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Santiago 1 - 2

8/11/2011

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         Santiago es el nombre español viejo para Jacobo, el medio hermano de Jesucristo y uno de los principales líderes de la iglesia en Hechos 15.  Cuando uno lee su carta por primera vez, parece que salta de tema en tema sin ninguna organización.  Pero con más tiempo y reflexión, se ve que su carta tiene un tema principal: enfatiza la evidencia de la fe viva y verdadera en Jesucristo, la fe que persevera.
         Si identificamos ese tema principal, podemos entender algunos de los versículos más controversiales en la carta.  Acuérdese que leímos en la carta a los romanos: Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley (Romanos 3:28).  Nuestra salvación es por el oír el evangelio por fe (Romanos 10:17).  Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo…  Todo aquel que en él creyere, no será avergonzado…   Todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo (Romanos 10:8-9, 11, 13).
         Según Pablo, muchos de los israelitas no han alcanzado la salvación porque tropezaron en el hecho de que la salvación es por fe aparte de las obras: Israel, que iba tras una ley de justicia, no la alcanzó.  ¿Por qué?  Porque iban tras ella no por fe, sino como por obras de la ley…  Yo les doy testimonio de que tienen celo de Dios, pero no conforme a ciencia.  Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios; porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree (Romanos 9:31-32; 10:2-4).
         También en la carta a los gálatas, Pablo enfatiza que nuestra salvación es por el oír el evangelio con fe, una fe en que perseveramos sin volver a las obras de la ley.  Pablo reprende a los gálatas por pensar que su salvación empieza con la fe en el evangelio pero luego se mantiene por las obras de la ley: ¡Oh gálatas insensatos!  ¿Quién os fascinó para no obedecer a la verdad…?  Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe?  ¿Tan necios sois?  ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne? (Gálatas 3:1-3)  Con palabras muy fuertes les asegura: De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído (Gálatas 5:4).
         Pero en la lectura para hoy, la carta de Santiago parece contradecir todo lo que dijo Pablo sobre la salvación: Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras?  ¿Podrá la fe salvarle?...  La fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma (Santiago 2:14, 17).  No sólo parece contradecir todo lo que dijo Pablo sino que, igual como Pablo, acude al ejemplo del Abraham y aun al mismo versículo, Génesis 15:6, para demostrar que su enseñanza es verdadera: ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta?  ¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar?  ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras?  Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios.  Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe (Santiago 2:20-24).
         A primera vista, parece una de las contradicciones más notorias en la Biblia.  Pablo por un lado dice que la justificación con Dios es por fe sin obras; Santiago por el otro lado dice que la justificación con Dios es por obras, no solamente por la fe.  Nos hace pensar que si tuviéramos a los dos apóstoles juntos hoy, se entrarían en un debate fuerte sobre la justificación con Dios igual como dos candidatos de partidos políticos opuestos se lanzarían en debate para ganar el mismo puesto político.
         Pero tal imaginación sería muy lejos de la verdad.  Esta “contradicción” es sólo aparente, y si leemos con más cuidado, vemos que Pablo y Santiago están completamente de acuerdo en la forma de ser justificado con Dios.
         Primero, note que Pablo y Santiago definen la palabra “justificación” con algunas diferencias.  Pablo habla de la justificación como el estado legal de aprobación regalado por Dios gratuitamente en el momento mismo de escuchar el evangelio con fe: La justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él… siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús (Romanos 3:22, 24).  En cambio, Santiago habla de la justificación como la aprobación de Dios declarada en un momento más tarde en la vida, cuando evalúa la evidencia de la fe desde el momento de la conversión hasta el final.  Note su énfasis desde los primeros versículos de la carta en todo el transcurso de la vida: Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia.  Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna (Santiago 1:2-3).  Ambos ven en la palabra “justificación” la aprobación de Dios; Pablo se concentra en su momento inicial, de donde continúa la aprobación por la eternidad; Santiago se concentra en un momento mucho después, cuando Dios evalúa las obras de una vida aprobada.
         Por esta diferencia de perspectiva temporal, Pablo refiere a la vida de Abraham en Génesis 15:6 para presentar la evidencia por el momento inicial y completo de la justificación (Romanos 4:1-5); Santiago refiere ambos a Génesis 15:6 y 22:16-18 para presentar la evidencia por la confirmación de esta justificación inicial al ver la fe puesta en evidencia en el transcurso de una vida.
