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Lucas 24

20/9/2011

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         Acuérdese de uno de los propósitos de Lucas en escribir su evangelio fue la instrucción de un creyente: Me ha parecido también a mí, después de haber investigado con diligencia todas las cosas desde su origen, escribírtelas por orden, oh excelentísimo Teófilo, para que conozcas bien la verdad de las cosas en las cuales has sido instruido (Lucas 1:3-4).
         Por eso un tema repetido en la resurrección de Jesucristo en Lucas 24 es su confirmación en la palabra profética.  El nuevo creyente no es testigo de vista de la resurrección de Jesucristo, pero su fe puede descansar segura en tres testimonios: el de Jesús, el de sus discípulos y el de la Sagrada Escritura.
         Primero, el testimonio de Jesús convence a las mujeres que llegaron a la tumba aun antes de que vieran a Jesús: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?  No está aquí, sino que ha resucitado.  Acordaos de lo que os habló, cuando aún estaba en Galilea, diciendo: Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado, y resucite al tercer día (Lucas 24:5-7).  La reacción del nuevo creyente debe concordar con la de las mujeres: Entonces ellas se acordaron de sus palabras (Lucas 24:8), y salieron convencidas de que el significado de la tumba vacía era que Jesús había resucitado.
         Segundo, hay el testimonio de sus discípulos: Eran María Magdalena, y Juana, y María madre de Jacobo, y las demás con ellas, quienes dijeron estas cosas a los apóstoles (Lucas 24:10).  Levantándose Pedro, corrió al sepulcro; y cuando miró dentro, vio los lienzos solos, y se fue a casa maravillándose de lo que había sucedido (Lucas 24:12).  Levantándose en la misma hora, volvieron a Jerusalén, y hallaron a los once reunidos, y a los que estaban con ellos, que decían: Ha resucitado el Señor verdaderamente, y ha aparecido a Simón.  Entonces ellos contaban las cosas que les habían acontecido en el camino, y cómo le habían reconocido al partir el pan (Lucas 24:33-35).  Así fue necesario… que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén.  Y vosotros sois testigos de estas cosas (Lucas 24:46, 47-48).
         Tercero, el testimonio más significativo es de Dios mismo por su Sagrada Escritura: ¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho!  ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria?  Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían (Lucas 24:25-27).  Y les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos.  Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras (Lucas 24:44-45).
         Hoy estamos en la misma situación que Teófilo.  No somos testigos de vista de la resurrección de Jesucristo.  Entonces, ¿en qué descansa nuestra fe?  ¿Por qué creemos que resucitó de los muertos?  Nos hablan el testimonio de Jesús, el testimonio de sus discípulos y el testimonio de Dios por la ley de Moisés, los profetas y los salmos (lo que nosotros llamamos el Antiguo Testamento).  Los tres testifican que su resurrección ocurrió.  Y como veremos pronto en el libro de Hechos, las cartas del Nuevo Testamento y el libro de Apocalipsis, su resurrección lleva grandes consecuencias no sólo en nuestra relación con Dios, sino con la relación de todo el universo con él.
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Lucas 16:1 - 19:27

19/9/2011

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         Entre las enseñanzas de Jesús en el evangelio de Lucas, hay muchas lecciones sobre las riquezas.  Y entre las lecciones, dos ricos se encuentran con Jesús: el joven rico en Lucas 18:18-23 y Zaqueo en Lucas 19:1-10.
         Los dos son ricos.  Los dos buscan a Jesús con sinceridad.  Jesús es accesible a ambos.  Pero uno se aleja de Jesús, triste; el otro lo recibe con gozo.  ¿Por qué la diferencia?
         Al joven rico le pesó la exclusividad de la adoración a Jesús.  Quería someterse a Jesús para heredar la vida eterna… con tal que se pudiera someter también a las riquezas.  Pero Jesús nos ha dicho en el Sermón del monte: No podéis servir a Dios y a las riquezas (Mateo 6:24).
         En cambio Zaqueo hizo someter sus riquezas a Jesucristo: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado (Lucas 19:8).  En vez de servir a las riquezas, se arrepintió para hacer que sus riquezas sirvieran la compasión y la justicia del reino de su Señor.  Por eso puede decir Jesús: Hoy ha venido la salvación a esta casa (Lucas 19:9).
         Sin importar si las riquezas nuestras son escasas o abundantes, ¿cómo las utilizamos?  ¿Para multiplicar los bienes materiales que tenemos?  ¿Para nuestros placeres?  ¿Para preservar una seguridad efímera que desaparece con la subida de precios o la bajada de la Bolsa?  ¿O para bendecir a los necesitados y pagar nuestras deudas legítimas?  Si somos discípulos de Jesucristo, ¿tenemos nuestra cartera sometida a él?
         Gracias a Dios por el Salvador que tenemos que nos dice: El Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido (Lucas 19:10), aun cuando lo perdido es uno que se ha extraviado de las cosas de Dios en búsqueda de las riquezas.  Que nos arrepintamos de nuestro afán de buscar la seguridad en las finanzas y que reconozcamos que, con nuestra seguridad puesta en las manos del Señor Jesucristo, somos libres para utilizar nuestros bienes por su gloria.
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Nuevo video sobre la parábola del sembrador

