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Isaías 24 - 27

30/6/2012

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         En resumen: Isaías mira hacia el futuro y se maravilla del juicio de Jehová sobre dos ciudades: una mundana que cae bajo el ardor de su ira, y el monte santo en Jerusalén donde va a reunir a su remanente paciente y fiel y donde recibirá su adoración.
         En más detalle: Isaías 24 anuncia el juicio completo de Jehová de toda la tierra.  Declara la razón por su destrucción: La tierra se contaminó bajo sus moradores; porque traspasaron las leyes, falsearon el derecho, quebrantaron el pacto sempiterno.  Por esta causa la maldición consumió la tierra, y sus moradores fueron asolados (Isaías 24:5-6).  Como el pecado continuo de los cananeos en los primeros libros de la Biblia contaminó su tierra y causó que la santidad de Jehová trajera a los israelitas en Deuteronomio y Josué para echarlos de Canaán, así el pecado continuo en todo el mundo provoca el furor de la ira justa de Jehová para que juzgue la tierra, representada por una ciudad: La ciudad quedó desolada, y con ruina fue derribada la puerta (Isaías 24:12).
         En medio de los horrores del juicio, de repente hay gritos de alegría – por el remanente de Jehová: Porque así será en medio de la tierra, en medio de los pueblos, como olivo sacudido, como rebuscos después de la vendimia.  Estos alzarán su voz, cantarán gozosos por la grandeza de Jehová (Isaías 24:13-14).  Le glorifican a Jehová porque es justo (Isaías 24:16).  E igual de rápido, vuelven los lamentos de la ciudad injusta destruida (Isaías 24:16-22).  El último versículo del capítulo capta bien el contraste entre el terror del juicio y el gozo de la salvación: La luna se avergonzará, y el sol se confundirá, cuando Jehová de los ejércitos reine en el monte de Sion y en Jerusalén, y delante de sus ancianos sea glorioso (Isaías 24:23).
         De acuerdo con este contraste, Isaías 25 se transforma en un salmo de adoración.  Alaba a Jehová por su justicia: Convertiste la ciudad en montón, la ciudad fortificada en ruina; el alcázar de los extraños para que no sea ciudad, ni nunca jamás sea reedificado…  Fuiste fortaleza al pobre, fortaleza al menesteroso en su aflicción, refugio contra el turbión, sombra contra el calor; porque el ímpetu de los violentos es como turbión contra el muro (Isaías 25:2, 4).  Anuncia las buenas noticias de la justicia de Jehová aún contra la muerte: Destruirá la muerte para siempre; y enjugará Jehová el Señor toda lágrima de todos los rostros; y quitará la afrenta de su pueblo de toda la tierra; porque Jehová lo ha dicho (Isaías 25:8).  Por eso, además de por la justicia, le alaba por su salvación: Se dirá en aquel día: He
aquí, éste es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará; éste es Jehová a quien hemos esperado, nos gozaremos y nos alegraremos en su salvación (Isaías 25:9).  Pero los que andan en la soberbia, en cambio, no disfrutará esta redención: Abatirá la fortaleza de tus altos muros; la humillará y la echará a tierra, hasta el polvo (Isaías 25:12).
         En vez de la ciudad altiva destruida por la ira justa de Jehová, el remanente fiel tiene una ciudad segura construida por Dios: En aquel día cantarán este cántico en tierra de Judá: Fuerte ciudad tenemos; salvación puso Dios por muros y antemuro.  Abrid las puertas, y entrará la gente justa, guardadora de verdades (Isaías 26:1-2).  Isaías 26 alaba a Jehová por su perseverancia, y así anima al creyente fiel que sufre por tribulaciones hoy: Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado.  Confiad en Jehová perpetuamente, porque en Jehová el Señor está la fortaleza de los siglos (Isaías 26:3-4).  De nuevo, la seguridad de esta salvación gloriosa se encuentra en uno de los atributos divinos que más se destaca en la Biblia – en la justicia de Jehová: Porque derribó a los que moraban en lugar sublime; humilló a la ciudad exaltada, la humilló hasta la tierra, la derribó hasta el polvo (Isaías 26:5).  El remanente fiel simplemente disfruta la victoria que ha ganado Jehová en su justicia: La hollará pie, los pies del afligido, los pasos de los menesterosos (Isaías 26:6).
         Isaías anima al remanente fiel por retratarle la perseverancia por fe en contraste con el fin de los injustos: Jehová, tu mano está alzada, pero ellos [los malvados] no ven; verán al fin, y se avergonzarán los que envidian a tu pueblo; y a tus enemigos fuego los consumirá (Isaías 26:11).  Anda, pueblo mío, entra en tus
aposentos, cierra tras ti tus puertas; escóndete un poquito, por un momento, en
tanto que pasa la indignación.  Porque he aquí que Jehová sale de su lugar para castigar al morador de la tierra por su maldad contra él (Isaías 26:20-21).
         ¿Se acuerda del juicio que Jehová declaró contra Israel y Judá por la parábola de la viña en Isaías 5? Vuelva a leerla rápidamente en Isaías 5:1-4.  Acuérdese del juicio declarado después: Os mostraré, pues, ahora lo que haré yo a mi viña: Le quitaré su vallado, y será consumida; aportillaré su cerca, y será hollada.  Haré que
quede desierta; no será podada ni cavada, y crecerán el cardo y los espinos; y aun a las nubes mandaré que no derramen lluvia sobre ella (Isaías 5:5-6).  Ahora en Isaías 27, Jehová extiende la visión de la viña para incluir su gracia al remanente: Yo Jehová la guardo, cada momento la regaré; la guardaré de noche y de día, para que nadie la dañe (Isaías 27:3).  Días vendrán cuando Jacob echará raíces, florecerá y echará renuevos Israel, y la faz del mundo llenará de fruto (Isaías 27:6).  Todavía viene el día de juicio contra la viña anunciado en Isaías 5: La ciudad fortificada
será desolada, la ciudad habitada será abandonada y dejada como un desierto;
allí pastará el becerro, allí tendrá su majada, y acabará sus ramas… porque aquel no es pueblo de entendimiento; por tanto, su Hacedor no tendrá de él misericordia, ni se compadecerá de él el que lo formó (Isaías 27:10, 11).  Pero también se pondrá en evidencia la gracia de Jehová a su remanente fiel: Acontecerá en aquel día, que trillará Jehová desde el río Éufrates hasta el torrente de Egipto, y vosotros, hijos de Israel, seréis reunidos uno a uno.  Acontecerá también en aquel día, que se tocará con gran trompeta, y vendrán los que habían sido esparcidos en la tierra de Asiria, y los que habían sido desterrados a Egipto, y adorarán a Jehová en el monte santo, en Jerusalén (Isaías 27:12-13).
         Si Isaías 21 – 23 retrata en colores oscuros las consecuencias amargas de depender en el poder de las naciones, Isaías 24 – 27 brilla en colores vibrantes al
retratar a Jehová el Justo, el que juzga a las naciones y salva a su pueblo humilde.
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Isaías 21 - 23

