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Amós 5 - 9

27/8/2012

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         En resumen: En medio de profecías fuertes del juicio destructor sobre Israel, Jehová por su gracia todavía le llama a su pueblo a arrepentirse para encontrar vida.  Pero al arrepentirse, su pueblo tiene que desconfiar en el refugio de su religión falsa y su seguridad económica.  Tiene que confiar en Jehová que les prepara una nueva tierra no contaminada por sus pecados.
         En más detalle: La lectura para hoy empieza con una declaración de la seguridad del juicio venidero de Jehová: Cayó la virgen de Israel, y no podrá levantarse ya más; fue dejada sobre su tierra, no hay quien la levante (Amós 5:2).  Jehová va a poner la bendición de la multiplicación de los descendientes de Abraham al revés: La ciudad que salga con mil, volverá con ciento, y la que salga con ciento volverá con diez, en la casa de Israel (Amós 5:3). Pero aún en medio del juicio seguro, Jehová le llama a un remanente que encuentre la salvación en Él: Pero así dice Jehová a la casa de Israel: Buscadme, y viviréis (Amós 5:4).
         No va a encontrar el refugio en la religión falsa que levantó Jeroboam a Jehová: No busquéis a Bet-el, ni entréis en Gilgal, ni paséis a Beerseba; porque Gilgal será llevada en cautiverio, y Bet-el será deshecha.  Buscad a Jehová, y vivid; no sea que acometa como fuego a la casa de José y la consuma, sin haber en Bet-el quien lo apague (Amós 5:5-6).  En cambio, en su gracia inmensa, Jehová les llama a los adoradores del culto falso a encontrar la salvación en Él.  Extiende su gracia a los injustos también, que se arrepientan y encuentren el perdón del verdadero Justo y que anden en la bendición de la sumisión a Él: Los que convertís en ajenjo el juicio, y la justicia la echáis por la tierra, buscad al que hace las Pléyades y el Orión, y vuelve las tinieblas en mañana, y hace oscurecer el día como noche; el que llama a las aguas del mar, y las derrama sobre la faz de la tierra; Jehová es su nombre (Amós 5:7-8).
         No van a encontrar refugio en las defensas que han construido ni en las riquezas que han acumulado porque Jehová: da esfuerzo al despojador sobre el fuerte, y hace que el despojador venga sobre la fortaleza (Amós 5:9).  Tienen que arrepentirse de su rechazo del mensaje profético: Ellos aborrecieron al reprensor en la puerta de la ciudad, y al que hablaba lo recto abominaron (Amós 5:10). 
Tienen que arrepentirse de sus injusticias que ofrecen una prosperidad efímera: Por tanto, puesto que vejáis al pobre y recibís de él carga de trigo, edificasteis casas de piedra labrada, mas no las habitaréis; plantasteis hermosas viñas, mas no beberéis el vino de ellas.  Porque yo sé de vuestras muchas rebeliones, y de vuestros grandes pecados; sé que afligís al justo, y recibís cohecho, y en los tribunales hacéis perder su causa a los pobres (Amós 5:11-12).  Aunque ya no escuchan la reprensión en público (Amós 5:13), es urgente que se arrepientan; Jehová les extiende ahora mismo el perdón: Buscad lo bueno, y no lo malo, para que viváis; porque así Jehová Dios de los ejércitos estará con vosotros, como decís. 
Aborreced el mal, y amad el bien, y estableced la justicia en juicio; quizá Jehová Dios de los ejércitos tendrá piedad del remanente de José (Amós 5:14-15).
         Tampoco pueden encontrar refugio en la multitud de sus ofrendas: Aborrecí, abominé vuestras solemnidades, y no me complaceré en vuestras asambleas.  Y si me ofreciereis vuestros holocaustos y vuestras ofrendas, no los recibiré, ni miraré a las ofrendas de paz de vuestros animales engordados. Quitad de mí la multitud de tus cantares, pues no escucharé las salmodias de tus instrumentos (Amós 5:21-23). La multitud de actos religiosos y ofrendas no valen nada en comparación con el arrepentimiento: Pero corra el juicio como las aguas, y la justicia como impetuoso arroyo (Amós 5:24).  Ni el testimonio de la devoción pasada puede quitar la necesidad del arrepentimiento hoy – el pecado obstinado hoy corrompe la devoción pasada: ¿Me ofrecisteis sacrificios y ofrendas en el desierto en cuarenta años, oh casa de Israel?  Antes bien, llevabais el tabernáculo de vuestro Moloc y Quiún, ídolos vuestros, la estrella de vuestros dioses que os hicisteis (Amós 5:25-26).  Les urge arrepentirse inmediatamente porque el Juez y General de las tropas del juicio está a la puerta: Os haré, pues, transportar más allá de Damasco, ha dicho Jehová, cuyo nombre es Dios de los ejércitos (Amós 5:27).