         Segundo, note que Pablo y Santiago describen dos clases de fe muy diferentes.  Cuando Pablo habla de la justificación por medio de la fe sin obras de la ley, describe una fe viva, robusta y en crecimiento que se pone en evidencia al transcurso de la vida.  Por ejemplo, así describe la fe de Abraham: Él creyó en esperanza contra esperanza, para llegar a ser padre de muchas gentes, conforme a lo que se le había dicho: Así será tu descendencia.  Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara.  Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido; por lo cual también su fe le fue contada por justicia (Romanos 4:18-22).  Santiago no reprende esta clase de fe sino su opuesto, una fe falsa y muerta que engaña al que piensa que tiene una fe verdadera.  La reprende por describir, igual como Pablo, la fe viva, robusta y creciente de Abraham: ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta?  ¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar?  ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras? (Santiago 2:20-22).  Ambos Pablo y Santiago están de acuerdo sobre la fe que salva y describen la fe viva y abundante de Abraham; Pablo la describe para identificar la fe verdadera en Cristo Jesús; Santiago la describe para ponerla en contraste con una fe que existe de labios solamente.
         Tercero, note como Pablo y Santiago describen dos clases de obras muy diferentes.  Como vimos en las citas arriba de Romanos 9:31-32 y 10:2-4, Pablo habla de las obras de la ley que algunos practican con el motivo incorrecto de ganar la justificación de Dios, la justificación que sólo viene por medio de la fe en Jesucristo.  Al decir Santiago: La fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma (Santiago 2:17), se refiere a las obras de amor y misericordia que se espera ver como evidencia de la fe cristiana: La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo.  Hermanos míos, que vuestra fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo sea sin acepción de personas…  Si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que nos necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? (Santiago 1:27 – 2:1, 15-16)  Acuérdese que Pablo no niega la práctica de obras de amor y de misericordia; en cambio, dice: El que ama al prójimo, ha cumplido la ley.  Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.  El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor (Romanos 13:8-10).
         Para resumir: Pablo y Santiago no se contradicen en enseñar sobre la justificación.  Hay que tomar en cuenta:
         1) Los dos miran y definen la justificación desde momentos diferentes en la vida del creyente;
         2) refieren a dos clases diferentes de la fe: Pablo describe una fe viva y abundante; Santiago lo hace también pero sobre todo para reprender una fe muerta y engañadora; y
         3) los dos se fijan en obras diferentes: Santiago aprueba las obras de amor y de misericordia como evidencia de la fe verdadera; Pablo lo hace también, pero se concentra en reprender las obras por las cuales uno intentaría a ganar la aprobación de Dios que sólo viene por medio de la fe en Jesucristo.
         Note que por usar el mismo vocabulario por temas parecidos, por argumentos diferentes en situaciones muy diferentes, suena como si Pablo y Santiago estuvieran en contradicción.  En realidad, por investigar en más detalle su trasfondo, vemos que los dos apóstoles están de acuerdo.  ¿Habrá algunos versículos breves que expresen mejor estos puntos y que demuestren que Pablo y Santiago están de acuerdo?  Creo que sí.  Miremos Efesios 2:8-10:
         “Porque por gracia” – Por el amor iniciado y regalado por Dios, inmerecido por nosotros, dado gratuitamente, dado enteramente por la voluntad de Él,
         “sois salvos” – Note la voz pasiva.  Dios nos salva; nosotros somos receptores de su salvación.
         “por medio de la fe” – Como hemos visto tantas veces en las cartas de Pablo, la salvación es por la fe en Jesucristo: la seguridad de ser justificado por su crucifixión y su resurrección, de poder disfrutar ahora su intercesión en el cielo y de esperar su segunda venida, todo lo que el evangelio explica sobre nuestro Señor.
         “y esto no de vosotros” – Es aún más claro en el griego del Nuevo Testamento que la palabra traducida “esto” refiere al conjunto de todo lo que acabamos de ver: la gracia, la salvación y la fe.  Todo esto no viene de nosotros; no se inicia en nosotros.
         “pues es don de Dios” – Todo esto es un regalo de Dios; es su provisión por nuestra salvación.
         “no por obras” – Otra vez, como hemos visto muchas veces, no podemos ganar ni merecer ni la gracia, ni la salvación ni la fe.
         “para que nadie se gloríe” – Si alguna de éstas ganáramos por nuestros esfuerzos, por nuestras obras, nosotros recibiríamos la gloria y no Dios.  En cambio: Dios sujetó a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos (Romanos 11:32).
         De acuerdo con lo que hemos visto tantas veces en Pablo, la salvación no viene por obras.  Pero siga leyendo a Efesios 2:10: “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras.”  Nuestra salvación sin obras no significa que vivimos una fe sin obras.  Las obras no nos ganan la salvación sino que se ponen en evidencia después, dándoles a entender a todos de que somos salvos por fe en Cristo Jesús.  Por esta razón somos creados en Cristo Jesús y salvos por Él: para buenas obras.
         “las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” – Aún nuestras buenas obras son manifestaciones del poder y la gracia de nuestro Padre celestial.  No son para que nos jactemos ni para que mantengamos nuestra salvación.  Son la evidencia posterior que demuestra que Dios nos ha salvado por gracia, por su gloria y por fe sin las obras de la ley.
         Y el énfasis de Santiago es que nos examinemos para asegurar que producimos de acuerdo con la salvación por gracia por medio de la fe: Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombre de variación.  Él, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas (Santiago 1:17-18).  Él nos hizo nacer por la palabra de verdad (el evangelio), y lo hizo de su propia voluntad.  Por eso, que vivamos de acuerdo con esta buena dádiva, manifestando por nuestras acciones que somos primicias de sus criaturas.
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Romanos 12 - 16

