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Doy gracias a Dios por poder subir otro video que pone en resumen los libros de la Biblia. Espero que sea una buena introducción para los que se están familiarizando con la Biblia. También deseo que sea un buen repaso por los que han leído toda la Biblia pero que buscan la forma de asimilar y organizar tantos libros diferentes. Por favor mírelo y recomiéndelo a otros que desean leer la Biblia pero se sienten incapaces de entenderla. Lo puede encontrar bajo la categoría "Videos" en la opción "Estudios generales de la Biblia". Es el tercer video en la página.
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Si uno entiende bien la carta a los colosenses, tiene una buena fundación para entender cualquiera de las cartas de Pablo, porque la carta a los colosenses es un resumen breve de los temas principales que aparecen en casi todas sus cartas. Por ejemplo:
El evangelio es lo que une la comunidad cristiana: Siempre orando por vosotros, damos gracias a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, habiendo oído de vuestra fe en Cristo Jesús, y del amor que tenéis a todos los santos, a causa de la esperanza que os está guardada en los cielos, de la cual ya habéis oído por la palabra verdadera del evangelio (Colosenses 1:3-5)… Los que hemos creído el evangelio vamos a crecer en el evangelio: Desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual, para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios (Colosenses 1:9-10). Jesucristo es el centro del plan de Dios por la creación: Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él (Colosenses 1:16). La cruz de Jesucristo nos reconcilia con el Padre: Tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados (Colosenses 1:14). Agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz (Colosenses 1:19-20). Ahora estamos unidos por fe en Cristo Jesús: Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios (Colosenses 3:1-3). Por nuestra unión con Jesucristo, vamos a vivir de acuerdo con su palabra: Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros… Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados… La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales. Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él (Colosenses 3:5, 12, 16-17). Jesucristo vuelve, y vivimos y crecimos hoy en esperanza de su segunda venida: [Cristo] a quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre (Colosenses 1:28). Tenemos que protegernos del falso evangelio de la justificación por obras: Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo (Colosenses 2:8). Participamos en el anuncio del evangelio en todas partes: Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias; orando también al mismo tiempo por nosotros, para que el Señor nos abra puerta para la palabra, a fin de dar a conocer el misterio de Cristo, por el cual también estoy preso, para que lo manifieste como debo hablar. Andad sabiamente para con los de afuera, redimiendo el tiempo. Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno (Colosenses 4:2-6). Y si miramos la aplicación de estas verdades, nos damos cuenta de que tenemos más que un simple resumen de los temas principales de casi todas las cartas de Pablo. Vemos que tenemos también una regla de medir para evaluar nuestro amor y obediencia a Jesucristo y para animarnos a glorificarlo más: 1) ¿Descansamos en Jesucristo solo por nuestra reconciliación con el Padre? 2) ¿Nuestra visión del presente y del futuro se dirige por las buenas noticias del evangelio? 3) ¿Nuestra visión de la comunidad y del compañerismo se dirige por el evangelio? 4) ¿Participamos en la evangelización por proteger la verdad del evangelio y por anunciarlo a los demás? Que la carta a los colosenses nos sirva de buen repaso a todas las cartas de Pablo y aún más, que nos anime a vivir de acuerdo con las gloriosas verdades de su muerte, su resurrección, su ascensión al Padre y su segunda venida. Pablo empieza la lectura hoy con otra declaración del evangelio contra los que insisten en las obras para la justificación con Dios. Testifica de que antes él, como ellos, confiaba en su carne y sus propias obras para justificarse. Pero después de conocer el amor de Jesucristo por el evangelio, ve esas obras como pérdida y aún peor: Lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe (Filipenses 3:8-9).
