En Mateo 18 Jesús les prepara a los discípulos por las relaciones que habrá entre ellos como iglesia, su reino hecho evidente en la tierra. Empieza inmediatamente con lo inesperado. La soberbia y el deseo de enseñorearse sobre los demás no tienen lugar en su reino. En cambio: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos (Mateo 18:3). Jesús nos explica que por la fe humilde como la de un niño entra uno en el reino de los cielos, y de allí las relaciones se caracterizan por la humildad, por la recepción de otros de la fe, por no servir de tropiezo, por la santidad, por el deseo de salir a buscar al descarriado, por reprender al hermano en pecado con deseo de restauración y sobre todo por el perdón abundante. Y por las advertencias muy fuertes por todo el capítulo (18:3, 6-7, 8-9, 10, 34-35), Jesús deja muy claro que esta clase de relaciones no es una opción; si uno no la sigue, no es miembro de su reino, sino enemigo de su Padre celestial.
Pare un momento antes de continuar su lectura. ¿Así se caracterizan las relaciones en su iglesia? Aún más directo: ¿Así se caracterizan las relaciones que usted tiene con los demás en su iglesia? ¿En qué relaciones específicas en su iglesia tiene que crecer más en estas características?
Jesús sale para Jerusalén en Mateo 19, sabiendo que su crucifixión lo espera allá (Mateo 20:17-19). En este viaje que cubre dos capítulos, sigue rápidamente una lección sorprendente tras otra. La enseñanza de Jesús sobre el divorcio, la importancia de los niños, la respuesta al joven rico… cada evento, conversación y lección descubre actitudes y pensamientos falsos y les reta a los discípulos al arrepentimiento. Cada encuentro les llama a la entrega de creencias falsas y les manda que respondan en sumisión para aceptar nuevas formas de pensar basadas en la humildad, la misericordia, la compasión y el deseo de ver a los demás elevados y bendecidos en vez de uno mismo.
Y si leemos demasiado rápido, tal vez no veamos que Jesús, además de enseñar sobre esta nueva manera de vivir y pensar, también lo ejemplifica: El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos (Mateo 20:28). Está en camino para Jerusalén, donde será maltratado, torturado y cruelmente matado, no por ningún mal que él hizo sino por todos los pecados que nosotros sus discípulos cometimos. ¡Qué humildad! ¡Qué sumisión! ¡Qué deseo por nuestra restauración! ¡Qué perdón abundante!
¿En quién confía usted para ser rescatado de su pecado? ¿Confía únicamente, con la fe humilde de un niño, en la crucifixión de Jesucristo por usted? Dio su vida en rescate por muchos (Mateo 20:28)… ¿incluso por el rescate de usted?