados de Jeroboam hijo de Nabat, el que hizo pecar a Israel; y no se apartó de ellos (2 Reyes 13:2; véase también 13:11; 14:24; 15:9, 18, 24, 28).  A pesar de las indicaciones claras de que el culto por los dos becerros de oro en Dan y Bet-el fue inventado por la mente de Jeroboam (1 Reyes 12:26-33), a pesar del juicio claro de Jehová contra Jeroboam por ese culto condenable (1 Reyes 13:1-10; 14:1-14; 15:29-30), a pesar del juicio claro de Jehová contra los otros reyes israelitas por eso (1 Reyes 16:1-4, 12-13, 19) y a pesar del juicio claro de Jehová contra todo Israel por lo mismo (1 Reyes 14:15-16), obstinadamente guardan los reyes de Israel los pecados
institucionalizados de su predecesor.  Como la maleza, el pecado arraigado persiste en guardar su territorio y en crecer.  Como la maleza, no será desarraigado sino por una acción decisiva.
         La maldad continua de Judá: Aunque no participa en el culto de los dos becerros, también se entrega a la idolatría: Con todo eso, los lugares altos no fueron quitados, porque el pueblo aún sacrificaba y quemaba incienso en esos lugares altos (2 Reyes 14:4; véase también 15:4, 35).  Aún crece su pecado durante el reinado de Acaz.  Hace cambios en el culto del templo en Jerusalén para incorporar las
ideas paganas a la verdadera religión de Jehová (2 Reyes 16:10-18).  Pero mucho peor todavía: Anduvo en el camino de los reyes de Israel, y aun hizo pasar por fuego a su hijo, según las prácticas abominables de las naciones que Jehová echó de delante de los hijos de Israel (2 Reyes 16:3).  El sacrificio de un hijo a un dios pagano en sí es una abominación pero especialmente cuando se considera que ese niño es candidato posible para reinar en el trono de Judá por el pacto de Jehová a David.  Es difícil pensar en una rebelión a Jehová más digna de condenación.
         La paciencia de Jehová y su gracia en medio de la iniquidad de Israel: Se encendió el furor de Jehová contra Israel, y los entregó en mano de Hazael rey de Siria, y en mano de Ben-adad hijo de Hazael, por largo tiempo.  Mas Joacaz oró en presencia de Jehová, y Jehová lo oyó; porque miró la aflicción de Israel, pues el rey de Siria los afligía (2 Reyes 13:3-4).  Restauró [Jeroboam II] los límites de Israel desde la entrada de Hamat hasta el mar del Arabá… porque Jehová miró la muy amarga aflicción de Israel; que no había siervo ni libre, ni quien diese ayuda a Israel; y Jehová no había determinado raer el nombre de Israel de debajo del cielo; por tanto, los salvó por mano de Jeroboam hijo de Joás (2 Reyes 14:25-27).
         El acercamiento de una nueva amenaza: Aparecen los asirios por primera vez, un imperio nuevo centrado en el norte de Mesopotamia por el río Tigris y basado en la conquista militar por la violencia en extremo, una conquista incansable que
quiere hacer someter a todos los pueblos y los pone en exilio si se rebelan. Sus conquistas se acercan cada vez más a Israel durante esta época, y aparecen en la Biblia por primera vez en 2 Reyes 15:19 cuando Manahem los paga para afirmar su nuevo puesto como rey de Israel.  Se ha empezado una relación muy peligrosa.  Ya en 2 Reyes 15:29 toman para sí los territorios del norte de Israel y ponen en exilio
por primera vez una parte del pueblo de Jehová.  Luego en 2 Reyes 16:7-9, el rey Acaz de Judá repite el error de depender de los asirios por la seguridad.  Vencen a los viejos enemigos del pueblo de Israel, a los sirios.  Pero, ¿qué ha pasado a la seguridad en Jehová?
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    Rev. Ken Kytle, pastor de la Iglesia bautista La fe en Cristo cerca de Atlanta, Georgia, EEUU.

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