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Deuteronomio 32:48 - 34:12

8/3/2012

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         Hoy leemos la bendición de Moisés a Israel antes de su muerte.  Sigue el ejemplo de Jacob en Génesis 49 y aún repite algunas de las bendiciones, especialmente en la de José.  Pero no incluye las reprensiones de Jacob (a menos que se considere la falta de mención de Simeón como reprensión).  Se concentran
las bendiciones de Moisés en las de prosperidad en la tierra y sobre todo en la victoria en la guerra.
         La bendición a Rubén (Deuteronomio 33:6) es muy corta considerando que fue el primogénito, pero nos acordamos por qué perdió el derecho a la primogenitura (Génesis 35:22; 49:3-4; Levítico 18:8; Deuteronomio 27:20; 1 Crónicas 5:1).  Su bendición es que sobreviva y que se multiplique.
         La bendición a Judá (Deuteronomio 33:7) reconoce su lugar en la primera fila de Israel en sus marchas y en batalla (Números 2:1-4, 9), el lugar más expuesto al peligro y la muerte.  Por eso: Oye, oh Jehová, la voz de Judá, y llévalo a su pueblo (Deuteronomio 33:7); es decir, que regrese a su pueblo con vida después de la batalla (Craigie, The Book of Deuteronomy, New International Commentary on the Old Testament, Eerdmans, 1976: pág 394-95).  Sus manos le basten, y tú seas su ayuda contra sus enemigos (Deuteronomio 33:7).
         Una de las bendiciones más largas se extiende a Leví en reconocimiento de su responsabilidad sacerdotal por el pueblo.  Su falta de reconocimiento a los padres y a los hermanos refiere a su celo por la santidad de Jehová en el evento del becerro de oro (Éxodo 32:25-29).  Sobre todo, pide la bendición de Jehová mientras disciernen la dirección de Jehová por el pueblo (Deuteronomio 33:8), mientras le enseñan la ley y le presentan a Jehová los sacrificios de todo el pueblo(Deuteronomio 33:10).
         La bendición a Benjamín se concentra en el reposo en el amor de Jehová (Deuteronomio 33:12).
         La bendición a José hace eco de su bendición en Génesis 49:22-26 y aún la de Isaac a Jacob en Génesis 27:28.  Reconoce la bendición de Efraín con la primogenitura sobre su hermano menor, Manasés (Génesis 48:12-20; Deuteronomio 33:17).
         La bendición a Zabulón e Isacar se concentran en disfrutar la paz en la tierra (Deuteronomio 33:18-19).
         La bendición a Gad reconoce su petición de la buena tierra al este del río Jordán, no en la tierra prometida, y su compromiso de pelear valientemente para que sus hermanos reciban su heredad en la conquista de Canaán (Deuteronomio 33:20-21).
         La bendición a Dan refiere a la guerra; a Neftalí, la paz (Deuteronomio 33:22-23).
         La bendición a Aser enfatiza la paz y la seguridad (Deuteronomio 33:24-25).
         Luego se termina la bendición como empezó, con alabanza a Jehová (Deuteronomio 33:2-5, 26-29).  Es presentado como el Rey de Israel (Jesurún); así que los israelitas son sus tropas que batallan por él, y sus príncipes amados que disfrutan las bendiciones de su paz.  Al considerar todas las bendiciones juntas, tenemos un retrato de Israel dirigido por su Rey, coordinado con su dominio justo para imponer su justicia y beneficiar de su reino.  Y esta observación enlaza el fin de Deuteronomio con todo el propósito de la Biblia desde Génesis 1.
         No podemos cerrar el libro de Deuteronomio ni el Pentateuco (los primeros cinco libros de la Biblia) sin notar la influencia y la muerte de Moisés.  Note que hemos leído la Biblia por casi diez semanas para llegar a este punto; las lecturas de siete semanas y media han tratado de los eventos y las leyes durante la vida de
Moisés.  Hemos leído más sobre el liderazgo de Moisés que sobre las vidas de Abraham, Isaac y Jacob juntos.  Pero el texto bíblico lo pone en resumen mejor: Nunca más se levantó profeta en Israel como Moisés, a quien haya conocido Jehová cara a cara; nadie como él en todas las señales y prodigios que Jehová le envió a hacer en tierra de Egipto, a Faraón y a todos sus siervos y a toda su tierra, y en el gran poder y en los hechos grandiosos y terribles que Moisés hizo a la vista de todo Israel (Deuteronomio 34:10-12).
         Probablemente por esta razón no tenemos noticias del lugar exacto de su sepultura (Deuteronomio 34:6), para que no llegara a ser un centro de adoración ilícita en competencia con el tabernáculo.  Porque aún la vida de un hombre tan grande no puede compararse con el Dios que por su gracia se la dio, el Dios de quien tratan todas las lecturas de la Biblia desde el primer día hasta la lectura de hoy y así por todo el año.  Toda la honra y la fama de Moisés es simplemente un reflejo débil de la gloria de Jehová.
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Deuteronomio 31:14 - 32:47

