Oseas anuncia: Oíd palabra de Jehová, hijos de Israel, porque Jehová contiende con los moradores de la tierra (Oseas 4:1). Jehová va a presentar su caso jurídico contra el reino del norte, contra Israel. Al llamarles “moradores de la tierra”, trae a la mente 1) su gracia y bondad en haberles dado la tierra de Israel, y 2) su pacto por el cual se la dio. Acuérdese que les había dicho: La tierra no se venderá a perpetuidad, porque la tierra mía es; pues vosotros forasteros y extranjeros sois para conmigo (Levítico 25:23). Les había prometido: Ejecutad, pues, mis estatutos y guardad mis ordenanzas, y ponedlos por obra, y habitaréis en la tierra seguros; y la tierra dará su fruto, y comeréis hasta saciaros, y habitaréis en ella con seguridad (Levítico 25:18-19). También les había amonestado: Guardad, pues, todos mis estatutos y todas mis ordenanzas, y ponedlos por obra, no sea que os vomite la tierra en la cual yo os introduzco para que habitéis en ella. Y no andéis en las prácticas de las naciones que yo echaré de delante de vosotros; porque ellos hicieron todas estas cosas, y los tuve en abominación (Levítico 20:22-23). Ahora al llamarles a los israelitas “moradores de la tierra” en Oseas 4:1, trae a la memoria todas las obligaciones del pacto que debían haber respetado pero que no han cumplido. Por eso viene Jehová a presentar su caso jurídico contra ellos.
Y la lista de cargos que les presenta es devastadora: No hay verdad, ni misericordia, ni conocimiento de Dios en la tierra (Oseas 4:1). ¿Se puede encontrar otra descripción más directa sobre la condición espiritual de un pueblo que no lo conoce? ¡Ni hay la muestra más pequeña ni de la justicia, ni de la misericordia ni de la obediencia a Jehová entre todos los que tienen el nombre de su pueblo!
Luego especifica sus pecados: Perjurar, mentir, matar, hurtar y adulterar prevalecen (Oseas 4:2). Todos estos pecados contra lo más principal del pacto, contra los diez mandamientos, ahora prevalecen, o son tan comunes y corrientes que llegaron a ser aceptables como normas en la sociedad. ¡Debemos temblar cuando vemos que la comunidad de Dios, la congregación o las iglesias que se identifican con su nombre, aceptan como normas el jurar en falso, el mentir, la violencia entre familiares, el robar y el adulterio! Dios no tolera el pecado en ninguna época, bajo ningún pacto. Pero en la tolerancia de Israel al pecado en esa época, ya llegó al punto de que Jehová pudo declarar: Y homicidio tras homicidio se suceden (Oseas 4:2). Fueron tan comunes que no había ningún momento de descanso entre un pecado y otro.
Por eso declara sentencia Jehová: Por lo cual se enlutará la tierra, y se extenuará todo morador de ella, con las bestias del campo y las aves del cielo; aun los peces del mar morirán (Oseas 4:3). Todos los seres vivientes sufrirán un juicio más fuerte que el diluvio en los días de Noé; se extenderá aun a los peces, a todo que está bajo el dominio del hombre. A esa extensión llegará el juicio justo de Dios por los pecados de su pueblo.
El pueblo debe estremecer porque ya no menciona ninguna posibilidad de arrepentimiento: Ciertamente hombre no contienda ni reprenda a hombre, porque tu pueblo es como los que resisten al sacerdote (Oseas 4:4). Los sacerdotes y los levitas eran los que instruían al pueblo en la ley. Además: Cuando alguna cosa te fuere difícil en el juicio, entre una clase de homicidio y otra, entre una clase de derecho legal y otra… vendrás a los sacerdotes levitas, y al juez que hubiere en aquellos días, y preguntarás; y ellos te enseñarán la sentencia del juicio. Y harás según la sentencia que te indiquen los del lugar que Jehová escogiere, y cuidarás de hacer según todo lo que te manifiesten. Según la ley que te enseñen, y según el juicio que te digan, harás; no te apartarás ni a diestra ni a siniestra de la sentencia que te declaren. Y el hombre que procediere con soberbia, no obedeciendo al sacerdote que está para ministrar allí delante de Jehová tu Dios, o al juez, el tal morirá; y quitarás el mal de en medio de Israel. Y todo el pueblo oirá, y temerá, y no se ensoberbecerá (Deuteronomio 17:8-13). Ahora en Oseas 4:4, la soberbia del pueblo ha crecido al punto que las autoridades ni quieren malgastar sus palabras en la reprensión por el pecado. Ni tampoco va a perder sus palabras Jehová Dios. Simplemente reconfirma su sentencia contra ellos: Caerás por tanto en el día, y caerá también contigo el profeta de noche; y a tu madre destruiré (Oseas 4:5). No habrá misericordia por ninguna persona en autoridad que ha dado la espalda a la palabra de Jehová.
De nuevo en versículo 6, no escuchamos ningún llamado al arrepentimiento sino una evaluación del pueblo ya juzgado: Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento (Oseas 4:6). Esta falta de conocimiento no es simplemente un desconocimiento de la ley por la falta de instrucción. El versículo continúa: Por cuanto desechaste el conocimiento… Es decir, los israelitas son culpables porque se les presentó la ley, pero no querían prestar atención. Escucharon, pero no querían obedecer. Así que al decir: “Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento,” les culpa de una resistencia a la palabra de Dios que se demostró en desobedecer lo que sabían, en cubrir los oídos y en alargarse para no escuchar más.