29/6/2012

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         En resumen: Isaías 21 – 23 incluye algunas de las profecías más oscuras de todo el libro.  Pero todavía hay esperanza en Jehová.
         En más detalle: Isaías 21:1 se identifica como: Profecía sobre el desierto del mar.  Versículo 9 nos sorprende cuando identifica con más precisión ese desierto – la gran ciudad de Babilonia, ahora destruida: Cayó, cayó Babilonia; y todos los ídolos de sus dioses quebrantó en tierra (Isaías 21:9).  El horror que expresan los versículos en medio no son para advertirles a los caldeos de su destrucción venidera; son para el pueblo de Israel, para que no pongan la esperanza en la Babilonia de fuerza aparentemente en crecimiento, en la Babilonia que se presenta como una potencia mundial a la par o superior a Asiria: Oh pueblo mío, trillado y aventado, os he dicho lo que oí de Jehová de los ejércitos, Dios de Israel (Isaías 21:10). Aunque se jacta Babilonia de su poder y su potencial ahora, Jehová le ha revelado cómo va a terminar.  ¿Qué sentido tendrá la confianza puesta en ella?
         La profecía breve sobre Duma, un pueblo edomita, tiene lugar en la noche con voces de Seir (la capital edomita) que preguntan cuándo la noche va a terminar.  La respuesta anuncia que la mañana viene, y luego la noche otra vez; que sigan preguntando.  Es decir, predomina la noche, y la mañana será seguida por noche.  No hay razón por la esperanza como la que tiene el remanente de Jehová a quien fue anunciado: El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz; los que moraban en
tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos (Isaías 9:2).  La esperanza sólo encontrará el pueblo que sigue al Ungido de la casa de David, descrito en Isaías
9:6-7.
         La profecía sobre Arabia en los demás versículos de capítulo 21 continúa la misma desesperación que la profecía breve de Duma.  Manda que socorren a los refugiados de la guerra que pronto sucederá: Porque así me ha dicho Jehová: De aquí a un año, semejante a años de jornalero, toda la gloria de Cedar será deshecha (Isaías 21:16).  De nuevo, no hay estabilidad fuera del pacto de Jehová con David.
         Isaías 22 profetiza la gran destrucción que llegará a Jerusalén también.  Pero en vez de responder a la palabra de Dios que les manda a deshacerse de la soberbia, a desconfiar de los poderes internacionales y a confiar únicamente en Jehová, Jerusalén le responde como si ninguna de las profecías destructoras fuera a acontecer: El Señor, Jehová de los ejércitos, llamó en este día a llanto y a endechas, a raparse el cabello y a vestir cilicio; y he aquí gozo y alegría, matando vacas y degollando ovejas, comiendo carne y bebiendo vino, diciendo: Comamos y bebamos, porque mañana moriremos (Isaías 22:12-13).  Más que la entrega cínica a una vida carnal, la última declaración expresa el descuido y la falta de fe completa en las profecías anteriores; por eso, son culpables delante de Jehová: Este pecado no os será perdonado hasta que muráis, dice el Señor, Jehová de los ejércitos (Isaías
22:14).
         Aunque las próximas profecías de Isaías 22 se dirigen a personas individuales (a Sebna el mayordomo en 22:15-19 y a Eliaquim hijo de Hilcías en 22:20-25), se incluyen aquí como ejemplos para toda Jerusalén.  La profecía a Sebna anuncia el juicio de Jehová a la soberbia de uno que quiere promocionarse en la vida y en la muerte.  La profecía a Eliaquim parece noble y positivo… hasta 22:25 cuando vemos la incapacidad del hombre de cargar la confianza y la responsabilidad de tanta gente: En aquel día, dice Jehová de los ejércitos, el clavo hincado en lugar firme será quitado; será quebrado y caerá, y la carga que sobre él se puso se echará a perder; porque Jehová habló (Isaías 22:25).  Enseña Jehová que ningún hombre, no importa cuán bueno y noble sea, puede llevar la confianza y la responsabilidad que sólo puede llevar Jehová.
         La profecía para Tiro en Isaías 23 hace eco de las lamentaciones que leímos por
Babilonia, Duma, Arabia y Jerusalén: Aullad, naves de Tarsis, porque destruida es Tiro hasta no quedar casa, ni a donde entrar (Isaías 23:1).  Hablando de parte de las otras ciudades marítimas que se quedan sorprendidas por la destrucción de una ciudad tan próspera y de renombre entre ellas, el profeta dice: ¿Quién decretó esto sobre Tiro, la que repartía coronas, cuyos negociantes eran príncipes, cuyos mercaderes eran nobles de la tierra?  Jehová de los ejércitos lo decretó, para envilecer la soberbia de toda gloria, para abatir a todos los ilustres de la tierra (Isaías 23:9).  La destrucción que le va a pasar a Babilonia también le pasará a ella
(Isaías 23:13).  Pero hay una gran diferencia para Tiro.  Volverá a existir: Y acontecerá que al fin de los setenta años visitará Jehová a Tiro (Isaías 23:17).  Superficialmente se va a parecer a la Tiro de antes: Volverá a comerciar, y otra vez fornicará con todos los reinos del mundo sobre la faz de la tierra (Isaías 23:17).  Pero en realidad habrá una transformación de carácter, a santidad en vez de materialismo, a generosidad en vez de codicia: Pero sus negocios y ganancias serán consagrados a Jehová; no se guardarán ni se atesorarán, porque sus ganancias serán para los que estuvieren delante de Jehová, para que coman hasta saciarse, y vistan espléndidamente (Isaías 23:18).  Otra vez, la esperanza de los gentiles no se encuentra en el poder económico ni en la fuerza militar ni en la capacidad humana de ejercer la autoridad: la esperanza sólo se encuentra al someterse al Ungido de Jehová en la casa de David.
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Isaías 14:28 - 20:6

28/6/2012

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         En resumen: Jehová es soberano no sólo sobre Judá sino sobre todas las naciones.  Y se relaciona con ellas a la luz de su pacto con la casa de David.