7/3/2012

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         La posibilidad del arrepentimiento de que leímos ayer va a ser sumamente importante para asimilar la lectura para hoy.  En sólo tres versículos Jehová le informa a Moisés que toda su enseñanza del libro de Deuteronomio no tendrá el impacto deseado en Israel: Este pueblo se levantará y fornicará tras los dioses ajenos de la tierra adonde va para estar en medio de ella; y me dejará, e invalidará mi pacto que he concertado con él (Deuteronomio 31:16).
         Pero el esfuerzo de Moisés en predicarle no será en vano: sus palabras servirán en testimonio contra Israel: Ahora pues, escribíos este cántico, y enséñalo a los hijos de Israel; ponlo en boca de ellos, para que este cántico me sea por testigo contra los hijos de Israel…  Y cuando les vinieren muchos males y angustias, entonces este cántico responderá en su cara como testigo, pues será recordado por la boca de sus descendientes; porque yo conozco lo que se proponen de antemano, antes que los introduzca en la tierra que juré darles (Deuteronomio 31:19, 21).
         El cántico de Moisés en Deuteronomio 32 pone en contraste la misericordia de Jehová y la rebelión de Israel: Él es la Roca, cuya obra es perfecta, porque todos sus caminos son rectitud; Dios de verdad, y sin ninguna iniquidad en él; es justo y recto.  La corrupción no es suya; de sus hijos es la mancha, generación torcida y
perversa (Deuteronomio 32:4-5).  Hace resaltar a la vista el pecado de Israel por ponerlo en contraste con la gracia con que Jehová les ha dado sus beneficios innumerables y únicos: ¿No es él tu padre que te creó?  Él te hizo y te estableció (Deuteronomio 32:6).
         El pecado de Israel se hace evidente durante la prosperidad material que quita su atención espiritual de Jehová: Pero engordó Jesurún, y tiró coces (engordaste, te cubriste de grasa); entonces abandonó al Dios que lo hizo, y menospreció la Roca de su salvación. Le despertaron a celos con los dioses ajenos; lo provocaron a ira con abominaciones (Deuteronomio 32:15-16). Por eso, Jehová les va a castigar de acuerdo con sus pecados: Ellos me movieron a celos con lo que no es Dios; me provocaron a ira con sus ídolos; yo también los moveré a celos con un pueblo que no es pueblo, los provocaré a ira con una nación insensata (Deuteronomio 32:21). También les va a quitar la prosperidad que les cegó (Deuteronomio 32:22).
         Pero aun así detendrá su castigo por la soberbia de las naciones con que atacará a su pueblo: Yo había dicho que los esparciría lejos, que haría cesar de entre los hombres la memoria de ellos, de no haber temido la provocación del enemigo, no sea que se envanezcan sus adversarios, no sea que digan: nuestra mano poderosa ha hecho todo esto, y no Jehová (Deuteronomio 32:27).  Por eso castigará a su pueblo, pero no al límite que merece: Porque Jehová juzgará a su pueblo, y por amor de sus siervos se arrepentirá, cuando viere que la fuerza pereció, y que no queda ni siervo ni libre (Deuteronomio 32:36). En todo, va a demostrar Jehová que es único, que es justo y tomará venganza de sus enemigos, no importa si se encuentran entre Israel o entre las naciones paganas alrededor de ellos (Deuteronomio 32:39-43).
         Como los israelitas tienen que repetir este cántico para asimilar y acordarse de sus lecciones, igual nosotros tenemos que prestarle una atención especial.  Primero, el esquema descrito en este cántico se va a repetir por toda la Biblia, muchas veces en los libros históricos del Antiguo Testamento pero sobre todo en los libros de los profetas.  Vamos a leer repetidas veces del pecado de Israel por seguir a dioses falsos en su prosperidad, la retribución justa que les da Jehová por su pecado, la pérdida de la prosperidad, de la tierra y de la vida por la invasión de tropas extranjeras, y la parada del castigo cuando se enorgullecen los extranjeros. 
Y todo este proceder va a subrayar que Jehová es excelso y único, que es justo, que es el Todopoderoso y el único que salva.
         Segundo, junto con este mensaje del juicio merecido de Jehová, queremos acordarnos de la lección sobre el arrepentimiento ayer.  Hoy leemos que el juicio de Jehová viene rápidamente: Mía es la venganza y la retribución; a su tiempo su pie resbalará, porque el día de su aflicción está cercano, y lo que les está preparado se apresura (Deuteronomio 32:35).  Ayer leímos que aún en el castigo más
desolador hay oportunidad para arrepentirse: Sucederá que cuando hubieren venido sobre ti todas estas cosas, la bendición y la maldición que he puesto delante de ti, y te arrepintieres en medio de todas las naciones adonde te hubiere arrojado
Jehová tu Dios, y te convirtieres a Jehová tu Dios, y obedecieres a su voz conforme a todo lo que yo te mando hoy, tú y tus hijos, con todo tu corazón y con toda tu alma, entonces Jehová hará volver a tus cautivos, y tendrá misericordia de ti, y volverá a recogerte de entre todos los pueblos adonde te hubiere esparcido Jehová tu Dios (Deuteronomio 30:1-3).  Veremos este dinámico también en los libros históricos y los profetas: el anuncio del juicio venidero es para despertar el arrepentimiento en un remanente del pueblo de Jehová.  El juicio de Jehová viene rápidamente, y por eso les urge a algunos el camino estrecho del arrepentimiento antes de que se cierre por completo, o como dice el profeta Sofonías: Buscad a Jehová todos los humildes de la tierra, los que pusisteis por obra su juicio; buscad juicio, buscad justicia, buscad mansedumbre; quizás seréis guardados en el día del enojo de Jehová (Sofonías 2:3).
         Por eso, ¿cómo debemos reaccionar al cántico de Moisés en Deuteronomio 32?  Igual como los israelitas debían haber hecho cuando lo cantaron por generaciones desde ese día: por apurarnos en el arrepentimiento, antes que se destalle el juicio seguro y merecido que anuncia.
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Deuteronomio 29 - 31:13 y Salmo 90

