ComoleerlaBiblia.org
  • Inicio
  • Resumen de la Biblia
  • Blog
  • Calendario 2024
  • Videos
  • Declaración de la fe
  • Contáctenos

Salmos 107 - 150

23/12/2011

0 Comentarios

 
         El quinto y último libro de los Salmos demuestra una fe que ha sobrevivido las tribulaciones del tercer libro y que ha crecido por refugiarse en Jehová como aprendió en el cuarto libro.
         Igual como el tercer libro, el quinto empieza con una referencia a la bondad de Jehová: Alabad a Jehová, porque él es bueno (Salmo 107:1); pero esta vez no la pone en duda como en el Salmo 73, sino que ha aprendido cómo refugiarse en la eterna misericordia de Jehová: Porque para siempre es su misericordia (Salmo 107:1).  Y no sólo espera la misericordia de Jehová sino que la ha experimentado de nuevo, como nos dice el versículo que sigue: Díganlo los redimidos de Jehová, los que ha redimido del poder del enemigo (Salmo 107:2).
         Y la salvación que celebra es una específica.  El cuarto libro había terminado con la petición a su misericordia: Sálvanos, Jehová Dios nuestro, y recógenos de entre las naciones (Salmo 106:47).  Ahora el Salmo 107 celebra esta salvación: Y los ha congregado de las tierras, del oriente y del occidente, del norte y del sur (Salmo 107:3).  Después de la larga y difícil espera, el pueblo experimenta la salvación de Jehová, y por eso espera con más confianza y anhelo las nuevas manifestaciones de la misericordia futura: ¿Quién me guiará a la ciudad fortificada?  ¿Quién me guiará hasta Edom?  ¿No serás tú, oh Dios, que nos habías desechado, y no salías, oh Dios, con nuestros ejércitos?  Danos socorro contra el adversario, porque vana es la ayuda del hombre.  En Dios haremos proezas, y él hollará a nuestros enemigos (Salmo 108:10-13).
         Como acabamos de ver, vuelven también las referencias al ungido de Jehová, al pacto davídico que casi había desaparecido en el cuarto libro.  Pero es un pacto transformado, un pacto que descubre nuevas vistas más grandes y gloriosas que las experimentadas en el reino de David.  Resulta que el Mesías futuro supera aún a David: Jehová dijo a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies (Salmo 110:1).  Jesús observa: Pues si David le llama Señor, ¿cómo es su hijo? (Mateo 22:45; véase también Marcos 12:37 y Lucas 20:44)  Es decir, ¿cómo puede un antepasado, especialmente uno que es el rey más famoso de Israel, someterse a uno de sus descendientes?  Ese descendiente tiene que ser mucho más glorioso y superior a lo que se habría imaginado.  Así reconoce David en Salmo 110; el Mesías futuro, Jesucristo, viene de aún antes que él y reinará en justicia con la victoria completa sobre sus enemigos.  Lo que David experimentó personalmente en el pacto con Jehová es simplemente un reflejo del glorioso pacto que tiene Dios con el Ungido por excelencia.
         Un corazón agradecido por la salvación responde en alabanza y adoración, y por eso el quinto libro dedica salmos largos en pura adoración a Jehová, salmos que llaman a todo el pueblo y aún a toda la creación a alabarle: Alabad a Jehová desde los cielos; alabadle en las alturas.  Alabadle, vosotros todos sus ángeles; alabadle, vosotros todos sus ejércitos (Salmo 148:1-2).  Todo lo que respira alaba a JAH (Salmo 150:6).  Que nuestra lectura de todos los salmos y toda la Biblia fortalezca nuestra fe por las temporadas de tribulación y que nos despierte en alabanza a nuestro Salvador.
0 Comentarios