         La grandeza de su civilización no ofrece refugio contra el día del juicio: Abomino la grandeza de Jacob, y aborrezco sus palacios; y entregaré al enemigo la ciudad y cuanto hay en ella (Amós 6:8).  No habrá lugar para esconderse de su alcance: Acontecerá que si diez hombres quedaren en una casa, morirán (Amós 6:9).  Pero todavía los rebeldes mantendrán su endurecimiento contra Dios:
Calla, porque no podemos mencionar el nombre de Jehová (Amós 6:10).  Mejor es reconocer los pecados de una vez y rehusar la confianza en sus propias fuerzas que sólo pueden lograr la vanidad (Amós 6:12-13).  De nuevo, el Juez está a la puerta: Pues he aquí, oh casa de Israel, dice Jehová Dios de los ejércitos, levantaré yo sobre vosotros a una nación que os oprimirá desde la entrada de Hamat hasta el arroyo del Arabá (Amós 6:14).
         Después siguen cinco visiones que urgen el arrepentimiento.  En la primera, langostas amenazan la cosecha – pero a la intercesión del profeta, Jehová no las manda (Amós 7:1-3).  En la segunda, un incendio amenaza a Israel – pero otra vez, Jehová no lo manda por la intercesión del profeta (Amós 7:4-6).  En la tercera, el juicio de Jehová se va a derramar sobre Israel por sus lugares altos y su rey (Amós 7:7-9).  En vez de la intercesión de Amós, el sacerdote Amasías del altar falso en   Bet-el intercede al rey Jeroboam para hacer callar al profeta de Jehová (Amós
7:10-13).  Por tal acción, Amasías ha asegurado su parte entre los exiliados, no en el remanente (Amós 7:17).
         En la cuarta visión, un canastillo de fruta de verano demuestra que se ha madurado el juicio contra el pueblo de Israel (Amós 8:1-2).  Por no arrepentirse de sus injusticias económicas, Israel padecerá el juicio divino y también de algo que disfruta durante el ministerio de Amós: He aquí vienen días, dice Jehová el Señor, en los cuales enviaré hambre a la tierra, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la palabra de Jehová (Amós 8:11).
         En la quinta visión, Jehová anuncia su juicio inescapable (Amós 9:1-4).  Pero en medio del juicio se manifestará la gracia de su salvación del remanente: He aquí los ojos de Jehová el Señor están contra el reino pecador, y yo lo asolaré de la faz de la tierra; mas no destruiré del todo la casa de Jacob, dice Jehová (Amós 9:8).  Aunque su pueblo será zarandeado como el trigo, Jehová salvará a un remanente que disfrutará la heredad de más que la tierra prometida, una heredad que se extiende hasta el límite de las naciones: Yo levantaré el tabernáculo caído de David, y cerraré sus portillos y levantaré sus ruinas, y lo edificaré como en el tiempo pasado; para que aquellos sobre los cuales es invocado mi nombre poseen el resto de Edom, y a todas las naciones, dice Jehová que hace esto (Amós 9:11-12).  Van a
disfrutar la prosperidad a niveles nunca experimentados antes, la producción
terrenal liberada de los límites del tiempo: He aquí vienen días, dice Jehová,
en que el que ara alcanzará al segador, y el pisador de las uvas al que lleve la simiente; y los montes destilarán mosto, y todos los collados se derretirán (Amós 9:13).  Allá su remanente trabajará y comerá en justicia: Traeré del cautiverio a mi pueblo Israel, y edificarán ellos las ciudades asoladas, y las habitarán; plantarán viñas, y beberán el vino de ellas, y harán huertos, y comerán el fruto de ellos (Amós
9:14).  Van a disfrutar la seguridad verdadera – no la falsa que viene por acumular bienes materiales en avaricia y el deseo de cumplir placeres sino la verdadera que provee Jehová: Los plantaré sobre su tierra, y nunca más serán arrancados de su tierra que yo les di, ha dicho Jehová Dios tuyo (Amós 9:15).
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Amós 1 - 4 y Salmo 12