5/3/2012

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         La maldición de que leímos ayer no tiene que ser la palabra final de Jehová a su pueblo.  Hay una opción más, aun posible en la desesperación de que leímos ayer: el arrepentimiento.
         El arrepentimiento es el abandono del camino de pecado para el camino de obediencia a Jehová.  No es guiado por una emoción (aunque puede despertar emociones muy fuertes), sino por algo mucho más concreto y seguro: es guiado por la palabra de Jehová: Y te convirtieres a Jehová tu Dios, y obedecieres a su voz conforme a todo lo que yo te mando hoy (Deuteronomio 30:2).  La palabra de Jehová impacta al oyente de tal forma que se dirige a Jehová desde su interior: Con todo tu corazón y con toda tu alma (Deuteronomio 30:2).  Jehová obra para que el
corazón tenga una nueva sensibilidad espiritual que no tuvo antes: Y circuncidará Jehová tu Dios tu corazón, y el corazón de tu descendencia, para que ames a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma (Deuteronomio 30:6).  Porque viene desde dentro, no es limitado por la distancia o la inaccesibilidad al tabernáculo: Aun cuando tus desterrados estuvieren en las partes más lejanas que hay debajo del cielo, de allí te recogerá Jehová tu Dios, y de allí te tomará (Deuteronomio 30:4).  Y porque Jehová es grande en misericordia y perdonador, quita la maldición y bendice de nuevo: Entonces Jehová hará volver a tus cautivos, y tendrá misericordia de ti, y volverá a recogerte de entre todos los pueblos adonde te hubiere esparcido Jehová tu Dios…  Y pondrá Jehová tu Dios todas estas maldiciones sobre tus enemigos, y sobre tus aborrecedores que te persiguieron (Deuteronomio 30:3, 7).
         El arrepentimiento no es sólo un evento sino un estilo de vivir, una vida transformada a la obediencia continua: Y tú volverás, y oirás la voz de Jehová, y pondrás por obra todos sus mandamientos que yo te ordeno hoy (Deuteronomio 30:8).  Y aunque puede ser muy doloroso, el arrepentimiento lo dirige a uno a la verdadera bendición y gozo de una relación restaurada con Jehová: Y te hará Jehová tu Dios abundar en toda obra de tus manos, en el fruto de tu vientre, en el fruto de tu bestia, y en el fruto de tu tierra, para bien; porque Jehová volverá a gozarse sobre ti para bien, de la manera que se gozó sobre tus padres (Deuteronomio 30:9).
         No existe ninguna otra reacción aceptable por nuestro pecado delante de Jehová sino el arrepentimiento.  Y no existe en ninguna otra parte la gracia como la de Jehová que recibe al pecador arrepentido y vuelve a gozarse sobre él para bendición y bien.
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Deuteronomio 27 - 28 y Salmo 1

4/3/2012

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         Deuteronomio 27 da las instrucciones por una renovación del pacto en el Monte Ebal y el Monte Gerizim. Acuérdese que el pacto fue recibido en el Monte Sinaí en el desierto: Moisés vino y contó al pueblo todas las palabras de Jehová, y todas las leyes; y todo el pueblo respondió a una voz, y dijo: Haremos todas las palabras que Jehová ha dicho (Éxodo 24:3).  El resto de Éxodo 24 nos contó de la ceremonia del pacto.
         Cuarenta años después en Deuteronomio 11:26-32, Jehová les mandó a los israelitas que reconfirmaran el pacto en dos montes cercanos, el Monte Ebal (pedregosa y con poca vegetación, representando la maldición) y el Monte Gerizim (con mucha vegetación más, representando la bendición).  Los dos tienen un anfiteatro natural en las laderas donde los israelitas podrían escucharse a través de la distancia.  Este lugar no sólo tiene ventajas geográficas para la ceremonia sino históricas también.  Entre los dos montes se encuentra el pueblo de Siquem y el encinar de More donde por primera vez: Apareció Jehová a Abram, y le dijo: A tu descendencia daré esta tierra.  Y edificó allí un altar a Jehová, quien le había aparecido (Génesis 12:7).
         Es decir, la renovación del pacto en este lugar demuestra la fidelidad de Jehová.  Prometió la bendición de la tierra a Abraham y ahora, muchas generaciones después, va a llevar su numerosa descendencia al mismo punto geográfico de la promesa para heredarla.
         Deuteronomio 27 describe la ceremonia en más detalle (que será cumplida en Josué 8:30-35) y ahora enfatiza otro aspecto del pacto: la obediencia de los israelitas por tener esta relación privilegiada.  Mientras se paran en los montes de bendición y de maldición, mientras proclaman en alta voz las maldiciones por la desobediencia, los israelitas deben sentir el enlace fuerte entre la fidelidad de Jehová a sus promesas pasadas, su obligación presente de obedecerle y las futuras bendiciones o maldiciones que les esperan dependiendo en su obediencia.
         Y esto nos lleva a Deuteronomio 28, que personalmente encuentro como uno de los capítulos más difíciles de leer en toda la Biblia.  No es difícil de leer en cuanto a su significado – básicamente es una lista de bendiciones y de maldiciones –sino en cuanto al horror del castigo de la desobediencia.  No lo puedo leer sin temblar.  No es que la desobediencia a Jehová hace que uno pierda una que otra bendición sino que todas las bendiciones se deshacen completamente y se transforman en maldiciones horribles.  La inestabilidad, la vergüenza, la impotencia y el pavor asaltan al desobediente hasta que regrese al punto donde empezó: Y Jehová te hará volver a Egipto en naves, por el camino del cual te ha dicho: Nunca más volverás; y allí seréis vendidos a vuestros enemigos por esclavos y por esclavas, y no habrá quien os compre (Deuteronomio 28:68).
         Nos inclinamos a poner excusas a nuestra desobediencia rápidamente… pero al leer como Jehová ve nuestra desobediencia en su justicia santa en Deuteronomio 28, mejor sería aprender a arrepentirnos por nuestra desobediencia rápidamente, y
clamarle por su misericordia y perdón.
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Deuteronomio 23 - 26