Salmos 90 - 106

22/12/2011

0 Comentarios

 
         En el Salmo 89 terminamos el tercer libro, el más oscuro de los salmos, y ahora entramos en otro que busca la esperanza en Jehová.
         El Salmo 90, el más viejo de todos los salmos, vuelve a las raíces de la historia de Israel para acordarnos de la fidelidad de Jehová a pesar de la oscuridad de Salmos 88 y 89: Señor, tú nos has sido refugio de generación en generación (Salmo 90:1).  Aquí Moisés nos hace recordar que Dios es excelso, más grande y glorioso que la creación y el tiempo: Antes que naciesen los montes y formases la tierra y el mundo, desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios…  Mil años delante de tus ojos son como el día de ayer, que pasó, y como una de las vigilias de la noche (Salmo 90:2, 4).  En cambio, los seres humanos somos como sueño, como la hierba de la mañana que florece y crece y a la tarde, es cortada y se seca (Salmo 90:5-6).
         Una de las razones principales por la diferencia entre la gloria de Jehová y nuestra desdicha es el pecado: Pusiste nuestras maldades delante de ti, nuestros yerros a la luz de tu rostro (Salmo 90:8).  Por eso, la respuesta apropiada del ser humano es primero que todo, el arrepentimiento: Convertíos, hijos de los hombres (Salmo 90:3).  Y luego, con corazón contrito y humilde, puede ser guiado por Jehová: Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos corazón de sabiduría (Salmo 90:12).
         Al reconocer que Jehová es excelso mientras nosotros somos pecadores en necesidad del arrepentimiento, ahora Moisés puede hacer la misma pregunta que inquietó al salmista en el Salmo 89:46: Vuélvete, oh Jehová; ¿hasta cuándo? (Salmo 90:13)  Pero Moisés dirige su clamor en otra dirección que el salmista Etán ezraíta en el Salmo 89.  En vez de clamar según el pacto davídico, vuelve a las raíces y pide que la ira justa de Jehová sea propiciada según su misericordia: Aplácate para con tus siervos.  De mañana sácianos de tu misericordia, y cantaremos y nos alegraremos todos nuestros días (Salmo 90:13-15).  Intercede por Israel según la misericordia de este Dios excelso, Jehová.
         Y así sigue el ritmo del cuarto libro de los Salmos.  El rey David y las referencias al pacto davídico desaparecen casi por completo.  En medio de las tribulaciones del ungido, los Salmos 90 – 106 vuelven a la eterna misericordia de Jehová: El debilitó mi fuerza en el camino; acortó mis días.  Dije: Dios mío, no me cortes en la mitad de mis días; por generación de generaciones son tus años.  Desde el principio fundaste la tierra, y los cielos son obra de tus manos.  Ellos perecerán, mas tú permanecerás; y todos ellos como una vestidura se envejecerán; como un vestido los mudarás, y serán mudados; pero tú eres el mismo, y tus años no se acabarán (Salmo 102:23-27).
         Se acuerdan de las antiguas misericordias de Jehová, las que sucedieron antes de la época de David: Acordaos de las maravillas que él ha hecho, de sus prodigios y de los juicios de su boca, oh vosotros, descendencia de Abraham su siervo, hijos de Jacob, sus escogidos (Salmo 105:5-6).
         Nos animan a aprender de sus misericordias antiguas para evitar el castigo por las quejas y la rebelión: No endurezcáis vuestro corazón, como en Meriba, como en el día de Masah en el desierto, donde me tentaron vuestros padres, me probaron, y vieron mis obras.  Cuarenta años estuve disgustado con la nación, y dije: Pueblo es que divaga de corazón, y no han conocido mis caminos.  Por tanto, juré en mi furor que no entrarían en mi reposo (Salmo 95:8-11).
         Y con la fe anclada firmemente en la misericordia eterna de Jehová, el cuarto libro responde a la desesperación del tercero por reconocer la misericordia de Jehová entre bastidores aun cuando todo el escenario presenta la tribulación: Con todo, él miraba cuando estaban en angustia, y oía su clamor; y se acordaba de su pacto con ellos, y se arrepentía conforme a la muchedumbre de sus misericordias.  Hizo asimismo que tuviesen de ellos misericordia todos los que los tenían cautivos (Salmo 106:44-46).
         Por eso el cuarto libro termina con la seguridad en las misericordias futuras de Jehová: Sálvanos, Jehová Dios nuestro, y recógenos de entre las naciones, para que alabemos tu santo nombre, para que nos gloriemos en tus alabanzas.  Bendito Jehová Dios de Israel, desde la eternidad y hasta la eternidad; y diga todo el pueblo, Amén.  Aleluya (Salmo 106:47-48).
         Así que el cuarto libro de los Salmos nos da una receta eficaz para batallar contra la depresión y el desánimo que viene por las tribulaciones.  Nos enseñan a contemplar a Jehová excelso, enfocados sobre todo en su misericordia.  Mientras nos acordamos de sus misericordias pasadas, buscamos la evidencia de su mano en los sufrimientos presentes y clamamos con la fe segura en su misericordia venidera.
0 Comentarios