14/10/2011

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         Pablo terminó Romanos 11 con la adoración a Dios por las riquezas de su sabiduría en nuestra salvación.  En la lectura de hoy sobre los últimos 5 capítulos de la carta a los romanos, enseña que nuestra salvación no sólo nos motiva a la adoración sino a otra manera de vivir.
         “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios” (Romanos 12:1).  Pablo empieza esta sección de la carta por pedirnos algo a base de todas las misericordias de que leímos en los primeros 11 capítulos de la carta: por la salvación por gracia, gratuitamente, por medio de la fe en Jesucristo sin las obras de la ley; por la morada del Espíritu Santo en nosotros y por todas las bendiciones presentes y futuras que tenemos por medio de él; por la fidelidad del Padre a su pueblo ahora y para siempre…  Estas y muchas otras bendiciones impulsan la petición de Pablo.
         “Que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios” (Romanos 12:1).  Pablo se expresa con el vocabulario del sacrificio y del culto en Jerusalén pero con una aplicación devocional muy diferente.  En vez de sacrificar animales para presentar sus cadáveres en el altar delante de Dios, nos ruega que utilicemos nuestros propios cuerpos vivos en sacrificio a Dios, que vivamos de una forma agradable delante de él.
         Y este sacrificio vivo no se manifestará por vivir otra vez bajo el régimen viejo de la letra sino por vivir por el poder del Espíritu Santo en amor: El que ama al prójimo, ha cumplido la ley.  Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.  El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor (Romanos 13:8-10).
         Romanos 12 – 16 es una enseñanza sobre cómo vivir en amor.  Incluye el evitar la soberbia en sus relaciones con los hermanos de la iglesia (Romanos 12:3), el obrar según sus dones espirituales en unanimidad con ellos (Romanos 12:4-8), la diligencia en ministrarles en sus necesidades (Romanos 12:9-13) y el bendecir aún a los que lo persiguen (Romanos 12:14-20).  Este amor se basa en la convicción firme de la justicia soberana de Dios, y por eso el creyente obedece con seguridad: No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal (Romanos 12:21).
         El cristiano manifiesta este amor a las autoridades del gobierno (Romanos 13:1-7) y a las personas a quienes debe dinero (Romanos 13:8).  No juzga al hermano en sus debilidades sobre cuestiones de inmundicia y de preferencias espirituales, y evita cualquier acción que le serviría de tropiezo u ocasión de caer.  Prefiere agradar al prójimo que agradar a sí mismo (Romanos 14:1 – 15:6).  Guarda amor hacia gente muy diferente que él mismo y sobre todo desea que conozca la misma salvación que disfruta por medio de la fe en Cristo Jesús (Romanos 15:7-33).  Ama a los hermanos y los conoce por nombre (Romanos 16:1-16), y se siente celos por proteger la integridad y la pureza de la doctrina verdadera del evangelio contra los que la torcerían por sus propios fines y que harían desviar a los hermanos amados del camino verdadero (Romanos 16:17-18).
         Nuestra salvación por medio de la fe en Jesucristo sin las obras de la ley se manifiesta en el amor hacia los demás.  Como nuestro Señor nos amó en morir por nosotros aun cuando éramos pecadores y enemigos (Romanos 5:8), así amamos a los hermanos por quienes murió también, y así amamos aún a nuestros enemigos.
         Muchas veces pensamos en la carta a los romanos como una carta doctrinal, y así es; pero por la lectura de hoy, que la reconozcamos también como una carta de amor.  Que nuestra lectura hoy nos ayude a crecer en el amor por el poder del Espíritu Santo por la gloria del Padre en Cristo Jesús.
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Romanos 9 - 11