Los que piensan justificarse por la ley en realidad son: enemigos de la cruz de Cristo (Filipenses 3:18). Sólo pueden gloriarse en sus vientres, en la carne terrenal que se va a corromper en la muerte. En cambio: Nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya (Filipenses 3:20-21). El evangelio hace toda la diferencia. Por eso el cristiano puede gozarse aun en medio de las tribulaciones terrenales: ¡Regocijaos!... El Señor está cerca (Filipenses 4:4-5). Y mientras esperamos la segunda venida de Jesucristo, obedecemos lo que Pablo nos manda: Todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad (Filipenses 4:8). Esta lista no es una descripción de la buena moralidad, ni tampoco una descripción bonita de los deberes cívicos que todos debemos poner en práctica. Es una descripción del evangelio de Jesucristo. En el evangelio encontramos todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre. Es el motivo de nuestras oraciones, de las virtudes y toda alabanza, y por eso continuamos a pensar en el evangelio de Jesucristo. Así guarda Dios nuestros corazones y pensamientos en Cristo Jesús (Filipenses 4:7). Así nos hace capaces de regocijarnos en su segunda venida que está cerca (Filipenses 4:4-5). Por eso, a las preguntas que presentamos por la lectura de Filipenses 1 – 2 podemos añadir algunas más. ¿En qué encuentra su gozo y paz? ¿En la seguridad material, en la aprobación de los seres humanos, o en el evangelio? ¿En qué medita durante la mayor parte del día cuando no tiene que pensar en los quehaceres del trabajo, de la escuela o de la casa? ¿Dedica sus pensamientos al deporte, a la última novela, a los eventos de su familia y los amigos de sus redes sociales, o ve todo eso en sumisión a la gloria de Jesucristo por el evangelio? Entendemos mejor la carta a los filipenses si nos fijamos en sus referencias al evangelio. Es el mismo evangelio que Pablo explica en detalle en la carta a los romanos, el que defiende en la carta a los gálatas, el evangelio que informa sus reprensiones y consejos en las cartas a los corintios y que nos une a Cristo Jesús en la carta a los efesios. Ahora el evangelio une a los filipenses con Pablo en la obra difícil del ministerio y en el crecimiento cristiano con gozo.
Pablo da gracias y ora con gozo por los filipenses: Por vuestra comunión en el evangelio, desde el primer día hasta ahora (Filipenses 1:5). Mientras sufren con Pablo en su defensa y confirmación del evangelio, está seguro que por el evangelio Dios los va a perfeccionar hasta la segunda venida de Jesucristo para que sean sinceros e irreprensibles para ese día (Filipenses 1:6-7, 10-11). Les informa del progreso del evangelio (Filipenses 1:12), y a pesar de los sufrimientos y las contiendas, se goza en que por el evangelio, Cristo es anunciado (Filipenses 1:18). Aunque ahora no sabe si va a vivir o morir, su anhelo más grande es que los filipenses se comporten como es digno del evangelio, que se queden firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio (Filipenses 1:27). El evangelio les informa cómo vivir firmes en la fe, humildes y sin contiendas ni vanagloria entre ellos (Filipenses 2:1-11). El poder del evangelio obra en ellos para que se ocupen en su salvación con temor y temblor y resplandezcan como luminares en el mundo, irreprensibles para el día del Señor (Filipenses 2:12-18). Y mientras tanto, pueden seguir los ejemplos de colaboradores en el evangelio como Timoteo y Epafrodito (Filipenses 2:19-30). Es impresionante parar y evaluar nuestras vidas según la centralidad del evangelio en la carta a los filipenses. Tal vez podemos identificar el día o la época cuando primero escuchamos el evangelio con fe, pero, ¿continuamos a evaluar nuestra vida según este mensaje? Es decir, cuando pensamos en el futuro, ¿lo visualizamos a la luz las oportunidades personales, los planes para negociar y estudiar, la pensión y la casa, o lo vemos enteramente a la luz de la segunda venida de Jesucristo? Cuando pensamos en nuestro trabajo más esencial y duradero, ¿lo vemos como nuestra carrera, la organización de la casa y la familia, o lo vemos como la participación en la evangelización? Cuando pensamos en la gente a quien más admiramos, ¿la admiramos por sus logros atléticos, financieros, políticos y culturales, o la admiramos por su compromiso en evangelizar a pesar de los sufrimientos? Cuando evaluamos si vivimos esta vida terrenal exitosamente o en fracaso, ¿la evaluamos según nuestra seguridad material, nuestra reputación con los demás, el número de descendientes que hemos dejado, o según nuestra participación en el evangelio? No es que las otras cosas carecen de importancia sino que queremos ver las prioridades en su orden. Al final de todo, no le va a interesar al Señor cuánto ganamos en una pensión ni cuán grande era la casa que construimos. Tocamos la eternidad no por manejar los bienes materiales sino por obedecer y comunicar el evangelio, el poder de Dios para salvación. Igual como leímos los primeros tres capítulos con atención a Jesucristo, así vamos a leer Efesios 4 – 6. Como vimos en los primeros capítulos que toda nuestra relación con Dios descansa en la gloria de Jesucristo, igual vemos que nuestro comportamiento diario con los demás debe reflejar a Cristo también.