Salmos 120 - 134

12/12/2011

0 Comentarios

 
         Los Salmos 120 – 134 forman una unidad llamada “los cánticos graduales.”  Hay una variedad de opiniones sobre la razón por este título incluyendo la idea que los israelitas los cantaban mientras viajaban y después de llegar a Jerusalén para celebrar sus fiestas anuales.  Si es verdad, uno los puede dividir así: Salmo 120 refiere a la preparación por el viaje; Salmo 121 se canta mientras los viajeros suben los primeros cerros altos en camino a Jerusalén; Salmo 122 refiere a su acercamiento y llegada; Salmo 123 – 133 se cantan como plegarias en el templo; y Salmo 134 comunica su despedida de Jerusalén para volver a sus casas.  Aunque son estrechamente ligados a las oraciones y los cultos en el templo, no son una disertación completa sobre la adoración; no hay ninguna referencia a los sacrificios ni a la sangre, por ejemplo.  Pero sí, nos enseñan mucho sobre la adoración de los israelitas en el templo y sobre nosotros en la iglesia hoy.
         Se puede resumir el espíritu de adoración en estos 15 salmos por dos versículos de la oración que Jesucristo nos enseñó: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.  Venga tu reino.  Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra (Mateo 6:9-10).  En el Padre nuestro, el que ora reconoce que hay un gran desacuerdo entre los acontecimientos de la tierra y el gobierno majestuoso de Dios en los cielos.  En la tierra hay injusticia, pecados y opresión; en los cielos hay justicia, santidad y gloria.  El discípulo anhela tanto el reino de Dios en los cielos que le clama que haga brotar su reino justo aquí en la tierra también.  De esta forma, su nombre será santificado.
         Esta misma pasión encontramos en todos los cánticos graduales: que el reino justo, misericordioso y glorioso de Jehová en los cielos se manifieste y supere la injusticia y la iniquidad que sufre su pueblo en la tierra.  Aquí las cosas no andan como deben: Libra mi alma, oh Jehová, del labio mentiroso, y de la lengua fraudulenta…  Mucho tiempo ha morado mi alma con los que aborrecen la paz…  Sobre mis espaldas araron los aradores; hicieron largos surcos (Salmo 120:2, 6; 129:3).  Por eso miran a Jehová: A ti alcé mis ojos, a ti que habitas en los cielos.  He aquí, como los ojos de los siervos miran a la mano de sus señores, y como los ojos de la sierva a la mano de su señora, así nuestros ojos miran a Jehová nuestro Dios, hasta que tenga misericordia de nosotros (Salmo 123:1-2).
         No se contentan por mirar a Dios en general: en todos estos 15 salmos, sólo le llaman “Señor” una vez, “Dios” tres veces y “el Fuerte de Jacob” dos veces.  Pero le llaman “Jehová” 54 veces, declarando su deseo que les responda El que siempre era, es y que siempre será, El que siempre era, es y será fiel a su pacto, El que siempre respondía, responde y responderá a su pueblo con misericordia.  Le claman por su nombre que Él mismo les había dado como recipientes bendecidos de su pacto.
         Y esperan en Él: Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán.  Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla; mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas (Salmo 126:5-6).  Siguen esperando su fidelidad y misericordia aunque no vean la evidencia por décadas: Como saetas en mano del valiente, así son los hijos habidos en la juventud.  Bienaventurado el hombre que llenó su aljaba de ellos; no será avergonzado cuando hablare con los enemigos en la puerta (Salmo 127:4-5).  Siguen esperando en Jehová aunque no vean la respuesta cumplida por generaciones: Bendígate Jehová desde Sion, y veas el bien de Jerusalén todos los días de tu vida, y veas a los hijos de tus hijos.  Paz sea sobre Israel (Salmo 128:5-6).  Siguen esperando porque saben que El que les ha prometido, sí lo va a cumplir: Espera, oh Israel, en Jehová, desde ahora y para siempre (Salmo 131:3).
         En medio de todo, su pueblo se anima por la armonía entre hermanos que juntos alaban a Jehová: Yo me alegré con los que me decían: a la casa de Jehová iremos (Salmo 122:1).  ¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía! (Salmo 133:1)  Mientras su pueblo se reúne en obediencia, por corazones perdonados y purificados y en devoción sincera, se da cuenta de que la justicia y la misericordia de Jehová reina entre ellos.  A pesar de sus diferencias, cuando se reúnen en su nombre, el reino de los cielos empieza a ponerse en evidencia, y adoran a Jehová: Allá subieron las tribus, las tribus de JAH, conforme al testimonio dado a Israel, para alabar el nombre de Jehová (Salmo 122:4).  Y así los israelitas en el templo (y nosotros en la iglesia) encuentran el lugar geográfico transformado para ser lugar de reposo donde Jehová mora y gobierna en justicia (Salmo 132:14-18).
         Que la oración y la adoración en nuestras iglesias también manifiesten la desesperación con un mundo que no conoce a Jehová, el ferviente anhelo por su reino justo y glorioso y la esperanza segura en su pacto.  Que crezcan en armonía mientras levantemos juntos nuestras peticiones y alabanzas al mismo Dios por quien tenemos la salvación.
0 Comentarios

Salmos 73 - 89

9/12/2011

2 Comentarios

 
         Los primeros dos libros de salmos terminan con una actitud positiva en el Salmo 72, pidiendo que la justicia de Jehová se manifieste gloriosamente en el reino de Salomón.  Pero cuando el tercer libro empieza con el Salmo 73, inmediatamente vemos que las cosas no andan bien.
         El primer versículo declara la gloria de Dios: Ciertamente es bueno Dios para con Israel, para con los limpios de corazón (Salmo 73:1).  Pero el salmista Asaf inmediatamente confiesa que en una época lo dudaba casi al punto de perder la fe en Dios: En cuanto a mí, casi se deslizaron mis pies; por poco resbalaron mis pasos (Salmo 73:2).  Identifica la raíz de sus dudas: Porque tuve envidia de los arrogantes, viendo la prosperidad de los impíos (Salmo 73:3).  En vez de la justicia que pedía el pueblo en Salmo 72:4, 12-13, Asaf experimentó la opresión económica sin freno.  Los arrogantes prosperaban y crecían en arrogancia mientras los creyentes humildes sufrían (Salmo 73:4-14).
         Hay 2 videos que explican el Salmo 73 versículo por versículo: los puede ver aquí o en la página de los videos.  Por ahora note que Jehová le salva al salmista de su crisis de la fe.  Termina por reconocer no sólo la justicia de Jehová sino su profunda misericordia también.  Y aunque al principio casi no estuvo de acuerdo con el versículo: Ciertamente es bueno Dios para con Israel, para con los limpios de corazón (Salmo 73:1), ahora puede declarar con gozo y desde su experiencia personal: En cuanto a mí, el acercarme a Dios es el bien; he puesto en Jehová el Señor mi esperanza, para contar todas tus obras (Salmo 73:28).
         Pero las tormentas de duda asaltan la fe otra vez en el Salmo 74, ahora a nivel nacional: ¿Por qué, oh Dios, nos has desechado para siempre?  ¿Por qué se ha encendido tu furor contra las ovejas de tu prado? (Salmo 74:1)  Luego describe la destrucción completa del santuario a largo plazo por los enemigos de Dios mientras Él no hace nada para pararla (Salmo 74:3-11).  El salmista vuelve a contemplar el poder, la justicia y la salvación de Dios en tiempos antiguos y por eso le clama (Salmo 74:12-23), pero a diferencia de algunos de los salmos de los primeros dos libros, aquí no aparece la salvación.  El salmista responde a la crisis con fe, pero la fe tiene que continuar en espera de la salvación que ha pedido.
         Es decir, los Salmos 73 y 74 nos dan la bienvenida al libro más oscuro de los salmos, el libro tercero que se extiende desde el Salmo 73 hasta el Salmo 89.  Como Salmos 1 y 2 sirvieron de puertas de entrada a todo el libro de los salmos, Salmos 73 y 74 sirven de puertas para el sótano oscuro que da miedo al que baja por su escalera.  El Salmo 1 nos declara del bienaventurado: todo lo que hace, prosperará (Salmo 1:3); el Salmo 73 contesta: Verdaderamente en vano he limpiado mi corazón, y lavado mis manos en inocencia (Salmo 73:13).  En el Salmo 2 Jehová declara: Yo he puesto mi rey sobre Sion, mi santo monte (Salmo 2:6); el Salmo 74 lamenta: Ha puesto a fuego tu santuario, han profanado el tabernáculo de tu nombre, echándolo a tierra (Salmo 74:7).  El entusiasmo y la esperanza con que empezamos el libro de los salmos ahora son puestos a prueba.
         Es en este tercer libro de los Salmos donde escuchamos el clamor del pueblo cuyas esperanzas por la justicia de Jehová en Salmo 72 no se han cumplido.  El Salmo 88 es probablemente el más oscuro de todos; hace eco de muchas de las preocupaciones de Job sobre la justicia de Jehová cuando estaba en los puntos más bajos de su contemplación.  Y el Salmo 89 empieza por declarar la misericordia y la fidelidad de Jehová a su ungido en un estilo parecido a muchos de los salmos de los primeros dos libros (Salmo 89:1-37), pero en un cambio brusco al borde del sarcasmo, la amargura y la irreverencia, le acusa a Jehová de haber desechado su pacto con su ungido (Salmo 89:38-45).  La gloria, la seguridad y la esperanza en el ungido, declaradas tan firmemente en Salmos 2 y 72 ahora son pisoteadas… pero, no abandonadas.  El salmista tiene una sola petición a Jehová, declarada dos veces: Recuerda…  Señor, acuérdate del oprobio de tus siervos (Salmo 89:47, 50).  Cuando Jehová simplemente vuelve a su pueblo, su justicia tiene que manifestarse.  Va a derrotar a todos sus enemigos y exaltar a su ungido otra vez.  Aun en su desesperación, Salmos 88 y 89 reconocen que la manifestación de la justicia de Jehová sólo es una cuestión de tiempo.
         Claro que el tercer libro de los salmos pertenece al día de hoy también.  Todos los creyentes debemos tener una sensibilidad adolorida por ver las injusticias en nuestras sociedades y declarar de acuerdo con estos salmos: ¿Hasta cuándo, Señor?  Y leemos con anticipación la respuesta de nuestro Señor: Ciertamente vengo en breve.  Amén; sí, ven, Señor Jesús (Apocalipsis 22:20).
2 Comentarios