26/8/2012

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         En resumen: Con las profecías de Amós, volvemos a la época antes del profeta Isaías para escuchar el juicio justo de Jehová contra los pecados de Israel, Judá y las naciones alrededor.  Jehová no hace acepción de personas sino que juzga a todos, aún a su pueblo escogido, en justicia.
         En más detalle: Empezamos con la introducción al profeta Amós: Uno de los pastores de Tecoa, que profetizó acerca de Israel en días de Uzías, rey de Judá y en días de Jeroboam hijo de Joás, rey de Israel, dos años antes del terremoto (Amós 1:1).  Tecoa se encuentra en el territorio de Judá, a 16 kilómetros al sur de Jerusalén y unos 9 kilómetros al sur de Belén.  Aunque es del reino de Judá, sus profecías son dirigidas principalmente a sus hermanos en el territorio norte de la tierra prometida.  Viven en una época de prosperidad bajo el largo reinado de Jeroboam II, un rey que a pesar de su idolatría contra Jehová, disfruta un avivamiento en
poder y la estabilidad por la misericordia de Jehová: Porque Jehová miró la muy
amarga aflicción de Israel; que no había siervo ni libre, ni quien diese ayuda a Israel; y Jehová no había determinado raer el nombre de Israel de debajo del cielo; por tanto, los salvó por mano de Jeroboam hijo de Joás (2 Reyes 14:26-27).  Es la misma época en que profetiza Jonás (2 Reyes 14:25) y casi una generación antes de las profecías de Isaías.  Según la arqueología, el terremoto probablemente ocurrió por el año 760 a.C. (Niehaus, Jeff; “Amos” en McComiskey, Thomas Edward, ed.; The Minor Prophets: An Exegetical and  Expository Commentary.  1998, Grand Rapids, MI: Baker Academic, pág. 336).  Fue tan memorable que siglos después, aún después del exilio, el profeta Zacarías pudo hacer referencia al mismo: Huiréis de la manera que huisteis por causa del terremoto en los días de Urías rey de Judá (Zacarías 14:5).
         En términos de catástrofe que habrá entendido cualquier persona que sabe de la vida pastoral tan común en Israel en esa época, inmediatamente anuncia profecías que inspiran el terror: Jehová rugirá desde Sion, y dará su voz desde Jerusalén, y los campos de los pastores se enlutarán, y se secará la cumbre del Carmelo (Amós 1:2).  Pero al principio las profecías amenazan a los enemigos de Israel, a los que lo han tratado injustamente: Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Damasco, y por el cuarto, no revocaré su castigo; porque trillaron a Galaad con
trillos de hierro (Amós 1:3).  Por la crueldad militar de los sirios contra la provincia israelita de Galaad, Jehová va a consumir hasta la casa real en Damasco: Prenderé fuego en la casa de Hazael, y consumirá los palacios de Ben-adad (Amós 1:4).  ¡Con qué satisfacción habrán escuchado los israelitas del juicio de Jehová sobre sus viejos enemigos!  Su juicio sacudirá toda la seguridad siria: Y quebraré los cerrojos de Damasco, y destruiré a los moradores del valle de Avén, y los gobernadores de
Bet-edén; y el pueblo de Siria será transportado a Kir, dice Jehová (Amós 1:5).  ¡Con qué gusto habrán escuchado los israelitas que sus enemigos serían derrotados y exiliados para no molestarlos más!
         Jehová continúa su denuncio a los enemigos de Israel por señalar a sus viejos enemigos del suroeste: Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Gaza, y por el cuarto, no revocaré su castigo (Amós 1:6).  Otra vez el motivo del castigo es la crueldad militar cometida contra el pueblo de Jehová: Porque llevó cautivo a todo un pueblo para entregarlo a Edom (Amós 1:6).  Por esta ofensa, las ciudades filisteas caerán una por una delante de Jehová (Amós 1:7-8).  ¡Qué buenas noticias son la fidelidad protectora de Jehová por su pueblo para castigar completamente y por fin a sus enemigos!