Nuestro diario vivir se basa en la victoria y la exaltación de Jesucristo por el Padre: A cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo. Por lo cual dice: Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, y dio dones a los hombres (Efesios 4:7-8). Y estos dones se manifiestan en nosotros en comunidad, en la iglesia hecha por los creyentes por medio de la fe en Jesucristo, la iglesia que crece y se ejerce a su imagen: Él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo (Efesios 4:11-13). Aunque al principio tal vez suene muy abstracto y teológico, en realidad dirige lo más práctico de nuestras vidas. Precisamente porque somos la iglesia, el cuerpo de Cristo, ayudándonos a crecer mutuamente en amor, vamos a desechar la mentira y hablar la verdad cada uno a su prójimo, porque somos miembros los unos de los otros (Efesios 4:25). No vamos a robar sino trabajar, utilizando nuestras manos para compartir a los que tienen necesidad (Efesios 4:28). Vamos a perdonar a los que nos han ofendido igual como Cristo nos ha perdonado a nosotros (Efesios 4:32). No vamos a participar en las obras de las tinieblas, porque somos luz en el Señor (Efesios 5:7-8). Vamos a aprovechar bien el tiempo, no para embriagarnos sino para ser llenos del Espíritu para manifestarlo al hablar, al relacionarnos en el matrimonio, al someternos a las autoridades en nuestras familias y en el lugar de trabajo y al ministrar su poderosa palabra a los demás. Es decir, si leemos bien la carta de Pablo a los efesios, vamos a apreciar que toda nuestra relación con Dios y toda nuestra relación con la gente alrededor se basan en Jesucristo. Él es el centro, el Señor en todas nuestras relaciones. La gracia sea con todos los que aman a nuestro Señor Jesucristo con amor inalterable. Amén (Efesios 6:24). Puede ser muy difícil concentrar en Efesios 1 – 3 la primera vez que lo leemos. Pablo nos lleva a toda velocidad por temas grandes y gloriosos de la teología que merecen una contemplación pausada. Se comunica por frases largas, una gramática complicada y un vocabulario avanzado que, aunque adecuados por muchas tareas comunicativas, en este caso apenas sostienen la carga de las gloriosas verdades que intentan a expresar. Todo esto hace que el querer leer y entender rápidamente Efesios 1 – 3 es como pasar por un museo de primera clase como el Louvre en media hora. Lo que observamos es maravilloso, pero nada en comparación con lo que no hemos observado todavía.