         En más detalle: Isaías 14 termina con una profecía a Filistea.  Nota que: En el año que murió el rey Acaz fue esta profecía (Isaías 14:28).  Empieza: No te alegres tú, Filistea toda, por haberse quebrado la vara del que te hería (Isaías 14:29).  La vara quebrada será una referencia a Acaz por lo menos si no una referencia a toda la casa de David (que por la política pro-asiria de Acaz ha perdido su dominio internacional, así J. Alec Motyer, The Prophecy of Isaiah, pag. 148).  Hace eco del lamento de David por la muerte de Saúl: No lo anunciéis en Gat, ni deis las
nuevas en las plazas de Ascalón; para que no se alegren las hijas de los filisteos, para que no salten de gozo las hijas de los incircuncisos (2 Samuel 1:20).  La debilidad inmediata del reino de Judá por la muerte del ungido (Acaz) parece ser motivo de celebración por sus viejos enemigos los filisteos, pero mucho peor les espera en el futuro: De la raíz de la culebra saldrá áspid, y su fruto, serpiente voladora (Isaías 14:29).  Mientras habrá un remanente pobre de Judá que sobrevive el juicio venidero, no habrá tal remanente de Filistea.  Jehová mismo obrará para apagar su nación: Los primogénitos de los pobres serán apacentados, y los
menesterosos se acostarán confiados; mas yo haré morir de hambre tu raíz, y
destruiré lo que de ti quedare (Isaías 14:30).  En vez de la alegría que ahora expresan a las noticias de la muerte de Acaz, deben considerar su futuro: Aúlla, oh
puerta; clama, oh ciudad; disuelta estás toda tú, Filistea (Isaías 14:31).  Señala la dirección de donde vendrá la destrucción filistea completa: Porque humo vendrá del norte, no quedará uno solo en sus asambleas (Isaías 14:31).
         ¿Qué se testificará por la destrucción completa de los filisteos?  La profecía lo declara al cerrarse: Que Jehová fundó a Sion, y que a ella se acogerán los afligidos de su pueblo (Isaías 14:32).  No habrá remanente filisteo (como tampoco habrá remanente caldeo, Isaías 14:22).  La única esperanza segura del juicio venidero se encuentra en Jehová que fundó la casa de David y que por su gracia del pacto preservará un remanente afligido y pobre de sus fieles (Isaías 14:32).
         De Filistea mira Isaías a la dirección opuesta para profetizar sobre Moab en capítulo 15.  Como en el caso de Filistea, profetiza la destrucción de la nación. 
Mientras nos dijo de la preservación de un remanente de la casa de David: Saldrá una vara del tronco de Isaí, y un vástago retoñará de sus raíces (Isaías 11:1), no habrá tal bendición por Moab: Se secará la hierba, se marchitarán los retoños, todo verdor perecerá (Isaías 15:6).  El único refugio del juicio devastador venidero será con la casa de David: Se dispondrá el trono en misericordia; y sobre él se sentará firmemente, en el tabernáculo de David, quien juzgue y busque el juicio, y apresure la justicia (Isaías 16:5).
         Pero Moab rechaza la posibilidad de refugio bajo el dominio de la casa de David: Hemos oído la soberbia de Moab; muy grandes son su soberbia, su arrogancia y su altivez (Isaías 16:6).  Se convencen de que pueden levantar su propio refugio al juicio venidero: Pero sus mentiras no serán firmes (Isaías 16:6).  Por tanto, aullará Moab, todo él aullará; gemiréis en gran manera abatidos, por las tortas de uvas de Kir-hareset (Isaías 16:7; es decir, el gozo casero será sólo una memoria lejana después de la destrucción que viene).  Aún Jehová mismo lamentará la destrucción de Moab, porque mientras la nación espera la prosperidad y la siente a su alcance, será castigada por su soberbia y su rechazo del único refugio que vale: Por lo cual lamentaré con lloro de Jazer por la viña de Sibma; te regaré con mis lágrimas, oh Hesbon y Eleale; porque sobre tus cosechas y sobre tu siega caerá el grito de guerra (Isaías 16:9).  En vez de la prosperidad que casi han alcanzado: Dentro de tres años, como los años de un jornalero, será abatida la gloria de Moab, con toda su gran multitud; y los sobrevivientes serán pocos, pequeños y débiles (Isaías 16:14).
         Damasco también será destruido… por confiar en la ayuda de Efraín [Israel], y no en la casa de David (Isaías 17:1-3).  Israel mismo sufrirá una gran destrucción en el juicio venidero: En aquel día sus ciudades fortificadas serán como los frutos que quedan en los renuevos y en las ramas, los cuales fueron dejados a causa de los hijos de Israel; y habrá desolación.  Porque te olvidaste del Dios de tu salvación, y no te acordaste de la roca de tu refugio (Isaías 17:9-10).  Igual como Moab, esta
destrucción vendrá cuando más esperaban la prosperidad: Sembrarás plantas
hermosas, y plantarás sarmiento extraño.  El día que las plantes, las harás crecer, y harás que su simiente brote de mañana; pero la cosecha será arrebatada en el día de la angustia, y del dolor desesperado (Isaías 17:10-11).
         Mirando a todas las naciones, Isaías profetiza y lamenta el alboroto de las naciones que causará hasta la tribulación y el saqueo del remanente, pero no hay que perder fe en Jehová, nuestro único refugio: Al tiempo de la tarde, he aquí la turbación, pero antes de la mañana el enemigo ya no existe (Isaías 17:14).  Veremos
el cumplimiento de esta profecía en Isaías 36 – 37.
         A Etiopía, el límite del mundo conocido por Israel en esa época, Isaías profetiza un mensaje de Jehová para toda la tierra: Vosotros, todos los moradores del mundo y habitantes de la tierra, cuando se levante bandera en los montes, mirad; y cuando se toque trompeta, escuchad (Isaías 18:3).  Mientras braman las naciones y causan estruendo (como en Isaías 17:12-14), Jehová continuará a preservarlos fuera del alboroto, con suficiente aún para todas las bestias de la tierra (Isaías 18:4-6).  Y cuando llegue el sonido de la trompeta: En aquel tiempo será traída ofrenda a Jehová de los ejércitos, del pueblo de elevada estatura y tez
brillante, del pueblo temible desde su principio y después, gente fuerte y
conquistadora, cuya tierra es surcada por ríos, al lugar del nombre de Jehová de
los ejércitos, al monte de Sion (Isaías 18:7).
         En Isaías 19, Egipto está por sufrir una destrucción que sacudirá la fundación de esta civilización impresionante.  Se van a deshacer completamente sus sistemas religioso, social, político, filosófico, económico y ambiental – todo por obra de Jehová: Jehová mezcló espíritu de vértigo en medio de él; e hicieron errar a Egipto en toda su obra, como tambalea el ebrio en su vómito.  Y no aprovechará a Egipto cosa que haga la cabeza o la cola, la rama o el junco (Isaías 19:14-15).  Y esta gran destrucción será de testimonio del poder de Jehová: En aquel día los egipcios serán como mujeres; porque se asombrarán y temerán en la presencia de la mano alta de Jehová de los ejércitos, que él levantará contra ellos. Y la tierra de Judá será de espanto a Egipto; todo hombre que de ella se acordare temerá por causa del consejo que Jehová de los ejércitos acordó sobre aquél (Isaías 19:16-17).  Pero al deshacerse sus propias estructuras en que confiaban en su soberbia, Egipto va a dirigir su atención a la gracia de Jehová: Clamarán a Jehová a causa de sus opresores, y él les enviará salvador y príncipe que los libre (Isaías 19:20).  Y la gracia de Jehová a Egipto se extenderá a límites no concebibles en la época de Isaías: Jehová será conocido de Egipto, y los de Egipto conocerán a Jehová en aquel día, y harán sacrificio y oblación; y harán votos a Jehová, y los cumplirán (Isaías 19:21).
         Repite con asombro el plan de Jehová para Egipto: Herirá Jehová a Egipto; herirá y sanará, y se convertirán a Jehová, y les será clemente y los sanará (Isaías 19:22).
         Y declara una profecía inimaginable en la época, una enteramente audaz y aún ofensiva – Jehová va a superar las divisiones nacionales en su gracia a Egipto y a los enemigos de Judá, a Asiria: En aquel tiempo Israel será tercero con Egipto y con Asiria para bendición en medio de la tierra; porque Jehová de los ejércitos los bendecirá diciendo: Bendito el pueblo mío Egipto, y el asirio obra de mis manos, e Israel mi heredad (Isaías 19:24-25).
         Y para cerrar la lectura de hoy, Asiria cumple la profecía con que empezamos, la de Isaías 14:28-32 sobre Filistea, cuando ataca y toma la ciudad filistea de Asdod (Isaías 20:1).  Y al ver el avance de sus enemigos, al reconocer la amenaza a su propia independencia, algunos judíos se espantan y desean confiar en la protección internacional de Egipto y Etiopía.  A las profecías que acabamos de leer, Jehová les añade un mensaje visual: De la manera que anduvo mi siervo Isaías desnudo y descalzo tres años, por señal y pronóstico sobre Egipto y sobre Etiopía, así llevará el rey de Asiria a los cautivos de Egipto y los deportados de Etiopía, a jóvenes y a ancianos, desnudos y descalzos, y descubiertas las nalgas para vergüenza de Egipto (Isaías 20:3-4).  Este mensaje debe chocar a cada miembro del pueblo de Jehová que desea poner su confianza en Egipto y Etiopía: Se turbarán y avergonzarán de Etiopía su esperanza, y de Egipto su gloria (Isaías 20:5).  Sin decirlo directamente, se deja por entendido: ¿Quién debe ser la esperanza de Judá?  (¡No debe ser Etiopía!)  ¿Quién es la gloria de Jerusalén y Sion?  (¡No es Egipto!)  Y dirá en aquel día el morador de esta costa: Mirad qué tal fue nuestra esperanza, a donde nos acogimos por socorro para ser libres de la presencia del rey de Asiria; ¿y cómo escaparemos nosotros? (Isaías 20:6)  Igual como Filistea, Moab, Damasco, Israel, Etiopía, Egipto y como todas las naciones del mundo, el reino de Judá sólo va a encontrar el refugio en su Roca, Jehová, y en el pacto que por su gracia le ha dado a la casa de David.
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Isaías 13 - 14:27