14/10/2011

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         Pablo termina Romanos 8 con una de las descripciones más lindas en toda la Biblia sobre la seguridad eterna de nuestra relación con Dios por medio de la fe en Cristo Jesús.  Pero alguien en el público todavía no está convencido.
         Dirá esa persona: Si Pablo dice que la justicia de Dios viene por fe en Cristo Jesús sin las obras de la ley, y si insiste como en Romanos 8:29-39 que esta relación con Dios por su gracia es permanente, ¿qué pasa con la gran mayoría de los israelitas?  Ellos no creen en Cristo Jesús por su justicia delante de Dios.  Muchos de ellos confían en las obras de la ley para justificarse.  Dios les hizo promesas de una relación permanente también.  Primero, ¿qué pasa con ellos?  Segundo, si Dios ha abandonado sus promesas a ellos, ¿no sería posible que abandone sus promesas a los cristianos también?
         Pablo demuestra que estas preguntas no son simplemente académicas; le impactan personalmente: Verdad digo en Cristo, no miento, y mi conciencia me da testimonio en el Espíritu Santo, que tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón.  Porque deseara yo mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los que son mis parientes según la carne (Romanos 9:1-3).  Hermanos, ciertamente el anhelo de mi corazón, y mi oración a Dios por Israel, es para salvación (Romanos 10:1).
         La respuesta no se encuentra en que la palabra de Dios ha fallado (Romanos 9:6); en cambio, Pablo va a demostrar en la lectura para hoy que el endurecimiento de Israel va completamente de acuerdo con la palabra de Dios.
         Primero, empieza por hacer la distinción: No todos los que descienden de Israel son israelitas (Romanos 9:6).  Por los ejemplos de Isaac (en vez de Ismael) y Jacob (en vez de Esaú) demuestra: No los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino que los que son hijos según la promesa son contados como descendientes (Romanos 9:8).  La salvación no es un derecho que recibimos de nuestra familia de origen sino siempre una manifestación de la gracia de Dios.
         Segundo, nos da la perspectiva de Dios sobre nuestra salvación.  Él es completamente soberano en la elección de los suyos.  Nos hace recordar que así fue la elección de Jacob en vez de Esaú: Cuando Rebeca concibió de uno, de Isaac nuestro padre (pues no habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama), se le dijo: El mayor servirá al menor (Romanos 9:10-12 y Génesis 25:23).  Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia (Romanos 9:16).
         Tercero, en su soberanía Dios ha decidido llamar a gran número de gentiles por el evangelio: Como también en Oseas dice: Llamaré pueblo mío al que no era mi pueblo, y a la no amada, amada.  Y en el lugar donde se les dijo: Vosotros no sois pueblo mío, allí serán llamados hijos del Dios viviente (Romanos 9:25-26).  A la vez, Dios en su soberanía ha decidido endurecer a gran parte de Israel contra el evangelio.  Reveló aún con anticipación: Si fuere el número de los hijos de Israel como la arena del mar, tan sólo el remanente será salvo (Romanos 9:27).  De acuerdo con estos decretos de Dios, Pablo observa: Los gentiles, que no iban tras la justicia, han alcanzado la justicia, es decir, la justicia que es por fe; mas Israel, que iba tras una ley de justicia, no la alcanzó.  ¿Por qué?  Porque iban tras ella no por fe, sino como por obras de la ley… Ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios; porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree (Romanos 9:30-32; 10:3-4).
         El endurecimiento de la gran mayoría de los israelitas contra el evangelio no quiere decir que Dios ha abandonado a Israel: Aun en este tiempo ha quedado un remanente escogido por gracia (Romanos 11:5).  Dios ha permitido la salvación de un gran número de gentiles para provocar a Israel a celos (Romanos 11:11) y en el futuro lo salvará por medio de la fe en Jesucristo también: Ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles; y luego todo Israel será salvo (Romanos 11:25-26).  Y al poner en evidencia Dios su soberanía en el endurecimiento y en la salvación ambos de Israel y de los gentiles, manifiesta la gloria de su gracia y su misericordia: Porque Dios sujetó a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos (Romanos 11:32).
         Al considerar todo lo que Dios ha revelado en estos 11 capítulos – la salvación por el evangelio, la justificación por medio de la fe sin obras de la ley, el ministerio del Espíritu que supera el ministerio de la ley, el endurecimiento de Israel para la entrada de los gentiles a la salvación, la futura salvación de todo Israel y la soberanía de Dios en todo este proceso – Pablo sólo puede responder en adoración: ¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios!  ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos!...  Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas.  A él sea la gloria por los siglos.  Amén (Romanos 11:33, 36).
         Si usted es cristiano, ¿cómo responde a las noticias de la salvación que Pablo declara en estos 11 capítulos?  Si es por confusión, siga estudiando la carta a los romanos; mándenos sus preguntas, y dialoguemos para que entienda estos temas esenciales del cristianismo.  Si es por molestia y discusiones, a lo mejor hay algún punto en que usted se ha apartado de la doctrina bíblica.  Si es por aburrimiento, debe volver a examinar si de veras entiende la necesidad por la salvación.  Si es por adoración, ya entiende estos capítulos de la carta a los romanos; que su adoración se profundice cada vez que lee esta carta y contemple sus verdades.
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Romanos 7 - 8