         Ahora el blanco de la ira de Jehová se pone al noroeste de Israel: Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Tiro, y por el cuarto, no revocaré su castigo (Amós 1:9). 
Otra vez es por una crueldad excesiva contra el pueblo de Jehová: Porque entregaron a todo un pueblo cautivo a Edom, y no se acordaron del pacto de
hermanos (Amós 1:9).  Por eso la ciudad orgullosa y protegida por el mar será devastada (Amós 1:10).  ¡No se puede cometer injusticias contra el pueblo de Jehová sin sufrir las consecuencias!
         Ahora Jehová pone su atención al sudeste lejano de la tierra prometida: Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Edom, y por el cuarto, no revocaré su castigo; porque persiguió a espada a su hermano, y violó todo afecto natural; y en su furor le ha robado siempre, y perpetuamente ha guardado el rencor (Amós 1:11).  Por causa de su enemistad y rencor contra sus hermanos los israelitas, serán borrados como los demás enemigos de Jehová (Amós 1:12).
         Luego el blanco de la ira de Jehová cambia al este: Por tres pecados de los hijos de Amón, y por el cuarto, no revocaré su castigo (Amós 1:13).  De nuevo sobresale una crueldad militar contra el pueblo de Israel, una que no va a tolerar Jehová y
que clama por la llegada de su justicia: Porque para ensanchar sus tierras abrieron a las mujeres de Galaad que estaban encintas (Amós 1:13).  La nación que quería ensanchar sus tierras se quedará sin autoridad en las suyas: Encenderé fuego en el muro de Rabá, y consumirá sus palacios con estruendo en el día de la batalla, con tempestad en día tempestuoso; y su rey irá en cautiverio, él y todos sus príncipes, dice Jehová (Amós 1:14-15).  Y continúa el juicio otra nación vecina al sudeste: Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Moab, y por el cuarto, no revocaré su castigo; porque quemó los huesos del rey de Edom hasta calcinarlos (Amós 2:1).  En su soberanía sobre todas las naciones, Jehová castigará aún la crueldad y el rechazo que no se cometió contra su pueblo escogido sino contra la integridad real de los vecinos: Prenderé fuego en Moab, y consumirá los palacios de Queriot; y morirá Moab con tumulto, con estrépito y sonido de trompeta (Amós 2:2).  Por su ofensa a la casa real legítima de sus vecinos, sufrirán la pérdida de su propia autoridad: Y quitaré el juez de en medio de él, y mataré con él a todos sus príncipes, dice Jehová (Amós 2:3).
         Hasta el momento, el oyente israelita tiene que estar muy satisfecho con las profecías de Amós – ¡Jehová ruge en juicio justo contra todos sus enemigos!  Aún toca a sus parientes al sur, al reino de Judá, contra quienes los israelitas del norte
ganaron una batalla decisiva en la generación previa (2 Crónicas 25:17-24): Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Judá, y por el cuarto, no revocaré su castigo (Amós 2:4).  La ofensa por la cual son juzgados no es ninguna crueldad militar sino el descuido de la ley: Porque menospreciaron la ley de Jehová, y no guardaron sus ordenanzas, y les hicieron errar sus mentiras, en pos de los cuales anduvieron sus padres (Amós 2:4).  Y la ofensa es tan severa que aún perderá la casa real la autoridad para reinar sobre su nación: Prenderé, por tanto, fuego en Judá, el cual consumirá los palacios de Jerusalén (Amós 2:5).
         ¿Habrán celebrado los oyentes israelitas el juicio anunciado contra sus parientes al sur?  Ya no se trata de ninguna crueldad militar contra el pueblo de Jehová, sino el juicio por un pecado del cual son culpables también. Y por eso no necesitan esperar mucho tiempo para escuchar el rugido de Jehová contra ellos mismos: Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Israel, y por el cuarto, no revocaré su castigo (Amós 2:6).  ¡Igual como las naciones paganas, Israel va a caer bajo el juicio justo de Jehová!  Han cometido crueldades contra el pueblo escogido también – no crueldades militares sino económicas: Porque vendieron por dinero al justo, y al pobre por un par de zapatos (Amós 2:6).  La crueldad contra el pueblo