Salmos 1 - 72

2/12/2011

0 Comentarios

 
         Ahora que hemos visto las dos “puertas” de entrada a los Salmos (Salmo 1 y 2), pasamos rápidamente por los dos primeros libros que cubren Salmos 1 – 72.
         Los autores identificados en esta sección son el rey David (el autor de casi todos estos salmos), los hijos de Coré (que escribieron o cantaron Salmos 42 – 49) y Asaf (el autor del Salmo 50).  Los hijos de Coré son descendientes del Coré que ayudó a levantar una rebelión contra Moisés y Aarón en Números 16.  Él y los que lo acompañaron en la rebelión fueron tragados vivos por la tierra o consumidos por fuego, pero los hijos de Coré no murieron (Números 26:10-11).  Muchas generaciones después uno de sus descendientes, el cantor Hemán, fue nombrado por David y los levitas para dirigir con sus hijos el servicio de canto en la casa de Jehová (1 Crónicas 6:31-33, 37).  Fue acompañado en el canto y en la dirección de instrumentos por su pariente Asaf (1 Crónicas 15:16-17, 19) que en el primer lugar sonaba los címbalos (1 Crónicas 16:4-5).
         En esta sección de los Salmos se destacan las peticiones del ungido a Jehová y sus testimonios de la salvación.  Note por ejemplo en Salmo 3 como se levanta su petición o queja a Jehová: ¡Oh Jehová, cuánto se han multiplicado mis adversarios!  Muchos son los que se levantan contra mí.  Muchos son los que dicen de mí: No hay para él salvación en Dios (Salmo 3:1-2).
         David responde a esta tribulación por clamarle a Jehová con una seguridad fundada en la relación entre Jehová y su ungido del Salmo 2.  Aquí ora: Mas tú, Jehová, eres escudo alrededor de mí; mi gloria, y el que levanta mi cabeza (Salmo 3:3).
         Luego encuentra la salvación: Con mi voz clamé a Jehová, y él me respondió desde su monte santo.  Yo me acosté y dormí, y desperté, porque Jehová me sustentaba (Salmo 3:4-5).  Y con confianza en Jehová mira hacia los retos que le esperan: No temeré a diez millares de gente, que pusieren sitio contra mí.  Levántate, Jehová; sálvame, Dios mío; porque tú heriste a todos mis enemigos en la mejilla; los dientes de los perversos quebrantaste (Salmo 3:6-7).
         Entonces, por la fidelidad de Jehová en salvarlo a él, David anuncia la salvación a todo el pueblo: La salvación es de Jehová; sobre tu pueblo sea tu bendición (Salmo 3:8).  Y estos temas de la petición a Jehová, su salvación y el anuncio de la salvación a todo el pueblo vuelven a surgir una y otra vez en los salmos en esta sección.
         Otros salmos concentran en la gloria de Jehová como el Salmo 8 que se abre y se cierra apropiadamente con la declaración: ¡Oh Jehová, Señor nuestro, cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra! (Salmo 8:1, 9)  Otros como el Salmo 32 se maravillan en el perdón que Jehová otorga a pecadores arrepentidos.  Otros como el Salmo 16 y el Salmo 23 se recrean en su amor fiel.  Salmos 36 y 37 entre muchos otros se sostienen en la justicia de Jehová.  Y esta sección termina con el Salmo 72 y la esperanza que la salvación, la gloria, el perdón, el amor fiel y la justicia de Jehová se manifiesten en la próxima generación cuando reina el hijo de David, Salomón.  Por eso, mientras lee Salmos 1 - 72, alabe y glorifique a Jehová por sus maravillosos atributos y ore en esperanza por las próximas generaciones.
0 Comentarios