16/9/2011

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         Doy gracias a Dios por la subida de un nuevo video sobre la parábola del sembrador, la semilla y las cuatro clases de tierra en Lucas 8.
         Todos nosotros que nos identificamos como cristianos debemos reflexionar y  evaluar nuestra obediencia a la palabra del Señor de acuerdo con esta parábola.  También, como pastor me ha ayudado bastante esta parábola por los años para entender la recepción de la palabra predicada y enseñada... tal vez sea tema por otro video pronto.  Mientras tanto, espero que este nuevo sea de provecho.
         Si pasa por encima de la palabra "Videos" arriba, se bajará una lista con la opción "Parábola del sembrador" abajo.
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Lucas 10 - 12

14/9/2011

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         Mientras lee las muchas instrucciones de Jesús a sus discípulos y la reprensión a los fariseos y los escribas, no pase por encima de las declaraciones sobre la gloria de Jesús.
         Note la autoridad de Jesús en mandar a los setenta con poder para echar a los demonios y sanar a los enfermos (Lucas 10:1, 3, 9, 17).  Note también su autoridad para anunciar el juicio divino contra ciudades enteras (Lucas 10:13-15).  Note que se describe como “más que Salomón” y “más que Jonás” (Lucas 11:31, 32).  Y sobre todo, note la relación única y exclusiva que tiene con el Padre, una relación que ningún otro puede declarar.
         “Todas las cosas me fueron entregados por mi Padre” (Lucas 10:22).  ¡Es una autoridad completa y única sobre todo el universo!  ¿Quién más podría atreverse a declarar eso?
         “Y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre” (Lucas 10:22).  Aquí no habla Jesús como nosotros tendemos a decir: Sólo Dios conoce los pensamientos de uno.  Habla de un conocimiento exclusivo entre el Hijo y el Padre que no se compara con la relación de ningún otro con Dios.  Y vemos que este conocimiento exclusivo es mutuo también, porque Jesús continúa por decir: Ni [nadie conoce] quién es el Padre, sino el Hijo (Lucas 10:22).  Es decir, el conocimiento de Jesús del Padre es superior al de cualquier profeta, sabio o varón de Dios.
         Y este conocimiento exclusivo y mutuo está disponible a los demás… pero sólo por medio de Jesucristo: Ni [nadie conoce] quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar (Lucas 10:22).  Aquí Jesús anuncia de acuerdo con sus palabras en el evangelio de Juan: Yo soy el camino, la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí (Juan 14:6).
         ¿Reconoce usted en Jesús la autoridad no sólo de un profeta, ni sólo de un hombre bueno, sino del Hijo de Dios, el único por quien conocemos al Padre?
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Lucas 5 - 7