12/10/2011

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         Parece que Pablo ha declarado cosas muy negativas contra la ley en Romanos 1 - 6.  Por ejemplo:
         1) Hablando del juicio de Dios: Por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él (Romanos 3:20).
         2) Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley (Romanos 3:28).
         3) La ley produce ira (Romanos 4:15).
         4) La ley se introdujo para que el pecado abundase (Romanos 5:20).
         5) No estáis bajo la ley sino bajo la gracia (Romanos 6:14).
         6) Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios (Romanos 7:4).
         ¿Será que Pablo menosprecia la ley que tanto celebraron los justos en el Antiguo Testamento?
         Claro que no.  En cambio, Pablo aprecia la ley y aun dice: ¿Luego por la fe invalidamos la ley?  En ninguna manera, sino que confirmamos la ley (Romanos 3:31).  En la lectura para hoy, Pablo explica que no menosprecia la ley sino que reconoce sus límites.  La ley puede identificar el pecado, pero no tiene poder para salvarnos de sus garras.  Además el pecado, siendo más fuerte que la ley, la manipula para producir aún más pecado en nosotros.
         ¿La ley es pecado?  En ninguna manera.  Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás (Romanos 7:7).  Aquí señala Pablo una de las funciones principales de la ley: la identificación del pecado.  Es la misma función a que refirió en la última parte de Romanos 3:20: Por medio de la ley es el conocimiento del pecado.  Es decir, la ley nos enseña como a niños lo que es bueno y lo que es malo.
         Pero note bien el próximo paso: Mas el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, produjo en mí toda codicia (Romanos 7:8).  La ley identificó para nosotros la codicia, pero el pecado dentro de nosotros toma esta identificación, ¡y la tuerce como si fuera una invitación!  Aprendemos lo que es la codicia por la ley, pero el pecado la incita en nosotros, la descubre y la aumenta para que en vez de la inocencia en cuanto a la codicia, ahora la encontremos mezclada entre nuestros pensamientos y deseos.  Por eso dice Pablo: Hallé que el mismo mandamiento que era para vida, a mí me resultó para muerte; porque el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, me engañó, y por él me mató (Romanos 7:10-11).
         Por eso, ¿menosprecia Pablo la ley?  Claro que no; sino que dice: De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno (Romanos 7:12).
         Note que Pablo echa la culpa por esta situación al pecado, no a la ley: ¿Luego lo que es bueno [es decir, la ley], vino a ser muerte para mí?  En ninguna manera; sino que el pecado, para mostrarse pecado, produjo en mí la muerte por medio de lo que es bueno, a fin de que por el mandamiento el pecado llegase a ser sobremanera pecaminoso (Romanos 7:13).
         Compare esta situación con los aviones para pasajeros.  Son grandes máquinas construidas para facilitar el transporte de personas; son de mucha bendición.  Pero cuando unos hombres malvados se apoderaron de dos para estallarlos en las Torres Gemelas en Nueva York el 11 de septiembre del 2001, causaron mucha muerte y destrucción.  Ahora, ¿eran malos los aviones?  Claro que no; sino que unos hombres pecaminosos torcieron sus funciones benevolentes para destrucción, y así hicieron lucir más su maldad.  Igual situación tenemos con el pecado y la ley.  La ley es santa y buena, pero el pecado se empoderó de ella en nuestros corazones.  Torció sus funciones benevolentes para propósitos de la destrucción, y así el pecado se manifiesta aún más malvado y repugnante que lo que imaginábamos.  Y como vemos en Romanos 7:14-24, la ley es incapaz de salvarnos de esta situación.
         ¿Quién nos librará de este cuerpo de muerte?  Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro (Romanos 7:24-25).  ¿Cómo nos libra Dios de esta situación por Jesucristo?  Pablo nos dice: Lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne (Romanos 8:3).  Es decir, en la cruz Jesucristo tomó en su carne nuestros pecados y todo el castigo que merecíamos por ellos.  El pecado fue condenado por Dios en el cuerpo crucificado de Jesucristo.
         Pero no sólo esto, sino también: Para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu (Romanos 8:4).  Es decir, no sólo fue condenado nuestro pecado en la muerte de Jesucristo sino que él resucitó, ascendió al Padre, y el Espíritu Santo fue derramado sobre nosotros.  Participamos por fe en su justicia, y ahora no andamos según la ley sino según su Espíritu Santo.  O como Pablo nos dice: Ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra (Romanos 7:6).  La ley que no pudo salvarnos del pecado ya no nos dirige, sino que andamos según el Espíritu Santo, el que nos ha librado de veras de la ley del pecado y de la muerte (Romanos 8:2).
         Y aun los mejores momentos bajo la ley no se pueden comparar con las bendiciones que recibimos por el Espíritu Santo de Dios:
         1) El ocuparse del Espíritu es vida y paz (Romanos 8:6).
         2) Si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros (Romanos 8:11).
         3) Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios (Romanos 8:14).
         4) El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios (Romanos 8:16).
         5) Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo (Romanos 8:17).
         6) El Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles.  Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos (Romanos 8:26-27).
         ¡Y esta salvación y justificación por el evangelio de Jesucristo alcanza a más que lo que podemos imaginar!  Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? (Romanos 8:31)  Y por el resto de capítulo 8 enumera las bendiciones permanentes que tenemos por el evangelio de la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo sin las obras de la ley.
         Lea de nuevo Romanos 8:29-39 y disfrute esta lista de bendiciones que tiene el creyente sólo por medio de la fe en Cristo Jesús.  ¿Cree usted que puede generar aún una de estas bendiciones por su propia obediencia a la ley?  ¿Puede impresionar a Dios a tal punto que se sienta obligado a justificarlo?  ¿Piensa impresionar a Dios con su actitud dócil a tal punto que se sienta obligado a hacer un pacto eterno con usted?  Como repite la Biblia, la única forma de disfrutar estas bendiciones es por desconfiar de su propia justicia y confiar sólo en Jesucristo para ser aprobado por Dios: En ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos (Hechos 4:12).
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Romanos 4 - 6