Detalles sobre los salmos

2/12/2011

0 Comentarios

 
         Algunos detalles para clarificar la lectura del libro de los Salmos:
         1)      Note que el libro de los Salmos es dividido en 5 libros.
         El primero incluye Salmos 1 – 41 y termina con un versículo de adoración a Jehová y una respuesta de la congregación: Bendito sea Jehová, el Dios de Israel, por los siglos de los siglos.  Amén y Amén (Salmo 41:13).
         El segundo cubre Salmos 42 – 72 y también termina con un versículo de adoración y una respuesta del pueblo: Bendito su nombre glorioso para siempre, y toda la tierra sea llena de su gloria.  Amén y amén (Salmo 72:19), y luego la anotación editorial: Aquí terminan las oraciones de David, hijo de Isaí (Salmo 72:20).
         El tercero va de Salmos 73 – 89 y también termina con la adoración y respuesta: Bendito sea Jehová para siempre.  Amén, y Amén (Salmo 89:52).
         El cuarto empieza con el Salmo más viejo, el que Moisés escribió (Salmo 90) y va hasta el Salmo 106 que también termina por decir: Bendito Jehová Dios de Israel, desde la eternidad y hasta la eternidad; y diga todo el pueblo, Amén.  Aleluya (Salmo 106:48).
         El quinto empieza cubre Salmos 107 hasta 150 y termina por decir: Todo lo que respira alabe a JAH.  Aleluya (Salmo 150:6).
         Aunque normalmente no hacemos referencia a estos 5 libros dentro del libro de los Salmos, estas divisiones pueden servirnos para organizar y distinguir tantos salmos impresionantes.
         2)     Acuérdese que los salmos fueron escritos para ser cantados, para dirigir y expresar la adoración de los israelitas a Jehová.  ¡Desafortunadamente no existe ninguna reproducción de cómo sonaba en su época!  Si existiera, creo que nos quedaríamos asombrados por cuán distinto sonaría de nuestras formas de cantar en iglesias hoy, todas las cuales vienen de sistemas y teorías de música desarrolladas en los siglos más recientes.
         3)     Cuando hacemos referencia a un salmo, nunca decimos “capítulo” sino “salmo”.  Así que nuestras referencias al libro de los Salmos son diferentes que a los demás libros de la Biblia.
         4)     Note que a veces aparece la palabra “Selah” al final de algunos versículos (por primera vez en Salmo 3), normalmente puesta a la derecha de la columna.  No se sabe exactamente qué quiere decir aunque la gran mayoría de los comentaristas opinan que señala una pausa, posiblemente para ajustar los instrumentos o para que los cantantes reflexionaran sobre lo que acaban de cantar.  Cuando leemos los salmos hoy, es recomendable pausar al llegar a la palabra “Selah” para contemplar lo que acaba de leer.  Cuando leemos los salmos en voz alta, no decimos “Selah”.
         5)     A veces en su lectura va a encontrar el nombre JAH.  Es simplemente una forma abreviada del nombre Jehová.  Al leerlo en voz alta, puede decir el nombre “Jehová” para que sea entendible.
         6)     La palabra española “Aleluya” viene directamente del hebreo.  Significa: Alabado sea Jehová.
         7)     Note que el Salmo 117 es el más corto y el 119, el más largo.
         8)    Para los aficionados del inglés, la gran mayoría de sus traducciones de la Biblia traducen el nombre Jehová como “LORD”, en letra mayúscula, y el título divino Adonai (Señor) como “Lord” con sólo la primera palabra en mayúscula.  No afecta la pronunciación.  Esta traducción tiene una larga historia que viene de la cautela y la reverencia que los judíos querían tener al nombre divino para no pronunciarlo en vano.  Aún hoy cuando los judíos devotos llegan a las cuatro letras hebreas que representan el nombre divino, no pronuncian el nombre divino sino que dicen “Hashem” que significa “el Nombre”.  Los traductores ingleses querían seguir el mismo respeto y así tradujeron el nombre divino por “LORD” que literalmente significa “Señor”.  Así que, si lee el inglés, verá: “The LORD said to my Lord” donde el español traduce más claramente: Jehová dijo a mi Señor (Salmo 110:1).
0 Comentarios