27/6/2012

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         En resumen: Por la profecía, Isaías mira aún más lejos en el futuro que la amenaza asiria descrita en los capítulos previos.  Ve que Babilonia también servirá como el instrumento de la ira justa de Jehová, y por su soberbia sufrirá el mismo fin que Asiria, todo por la soberanía de Jehová.

         En más detalle: Aullad, porque cerca está el día de Jehová; vendrá como asolamiento del Todopoderoso (Isaías 13:6).  Tenemos en Isaías 13 una nueva profecía sobre el día de Jehová pero con un instrumento diferente – Jehová esta vez ejercerá el furor de su ira justa por medio de Babilonia en vez de Asiria.  Describe su conquista veloz, inevitable y sin compasión (Isaías 13:1-16).  Pero aún este imperio futuro caerá a los medos (Isaías 13:17-18).  Y Babilonia, hermosura de reinos y ornamento de la grandeza de los caldeos, será como Sodoma y Gomorra, a las que trastornó Dios (Isaías 13:19).
         A pesar de la amenaza asiria en el presente y la amenaza caldea en el futuro, Jehová se compromete al bienestar de su remanente: Porque Jehová tendrá piedad de Jacob, y todavía escogerá a Israel, y lo hará reposar en su tierra; y a ellos se unirán extranjeros, y se juntarán a la familia de Jacob (Isaías 14:1).  Aún el juicio
futuro horrible por Babilonia no apagará la gracia que demuestra a su pueblo en su pacto con Abraham.
         Cuando el remanente futuro contemple la caída de Babilonia, se quedará impresionado: ¡Cómo paró el opresor, cómo acabó la ciudad codiciosa de oro! (Isaías 14:4)  No habrá duda sobre quién dirigió todo el juicio en su soberanía: Quebrantó Jehová el báculo de los impíos, el cetro de los señores (Isaías 14:5).
         En la recepción del rey de Babilonia en el lugar de los muertos [Seol], se va revelar el motivo de su caída: Descendió al Seol tu soberbia, y el sonido de tus arpas; gusanos serán tu cama, y gusanos te cubrirán…  Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo.  Mas tú derribado eres hasta el Seol, a los lados del abismo (Isaías 14:11, 13-15).  Como es tan seguro su crecimiento y su caída, Jehová les advierte desde mucho antes: Preparad sus hijos para el matadero, por la maldad de sus padres; no se levanten, ni posean la tierra, ni llenen de ciudades la faz del mundo.  Porque yo me levantaré contra ellos, dice Jehová de los ejércitos, y raeré de Babilonia el nombre y el remanente, hijo y nieto, dice Jehová. 
Y la convertiré en posesión de erizos, y en lagunas de agua; y la barreré con escobas de destrucción, dice Jehová de los ejércitos (Isaías 14:21-23).
         Si los fieles de la generación de Isaías se sienten la duda al contemplar esa destrucción futura completa de la poderosa Babilonia, Jehová les presenta la evidencia de la destrucción de Asiria que pronto ocurrirá: Jehová de los ejércitos juró diciendo: Ciertamente se hará de la manera que lo he pensado, y será confirmado como lo he determinado; que quebrantaré al asirio en mi tierra, y en mis montes lo hollaré; y su yugo será apartado de ellos, y su carga será quitado de su hombro (Isaías 14:24-25).
         Por eso el remanente fiel de Jehová no tiene que confiar ni en Asiria ni en Egipto ni en Babilonia ni en ningún poder terrenal para su preservación – sólo hay que confiar en Jehová: Este es el consejo que está acordado sobre toda la tierra, y
esta, la mano extendida sobre todas las naciones.  Porque Jehová de los ejércitos lo ha determinado, ¿y quién lo impedirá?  Y su mano extendida, ¿quién la hará retroceder? (Isaías 14:26-27)
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Isaías 9:8 - 12:6

26/6/2012

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         En resumen: Jehová revela más detalles sobre el juicio que caerá sobre Israel, el reino de las diez tribus al norte de Judá, cuando Asiria lo invada.  Anuncia la invasión asiria de Judá también.  Revela lo que pasará a Asiria después, y cómo establecerá a su remanente fiel en la tierra prometida otra vez.