12/10/2011

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         El apóstol Pablo hizo una declaración sorprendente en la lectura pasada: Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley (Romanos 3:28).  ¡Justificado por fe sin las obras de la ley!  Es tan natural pensar en la ley o en los Diez mandamientos como medios para acercarnos a Dios, pero Pablo nos enseña que son medios para reconocer nuestra condenación, medios sin poder para salvarnos.
         La proclamación de que somos justificados por fe sin las obras de la ley fue chocante y controversial en la época de Pablo, y es chocante y controversial hoy también.  Preferimos demostrarle a Dios que somos dignos de su gracia, que somos mejores que los demás, que con nuestros esfuerzos podemos lograr por lo menos una parte de nuestra salvación.  Nuestra soberbia insiste en que podamos hacer algo por lo menos para contribuir a nuestra salvación, en vez de callarnos y depender completamente en Dios por la salvación igual como un mendigo abatido en la miseria, sentado en la sombra de la calle, depende de la benevolencia de un caminante rico por una moneda.  La doctrina de la salvación por fe sin obras de la ley ofende nuestra soberbia.
         Pero en vez de apaciguar esta ofensa del evangelio, Pablo insiste en ella en la lectura de hoy.  Va directamente al Antiguo Testamento para demostrar que la justificación sin las obras de la ley no es ninguna novedad que él acaba de inventar sino el proceder de Dios en toda la historia: ¿Qué, pues, diremos que halló Abraham, nuestro padre según la carne?  Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene de qué gloriarse (Romanos 4:1-2).  Entonces, ¿fue Abraham justificado por fe o por obras?  Pablo contesta: ¿Qué dice la Escritura?  Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia (Romanos 4:3).  Contesta la pregunta por volver al Antiguo Testamento mismo y a Génesis 15:6, donde demuestra que Abraham fue justificado por fe, sin ninguna obra de la ley.
         Continúa para demostrar que Abraham no era un caso único sino que la justificación sin obras de la ley fue celebrada por el rey David en los salmos: Como también David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras, diciendo: Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, y cuyos pecados son cubiertos (Romanos 4:6-7).  ¡Qué escándalo!  Este bienaventurado de Dios, el que tiene su aprobación… ¡es un pecador!  Sus obras son “iniquidades”; sus acciones son “pecados”.  Pero, ¿cómo responde Dios?  Por perdonarlos, por cubrirlos, ¡sin ninguna acción de parte del pecador!  Y esta no es invención de Pablo sino una cita de Salmo 32:1, donde: David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras (Romanos 4:6).
         Alguien ofendido por esta doctrina tal vez responde: Entonces, ¿uno es salvo simplemente por decir que cree en Jesús?  Fíjese bien en cómo es esta fe según Romanos 4:18-22.  No es una mera repetición de palabras con los labios sino una fe viva, abundante, que llena todo nuestro ser como la de Abraham cuando escuchó la promesa de Dios en Génesis 15:5 que como las estrellas sería su descendencia: Él creyó en esperanza contra esperanza, para llegar a ser padre de muchas gentes, conforme a lo que se le había dicho: Así será tu descendencia.  Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara.  Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en la fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido; por lo cual también su fe le fue contada por justicia (Romanos 4:18-22).
         Así es la fe con que respondemos nosotros al evangelio: Y no solamente con respecto a él se escribió que le fue contada, sino también con respecto a nosotros a quienes ha de ser contada, esto es, a los que creemos en el que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro (Romanos 4:23-24).  Como Abraham creyó por una fe viva y abundante la promesa de Dios de que iba a levantar una descendencia numerosa por su cuerpo casi muerto, así nosotros creemos que Dios resucitó de los muertos el cadáver de Jesús y ha hecho a Jesús Señor sobre todo el universo.  Como Abraham, no nos debilitamos en la fe sino que nos fortalecemos con la seguridad de que Jesús: fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación (Romanos 4:25).  Es decir, creemos que este hombre entregado a la crucifixión hace 2000 años murió para quitar la ira justa de Dios sobre nosotros por nuestros pecados, y luego fue resucitado para demostrar que ahora nosotros, por medio de la fe en él sin obras, somos justificados por Dios también.
         Otra vez por la ofensa de esta doctrina dirá alguien: Entonces, si la salvación es por medio de la fe sin obras, uno se queda libre para pecar en todo lo que quiera, ¿verdad?  Puede pecar constantemente y en las formas más ofensivas y sólo decir: Creo en Jesús y ya, se queda perdonado, ¿verdad?  Pablo también contesta esta malinterpretación del evangelio en la lectura para hoy: ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? (Romanos 6:1)  Es decir, ¿los cristianos vamos a continuar a pecar, y a pecar en abundancia, para disfrutar cada vez más la gracia de Dios en perdonarnos?  ¡En ninguna manera! (Romanos 6:2)  En cambio: Los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él? (Romanos 6:2)  Como explica en Romanos 6:3-10, al creer el evangelio, somos unidos por fe en su muerte, su entierro y su resurrección.  Como Jesús ha muerto al pecado, nosotros unidos en él por fe hemos muerto al pecado también.  Como Jesús ha resucitado de los muertos para vivir para Dios, nosotros por medio de la fe en él hemos resucitado para vivir para Dios también.  En vez de una inspiración para el pecado, el evangelio es poder de Dios para vivir libre de las cadenas del pecado.
         Por eso Pablo nos manda a vivir conforme con nuestra libertad en Cristo: Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.  No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias; ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia (Romanos 6:11-13).
         De nuevo le pregunto: ¿Cómo se justifica usted delante del Dios santo y puro que no tolera ni un pecado?  Si es por sus obras, por su actitud dócil y sincera, por asistir a la iglesia, por no ofender a nadie… es decir, por cualquier acción o actitud que usted mismo puede producir, está bajo la condenación de la ira justa de Dios por sus pecados.  No hay salida de la condenación espiritual en usted mismo.  Como Abraham, mire fuera de sí mismo y al mismo Dios santo, puro y perdonador que ha declarado su promesa.  La muerte de Jesucristo y en la cruz y su resurrección son el rescate de usted del pecado y su condenación.  Descanse seguro en él por su justificación delante del Dios santo.
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Romanos 1 - 3

