las bendiciones de Moisés en las de prosperidad en la tierra y sobre todo en la victoria en la guerra.
La bendición a Rubén (Deuteronomio 33:6) es muy corta considerando que fue el primogénito, pero nos acordamos por qué perdió el derecho a la primogenitura (Génesis 35:22; 49:3-4; Levítico 18:8; Deuteronomio 27:20; 1 Crónicas 5:1). Su bendición es que sobreviva y que se multiplique.
La bendición a Judá (Deuteronomio 33:7) reconoce su lugar en la primera fila de Israel en sus marchas y en batalla (Números 2:1-4, 9), el lugar más expuesto al peligro y la muerte. Por eso: Oye, oh Jehová, la voz de Judá, y llévalo a su pueblo (Deuteronomio 33:7); es decir, que regrese a su pueblo con vida después de la batalla (Craigie, The Book of Deuteronomy, New International Commentary on the Old Testament, Eerdmans, 1976: pág 394-95). Sus manos le basten, y tú seas su ayuda contra sus enemigos (Deuteronomio 33:7).
Una de las bendiciones más largas se extiende a Leví en reconocimiento de su responsabilidad sacerdotal por el pueblo. Su falta de reconocimiento a los padres y a los hermanos refiere a su celo por la santidad de Jehová en el evento del becerro de oro (Éxodo 32:25-29). Sobre todo, pide la bendición de Jehová mientras disciernen la dirección de Jehová por el pueblo (Deuteronomio 33:8), mientras le enseñan la ley y le presentan a Jehová los sacrificios de todo el pueblo(Deuteronomio 33:10).
La bendición a Benjamín se concentra en el reposo en el amor de Jehová (Deuteronomio 33:12).
La bendición a José hace eco de su bendición en Génesis 49:22-26 y aún la de Isaac a Jacob en Génesis 27:28. Reconoce la bendición de Efraín con la primogenitura sobre su hermano menor, Manasés (Génesis 48:12-20; Deuteronomio 33:17).
La bendición a Zabulón e Isacar se concentran en disfrutar la paz en la tierra (Deuteronomio 33:18-19).
La bendición a Gad reconoce su petición de la buena tierra al este del río Jordán, no en la tierra prometida, y su compromiso de pelear valientemente para que sus hermanos reciban su heredad en la conquista de Canaán (Deuteronomio 33:20-21).
La bendición a Dan refiere a la guerra; a Neftalí, la paz (Deuteronomio 33:22-23).
La bendición a Aser enfatiza la paz y la seguridad (Deuteronomio 33:24-25).
Luego se termina la bendición como empezó, con alabanza a Jehová (Deuteronomio 33:2-5, 26-29). Es presentado como el Rey de Israel (Jesurún); así que los israelitas son sus tropas que batallan por él, y sus príncipes amados que disfrutan las bendiciones de su paz. Al considerar todas las bendiciones juntas, tenemos un retrato de Israel dirigido por su Rey, coordinado con su dominio justo para imponer su justicia y beneficiar de su reino. Y esta observación enlaza el fin de Deuteronomio con todo el propósito de la Biblia desde Génesis 1.
No podemos cerrar el libro de Deuteronomio ni el Pentateuco (los primeros cinco libros de la Biblia) sin notar la influencia y la muerte de Moisés. Note que hemos leído la Biblia por casi diez semanas para llegar a este punto; las lecturas de siete semanas y media han tratado de los eventos y las leyes durante la vida de
Moisés. Hemos leído más sobre el liderazgo de Moisés que sobre las vidas de Abraham, Isaac y Jacob juntos. Pero el texto bíblico lo pone en resumen mejor: Nunca más se levantó profeta en Israel como Moisés, a quien haya conocido Jehová cara a cara; nadie como él en todas las señales y prodigios que Jehová le envió a hacer en tierra de Egipto, a Faraón y a todos sus siervos y a toda su tierra, y en el gran poder y en los hechos grandiosos y terribles que Moisés hizo a la vista de todo Israel (Deuteronomio 34:10-12).
Probablemente por esta razón no tenemos noticias del lugar exacto de su sepultura (Deuteronomio 34:6), para que no llegara a ser un centro de adoración ilícita en competencia con el tabernáculo. Porque aún la vida de un hombre tan grande no puede compararse con el Dios que por su gracia se la dio, el Dios de quien tratan todas las lecturas de la Biblia desde el primer día hasta la lectura de hoy y así por todo el año. Toda la honra y la fama de Moisés es simplemente un reflejo débil de la gloria de Jehová.