         En más detalle: El primer versículo de la lectura identifica que Israel, la nación al norte de Judá que se había separado de Jerusalén y la casa de David en el reinado de Jeroboam, ahora es el blanco de la profecía: El Señor envió palabra a Jacob, y cayó en Israel (Isaías 9:8).  (Note que Israel también es llamado Efraín por la tribu más destacada entre todas; acuérdese que su capital en esta época es Samaria.)
         Responde Jehová a la soberbia de Israel por anunciar que será devorado por sus enemigos (Isaías 9:9-12). Pero a pesar del castigo devastador: El pueblo no se convirtió al que lo castigaba, ni buscó a Jehová de los ejércitos (Isaías 9:13).  Jehová le quitará el gobierno y su palabra del país, y como resultado será encendido en maldad, sin tener piedad los unos con sus hermanos (Isaías 9:14-21).  Por sus injusticias, al final todos se quedarán presos o muertos (Isaías 10:1-4).
         Revela en Isaías 10:5 que Asiria será la vara y el báculo del furor de Jehová cuando destruye a Israel y castiga a Judá.  Asiria no entenderá su parte como instrumento de Jehová; sólo se adelantará para tomar fácilmente sus ciudades (Isaías 10:7-11).  Luego Asiria misma será juzgada por la soberbia, por no reconocer que simplemente fue instrumento en la mano de Jehová (Isaías 10:12-19).
         Y en ese entonces: Acontecerá en aquel tiempo, que los que hayan quedado de Israel y los que hayan quedado de la casa de Jacob, nunca más se apoyarán en el que los hirió [es decir, en Asiria, en quien confiaban cuando Isaías predicó], sino que se apoyarán con verdad en Jehová, el Santo de Israel.  El remanente volverá, el
remanente de Jacob volverá al Dios fuerte (Isaías 10:20-21).
         Por eso, ahora dirigiéndose a Judá, Jehová dice que no debe temer aun cuando llegue Asiria para castigarlo: Por tanto el Señor, Jehová de los ejércitos, dice así: Pueblo mío, morador de Sion, no temas de Asiria.  Con vara te herirá, y contra ti alzará su palo, a la manera de Egipto; mas de aquí a muy poco tiempo se acabará mi
furor y mi enojo, para destrucción de ellos (Isaías 10:24-25).  Judá verá el castigo decisivo de Asiria, y será como los castigos memorables de los enemigos de Jehová, como la victoria de Gedeón y la matanza de Madián en la peña de Oreb (de Jueces 7:25), o como la victoria de Jehová sobre Faraón en el Mar Rojo.  Asiria se acercará a Jerusalén paso por paso, pueblo por pueblo, pero no la va a poder vencer (Isaías 10:27-32).  He aquí el Señor, Jehová de los ejércitos, desgajará el ramaje [representando Asiria] con violencia, y los árboles de gran altura serán cortados, y los altos serán humillados.  Y cortará con hierro la espesura del bosque, y el Líbano caerá con estruendo (Isaías 10:33-34).
         Mientras Asiria se caerá, la casa de David se retoñará: Saldrá una vara del tronco de Isaí, y un vástago retoñará de sus raíces (Isaías 11:1).  Por medio del descendiente de la casa de David ya mencionado en Isaías 7:14 y 9:6, el remanente entrará una época de paz inimaginable, nunca experimentada antes (Isaías 11:2-9). 
En vez de ser amenazado y reducido por las naciones como Asiria: Acontecerá en aquel tiempo que la raíz de Isaí, la cual estará puesta por pendón a los pueblos, será buscada por las gentes; y su habitación será gloriosa (Isaías 11:10).  Jehová recobrará al remanente de todas las naciones sobre quienes ejercerán dominio (Isaías 11:11-16).  Y por esta nueva época, Jehová será alabado por su justicia y su salvación en toda la tierra (Isaías 12:1-6).
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Isaías 7 - 9:7

25/6/2012

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         En resumen: En la lectura para hoy, Isaías nos describe el remanente fiel que será preservado y purificado en el juicio venidero, la fe que los distingue del resto de su sociedad y su seguridad en un descendiente de la casa de David en quien Jehová va a cumplir las promesas de bendición a su pueblo.

         En más detalle: Isaías 7:1 nos da el resumen de una crisis internacional contra el reino de Judá: Aconteció en los días de Acaz hijo de Jotam, hijo de Uzías, rey de Judá, que Rezín rey de Siria y Peka hijo de Remalías rey de Israel, subieron contra Jerusalén para combatirla (Isaías 7:1)  También nos cuenta el resultado: Pero no la pudieron tomar (Isaías 7:1; véase también 2 Reyes 16:5).
         Pero cuando entramos Isaías 7:2, tenemos que acordarnos de que en este momento, el reino de Judá no ha experimentado el resultado final todavía: Y vino la nueva a la casa de David [es decir, al rey Acaz de Judá], diciendo: Siria [con su rey Rezín] se ha confederado con Efraín [es decir, con Israel bajo el reino de Peka].  Y
se le estremeció el corazón, y el corazón de su pueblo, como se estremecen los
árboles del monte a causa del viento (Israel 7:2).  Isaías 7:1 nos da el resumen de toda la historia; en Isaías 7:2, apenas entramos la primera parte de la historia.
         Jehová le manda a Isaías con un mensaje de preservación para Acaz (Isaías 7:3-9), un mensaje de preservación a que tiene que responder por fe: Si vosotros no creyereis, de cierto no permaneceréis (Isaías 7:9).  Aún le ofrece cumplir una señal para verificar el mensaje del profeta (Isaías 7:10-11).  Pero Acaz por falta de fe ni pide señal, y el profeta le reprende (Isaías 7:12-13).  Junto con 2 Reyes 16:7-9, vemos que Acaz confió más en el poder del rey de Asiria para librarse de la amenaza de Siria e Israel que en la promesa de la protección de Jehová a la casa de David.
         De todas maneras, Jehová le va a dar señal a Acaz, una señal de cumplimiento cercano y lejano.  Dentro de poco tiempo Acaz verá los dos reinos que le amenazan consumidos por Asiria y abandonados… y el reino de Judá será afeitado por su supuesto “libertador” (Isaías 7:14-25).  Así confirma también en Isaías 8:1-10.  E Isaías dirige su mensaje al pueblo en general, llamando a los fieles a no imitar la
falta de fe de Acaz y los suyos: Jehová me dijo de esta manera con mano fuerte,
y me enseñó que no caminase por el camino de este pueblo…  A Jehová de los ejércitos, a él santificad; sea él vuestro temor, y él sea vuestro miedo.  Entonces él
será por santuario; pero a las dos casas de Israel, por piedra para tropezar, y
por tropezadero para caer, y por lazo y por red al morador de Jerusalén (Isaías
8:11, 13-14).  El capítulo 8 termina notando la rotura en el pueblo visible de Jehová – una parte de ellos, menospreciada por los demás, continúa a confiar en Jehová. 
Mientras tanto, la otra parte parece dominar y continúa a confiar en la idolatría y a negar la ley y el testimonio de Dios.
         Mas no habrá siempre oscuridad para la que está ahora en angustia (Isaías 9:1).  El remanente fiel y menospreciado se va a gozar cuando vea el cumplimiento de la promesa de Jehová.  Un niño será dado a su pueblo del linaje de David, y: Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite (Isaías 9:7).  Es una promesa segura porque: El celo de Jehová de los ejércitos hará esto (Isaías 9:7).
         Por eso, la lectura para hoy continúa uno de los temas destacados de los primeros capítulos de Isaías – en el juicio venidero, Jehová va a preservar un remanente santo (Isaías 1:9, 24-28; 2:1-4; 4:2-6; 6:13).  Hoy vemos que su preservación y gozo futuro está ligado a un descendiente de la casa de David, uno de quien profetiza: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel (Isaías 7:14).  Un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz (Isaías 9:6).  Aunque pasarán siglos, el remanente fiel verá el cumplimiento de estas promesas en el nacimiento de Jesucristo y el inicio de su ministerio público (Mateo 1:22-25; véase también Isaías 9:1-2 y Mateo 4:12-17).
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Isaías 5 - 6

24/6/2012

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         En resumen, en Isaías 5:1-7, Jehová cuenta la parábola de la viña para justificar su juicio de Jerusalén y Judá.
         Isaías 5:8-13 señala una de las razones por el juicio: la codicia desenfrenada en injusticia contra el prójimo.
         Isaías 5:14-17 anuncia la llegada del juicio de Jehová.
         Isaías 5:18-23 identifica las evidencias de la codicia desenfrenada de 5:8-13, vistas en la negación de la justicia de Jehová, en la mentira, en el soborno y en el vivir para el placer del alcohol.
         Isaías 5:24-30 describe la llegada del juicio por una invasión extranjera de la Tierra Prometida.
         Con este juicio venidero e inescapable, ¿qué esperanza hay para el hombre justo, el de la pequeña minoría que anhela la justicia de Jehová y busca al Santo de Israel por fe?  Isaías 6 responde en una visión de Jehová en el templo, una de las
visiones más famosas del Antiguo Testamento.  En la visión se destacan:
         1)  la santidad de Jehová: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria (Isaías 6:3);
         2)  la provisión de Jehová por la purificación de pecados (Isaías 6:6-7);
         3)  el anuncio de juicio a su pueblo rebelde (Isaías 6:8-12), y
         4)  la preservación de un remanente santo que crecerá en la justicia de Jehová (Isaías 6:13).
 