11/10/2011

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         Con esta lectura empezamos una nueva sección de la Biblia, las 13 cartas del apóstol Pablo.  (Muchos creemos que escribió la carta a los hebreos también por un total de 14 cartas, pero la identificación del autor de esa carta no es 100 por ciento segura.)  Y empezamos con la carta más importante de todas porque describe en mucho detalle el evangelio, las buenas noticias acerca de la salvación por fe en Cristo Jesús.
         La palabra española “evangelio” se deriva del griego ευαγγέλιον que significa “buenas noticias” en el sentido de una proclamación de Dios a los hombres.  En proclamar el evangelio, el apóstol Pablo es mensajero de Dios y anuncia buenas noticias a todos.  Si nos acordamos de algunos de los mensajes de condenación que Dios anunció por Jeremías o Ezequiel, podemos decir: ¡Qué gozoso es recibir buenas noticias de Dios!
         Además Pablo nos dice sobre el evangelio: No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree (Romanos 1:16).  “Salvación” es otra palabra clave en esta carta.  Significa “rescate”.  Quiere decir que los oyentes de esta proclamación están en una condición de emergencia, una condición de que son completamente incapaces de escapar: están bajo la condenación de Dios por sus pecados.  Pero en vez de malas noticias, Dios les anuncia las buenas de su rescate, de su salvación.  Como un bombero rescata a un incapacitado antes de que las llamas de un incendio lo devoren, Dios rescata al incapacitado espiritual por el mensaje del evangelio.
         Este rescate es amplio en su extensión: “a todo”.  No importa si uno es judío o gentil, rico o pobre, si tiene educación formal o no; no importa su lugar de origen, su raza ni su familia.  El rescate de Dios lo alcanza.  Pero hay un límite también; alcanza “a todo aquel que cree”.  Si uno no cree el mensaje, no tiene la salvación.  Si no confía en el mensaje de Dios, se queda sin rescate, en la imposibilidad de salvarse a sí mismo.
         Note también que Romanos 1:16 dice más que: “el evangelio tiene poder de Dios…”  Dice: “es poder de Dios para salvación”.  Es decir, el hecho de oír y creer el evangelio rescata a uno de su condenación espiritual (vea también Romanos 10:8-9 y 10:17, por ejemplo).  Por eso Pablo no se avergüenza del evangelio.  ¡Por este mismo mensaje Dios rescata a los creyentes de la condenación!
         Luego nos dice: Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela (Romanos 1:17).  “La justicia de Dios” refiere a la aprobación legal declarada por Dios mismo, la declaración de que uno es justo, que ha cumplido todas las obligaciones impuestas por Dios en su ley.  “En el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe” (Romanos 1:17), es decir, por fe entrando y por fe saliendo, completamente por fe desde el inicio hasta el fin.
         Estas buenas noticias de la salvación solamente por la fe no son novedades inventadas por el apóstol, sino que es la declaración de Dios en todo el Antiguo Testamento también.  Como el primer ejemplo, el más conciso de todos, cita a Habacuc 2:4: Mas el justo por la fe vivirá.  El justo (el que tiene la aprobación legal declarada por Dios, el a quien Dios considera como uno que ha cumplido todos sus requisitos) por la fe (por confiar en lo que Dios dijo y prometió) vivirá (disfrutará la vida abundante y eterna que Dios regala a los justos).
         Para resumir, hemos definido las palabras clave "evangelio", "salvación" y "la justicia de Dios".  Hemos visto la extensión de la salvación (a todo) y su límite (a todo aquel que cree).  Hemos visto cómo funciona (por el oír con fe).  Y hemos visto que no contradice el Antiguo Testamento, sino que éste la anuncia.  Entonces, ¿qué son estas buenas noticias que salvan?
         Pablo contesta en Romanos 1 por decirnos primero las malas noticias: La ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres (Romanos 1:18).  Por nuestros pecados estamos bajo la ira de Dios.  Y su ira cubre a todos: a todos los que pecan obviamente (Romanos 1:21-32) y a los que no ven su pecado (Romanos 2:1-11).  No importa si uno es gentil o judío, si conoce los diez mandamientos de Dios o no, si es circuncidado o no (Romanos 2:12-29).  Pablo declara universalmente: Ya hemos acusado a judíos y a gentiles, que todos están bajo pecado (Romanos 3:9).  Y si uno continúa a insistir en su propia justicia, Pablo cita una cadena de versículos del Antiguo Testamento en Romanos 3:10-18 para demostrar cómo Dios ve nuestras obras en todo nuestro pecado.  Por eso cierra esta sección por retratar nuestra culpabilidad escandalosa delante del Juez justo: Que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios; ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él (Romanos 3:19-20).
         ¿Cómo seremos rescatados de esta condenación?  Ahora Pablo anuncia las buenas noticias: Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y los profetas (Romanos 3:21).  Esta justicia se encuentra no por medio de la ley mosaica, no por seguir los Diez mandamientos; estos medios sólo señalan nuestra incapacidad de justificarnos delante de Dios (Romanos 3:20).  Esta justicia se ha manifestado “aparte de la ley”.  Pero no niega la ley; tampoco la contradice.  Es “testificada por la ley y por los profetas”, completamente de acuerdo con la revelación de Dios en el Antiguo Testamento.
         ¿Qué es esta justicia de Dios aparte de la ley pero testificada por la misma?  La justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él (Romanos 3:21).  Recibimos la aprobación legal de Dios no por seguir la ley, no por fijarnos en nuestras obras sino por fijarnos en la justicia de Otro, por poner la vista en Jesucristo y creer en él.  Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios (Romanos 3:22); nuestras obras resaltan de pecado y no nos pueden justificar delante del Juez santo y justo.  Pero Dios en su gracia, en su amor que no merecemos, nos rescata: Siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús (Romanos 3:22-23).  Por confiar únicamente en la muerte de Jesucristo en la cruz por nuestros pecados, somos no sólo perdonados sino justificados gratuitamente por Dios, considerados legalmente como los que han cumplido toda la ley.  ¡Y estas son buenísimas noticias!
         ¿Es usted justificado delante de Dios?  Si dice: “Espero que sí”… “tal vez”… “creo que sí porque no he matado a nadie”… “pues, intento cumplir los Diez mandamientos”… “siempre asisto a la iglesia”… “siempre he querido conocer a Dios y desde niño soy muy sincero en mi deseo de buscarlo”… u otra respuesta por el estilo, le asegura el apóstol Pablo en Romanos 1 – 3 que usted no conoce a Dios, que está bajo su ira por sus pecados y merecedor de la condenación eterna.
         Pero si no se desespera del mensajero, Pablo le tiene buenas noticias también.  Deje de mirar hacia sus propias acciones, sus buenas intenciones y sus actitudes para justificarse delante de Dios, y ponga la mirada sólo en la justicia perfecta de Jesucristo, el único que cumplió perfectamente la ley de Dios en su vida, que murió por los pecados de usted en la cruz y que fue aprobado por Dios en su resurrección.  Desespérese de sus propias tentativas de impresionar a Dios y descanse sólo en lo que Jesucristo hizo por usted en la cruz.  Dios lo justifica gratuitamente por medio de la fe en Jesucristo (Romanos 3:22, 24).
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Zacarías 9 - 11