de Jehová se ha manifestado económica, sexual y religiosamente en el afán por
sus propios placeres (Amós 2:7-8).
         La ofensa se hace más grave porque se ha cometido en el trasfondo de la misericordia continua de Jehová, desde la redención en Egipto hasta la conquista de la tierra prometida (Amós 2:9-10) y en levantar a sus portavoces los profetas y los ejemplos de la vida entregada a Jehová, los nazareos (Amós 2:11; véase también Números 6:1-21).  Mas vosotros disteis a beber vino a los nazareos, y a los profetas
mandasteis diciendo: No profeticéis (Amós 2:12).  Deseaban apagar toda palabra y ejemplo de Jehová para poder seguir desenfrenadamente la opresión y la entrega a sus placeres.  Por eso el juicio justo de Jehová los va a apretar (Amós 2:13-16).  Como vemos, Jehová no hace acepción de personas; tiene que castigar la injusticia, si se encuentra en Damasco, en Jerusalén o en Samaria.
         Este tema se subraya en Amós 3, dirigido al Israel que ha abandonado el caminar en comunión con Jehová que sus padres practicaron.  Por eso ha mandado a su profeta Amós para que los denuncie (Amós 3:1-3).  Igual como el león en la selva no rugiría sin haber presa, el profeta de Jehová no hablaría sin su revelación (Amós 3:4, 7-8).  Es decir, el juicio que anuncia Amós tiene razón y motivo.  Y la profecía del juicio de Jehová será un ejemplo para todos los vecinos del pago divino por la injusticia (Amós 3:9-10).  Un enemigo vendrá por todos lados de la tierra, y derribará tu fortaleza, y tus palacios serán saqueados (Amós 3:11).  Todo lo que han ganado por su injusticia se perderá, a tal punto que cualquier rescate parecerá inútil: De la manera que el pastor libra de la boca del león dos piernas, o la punta de una oreja, así escaparán los hijos de Israel que moran en Samaria en el rincón de una cama, y al lado de un lecho (Amós 3:12).  No escapará el valiente por su fuerza
sino el escondido.  Y al fondo de este juicio está, como vimos tantas veces en 2 Reyes, el pecado de Jeroboam I en establecer el culto falso a Jehová en Bet-el y Dan: Que el día que castigue las rebeliones de Israel, castigaré también los altares de Bet-el; y serán cortados los cuernos del altar, y caerán a tierra (Amós 3:14).
         Amós 4 continúa en profecía contra las mujeres en Samaria (llamadas “vacas de Basán” en 4:1) que ponen en práctica los pecados denunciados en capítulo 3. 
Practican una religiosidad exagerada en el falso culto de Bet-el hasta el punto de traer sus diezmos cada tres días, de ofrecer pan leudado y de exigir ofrendas que deben ser voluntarias (Amós 4:4-5).  Pero esta religiosidad no convence al Dios que ve su práctica de la opresión económica y su afán por los placeres (Amós 4:1); serán llevadas como las vacas que son, pero al exilio por sus opresores más crueles, los asirios (Amós 4:2-3).
         Los pecados de Israel se ponen más asombrosos cuando uno los reconoce al lado de los castigos de Jehová que han provocado.  Los dientes están limpios por falta de comida, pero no vuelven a Jehová (Amós 4:6). Les ha castigado con sequía, plaga, muerte y fuego, pero no se arrepienten.  Por eso les llama a la corte divina: Prepárate para venir al encuentro de tu Dios, oh Israel (Amós 4:12).
         ¿Estamos listos para presentarnos delante del tribunal divino?  ¿Aceptará Jehová las excusas que ponemos para negar o endulzar nuestros pecados?  ¿En dónde tenemos refugio del Juez que ve todos nuestros pecados claramente?
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Amós 4