        Por eso, Isaías nos reta en esta lectura con un doble mensaje.  Para los que viven para cumplir sus deseos de codicia, materialismo y deseos carnales, hay un mensaje fuerte que les anuncia que serán consumidos mientras sus bienes caerán en las manos de otros.  Pero para los que buscan a Jehová, hay consuelo; sobrevivirán la purificación abrasadora del juicio para formar una nueva sociedad santa a Jehová.
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Salmo 124 e Isaías 1 - 4

23/6/2012

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         La lectura para hoy es notable porque rápidamente toca algunos de los temas principales que se repiten por todo el libro de Isaías.  Primero, los vamos a tratar en general:
         Isaías 1 profetiza el juicio contra Judá.  Identifica su pecado, les llama al arrepentimiento, y les advierte del celo de Jehová para purificar a su pueblo en ira justa si no se arrepiente.
         Isaías 2:1-4 describe el fin del celo purificador de Jehová: un Jerusalén que imita su dominio justo en la tierra.
         Isaías 2:5-22 profetiza la venida del juicio en un día destacado: [El] día de Jehová de los ejércitos (Isaías 2:12).  La altivez del hombre será abatida, y la soberbia de los hombres será humillada; y solo Jehová será exaltado en aquel día (Isaías 2:17).  Los hombres tendrán vergüenza de sus pecados al tener que enfrentar la santidad de Jehová.  Así urge a Judá que se arrepienta antes.
         En Isaías 3:1-15, el juicio de Jehová quita la seguridad a Judá por remover su gobierno injusto para dejarlo sin gobierno.  Isaías 3:16 – 4:1 cuenta el impacto vergonzoso en las mujeres de Judá que ahora lucen en su orgullo y ornamentación.
         Isaías 4:2-6 describe la santidad de la Jerusalén purificada que se va a quedar después del juicio de Jehová.
         Después de este breve resumen, note que según el bosquejo de J. Alec Motyer que vimos en la introducción a esta unidad de la Biblia, todos los temas principales de Isaías se encuentran en forma de semilla en estos cuatro capítulos:
         1)  “la amenaza horrible que constituye la santidad para un pueblo indigno y descuidado que rechaza o no responde a su Dios (capítulos 1 –37)” – Aquí lo vemos en la reprensión de Jehová a la hipocresía religiosa en capítulo 1, a la idolatría en 2:5-22 y al materialismo en 3:16 – 4:1.
         2)  “el esfuerzo que va a ejercer el Dios Santo para quitarle su pecado, rescatar al pecador y crear a un pueblo justo para Él (capítulos 40 –55)” – lo vemos en forma de semilla cuando habla del Día de Jehová de los ejércitos en 2:12-22, especialmente en 2:17 donde dice: Solo Jehová será exaltado en aquel día.  Los capítulos por venir nos dirán más sobre esta exaltación.
         3)  “y el estado eterno de la santidad que va a preparar por ellos donde se recrearán en Él para siempre (capítulos 56 – 66)” – Lo encontramos en las bellas descripciones de la Jerusalén santificada en 2:1-4 y 4:2-6.

         Si leemos las profecías individuales de Isaías 1 – 4 rápida y superficialmente, nos dan la impresión de un caos… pero si nos acordamos de los temas principales del libro, vemos que Isaías ha presentado en forma de semilla todo lo que va a exponer en más detalle en los capítulos que vienen.