Lo que nos puede ayudar a encontrar un ancla en esta lectura complicada es, mientras la leemos, fijarnos en las referencias a Jesucristo, especialmente en lo que tenemos “en él” o “por medio de él”. Por ejemplo, versículo 3 dice que el Padre nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo. Luego versículo 4 nos dice que el Padre nos escogió en él antes de la fundación del mundo. Nos predestinó para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo (versículo 5)… Inténtelo. Si así leemos los tres capítulos, los cristianos vamos a ver con asombro y adoración que todo lo que tenemos en nuestra relación con Dios es por medio de Jesucristo. Si tenemos vida eterna por Cristo Jesús, vamos a acompañar a Pablo en la alabanza con que empezó la carta: Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo (Efesios 1:3). En la lectura de hoy Pablo vuelve a animar a los gálatas a seguir la libertad que tienen en el Espíritu de Dios y de no esclavizarse de nuevo a la ley: Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de la esclavitud. He aquí, yo Pablo os digo que si os circuncidáis, de nada os aprovechará Cristo. Y otra vez testifico a todo hombre que se circuncida, que está obligado a guardar toda la ley. De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído (Gálatas 5:1-4).
Pero uno preguntará: Si no estamos bajo la ley, ¿cómo vivimos ahora? ¿Qué nos guía a vivir de una forma agradable a Dios si no seguimos los diez mandamientos de la ley? Pablo ya empezó su respuesta en lo que leímos ayer: Yo por la ley soy muerto para la ley, a fin de vivir para Dios (Gálatas 2:19). Vivimos para Dios no por seguir la ley sino por seguir su Espíritu Santo que nos ha dado por medio de la fe en Jesucristo: Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne (Gálatas 5:16). Luego nos da una lista de las obras de la carne; el Espíritu Santo nunca nos dirige a andar por ellas (Gálatas 5:17-21). Nos presenta también una lista de los frutos del Espíritu: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley (Gálatas 5:22-23). Es decir, mientras andamos en el Espíritu, no utilizamos nuestra libertad de la ley para pecar, sino que ejercemos nuestra libertad en el Espíritu para servirle a Dios y amar a los demás en todos los frutos que produce. Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe (Gálatas 6:10). Sólo se hace posible por reconocer que hemos muerto a la ley y todas las formas mundanas de intentar a ganar la aprobación de Dios. Sólo por medio de la fe en Jesucristo recibimos la justificación y el Espíritu Santo que nos guía a vivir de acuerdo con esta justicia regalada. Quiero empezar nuestro estudio de la carta a los gálatas con una traducción de los primeros párrafos del comentario bíblico Galatians escrito por el pastor Philip Graham Ryken de la iglesia Tenth Presbyterian en Filadelfia (Phillipsburg, NJ; P&R Publishing, 2005). Me parece una introducción muy acertada y pastoralmente sensible a Gálatas:
“Gálatas es una carta para el ex-fariseo en recuperación. Los fariseos que vivían durante y después de la época de Cristo eran muy religiosos. Eran fieles en su adoración, ortodoxos en su teología e intachables en su conducto. Pero algo les faltaba. Aunque Dios estaba en sus mentes y en sus acciones, no estaba en sus corazones. Por eso, su religión sólo valía un poco más que la hipocresía.” “Los fariseos eran hipócritas porque pensaban que lo que Dios haría por ellos dependía en lo que ellos hacía por Dios. Entonces, leían sus Biblias, oraban, daban el diezmo y guardaban el día de reposo como si en esos dependiera su salvación. Lo que fallaron en entender era que la gracia de Dios no se puede ganar; sólo viene gratuitamente.” “Hay una salida del fariseísmo. La salida se llama el evangelio. Es las buenas noticias de que Jesucristo ya se ha hecho todo por nuestra salvación. Si creemos en él, él nos justificará con Dios por regalarnos su gracia gratuitamente. Cuando rechazamos nuestra propia justicia para recibir la justicia de Jesucristo, ya no somos fariseos.” “Pero muchos ex-fariseos tienen un problema; difícilmente abandonan su legalismo. Aunque