Salmos 1 - 2

2/12/2011

0 Comentarios

 
         Salmos 1 y 2 sirven como dos puertas de entrada a todo el libro de los Salmos.
         (Hay 6 videos que explican el significado de Salmo 1 versículo por versículo – haga clic aquí si desea verlos.  ¡Prometo no repetir esa información ahora!)
         Note que como entrada al libro de los Salmos, Salmo 1 nos declara la importancia de no leer los salmos aparte del trasfondo de toda la Biblia.  Los lectores tenemos que encontrar nuestro deleite, nuestra delicia, en toda la ley de Jehová.  Si leemos únicamente los salmos en la Biblia, aunque con buenos motivos como para encontrar consuelo o consolación, los primeros versículos de Salmo 1 nos demuestran cuán lejos estamos del conocimiento de Dios: Bienaventurado el varón que… en la ley de Jehová está su delicia (Salmo 1:1-2), una referencia a los primeros cinco libros de la Biblia (Génesis, Éxodo, Levítico, Números, Deuteronomio).  La ley de Jehová es la base para entender todos los salmos.  Fueron escritos por hombres que se deleitaban en la ley; sirven de consuelo, consolación y mucho más a los que conocen su palabra y la obedecen.  Al leer los salmos, que no nos olvidemos esta puerta de entrada.
         Salmo 2 nos señala la importancia del Ungido de Jehová en los salmos que siguen.  El Ungido, llamado el Mesías en el hebreo o el Cristo en el griego, refiere a uno que es ungido con aceite para demostrar que es puesto aparte por Jehová, su instrumento escogido para sus fines de la redención y la salvación de su pueblo, escogido para reinar y gobernar en justicia (lea 1 Samuel 16:1-13 para ver un ejemplo histórico).  Históricamente este título refería al rey David o su descendiente que reinaba sobre el trono de Judea en Jerusalén, pero el significado profético de muchos versículos sobre el Ungido nos dirigen a un Ser mucho más grande y glorioso que el rey David, a su descendiente físico que a la vez es desde la eternidad, a Jesucristo.
         Por ejemplo, en los primeros versículos de Salmo 2 leemos sobre una rebelión contra Jehová y su ungido: ¿Por qué se amotinan las gentes, y los pueblos piensan cosas vanas?  Se levantarán los reyes de la tierra, y príncipes consultarán unidos contra Jehová y contra su ungido, diciendo: Rompamos sus ligaduras, y echemos de nosotros sus cuerdas (Salmo 2:1-3).  El resto del salmo canta del rechazo de los rebeldes por Jehová, su reafirmación de su ungido y la advertencia a los reyes que lo amen con temor.
         Note que en Hechos 4, los discípulos de Jesucristo entienden estos versículos como una profecía sobre Jesucristo.  En oración dicen: Por la boca de David tu siervo dijiste: ¿Por qué se amotinan las gentes, y los pueblos piensan cosas vanas?  Se reunieron los reyes de la tierra, y los príncipes se juntaron en uno contra el Señor, y contra su Cristo.  Porque verdaderamente se unieron en esta ciudad contra tu santo Hijo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel, para hacer cuanto tu mano y tu consejo habían antes determinado que sucediera (Hechos 4:25-28).  Según ellos, el rey David no era el tema del salmo tanto como el medio de comunicación para profetizar de Jesucristo, el Ungido por excelencia, de cómo fue rechazado por los líderes judíos y gentiles que lo crucificaron, y de la vindicación del Ungido cuando el Padre lo resucitó.
         Por eso, si el Salmo 1 nos indica la importancia de leer los salmos con atención a toda la ley de Jehová, el Salmo 2 subraya la importancia de leerlos en sumisión y alabanza al Ungido de Jehová, en sumisión y alabanza a Jesucristo.  Si nos deleitamos en la palabra de Dios y nos sometemos a su Cristo, estamos listos para entrar en el libro de los Salmos.
0 Comentarios

Miqueas 5:1-2 y Salmo 72

15/8/2011

0 Comentarios

 
         Podemos entender mejor Miqueas 5:1-2, la base para entender todo Miqueas 5, si la leemos en contraste con el Salmo 72:1-14.

         Note que el tema central del Salmo 72 es la correspondencia en la justicia entre Dios y el rey de Israel: Oh Dios, da tus juicios al rey, y tu justicia al hijo del rey.  Él juzgará a tu pueblo con justicia, y a tus afligidos con juicio (Salmo 72:1-2).  Acuérdese de las injusticias de que leyó ayer en Miqueas 1 – 4, y note que ahora estamos en una situación completamente distinta, una en que el rey gobierna sobre los necesitados como debe, para protegerlos de los designios de los poderosos: Juzgará a los afligidos del pueblo, salvará a los hijos del menesteroso, y aplastará al opresor (Salmo 72:4).

         La justicia del rey se parece tanto a la de Jehová que manifiesta su poder también, y como resultado, las demás naciones tienen que someterse bajo su justicia: Dominará de mar a mar, y desde el río hasta los confines de la tierra.  Ante él se postrarán los moradores del desierto, y sus enemigos lamerán el polvo.  Los reyes de Tarsis y de las costas traerán presentes; los reyes de Sabá y de Seba ofrecerán dones.  Todos los reyes se postrarán delante de él; todas las naciones le servirán (Salmo 72:8-11).

         De nuevo, el rey tiene poder sobre las naciones porque ejerce el poder según la justicia de Jehová en su propio reino: Porque él librará al menesteroso que clamare, y al afligido que no tuviere quien le socorra.  Tendrá misericordia del pobre y del menesteroso, y salvará la vida de los pobres.  De engaño y de violencia redimirá sus almas, y la sangre de ellos será preciosa ante sus ojos (Salmo 72:12-14).

         Ayer en los primeros 4 capítulos de Miqueas vimos que todo lo contrario ocurre en Israel y Judá: los poderosos oprimen a los pobres, los roban y los tratan con violencia.  Y por eso, el poder que deben ejercer sobre las demás naciones se ha puesto al revés; las naciones los han invadido y han puesto Jerusalén bajo sitio: Rodéate ahora de muros, hija de guerreros; nos han sitiado (Miqueas 5:1).  Y la reprensión ha llegado a humillar al rey mismo.  En vez del retrato de la justicia y el poder del rey de que leemos en el Salmo 72, ahora vemos: con vara herirán en la mejilla al juez de Israel (Miqueas 5:1).