         Isaías 1 en más detalle: Isaías no malgasta el tiempo en largas introducciones de retórica florida.  Tan pronto como se presenta como el profeta de Jehová en los reinos de cuatro reyes de Judá, llega a la palabra más necesaria para leer todo el libro: Oíd (Isaías 1:2).  Llama la atención.  Su profecía no es para entretenernos ni para ser objeto de la curiosidad intelectual.  Cuando nos habla Isaías, nos habla el Espíritu de Jehová mismo: Porque habla Jehová (Isaías 1:2).  Por eso, hay que oír, recibir, examinarse y aún arrepentirse a base de lo que va a decir.
         Oíd, cielos, y escucha tú, tierra (Isaías 1:2).  Es un mensaje del juicio divino. 
Inmediatamente toda la creación se ha convertido en la corte celestial, y el profeta llama a los cielos y a la tierra para que confirmen por testimonio que los pecados israelitas son ofensas a toda la creación, completamente contrarias a la naturaleza, y casi incomparables en toda la historia de la creación.
         Declara la ofensa: Crié hijos, y los engrandecí, y ellos se rebelaron contra mí (Isaías 1:2).  Mientras Jehová ha derramado su gracia, misericordia y bendiciones por lo largo de la historia de su pueblo escogido, la reacción de ellos ha sido de
rebelión.  Aun los animales más torpes saben reaccionar mejor que ellos: El buey conoce a su dueño, y el asno el pesebre de su señor (Isaías 1:3).  Si estos animales no ofenden cuando se trata de recibir la atención o el alimento más básico, ¡cuán ofensivo es el pecado de Israel de rebelar contra las riquezas de la gracia de su Señor!  En comparación con estos animales, su pueblo sale peor: Israel no
entiende, mi pueblo no tiene conocimiento (Isaías 1:3).
         Sus pecados se han amontonado: ¡Oh gente pecadora, pueblo cargado de maldad, generación de malignos, hijos depravados! (Isaías 1:4)  ¿Cómo llegaron a este punto tan depravado y fuera de la naturaleza?  Han abandonado a su Dios, y específicamente han menospreciado su santidad: Dejaron a Jehová, provocaron a ira al Santo de Israel, se volvieron atrás (Isaías 1:4).
         Como hemos visto repetidas veces en los libros de Éxodo, Levítico y Deuteronomio, la santidad de Jehová es pura y aterradora, y brota en contra a toda la nación cuando la ofende. Y así se ha descargado contra su pueblo escogido: Toda cabeza está enferma, y todo corazón doliente.  Desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en él cosa sana, sino herida, hinchazón y podrida llaga; no están curadas, ni vendadas, ni suavizadas con aceite.  Vuestra tierra está destruida, vuestras ciudades puestas a fuego, vuestra tierra delante de vosotros comida por extranjeros, y asolada como asolamiento de extraños.  Y queda la hija de Sion como enramada en viña, y como cabaña en melonar, como ciudad asolada (Isaías 1:5-8).
         Pero aún en medio de este castigo se hace evidente la gracia de Jehová: Si Jehová de los ejércitos no nos hubiese dejado un resto pequeño, como Sodoma fuéramos, y semejantes a Gomorra (Isaías 1:9).  Leímos de la destrucción completa de Sodoma y Gomorra en Génesis 19; así se habría quedado su pueblo escogido si no fuera por su gracia.
         Pero la posibilidad de castigo no ha terminado.  Si no se arrepiente, su pueblo puede sufrir aún más: Príncipes de Sodoma, oíd la palabra de Jehová; escuchad la ley de nuestro Dios, pueblo de Gomorra (Isaías 1:10).  El profeta no está hablando a los que ya sufrieron la ira de Jehová en Génesis 19 sino a los príncipes de Israel y Judá, al pueblo escogido de su propia generación.  Por su rebelión a Jehová se comparan con esos pueblos infames y merecen la ira de Jehová igual como ellos.
         No han descuidado la práctica de los ritos y los sacrificios del templo: ¿Quién demanda esto de vuestras manos, cuando venís a presentaros delante de mí para hollar mis atrios? (Isaías 1:12)  Han dejado de lado la práctica de la santidad, de la preparación de un corazón que busca y anhela la santidad de Jehová.  Por eso, a pesar de la abundancia ritual que en la superficie se ve como devoción, declara Jehová: Cuando extendáis vuestras manos [en oración], yo esconderé de vosotros mis ojos; asimismo cuando multipliquéis la oración, yo no oiré; llenas están de sangre vuestras manos (Isaías 1:15).
         Pero en vez de satisfacer su ira justa contra Israel, con gran paciencia Jehová le llama al arrepentimiento: Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo; aprended a hacer el bien; buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda (Isaías 1:16-17).  Y el camino de juicio en que están caminando se transformará a camino de aprobación: Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana (Isaías 1:18).  Pero hoy es el día del arrepentimiento; esta oportunidad no se presentará para siempre: Si quisiereis y oyereis, comeréis el bien de la tierra; si no
quisiereis y fuereis rebeldes, seréis consumidos a espada; porque la boca de Jehová lo ha dicho (Isaías 1:19-20).  ¿Cuál opción escogerá su pueblo?
         Que no les quede duda de que responderá Jehová en justicia: Tomaré satisfacción de mis enemigos, me vengaré de mis adversarios (Isaías 1:24).  ¡Aún cuando esos adversarios son de su propio pueblo, de la descendencia de Abraham! 
Tiene celo por purificar un remanente santo de su pueblo, y de castigar a todos que lo menosprecian: Sion será rescatada con juicio, y los convertidos de ella con justicia.  Pero los rebeldes y pecadores a una serán quebrantados, y los que dejan a Jehová serán consumidos (Isaías 1:27-28).
         Y aquí desde los primeros versículos tenemos algunos de los temas principales del mensaje profético de Isaías:
         1)  El juicio divino ha empezado a caerse sobre su pueblo y se descargará en toda su furia si no se arrepiente;
         2)  Jehová no tolera más la injusticia de pueblo que superficialmente se identifica con Él y le muestra una abundante devoción ritual pero que practica toda clase de injusticia fuera del templo y guarda su corazón muy lejos de Dios.
         3)  El celo de Jehová va a purificar a su pueblo en santidad, aún si tiene que tratar a los suyos como enemigos y reducirlos a muy pocos en número.
         4)  Por eso llama a su pueblo urgentemente al arrepentimiento: hoy es el día de decidir si se identifica con Jehová por fe o si continuará en las prácticas de sus enemigos.
         Como hemos visto en muchas otras ocasiones en el Antiguo Testamento: la santidad de Jehová es abrasadora.  Hay que correr a arrepentirse desde el corazón o sufrir la ira justa de Dios.
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Isaías 1 - 66: La duodécima unidad de la Biblia

23/6/2012

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         Al terminar los libros de sabiduría, entramos los libros proféticos del Antiguo Testamento.  Empezamos con el libro magisterial de Isaías, uno de gran influencia en todo el resto de la Biblia.  Sus profecías y símbolos sirven de base para entender muchas otras profecías del Antiguo Testamento, y en el Nuevo Testamento sólo los Salmos serán citados con más frecuencia.
         Según el calendario, leemos todo el libro en tres semanas.  Mientras lo lee,
guarda en mente las observaciones siguientes:
         1)  Los eventos principales de la unidad: Isaías profetiza al reino de Judá y Jerusalén durante los reinados de Uzías, Jotam, Acaz y Ezequías, una época clave para el pueblo de Jehová que incluye la victoria de los asirios sobre Israel y Samaria, la amenaza asiria a Jerusalén y el crecimiento del poder de los caldeos en Babilonia.  Para recordar sus eventos principales, repase 2 Reyes 15:1-7, 25-38; 16:1
– 20:21 y 2 Crónicas 26 – 32.
         2)  Los atributos de Jehová que resaltan: Su santidad incomparable, su justicia y dominio sobre todas las naciones y su misericordia al remanente
         3)  La obra principal de Jehová: Juzga a su pueblo que rehúsa a confiar en Él; salva a su remanente fiel.
         4)  Los participantes principales: Isaías, Acaz, Ezequías y el siervo mesiánico de Jehová.
         5)  La referencia principal a Jesucristo y el evangelio: Él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.  Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros (Isaías 53:5-6).
         6)  Observaciones clave: Note que el libro de Isaías (igual como otros libros de los profetas) es una colección de profecías.  No sabemos el detallado trasfondo
histórico de algunas de las profecías individuales.  No podemos seguir un hilo narrativo por todas las secciones del libro.  Por eso, tenemos que considerar otra estrategia de lectura cuando nos acercamos a Isaías.  Podemos leerlo: a) Pausadamente, concentrando en cada profecía de por sí.  Esta opción nos permite digerir cada mensaje profético para apreciarlos en todas sus facetas… pero la lectura de Isaías será de varios meses y no de tres semanas; o  b) Rápidamente, perdiendo los detalles de las profecías, y en algunos casos saltando la mención de profecías importantes, pero nos fijaremos en los temas generales que las unen… y todavía terminaremos toda la Biblia en un año.
         ¿Cuál opción escogemos?
         Las explicaciones de las lecturas van a permitir lugar a las dos opciones de lectura.  Para los que desean leer la Biblia en un año, la primera parte de la explicación dará en resumen los puntos principales de cada lectura de los profetas. 
Luego, si desea volver a leer un libro profético pausadamente para apreciarlo en más detalle, puede bajar a la segunda parte de la explicación donde se tocará cada profecía individualmente y más al fondo.
         Por ahora, considere un excelente resumen del libro de Isaías en una frase, del libro The Prophecy of Isaiah: An Introduction and Commentary de J. Alec Motyer (1993, IVP Academic; pág.18): Toda la literatura isaiánica es una explicación de esta situación básica: la amenaza horrible que constituye la santidad para un pueblo indigno y descuidado que rechaza o no responde a su Dios (capítulos 1 – 37); el esfuerzo que va a ejercer el Dios Santo para quitarle su pecado, rescatar al pecador y crear a un pueblo justo para Él (capítulos 40 – 55); y el estado eterno de la santidad que va a preparar por ellos donde se recrearán en Él para siempre (capítulos 56 – 66).
         Es decir, en Isaías vamos a ver en acción muchos de los temas básicos de que ya aprendimos en la Biblia: durante una época de gran presión internacional, la
santidad aterradora de Jehová juzga a su pueblo, y de acuerdo con su amor por el
pacto, llama a la fe y salva a un pequeño remanente para andar en comunión íntima con Él.  Con este bosquejo general tenemos un buen guía para no perdernos en los detalles del libro.
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Salmo 119:129-136 y Proverbios 1 - 3

8/6/2012

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         En resumen: Los primeros tres capítulos del libro de Proverbios convencen a un joven del gran valor de la sabiduría y desarman las estrategias de los impíos que lo quieren engañar.  En todo, ponen el temor de Jehová como la fundación sólida de la sabiduría.