Por eso aparecen las consecuencias de su desobediencia: Por cuanto desechaste el conocimiento, yo te echaré del sacerdocio (Oseas 4:6). Esta frase no refiere a los sacerdotes solamente sino, como dice versículo 1, a todo el pueblo. Acuérdese que en una de las promesas principales a todo el pueblo de Israel, Jehová les había dicho: Vosotros me seréis un reino de sacerdotes (Éxodo 19:6). En Oseas 4:6 pierden este privilegio por haber rechazado la ley que les comunicaba todo lo necesario para vivir en santidad y disfrutar el sacerdocio entre las naciones.
Es tan grave su pecado que tendrá un impacto de por las generaciones: Y porque olvidaste de la ley de tu Dios, también yo me olvidaré de tus hijos (Oseas 4:6). Debemos pensar en los nombres de los hijos de Oseas de capítulo 1, “Lo-ruhama” que significa “Sin compasión” y “Lo-ammi” que significa “No es mi pueblo”. En 2:2 y 2:23 Jehová cambia este rechazo y les comunica la compasión y el reconocimiento familiar. Pero aquí en 4:6, no hay esta misericordia al pueblo de Israel, porque: Conforme a su grandeza, así pecaron contra mí; también yo cambiaré su honra en afrenta (Oseas 4:7).
Versículos 8-13 ponen en lista los pecados del pueblo. Entra una sorpresa cuando Jehová dice: No castigaré a vuestras hijas cuando forniquen, ni a vuestras nueras cuando adulteren (Oseas 4:14). ¿Por qué no? Porque sus hijos y toda la sociedad hacen lo mismo: Porque ellos mismos se van con rameras, y con malas mujeres sacrifican (Oseas 4:14). Pero no quiere decir que simplemente pueden continuar en sus pecados sin ninguna consecuencia. Jehová no les va a permitir que malgasten el resto de sus vidas en fornicación e idolatría: Por tanto, el pueblo sin entendimiento caerá (Oseas 4:14).
Antes de terminar el capítulo, la falta de corrección de parte de Jehová a Israel nos sorprende otra vez: Efraín es dado a ídolos, déjalo (Oseas 4:17). ¿Déjalo? ¿Cómo es posible que Jehová deje que su pueblo ande en idolatría? ¡Parece una contradicción a todo lo que dicen la ley y los profetas! Pero Jehová nos explica que se han corrompido al punto de que ya no es su pueblo: Su bebida se corrompió; fornicaron sin cesar; sus príncipes amaron lo que avergüenza (Oseas 4:18). Es decir, hay un punto cuando Jehová deja de castigar, deja de reprender, y deja de llamar al arrepentimiento. Eventualmente permite que uno revuelque satisfecho en su pecado. Pero de todas formas, el juicio vendrá y será reconocido: El viento los ató en sus alas, y de sus sacrificios serán avergonzados (Oseas 4:19).
Para resumir, los pecados de Israel eran obvios. Incluían transgresiones a las partes más básicas de la ley. Pero se habían acostumbrado tanto a los pecados que les parecían normales. Ya no los escandalizaban; en cambio, ¡les habría escandalizado una persona que siguiera la ley! Se acostumbraron a su pecado a tal punto que ninguna reprensión, ningún castigo ni ninguna amenaza los iba a cambiar. Por eso, Jehová simplemente los dejó al juicio que los esperaba.
Nosotros que servimos el mismo Dios por el nuevo pacto por la sangre de Jesucristo queremos poner nuestra atención en por lo menos tres aplicaciones:
1) Que nunca dejemos de prestar atención a la palabra de Dios como hizo el reino de Israel. Puede haber un día cuando Dios mismo en su juicio justo nos quite este privilegio. Antes bien, que la palabra del Señor siempre encuentre un lugar sensible en nuestros corazones, junto con una mente y un cuerpo listos a obedecerle con diligencia.
2) Que nos arrepintamos de nuestros pecados tan pronto como los identificamos, antes de que nos acostumbremos a ponerlos en práctica. Que nunca llegue el día cuando nuestro Señor diga: Déjalo, cansado de corregirnos, reprendernos y castigarnos, para dejar que deslicemos a la condenación. En cambio, que reconozcamos en su disciplina el hecho de que somos hijos suyos, y que no nos desanimemos en poner en práctica la justicia (Hebreos 12:7-13).
3) Que no caigamos a la tentación de la hermosura del pecado, la hermosura falsa que viene cuando la gente que lo practica y lo disfruta sin sufrir ningún castigo. Es fácil malinterpretar la falta de corrección del Señor como permiso o tolerancia al pecado. En cambio, que pensemos en el pecado de acuerdo con el vocabulario de Jehová (fornicación, idolatría, mentira, falso testimonio, etc.) y sus consecuencias justas, no en las descripciones inadecuadas de los impíos (desliz, costumbre, tradición, indiscreción, etc.)
Que Dios bendiga nuestra atención a su palabra.