         Pero también como vimos en Miqueas 1 – 4, el castigo de Jerusalén no es la última palabra de Jehová; también va a salvar a su remanente: Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel (Miqueas 5:2).  Si entendemos este versículo en el trasfondo de los eventos de 2 Crónicas 32:1-23 e Isaías 36:1 – 37:38, vemos que el remanente de Israel y Judá, rodeado como un rebaño temeroso detrás de los muros de Jerusalén, sitiado y amenazado por las tropas asirias y de las demás naciones, no será destruido por completo.  El remanente habría reconocido la referencia a Belén Efrata, al pueblo de origen de David, y podría confiar en que el descendiente contemporáneo de David, el rey Ezequías, iba a sobrevivir la guerra para continuar a pastorear al pueblo de Dios.

         Pero hay mucho más a esta profecía.  Hay una descripción que hacía referencia a un descendiente de David mucho más grande que Ezequías: De ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad (Miqueas 5:2).  Y luego nos cuenta más sobre este descendiente de David que a la vez viene de la eternidad: Y él estará, y apacentará con poder de Jehová, con grandeza del nombre de Jehová su Dios, y morarán seguros, porque ahora será engrandecido hasta los fines de la tierra (Miqueas 5:4).  Entonces el remanente temeroso en Jerusalén podría calmarse por fe; a pesar de sus aflicciones, no iba a perecer.  Jehová los iba a proteger y prosperar y más aún, iba a guardar y cumplir su pacto por ellos.  El retrato real del Salmo 72 sería cumplido por un descendiente de entre ellos, un descendiente futuro de David y de Ezequías.

         En el Nuevo Testamento, Mateo nos indica quién es el descendiente de David profetizado por Miqueas: Y tú, Belén, de la tierra de Judá, no eres la más pequeña entre los príncipes de Judá; porque de ti saldrá un guiador, que apacentará a mi pueblo Israel (Mateo 2:6).  Con esta profecía los magos son mandados por Herodes a Belén donde estos príncipes de naciones lejanas se postran y adoran al Rey, sometiéndose a su justicia y presentándole tesoros como un inicio del cumplimiento de las profecías del Salmo 72:8-11.

         Igual como el pequeño remanente del pueblo de Jehová en la época de Miqueas, que no permitamos que las tribulaciones y las amenazas de nuestros enemigos nos quiten la seguridad y el reposo en las promesas sobre nuestro Señor Jesucristo, el que tiene todo poder y autoridad sobre las naciones, el cuya justicia perfecta vamos a disfrutar por completo en su segunda venida.
0 Comentarios

Abdías

12/8/2011

0 Comentarios

 
         “Reprendiste a las naciones, destruiste al malo, borraste el nombre de ellos eternamente y para siempre.  Los enemigos han perecido; han quedado desolados para siempre; y las ciudades que derribaste, su memoria pereció con ellas.  Pero Jehová permanecerá para siempre; ha dispuesto su trono para juicio.  El juzgará al mundo con justicia, y a los pueblos con rectitud.”  (Salmo 9:5-8)

El libro de Abdías nos hace recordar que Jehová es soberano sobre las naciones.

         Si tenemos experiencia con la Biblia, tal vez nos parece común y corriente el concepto de la soberanía de Jehová sobre las naciones.  Pero si paramos para considerar el tema como si nos lo escucháramos por primera vez, podemos reconocer cuán chocante es.

         ¿Qué derecho tienes para decir que tu Dios es mejor que el mío? diría uno.  ¿Cómo puedes pensar que tu Dios tiene potestad sobre el territorio donde reina mi dios? diría otro.  ¡Imaginen cómo reaccionaríamos si escucháramos la declaración de algún fanático extranjero que nos mirara fijamente a la cara, nos señalara con el dedo y nos dijera: Moloc te va a juzgar, oh ________ (ponga aquí el nombre de su lugar de origen); va a derramar el ardor de su ira sobre tus ancianos y tus jóvenes, sobre tus palacios, tu campo y tus ciudades!  No sabríamos si deberíamos enojarnos con él y pegarle hasta que se callara, o burlarnos y reírnos de él, o simplemente callarnos y alejarnos de él por loco.

         Pero así se atreve a anunciar Abdías a un pueblo extranjero, a Edom: que nuestro Dios es el único que existe, y tú tienes que rendirle cuentas a él, y él te va a castigar a tal punto que dejarás de existir como nación.  “Porque cercano está el día de Jehová sobre todas las naciones” – ¡Qué atrevido! – “como tú hiciste se hará contigo” – no por ninguna ley impersonal de retribución, sino por el decreto del Dios nuestro – “tu recompensa volverá sobre tu cabeza” (Abdías 15).

         Y habrá mucho más que la simple retribución por los pecados con que los edomitas han ofendido al Dios de Israel.  “Y subirán salvadores al monte de Sion para juzgar al monte de Esaú; y el reino será de Jehová” (Abdías 21).  ¡Jehová reinará sobre ellos!  ¡Lo más destacado de su territorio se pondrá sumiso delante de Jehová!  Y en vez de reírnos de ese profeta extranjero Abdías o de despedirlo por loco, decimos: ¡Amén!  ¡Es la verdad, la palabra de Dios!