         En más detalle: Como introducción y fundación del libro de Proverbios, vamos a concentrar primero en su lema: El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza (Proverbios 1:7).  Note bien:
         “La sabiduría” – Por ahora la vamos a definir como la capacidad de manejar la vida diaria de acuerdo con el dominio justo de Jehová sobre toda la creación.  Se distingue de la ley de Jehová (los primeros cinco libros de la Biblia) en que ésta definía la formación del pueblo de Jehová, su acercamiento a Jehová por los sacrificios del tabernáculo y el mantenimiento de la santidad por las leyes sobre la comida, etc.  El libro de Proverbios supone que el lector ya conoce la ley y se extiende a cubrir los temas de la vida diaria no directamente relacionados con la santidad: cómo manejar las relaciones con las autoridades, por ejemplo, o cómo manejar el tiempo y los recursos que Jehová nos ha dado, cómo disfrutar la paz en nuestras relaciones con los demás, cómo rechazar la tentación, etc.  Pero la sabiduría de Proverbios se relaciona con la ley en que ambas dirigen al creyente a vivir en sumisión gozosa al dominio de Jehová sobre su creación.  Así que la sabiduría en Proverbios no forma un tema aparte de la ley sino que junta con la ley revela otra faceta más de la vida en comunión con Jehová.
         “El principio de la sabiduría” – El principio refiere al inicio y lo más esencial.  Por ejemplo, al enseñar a nuestros hijos a leer, primero los instruimos en las letras del alfabeto.  No había posibilidad de que leyeran hasta que supieran distinguir e identificar las letras primero.  De igual manera, no podemos manejar nuestro diario vivir en sabiduría si primero no sabemos identificar, definir y aplicar el temor de Jehová.
         “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová” – Queremos ver cuatro características notables del temor de Jehová:
         1)  Lo más llamativo es que describe una reacción nuestra.  Es una reacción de temor, respeto, temblor y maravilla.  Por una parte sentimos el terror de su santidad; por otra parte, sentimos el deseo de acercarnos a Él por su belleza, amor y misericordia.  Es un temor que no nos hace huir sino a acercarnos en temblor y que se convierte a la adoración.
         2)  Es el temor de Jehová, el temor hacia el Ser revelado en los libros de la Biblia que hemos leído hasta el momento.  Es
el temor hacia el Creador, al que escogió a Abraham para formar a su pueblo
santo, que lo rescató de Egipto y obró en su historia para juicio y salvación.
         Tal vez entendemos mejor el temor de Jehová si lo vemos retratado en dos pasajes del libro de Éxodo.  Acuérdese cómo reaccionó el pueblo de Israel cuando escuchó la voz de Jehová en el monte Sinaí: Todo el pueblo observaba el estruendo y los relámpagos, y el sonido de la bocina, y el monte que humeaba; y viéndolo el pueblo, temblaron, y se pusieron lejos.  Y dijeron a Moisés: Habla tú con nosotros, y nosotros oiremos; pero no hable Dios con nosotros, para que no muramos (Éxodo 20:18-19).  Aquí está el temor.  Pero note que no debe parar allí.  Moisés revela el propósito de Jehová en causar el temor: Y Moisés respondió al pueblo: No temáis; porque para probaros vino Dios, y para que su temor esté delante de vosotros, para que no pequéis (Éxodo 20:20).  Y note también la reacción doble en el versículo que sigue: Entonces el pueblo estuvo a lo lejos, y Moisés se acercó a la oscuridad en la cual estaba Dios (Éxodo 20:21).  El temblor que separa junto con la atracción que llama – así es el temor de Jehová.
         Y el temor de Jehová se pone en evidencia otra vez en Moisés en Éxodo 34.  Después del pecado del becerro de oro, Moisés intercede por el pueblo y aún se atreve a pedirle a Jehová: Te ruego que me muestres tu gloria (Éxodo 33:18). 
Jehová le responde: Pasando Jehová por delante de él, proclamó: ¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado (Éxodo 34:6-7).  Le proclama su gloria; le llama; le invita a conocer al Dios perdonador y misericordioso.  A la vez: Que de ningún modo tendrá por inocente al malvado; que visita la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos, hasta la tercera y cuarta generación (Éxodo 34:7).  Su misericordia le invita a acercarse a conocer a la vez que su santidad inspira temor y mantiene la separación – y la reacción de Moisés es apropiada a los dos: Entonces Moisés, apresurándose, bajó la cabeza hacia el suelo y adoró (Éxodo 34:8).  Esta adoración en esperanza y temblor es el principio, el alfabeto, de la sabiduría.
         3)  Pero el temor de Jehová es más que una reacción.  Si volvemos a Proverbios 1:7, note que se describe por su par en la segunda parte del versículo: Los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza (Proverbios 1:7).  Igual como en el Salmo 19:9, “el temor de Jehová” es una descripción de su palabra – sus mandamientos, su testimonio, su ley.  Es decir, el principio de la sabiduría es la Biblia, la palabra de Jehová, su ley… porque revela al Ser que inspira la separación en temor, la atracción y la adoración.  Para conocer a Jehová, empezamos con su palabra; nos sometemos gozosamente y con temblor a su revelación.  Sin el inicio de la palabra de Jehová, no tenemos ninguna esperanza de manejar la vida diaria de acuerdo con su voluntad, igual como uno que no distingue las letras no tiene la esperanza de leer.  En cambio, si temblamos a su palabra y nos sometemos a ella, tenemos la formación para vivir de acuerdo con su dominio sabio.
         4)  “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová” también implica la obligación de someternos a la misma. El Salmo 111:10 nos dice: El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; buen entendimiento tienen todos los que practican sus mandamientos (Salmo 111:10).  El temor de Jehová nos inspira a poner en práctica lo que aprendemos, no sólo a guardarlo en la mente como una curiosidad.  Si no lo ponemos en práctica, somos juzgados como los de la segunda parte del versículo con que empezamos hoy: Los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza (Proverbios 1:7).  Si es así nuestra reacción al temor de Jehová, estamos bajo su ira y dignos de su condenación.  Pero los que ponemos en práctica su sabiduría en temor a Jehová damos evidencia de que somos justos y sabios.
         Entonces, con esta actitud deseamos leer el libro de Proverbios – con el temor de Jehová que es justo en condenar el pecado y que a la vez en su maravilloso amor nos ha llamado por su palabra a someternos a su dominio justo para disfrutar su reposo y paz.  Que nos humillemos gozosamente en amor, temblor y adoración al Dios que nos regala su sabiduría.
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    Rev. Ken Kytle, pastor de la Iglesia bautista La fe en Cristo cerca de Atlanta, Georgia, EEUU.

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