24/8/2011

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         Mientras lee Zacarías 9 – 11, note el contraste entre el verdadero Rey de Israel en capítulo 9 y los pastores malos en capítulo 11.  La profecía sobre el primero es cumplido en Cristo Jesús (Zacarías 9:9; Mateo 21:5; Juan 12:12-16).  Note que Zacarías lo describe como justo y salvador, humilde, no entrando con las muestras del poder militar sino con todo lo contrario, con la evidencia de paz y mansedumbre.  Pero eso no quiere decir que no tiene poder.  Al contrario: Y de Efraín destruiré los carros, y los caballos de Jerusalén, y los arcos de guerra serán quebrados; y hablará paz a las naciones, y su señorío será de mar a mar, y desde el río hasta los fines de la tierra (Zacarías 9:10).  Reinará en justicia y paz sobre una extensión más grande que la de Salomón… ¡sin conquista militar!
         En cambio, los hombres de integridad que gobernaban en el principio del ministerio de Zacarías, hombres como Josué el sumo sacerdote y Zorobabel el gobernador, han pasado del escenario y son reemplazados por pastores de otra índole.  En vez de la justicia, la paz y la salvación del Rey que viene, estos pastores buscan en la religión una fuente de ganancias y en los humildes, siervos que los apoyan: Apacienta las ovejas de la matanza, a las cuales matan sus compradores, y no se tienen por culpables; y el que las vende, dice: Bendito sea Jehová, porque he enriquecido; ni sus pastores tienen piedad de ellas (Zacarías 11:4-5).  Y los judíos que vinieron del exilio para reedificar a Jerusalén escuchan las noticias horribles: la tierra será asolada otra vez; se quebrará la gracia y la hermandad (Ataduras) en Israel; estarán bajo un pastor insensato e inútil en vez del Rey de paz.
         Estas noticias deben ser de desesperación para los judíos de la época de Zacarías… y para nosotros también.  ¿El exilio en Babilonia no fue suficiente para disciplinar al pueblo de Jehová a la justicia?  ¿Ni en el remanente que repobló Jerusalén había suficiente de justicia y obediencia para cumplir la ley de Jehová?  ¿Hasta cuándo no será propiciada la ira justa de Jehová Dios contra ellos?
         Es como si todo el pueblo pudiera decir de acuerdo con el apóstol Pablo: ¡Miserable de mí!  ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? (Romanos 7:24)  Gloria a Dios por la profecía de Zacarías 9:9-10 y la respuesta a la pregunta de Pablo en Romanos 7:25: Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro.
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    Autor

    Rev. Ken Kytle, pastor de la Iglesia bautista La fe en Cristo cerca de Atlanta, Georgia, EEUU.

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