3/3/2012

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         Mientras subraya la obligación de los israelitas de obedecer la ley, Moisés les recuerda de la relación única que tienen con Jehová por el pacto: Y Jehová ha declarado hoy que tú eres pueblo suyo, de su exclusiva posesión, como te lo ha prometido, para que guardes todos sus mandamientos; a fin de exaltarte sobre todas las naciones que hizo, para loor y fama y gloria, y para que seas un pueblo santo a Jehová tu Dios, como él ha dicho (Deuteronomio 26:18-19).
         Estos versículos llevan a la mente otras declaraciones de la relación única entre Jehová y su pueblo: Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto…  Estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti (Génesis 17:1, 7).  Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra.  Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa.  Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel (Éxodo 19:5-6).
         Note que la relación especial del pacto implica una respuesta especial, la obediencia de todo corazón a la ley.  La obediencia no es para ganar algo de Jehová sino un reconocimiento de esta relación única que ya existe.
         Note también que la repetición de este tema en el pacto con Abraham en Génesis 17, en la introducción del pacto mosaico en Éxodo 19 y ahora al cerrar la ley en Deuteronomio 26 subraya la fidelidad de Jehová. A pesar de la opresión de
Faraón, a pesar de los siglos que han pasado, a pesar aún de las rebeliones de su pueblo, Jehová es fiel a sus promesas: Conoce, pues, que Jehová tu Dios es Dios, Dios fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos, hasta mil generaciones (Deuteronomio 7:9).
         Y como hemos visto antes, si verdaderamente reconocemos la gloria de los atributos de Jehová, lo alabaremos.  Que lo alabemos hoy con nuestros labios y sobre todo, por obedecer su palabra.
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Deuteronomio 20 - 22

2/3/2012

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         Entre las leyes en la lectura para hoy encontramos: Si alguno hubiere cometido algún crimen digno de muerte, y lo hiciereis morir, y lo colgareis en un madero, no dejaréis que su cuerpo pase la noche sobre el madero; sin falta lo enterrarás el mismo día, porque maldito por Dios es el colgado; y no contaminarás tu tierra que Jehová tu Dios te da por heredad (Deuteronomio 21:22-23).
         ¿Quién se habría imaginado que no sólo era ley sino versículos mesiánicos también?  El apóstol Pablo nos dice: Cristo nos redimió de la maldición de la ley,
hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero) (Gálatas 3:13).
         ¡Y qué gloriosas son estas noticias!  Por una parte, Pablo nos dice en el versículo siguiente: Para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu (Gálatas 3:14).  Cuando Jesucristo sufrió la maldición de la ley en la cruz, nos redimió,
nos unió a los gentiles a la bendición de Abraham y nos dio el Espíritu por fe.  ¿Quién habría imaginado que una maldición se transformara a tanta bendición?
         Segundo, son buenas noticias por muchos cristianos que se preocupan de la maldición de la ley.  Se alarman por versículos que dicen: Yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y
cuarta generación de los que me aborrecen (Éxodo 20:5).  Si nuestros padres o abuelos eran idólatras, significa que estamos bajo maldición.  Y así es… a menos que
confiemos en la crucifixión de Jesucristo por el perdón de nuestros pecados; en este caso, Jesucristo nos redime de la maldición generacional de la ley también.
         ¡Qué buenas noticias!  No tenemos que orar oraciones especiales, hacer un inventario personal de todas las maldiciones posibles que hemos recibido por las generaciones anteriores, ni participar en extrañas terapias espirituales para romperlas: Cristo nos redimió de la maldición de la ley cuando murió en la cruz por
nuestros pecados.  Somos salvos de la maldición sólo por la fe en Él.
         ¿Quién habría pensado que las leyes del Antiguo Testamento sobre el entierro de un criminal ejecutado llevarían tantas buenas noticias?
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Deuteronomio 18 - 19 y Salmo 64

