Posiblemente tiene usted una traducción que dice: “Alef” antes del primer versículo de capítulo 1, luego“Bet” antes del segundo versículo, “Guímel” antes del tercero, etc. Estas palabras son los nombres de las letras del alfabeto hebreo en
orden. Es decir, en el hebreo Lamentaciones 1:1 empieza con la letra hebrea alef; Lamentaciones 1:2 empieza con la letra bet; Lamentaciones 1:3 empieza con la letra guímel; y así pasa capítulo 1 por todas las letras del alfabeto hebreo en orden del principio a fin (o de “alef” a “tau”). Lamentaciones 2 sigue el mismo orden. Lamentaciones 3 también lo sigue pero con tres versículos por cada letra del alfabeto. Lamentaciones 4 vuelve al orden de un versículo por letra. Y Lamentaciones 5 también tiene 22 versículos, pero sin orden alfabético.
Este hecho nos dice que el libro de Lamentaciones no es simplemente un derrame descontrolado de emociones sino una expresión controlada y artística de los dolores más profundos del pueblo de Dios. Algunos opinan que el uso del orden alfabético demuestra que Lamentaciones cubre toda clase de la expresión de dolor, de alef a tau. Otros opinan que el orden alfabético significa que los israelitas han
cometido toda clase de pecado, de alef a tau. Lo que sea la razón por el orden, sus
expresiones del horror de la destrucción de Jerusalén por el juicio divino son a la vez solemnes, perspicaces y sumamente angustiadas.
Seguramente la violencia fue inconcebible, pero lo primero que se lamenta es la soledad: ¡Cómo ha quedado sola la ciudad populosa! (Lamentaciones 1:1) Es la soledad del abandono, hecha más amarga por la muerte y la traición: La grande
entre las naciones se ha vuelto como viuda… No tiene quien la consuele de todos sus amantes; todos sus amigos le faltaron, y se le volvieron enemigos (Lamentaciones 1:1, 2). La tristeza de la soledad se profundiza por los recuerdos de los buenos tiempos pasados: de su señorío (Lamentaciones 1:1), de sus fiestas solemnes (Lamentaciones 1:4), de su pasada hermosura y honra (Lamentaciones 1:6, 8), de su pasada riqueza y seguridad (Lamentaciones 1:10). Y se hace más amarga por la reacción de los enemigos que se burlaron de su caída y la abominan (Lamentaciones 1:7, 17).
No hay duda sobre quién ejerce el dominio justo aún en medio de esta tragedia y por qué la permitió: Jehová la afligió por la multitud de sus rebeliones (Lamentaciones 1:5). Retrata las escenas más violentas como cometidas por Jehová mismo: Desde lo alto envió fuego que consume mis huesos; ha extendido red a mis pies… El Señor ha hollado a todos mis hombres fuertes en medio de mí; llamó contra mí compañía para quebrantar a mis jóvenes; como lagar ha hollado el Señor a la virgen hija de Judá (Lamentaciones 1:13, 15). A la vez, reconoce la justicia de esta descarga de la ira de Jehová: Jehová es justo; yo contra su palabra me rebelé
(Lamentaciones 1:18). Reconoce que ha sido puesto por ejemplo para que los otros no pequen: Oíd ahora, pueblos todos, y ved mi dolor; mis vírgenes y mis jóvenes fueron llevados en cautiverio (Lamentaciones 1:18).
Pero tal vez lo más impresionante de todo es que en medio del castigo, su pueblo clama y se estira para alcanzar la misericordia y la compasión por la misma mano que lo disciplinó fuertemente: Mira, oh Jehová, mi aflicción, porque el enemigo se ha engrandecido… Mira, oh Jehová, estoy atribulada, mis entrañas hierven (Lamentaciones 1:9, 20). Levanta, da voces en la noche, al comenzar las vigilias; derrama como agua tu corazón ante la presencia del Señor; alza tus manos a él implorando la vida de tus pequeñitos, que desfallecen de hambre en las entradas de todas las calles (Lamentaciones 2:19). En toda su tribulación sin medida, nunca pierden la fe en el Dios a quien menospreciaron, el que los ha
castigado fuerte pero justamente, el de cuya mano esperan recibir alguna muestra
de misericordia todavía.