         ¡Qué atrevido el profeta Abdías, y qué atrevidos somos nosotros que lo creemos!  Cuando escuchamos los discursos sobre la tolerancia hacia todas las religiones, cuando nos predican que todas las religiones tienen algo de luz sobre Dios, cuando insisten en que ninguna religión tenga la verdad exclusiva, que nos acordemos que esas teorías no tienen nada que ver con el Dios de la Biblia.  Jehová no es “tolerante” sino único y excelso: ¿A qué, pues, me haréis semejante o me compararéis? dice el Santo (Isaías 40:25).  No ha esparcido su luz entre muchas religiones sino que ha dicho: Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí (Juan 14:6).  Cuando nos quieren convencer del valor de la tolerancia a todas las religiones, que nos acordemos lo que dice Filipenses 2:9-11: Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.

No se olvide del escándalo de que nuestro Dios reina sobre todas las naciones.
0 Comentarios

Ezequiel 15

22/7/2011

0 Comentarios

 
         Ezequiel compara Jerusalén a una vid (o una viña) en varias profecías; la más directa y devastadora es Ezequiel 15.
         El salmista Asaf también hizo la comparación en el Salmo 80 para notar la atención y el poder con que Jehová plantó y prosperó a Israel en la tierra prometida: Hiciste venir una vid de Egipto; echaste las naciones y la plantaste. 
Limpiaste sitio delante de ella, e hiciste arraigar sus raíces, y llenó la tierra (Salmo 80:8-9).  ¡Cuán diferente la condición de la vid ahora!  Antes era el centro de la atención de Jehová; ahora está descuidada, aun hollada: ¿Por qué aportillaste sus vallados, y la vendimian todos los que pasan por el camino? La destroza el
puerco montés, y el bestia del campo la devora (Salmo 80:12-13).  Pero el salmista todavía guarda la esperanza de que Jehová la va a salvar: Oh Dios de los ejércitos, vuelve ahora; mira desde el cielo, y considera, y visita esta viña, la planta que plantó tu diestra, y el renuevo que para ti afirmaste (Salmo 80:14-15).  Aunque quemada por fuego está, y asolada (versículo 16), se mantiene firme en la seguridad de la salvación de Jehová.
         El cantar de Jehová por su viña Israel se encuentra en Isaías 5:1-7.  Esta vez no hay ninguna acusación de descuido de parte de Jehová; en cambio, él da una lista de tareas que cumplió que demuestra su atención y su deseo que produjera bien (Isaías 5:2-4).  La culpa se encuentra en los israelitas, la viña que en vez de producir
obras (o uvas) buenas produjeron obras malas: Esperaba juicio, y he aquí vileza;
justicia, y he aquí clamor (Isaías 5:7).  Por eso anuncia Jehová su juicio que viene para castigar y no malgastar más atención en su vid desobediente (Isaías 5:5-6).
         Ahora en Ezequiel 15 la situación se ha deteriorado aún más.  Ahora no escuchamos de la atención de Jehová en plantar la viña; no se vuelve a acordar de su amor por ella.  Tampoco menciona las uvas que esperaba que produjera. 
Sólo hay un tema de plática: el fuego que la quemará, porque sin mencionar su fruta, ni su madera sirve para nada.  Es completamente inútil, y por eso la viña y aún su tierra serán consumidas.
         De castigo, pero con esperanza todavía (Salmo 80), al anuncio del juicio divino, pero con diálogo todavía (Isaías 5), ahora a la condenación completa (Ezequiel 15): la comparación de Israel con la vid en estos tres pasajes bíblicos nos demuestra el declive de los corazones que se endurecen contra la palabra de Dios, que resisten con tiempo el llamado al arrepentimiento.  Jehová no alarga la hora del castigo para siempre, ni dialoga con un corazón endurecido para siempre.  Los que resisten su palabra serán condenados irremisiblemente.  Mucho mejor es orarle a él en
arrepentimiento en el tiempo en que puede ser hallado (Salmo 32:6).  Mucho mejor es arrepentirse y someterse por fe a Jesucristo, la vid verdadera, el que dijo: el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer (Juan 15:5).
0 Comentarios

    Autor

    Rev. Ken Kytle, pastor de la Iglesia bautista La fe en Cristo cerca de Atlanta, Georgia, EEUU.

    Archivos

    Abril 2014
    Enero 2014
    Noviembre 2013
    Abril 2013
    Marzo 2013
    Enero 2013
    Diciembre 2012
    Noviembre 2012
    Septiembre 2012
    Agosto 2012
    Julio 2012
    Junio 2012
    Mayo 2012
    Abril 2012
    Marzo 2012
    Febrero 2012
    Enero 2012
    Diciembre 2011
    Noviembre 2011
    Octubre 2011
    Septiembre 2011
    Agosto 2011
    Julio 2011

    Categorías

    Todo
    1 Corintios
    1 Crónicas
    1 Juan
    1 Reyes
    1 Samuel
    1 Tesalonicenses
    1 Timoteo
    20 Unidades
    2 Corintios
    2 Crónicas
    2 Pedro
    2 Reyes
    2 Samuel
    2 Tesalonicenses
    2 Timoteo
    Abdías
    Amós
    Apocalipsis
    Colosenses
    Daniel
    Deuteronomio
    Efesios
    Esdras
    Ester
    Éxodo
    Ezequiel
    Filemón
    Filipenses
    Gálatas
    General
    Génesis
    Habacuc
    Hageo
    Hebreos
    Hechos
    Isaías
    Jeremías
    Job
    Joel
    Jonás
    Josué
    Juan
    Jueces
    Lamentaciones
    Levítico
    Lucas
    Malaquías
    Marcos
    Mateo
    Miqueas
    Nahum
    Nehemias
    Números
    Oseas
    Proverbios
    Romanos
    Rut
    Salmos
    Santiago
    Sofonías
    Tito
    Zacarías

    Canal RSS

Con tecnología de Crea tu propio sitio web con las plantillas personalizables.