2/3/2012

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         Entre las leyes de Deuteronomio 18 – 19, note las características de un profeta.  Los israelitas no deben prestar atención a los cananeos paganos que les presentarán sus supuestas credenciales espirituales (Deuteronomio 18:9-14).  En cambio, Jehová promete: Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo [Moisés], te levantará Jehová tu Dios; a él oiréis (Deuteronomio 18:15).
         La función principal del profeta será la comunicación de la palabra de Jehová: Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare (Deuteronomio 18:18).  El reconocimiento y la obediencia a la palabra de ese profeta será igual como obedecer la palabra de Jehová mismo: Mas a cualquiera que no oyere mis palabras que él hablare en mi nombre, yo le pediré cuenta (Deuteronomio 18:19).
         Ayer vimos que Jesucristo cumple perfectamente las características del rey; hoy vemos que también cumple estas características del profeta.  Dijo: Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió (Juan 7:16).  Luego especifica: Porque yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre que me envió, él me dio mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar.  Y sé que su mandamiento es vida eterna.  Así pues, lo que yo hablo, lo hablo como el Padre me lo ha dicho (Juan 12:49-50).  Cumple perfectamente la comunicación de la palabra del Padre, y por eso, hay consecuencias si los oyentes no la reciben: Al que oye mis palabras, y no las guarda, yo no le juzgo; porque no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo.  El que me rechaza, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero (Juan 12:47-48).
         Y estas palabras de Jesucristo fueron vindicadas en su resurrección; su resurrección de entre los muertos demostró que sus palabras eran verdaderamente del Padre.  El apóstol Pedro señala: Porque Moisés dijo a los padres: El Señor vuestro Dios os levantará profeta de entre vuestros hermanos, como a mí; a él oiréis en todas las cosas que os hable; y toda alma que no oiga a aquel profeta, será desarraigada del pueblo (Hechos 3:22-23).  Y ese profeta es Jesucristo: A vosotros primeramente, Dios, habiendo levantado a su Hijo, lo envió para que os bendijese, a fin de que cada uno se convierta de su maldad (Hechos 3:26).
         ¿Acepta usted las palabras de Jesucristo como las palabras de Jehová mismo?  ¿Ha aceptado el testimonio del profeta de quien profetizó Moisés?
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Deuteronomio 15 - 17