11/8/2011

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         En Amós 4 podemos ver algunos de los frutos de la religión falsa, los frutos que aparecen cuando un pueblo se refugia en los ritos de la religión sin el verdadero reconocimiento del pecado.

         Amos 4 empieza con una reprensión a las mujeres de la sociedad alta de Samaria a quienes llama “vacas de Basán” en 4:1 por ser consentidas y engordadas en la prosperidad como los animales en esa región en la época bíblica.  Su consentimiento se logra a expensas de los necesitados y por invitar a sus esposos a participar en su ocio y la vergüenza.  Les falta el reconocimiento del día de juicio, el día cuando tendrán que rendir cuentas por su pecado y su tratamiento de los necesitados.  Jehová les revela a las israelitas que serán tratadas como animales cuando llegue ese día, por el juicio divino por parte de los asirios que en realidad practicaban la tortura a los cautivos en guerra descrita en 4:2.  Por el ejemplo de las israelitas vamos a identificar el primer fruto de la religión falsa: el no mencionar, ni predicar, ni vivir en reconocimiento del juicio divino.

         Mientras tanto, las israelitas y sus esposos continúan sus prácticas religiosas que son identificados con Jehová por nombre solamente.  En Amós 4:4 van a Bet-el, el sitio donde Jacob soñó con la escalera entre el cielo y la tierra (Génesis 28:10-22) y donde regresó muchos años después para agradecer a Jehová y dirigir a su familia en adoración (Génesis 35:1-15).  A pesar de estas credenciales religiosas, Jehová nunca les dirigió a sus descendientes que lo adoraran en ese sitio.  Cuando el reino unido se dividió, Jeroboam puso un becerro de oro en Bet-el para que Israel no fuera al templo en Jerusalén más para adorar (1 Reyes 12:26-33).  Por eso, la supuesta adoración de los israelitas en Bet-el es en realidad otra ofensa más a Jehová.  Pero como no desean cambiar sus tradiciones falsas, antes bien desean practicarlas con más fervor, Jehová con sarcasmo les invita: Id a Bet-el, y prevaricad (Amós 4:4); les invita a que aumenten la condenación que les espera.  El segundo fruto de la religión falsa: su adoración enfoca en las tradiciones de los hombres, no en los mandamientos de Dios.

         Más adelante en Amós 4:4 vemos que igual condenación les espera en Gilgal, el lugar donde los israelitas entraron en la tierra prometida del desierto, levantaron las 12 piedras por memorial al milagro de cruzar el río Jordán, se circuncidaron y celebraron la primera Pascua en su nueva heredad (Josué 4:1 – 5:12).  Pero no tienen corazones circuncidados como sus antepasados que entraron por fe bajo Josué; por eso reciben otra invitación sarcástica: Aumentad en Gilgal la rebelión (Amós 4:4).  Por un lado el reino de Israel demuestra un gran afán por las cosas de Dios.  Por ejemplo, la ley pidió que presentaran el diezmo una vez cada tres años (Deuteronomio 14:28); ellos lo presentan cada tres días (Amós 4:4).  Pero por otro lado, todas sus ofrendas son como ellos quieren, no como Jehová les ha mandado (Amós 4:5).  Y en esto está la ofensa.  La adoración consiste no en lo que uno quiere ofrendar a Jehová, sino en lo que Jehová nos ha pedido.  Hay oportunidad por las ofrendas voluntarias, pero sólo cuando las involuntarias se han cumplido.  Y como evidencia de que los israelitas se han alejado muy lejos de los mandamientos de Jehová por la adoración, note que en la multiplicación de sus ofrendas, no se menciona ni una por el pecado (Amós 4:4-5).  Así vemos el tercer fruto de la religión falsa: mucha adoración y ofrendas pero sin ninguna mención de la sangre por el perdón de pecados.

         Jehová intentó a llamarles la atención a sus pecados de muchas formas diferentes en Amós 4:6-11, pero ningún efecto tuvo: No os volvisteis a mí (Amós 4:6, 8, 9, 10, 11).  La historia del reino de Israel según Jehová en estos versículos es muy diferente de la historia que habrían narrado los israelitas.  Imagino que ellos habrían narrado sus victorias, su prosperidad, su religiosidad… Jehová en cambio pone en lista sus derrotas y sus castigos que evitan a mirar para no tener que pensar en sus pecados.  El cuarto fruto de la religión falsa: la narración de su historia o su testimonio personal sin mencionar ni el pecado ni el arrepentimiento.

         Entonces, Israel va a tener un encuentro con Jehová.  No será como el encuentro que esperaban por sus ofrendas y alabanzas abundantes en Bet-el o en Gilgal, sino un encuentro verdadero con Jehová de los ejércitos que viene para juzgar (Amós 4:12-13).  Los resultados de este encuentro explica Jehová en Amós 5:1-3.