inicialmente recibieron la gracia de Dios gratuitamente, siguen por intentar a pagarle a Dios por ella. Creen que Dios los ama, pero secretamente sospechan que su amor es condicional, que depende en cómo cumplen los quehaceres cristianos. Terminan con un cristianismo basado en obras que niega la gracia de Dios. Para ponerlo en el vocabulario de la teología, desean basar su justificación en su santificación.” “Esto significa que la mayoría de los ex-fariseos – y de hecho, muchos cristianos – todavía están en recuperación. Todavía hay algo del viejo hombre legalista en nosotros. Aunque hemos sido salvos por gracia, no sabemos cómo vivir por gracia. Para ellos, el evangelio es algo que recibimos en algún momento en el pasado, pero no algo que vivimos y respiramos. La carta a los gálatas fue escrita para gente como nosotros” (páginas 3-4). Es una excelente introducción por el pastor Ryken, pero la introducción de Pablo es más urgente, más celosa por la protección del evangelio y por la salvación de los cristianos en Galacia: Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema [es decir, condenado]. Como antes hemos dicho, también ahora repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema (Gálatas 1:6-9). Algunos se presentaron en las iglesias en Galacia y les anunciaron a los creyentes que si no cumplían la ley, no eran salvos. Les enseñaban que tenían que cumplir la ley por lo menos con respecto a la circuncisión, las reglas sobre la comida limpia y la observación de días, meses, temporadas y años especiales, si no por más reglas (Gálatas 2:12; 4:10; 5:2-3). Este falso evangelio, una adición que suena tan santa e inofensiva al verdadero evangelio por la fe en Jesucristo, llegó a engañar aún a Pedro y Bernabé (Gálatas 2:11-13). Pablo lo identifica y lo denuncia en palabras fuertes y decisivas: El hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo (Gálatas 2:16). El querer ser aceptado por Dios por sus propias buenas obras es un rechazo de la gracia de Dios en Cristo Jesús: No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo (Gálatas 2:21). Reprende a los gálatas por empezar a caminar en su salvación por el Espíritu Santo y luego desecharlo por pensar que serían aceptables a Dios por la ley: Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe? ¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne? (Gálatas 3:2-3) La gracia de Dios por la fe en Jesucristo no sólo inicia sino que sostiene y cumple nuestra salvación completamente. Por eso Pablo se queda maravillado con el retraso de los gálatas a la ley: ¿Cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres rudimentos, a los cuales os queréis volver a esclavizar? (Gálatas 4:9) Como dijo el pastor Ryken, necesitamos escuchar estas palabras de reprensión aún repetidas veces porque es muy fácil caer en la mentalidad de que Dios nos va a aceptar con tal que produzcamos por él. Así es la mentalidad del trabajo, de la escuela, del deporte, y más; nuestro valor se determina por nuestra producción. Pero la carta a los gálatas nos recuerda que la salvación no es recompensa; la recibimos sólo por la gracia de Dios, sin merecerla nosotros, sin poder impresionar a Dios para recibirla, sin poder ganarla por las obras de la ley. Que nuestra repetida lectura de la carta a los gálatas nos preserve de las doctrinas falsas que intentan a quitar la gloria de la cruz de Jesucristo. La justificación de Pablo de su ministerio ahora se ha puesto más urgente. Algunos lo han comparado desfavorablemente con unos “grandes apóstoles” que promocionan en la iglesia en Corinto, hombres que en realidad “son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo (2 Corintios 11:5, 13). Mientras algunos miembros de la iglesia andan enamorados de sus ministerios, Pablo de lejos reconoce el gran peligro espiritual y se enciende en celo por la pureza de la iglesia: Porque os celo con celo de Dios; pues os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo. Pero temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros sentidos sean de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo (2 Corintios 11:2-3).