1/3/2012

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         Entre las leyes que leemos hoy, note las leyes sobre el rey.  Hasta este punto los israelitas no han tenido rey (y no van a tener ninguno por mucho tiempo más), pero Jehová ya pone la fundación por su llegada.
         No será como los reyes de las naciones alrededor.  Primero que todo, será escogido por Jehová (Deuteronomio 17:15).  Su autoridad vendrá de Jehová mismo, en cierto sentido como la autoridad de Adán y Eva fue otorgada por Él que tiene todo dominio y poder (Génesis 1:28).  Segundo, será de entre los israelitas (Deuteronomio 17:15).  El pacto declaró que las bendiciones saldrían de Abraham a las naciones (Génesis 12:3), así que no tiene sentido que Israel sea gobernado por alguno de entre las naciones.
         Tercero, tiene que guardar ciertas leyes especiales: Para que no se eleve su corazón sobre sus hermanos, ni se aparte del mandamiento a diestra ni a siniestra (Deuteronomio 17:20).  Igual como los profetas, los reyes tienen que ser caracterizados por la humildad y la obediencia a Jehová.  No aumentará para sí caballos (Deuteronomio 17:16), para que no confíe en su fuerza militar sin Jehová, ni que se enorgullezca por pasear con grandes desfiles de soldados y caballería para impresionar al pueblo con su poder.  No hará volver el pueblo a Egipto con el fin de aumentar caballos (Deuteronomio 17:16); Israel no se someterá a ninguna nación más fuerte militar o económicamente para sostener su propio poder.  Ni tomará para sí muchas mujeres, para que su corazón no se desvíe (Deuteronomio 17:17), ambos para que no se desvíe en placeres carnales y para que no se desvíe a la idolatría, una tentación que vendrán con las mujeres extranjeras como vimos en el caso de Baal-peor en Números 25.
         Cuando se siente sobre el trono de su reino, entonces escribirá para sí en un libro una copia de esta ley, del original que está al cuidado de los sacerdotes levitas (Deuteronomio 17:18), que demuestra la sumisión del rey al sacerdocio cuando se trata de la palabra de Jehová.  Y sobre todo: Lo tendrá consigo, y leerá en él todos los días de su vida, para que aprenda a temer a Jehová su Dios (Deuteronomio 17:19).  De nuevo, la obediencia traerá bendiciones futuras: a fin de que prolongue sus días en su reino, él y sus hijos, en medio de Israel (Deuteronomio 17:20).
         Es impresionante ver que nuestro Señor Jesucristo también fue escogido para reinar: Pero yo he puesto mi rey sobre Sion, mi santo monte.  Yo publicaré el decreto; Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú; yo te engendré hoy.  Pídeme, y te daré por herencia las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra (Salmo 2:6-8).  Mientras él aún hablaba, una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd (Mateo 17:5).  Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.  Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones (Mateo 28:18-19).
         Nuestro Señor Jesucristo nunca quiso impresionar por medio de desfiles de soldados y caballería aunque dijo: ¿Acaso piensas que no puedo ahora orar a mi Padre, y que él no me daría más de doce legiones de ángeles? (Mateo 26:53)  En cambio, entró en Jerusalén de acuerdo con las profecías de Isaías 62:11 y Zacarías 9:9: Decid a la hija de Sion: He aquí, tu Rey viene a ti, manso, y sentado sobre una asna, sobre un pollino, hijo de animal de carga (Mateo 21:5).  Y este Rey no sólo leyó la ley y citó el libro de Deuteronomio más que cualquier otro libro del Antiguo Testamento sino que la cumplió (Mateo 5:17).