         Aunque son del Antiguo Testamento, estos versículos tienen una aplicación a la adoración en nuestras iglesias cristianas hoy.  ¿A quién adoramos en realidad en la multitud de nuestros cánticos y ofrendas?  ¿Un dios de nuestra fabricación, que existe sólo para consentirnos y enseñarnos a superar todas nuestras fallas como nosotros las definimos?  ¿O el Dios viviente que se reveló en la Biblia, el que no tolera el pecado y viene para juzgar a los pecadores, entre quienes estaremos todos si no nos arrepentimos y confiamos únicamente en su Hijo Jesucristo, el que nos demostró el verdadero amor, no por consentirnos sino por derramar su sangre y morir en propiciación de la ira justa de Dios por nuestros pecados?  ¿Adoramos al Dios verdadero, el Dios que juzga el pecado y salva por la sangre de nuestro Redentor, o como los israelitas reprendidos por Amós, adoramos sólo una fabricación de nuestros impulsos religiosos?
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Amós 1 - 2

10/8/2011

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         Cuando Amós empezó a predicar en el reino de Israel en los días de Jeroboam hijo de Joás, seguramente sus oyentes lo escucharon con entusiasmo: Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Damasco, y por el cuarto, no revocaré su castigo (Amós 1:3).  Amós lo denuncia en voz alta por su ofensa contra Jehová y declara la condenación que rápidamente viene (Amós 1:3-5).  Damasco es la capital de sus enemigos al norte, los sirios.  Podemos imaginar que cuando el público se dio cuenta de que Jehová iba a castigar a sus enemigos, algunos empezaron a celebrar: ¡La gloria sea a Jehová!  ¡Nuestros enemigos serán quebrados!

         Amós continúa por denunciar a sus enemigos al suroeste: Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Gaza, y por el cuarto, no revocaré su castigo (Amós 1:6).  Otra vez lo denuncia por su ofensa contra Jehová y declara la condenación que alcanzará todas las ciudades principales de los filisteos (Amós 1:7-8).  ¡Jehová va a destruir a otro enemigo de Israel!  ¡La gloria sea a su nombre!

         La palabra de Jehová ahora pone el blanco de su condenación a los enemigos al noroeste de Israel: Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Tiro, y por el cuarto, no revocaré su castigo (Amós 1:9).  Declara Jehová que esta ciudad orgullosa y protegida por el mar será consumida por fuego (Amós 1:10).  ¡No hay ningún dios como nuestro Dios, Jehová!

         Ahora pone su atención al este de la tierra prometida: Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Edom, y por el cuarto, no revocaré su castigo (Amós 1:11).  Y así continúa la denuncia de todos los vecinos enemigos de Israel, poniendo en su blanco a los amonitas y los moabitas también (Amós 1:13 – 2:3).  ¡Qué maravilloso es el juicio de Jehová, que por fin va a darles el castigo merecido a todos nuestros enemigos!

         Amós también denuncia a sus hermanos del sur, al pueblo de Judá: Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Judá, y por el cuarto, no revocaré su castigo (Amós 2:4).  ¡Jehová prenderá fuego a Judá que consumirá los palacios de Jerusalén! (Amós 2:5)  ¡Impresionante!  Son hermanos de carne y sangre, pero muchas veces hay tanta competencia y menosprecio con ellos que los israelitas prefieren estar en liga con los enemigos sirios contra sus hermanos de Judá.  Seguramente merecen su castigo.  ¡Aleluya! ¡Gloria sea a Jehová!

         Pero la denuncia de Jehová no ha terminado todavía; pone su blanco… ¡en todos los que escuchan a Amós!  Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Israel, y por el cuarto, no revocaré su castigo (Amós 2:6).  La denuncia más larga y detallada ha reservado Jehová por el pueblo que le está escuchando (Amós 2:6-16).  Demudan los rostros; se callan las aleluyas.  La justicia de Jehová revela que su pueblo peca tanto o más que sus vecinos paganos, y no van a escapar su juicio.

         Que al pueblo de Dios nunca se le olvida que Él no hace acepción de personas.  Tiene que castigar el pecado adonde sea que se encuentre, y ninguno puede pensar que simplemente por identificarse con su nombre tenga un escudo eficaz contra el juicio.  Como veremos en el resto del libro de Amós, la verdadera religión es mucho más que la participación en los ritos y la identificación con un nombre.  Y en esto el profeta Amós se encuentra completamente de acuerdo con el Señor Jesucristo que dijo: No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos (Mateo 7:21).
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    Autor

    Rev. Ken Kytle, pastor de la Iglesia bautista La fe en Cristo cerca de Atlanta, Georgia, EEUU.

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