Como los corintios lo comparan con esos “grandes apóstoles”, Pablo se ve obligado a compararse también, pero de una manera sorprendente; se gloría de sus debilidades, las que permiten que el poder de Cristo repose sobre él: Por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte (2 Corintios 12:10). ¿Qué admiran en realidad los corintios: las muestras mundanas del éxito que promocionan los falsos apóstoles, o el verdadero poder de Cristo manifestado a través de la debilidad? El peligro de los falsos apóstoles continúa hasta el día de hoy. Impresionan por sus ministerios llamativos, sus testimonios triunfales, su astucia en organizar a la gente, sus iglesias palaciales y sus dones comunicativos incomparables… pero, ¿de veras comunican el evangelio de Jesucristo? ¿Explican la única salvación que hay, la salvación de la ira justa de Dios por nuestros pecados por medio de la fe en Jesucristo, sin las obras de la ley? ¿Imitan en realidad a Jesucristo, al que: por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos (2 Corintios 8:9)? Que nuestras iglesias entiendan claramente el evangelio y se sientan el celo por guardarlo puro, sin adulteración. Entre los temas de ayer, vimos que Pablo explicó la aparente falta de gloria y triunfo en su ministerio. Esta explicación sirve de entrada al tema principal de la lectura de hoy. Les escribió a los corintios que entendieran su ministerio no según una vista mundana sino de acuerdo con una que considere lo invisible. Ahora Pablo extiende la lección para cambiar la perspectiva de los corintios sobre el mundo visible y la eternidad.
Nuestra prioridad personal es siempre lo eterno: Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos. Y por esto también gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial (2 Corintios 5:1-2). Pero no quiere decir que menospreciamos el mundo y nuestros cuerpos: Es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo (2 Corintios 5:10). Los cristianos no negamos el mundo y lo corporal sino que reconocemos su relación con lo eterno y los utilizamos para dirigir la atención a la gloria eterna. Por eso Pablo y sus compañeros se ven como embajadores de Dios que ministran aquí en la tierra, sirviendo y sufriendo por su reconciliación por medio de Cristo (2 Corintios 5:16-21). Es precisamente por eso que Pablo y sus compañeros tienen que sufrir; son embajadores de Dios en un mundo que persiste en rebelión, que no se ha reconciliado con él. Y en vez de menospreciarlos por esta falta aparente de gloria, los corintios deben amarlos más (2 Corintios 6:11-13) y participar con ellos, no en unirse con el mundo sino por limpiarse de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios (2 Corintios 6:14 – 7:1). Por eso, los corintios deben arrepentirse igual como hicieron en la carta previa (2 Corintios 7:8-12). Pero esta vez, deben arrepentirse del menosprecio con que han considerado a Pablo y a sus compañeros: Admitidnos: a nadie hemos agraviado, a nadie hemos corrompido, a nadie hemos engañado. (2 Corintios 7:2; vea también 6:11-13). Y al corresponder el amor que Pablo tiene por ellos, todos pueden disfrutar la consolación de Dios en su relación restaurada (2 Corintios 7:3-7, 13-16). Para resumir, la cruz de Jesucristo ha cambiado por completo la relación entre el cielo y la tierra. Pablo, sus compañeros, los corintios y nosotros los cristianos somos una nueva creación con la ciudadanía en los cielos. Nuestras palabras y forma de vivir deben proclamar al mundo: Reconcíliese con Dios. No debemos (como los corintios hizo a Pablo) menospreciar a los siervos de Dios por su pobreza, sus sufrimientos, su falta de una retórica pulida ni su falta de las muestras del éxito mundano. En cambio, debemos arrepentirnos de nuestro aprecio de las vanidades lucientes del mundo para identificarnos con nuestros consiervos en amor. Y este entendimiento sirve de entrada para capítulos 8 y 9. Si pensamos de acuerdo con la gloria eterna, no vamos a tener ninguna dificultad en compartir nuestras riquezas terrenales con los hermanos a quienes amamos. Al contrario, nuestra ayuda resaltará en generosidad y gozo. Como vemos, la cruz de Jesucristo, además de salvarnos de la condenación del pecado y hacernos renacer en nueva vida, también transforma nuestra relación con el mundo y con los demás siervos de Dios. Que pensemos no en imitar el mundo sino en transformarlo en Cristo Jesús. |
AutorRev. Ken Kytle, pastor de la Iglesia bautista La fe en Cristo cerca de Atlanta, Georgia, EEUU. Archivos
Abril 2014
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