         Por eso vemos Deuteronomio 17:14-20 no sólo como instrucciones para los reyes de Israel sino como profecía que prepara al pueblo por la gloria de Jesucristo.  Nos profetiza para que nos unamos al coro de toda la creación que dice: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos (Apocalipsis 5:13).
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Deuteronomio 12 - 14 y Salmo 135

28/2/2012

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         En esta sección de Deuteronomio que se extiende del capítulo 12 hasta el capítulo 26, Moisés presenta leyes para gobernar todos los aspectos de la vida en la tierra prometida.  No ha dejado por completo la narrativa de la historia israelita que predominó en los primeros 11 capítulos; todavía va a hacer referencias a la historia para animar la obediencia.  Pero ahora predomina la explicación más al fondo de los diez mandamientos.
         A primera vista, los capítulos 12 – 26 parecen un desorden, pero si uno los examina cuidadosamente, se ven enlaces generales con todos los diez mandamientos en orden.  Aunque no es una organización perfecta, se puede dividir los capítulos siguientes así (adoptada de Victor Hamilton, Handbook on the Pentateuch, Baker Academic, 2005, pág. 404):
         Deuteronomio 12 – El primero y el segundo mandamiento: No tendrás dioses ajenos delante de mí / no harás para ti escultura (Deuteronomio 5:6-10).
         Deuteronomio 13 – 14 – El tercer mandamiento: No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano (Deuteronomio 5:11).
         Deuteronomio 15 – 16:17 – El cuarto mandamiento: Guardarás el día de reposo (Deuteronomio 5:12-15).
         Deuteronomio 16:18 – 18 – El quinto mandamiento: Honra a tu padre y a tu madre (Deuteronomio 5:16).
         Deuteronomio 19 – 21 – El sexto mandamiento: No matarás (Deuteronomio 5:17).
         Deuteronomio 22 – 23:18 – El séptimo mandamiento: No cometerás adulterio (Deuteronomio 5:18).
         Deuteronomio 23:19 – 24:7 – El octavo mandamiento: No hurtarás (Deuteronomio 5:19).
         Deuteronomio 24:8 – 25:3 – El noveno mandamiento: No levantarás falso testimonio (Deuteronomio 5:20).
         Deuteronomio 25:4-19 – El décimo mandamiento: No codiciarás (Deuteronomio 5:21).
         Otra vez, no es un orden perfecto; por ejemplo, ¿dónde vamos a poner las leyes sobre el no entregar el siervo que huye de su señor, especialmente cuando las leyes que siguen tienen un enlace con el séptimo mandamiento contra el adulterio (Deuteronomio 23:15-18)?  Pero por lo menos hay rasgos generales que unen casi todas estas leyes con los diez mandamientos en orden.
         Entonces, en la lectura para hoy, vemos el énfasis en los primeros tres mandamientos.  Mientras los sacerdotes y los levitas van a enfocar en los sacrificios y en todas las responsabilidades asociadas con el tabernáculo, los otros israelitas van a enfocar en la destrucción de todo lo que se asocia con la idolatría y los falsos profetas, en comer de acuerdo con las leyes sobre la limpieza ritual y a manejar el diezmo para acción de gracias al Señor y bendición a los levitas y a los necesitados.  De estas formas van a demostrar su devoción a Jehová aunque viven lejos del tabernáculo.
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Deuteronomio 9 - 11

27/2/2012

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         Deuteronomio 9 – 11 forma la última parte de la narrativa histórica de Moisés.  Otra vez narra el pasado para motivar la obediencia apasionada en el presente para recibir bendiciones futuras.  Y esta lección se va a basar sobre las rebeliones de Israel.
         La bendición futura será la derrota militar de los cananeos: Oye, Israel: tú vas hoy a pasar el Jordán, para entrar a desposeer a naciones más numerosas y más poderosos que tú, ciudades grandes y amuralladas hasta el cielo (Deuteronomio 9:1).  Pero el peligro es que se enorgullezcan de sus victorias militares: No pienses en tu corazón cuando Jehová tu Dios los haya echado de delante de ti, diciendo: Por mi justicia me ha traído Jehová a poseer esta tierra; pues por la impiedad de estas naciones Jehová las arroja de delante de ti (Deuteronomio 9:4).  La memoria de sus rebeliones va a servir una doble función entonces: 1) les va a recordar que no merecen las victorias sino que son por la gracia de Jehová, y 2) les mostrará que si siguen en rebelión, van a terminar como los cananeos a quienes echan de la tierra.
         Note también que Moisés no sólo habla de sus rebeliones sino que describe en mucho detalle su intercesión por el pueblo de Israel.  Este énfasis no viene por ningún deseo de lucir delante de los israelitas; acuérdese de que Moisés era muy manso, más que todos los hombres que había sobre la tierra (Números 12:3).  En parte es para enseñar a los israelitas como distinguir entre el profeta verdadero de Jehová y uno falso: Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios; a él oiréis (Deuteronomio 18:15).  Además de buscar las características que va a señalar en los capítulos siguientes, los israelitas deben identificarlo por su intolerancia por la idolatría, su intercesión constante por Israel, su admiración del pacto y su exhortación al pueblo como él mismo pone por ejemplo en Deuteronomio 9 y 10.
         Y además de sus rebeliones, los israelitas necesitan recordar que de un grupo pequeño en número, Jehová los multiplicó y los redimió con mano poderosa y brazo extendido (Deuteronomio 10:22 – 11:4); también castigó su desobediencia (Deuteronomio 11:5-6).  Han visto los ejemplos históricos de bendición y de maldición, y por eso: He aquí yo pongo hoy delante de vosotros la bendición y la maldición: la bendición, si oyereis los mandamientos de Jehová vuestro Dios, que yo os prescribo hoy, y la maldición, si no oyereis los mandamientos de Jehová vuestro Dios, y os apartareis del camino que yo os ordeno hoy, para ir en pos de dioses ajenos que no habéis conocido (Deuteronomio 11:26-28).  Los israelitas sólo van a disfrutar las bendiciones futuras si guardan las lecciones de su historia; si las descuidan, si buscan senderos espirituales nuevos, sufrirán la condenación que Jehová puso en evidencia contra sus enemigos.
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    Rev. Ken Kytle, pastor de la Iglesia bautista La fe en Cristo cerca de Atlanta, Georgia, EEUU.

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