13/9/2011

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         Uno de mis milagros favoritos ocurre en Lucas 7:11-17 cuando Jesús resucita al hijo de la viuda de Naín, un milagro que sólo se presenta en el evangelio de Lucas.  Creo que me llama la admiración por la compasión de nuestro Señor Jesús.
         “Aconteció después, que él iba a la ciudad que se llama Naín” (Lucas 7:11).  Es la única vez que se menciona este pueblo en la Biblia.  Era un pueblo pequeño entre muchos pueblos pequeños, y si no fuera por este evento que está por pasar, nadie hoy le haría caso.  Cuando leo sobre Naín pienso en los muchos pueblos pequeños en mi estado, pueblos que no tienen fama ni ningún impacto en la corriente diaria de la historia… en cambio, ¡parece que la historia pasa por encima de ellos sin hacerles caso!  Pienso en muchos pueblos por los cuales he pasado en México o en Honduras, sólo para bajar la velocidad un poco antes de continuar a las ciudades más importantes.  Hay casas, gente, animales y todas las demás evidencias de que son hogares para muchas familias pero a la vez, si les pregunta a la gran mayoría de los que viven alrededor: ¿Has visitado al pueblo X? pausarían un momento para identificarlo, y luego dirían: No.  Sé dónde está; lo paso en camino a la ciudad, pero no conozco a nadie que viva allá.  No tengo motivo para pararme allá.
         ¡Las buenas noticias son que el Señor les hace caso, los conoce, los visita y aún hace milagros entre ellos!
         “E iban con él muchos de sus discípulos, y una gran multitud.  Cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que llevaban a enterrar a un difunto, hijo único de su madre, la cual era viuda; y había con ella mucha gente de la ciudad” (Lucas 7:11-12).  Dos multitudes en caminos opuestos, por motivos diferentes, que se desconocían.  Un encuentro no planeado… sino por Dios.
         ¡Qué tristeza sufría esta mujer!  Se le había desfallecido su esposo, su mejor compañero, su apoyo, el con quien había soñado una larga vida de felicidad juntos.  Y ahora acaba de morir su hijo único, el a quien criaba desde el vientre, el a quien vio crecer con gozo y con esperanza, el único apoyo que le quedaba.  La presencia de tanta gente en su entierro debe haber sido de gran apoyo emocional, pero a la vez, ¿cómo podría quitarle el dolor doble que se sentía?  ¿Quiénes podrían tranquilizar la ansiedad que se sentía sobre su futuro, sola y pobre?
         “Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella” (Lucas 7:13).  ¡El Señor del universo, el Cristo, el Deseado de las naciones, se compadeció de esta viuda adolorida de un pueblo sin importancia!  Su compasión no tiene frontera; alcanza aún a los lugares más desconocidos y a la gente más desamparada.  Y que la gloria sea siempre a su nombre, porque cuando Lucas dice que se compadeció de ella, no refiere a una emoción sola sino una emoción que siempre se manifiesta en acción.
         “Y le dijo: No llores” (Lucas 7:13).  Note que Jesús le ministra a su dolor emocional primero, e inmediatamente sigue por resolver su necesidad física.  Claro que en ese momento mismo no entiende por qué le dice: No llores (¿una lección cruel?  ¿por querer decir algo cuando no tiene palabras para consolar?), pero la compasión de Jesús se manifiesta primero en esta atención y toque emocional.  No simplemente se presenta para demostrar su poder; empieza a ministrar por el enlace de la compasión.  Que nunca nos olvidemos de la compasión primero cuando les ministramos a los demás.
         “Y acercándose, tocó el féretro; y los que lo llevaban se detuvieron” (Lucas 7:14).  No usaban ataúdes como nosotros hoy.  El féretro habría sido una tabla de madera con que llevaban el cadáver cubierto completamente con una sábana, a la vista de todos presentes.  ¡Qué atrevido sería el parar la procesión funeraria!  Si uno se alterara tanto por el llanto que se quería acercar al cadáver con gritos y sollozos en negación de la muerte, tal vez se entendería esta acción pero, ¿que un desconocido saliera de una multitud forastera para dirigirse a la viuda y luego parar la procesión funeral?  ¡Qué atrevimiento!  ¿Qué está por pasar?  ¿Y por qué desea tocar un féretro inmundo por la presencia del cadáver encima?
         “Y dijo: Joven, a ti te digo, levántate” (Lucas 7:14).  Si su primer atrevimiento fue grande, éste aún más.  ¿“A ti te digo”?  ¿Quién tiene este poder, sino Dios?
         “Entonces se incorporó el que había muerto, y comenzó a hablar” (Lucas 7:15). ¡Quién se habría imaginado!  ¡Una procesión funeraria convertida en presentación de la resurrección!
         “Y lo dio a su madre” (Lucas 7:15).  ¡De repente se convirtió el doble de tristeza al doble de gozo!  Imagine la recepción de su hijo otra vez con vida, junta con el reconocimiento de la misericordia inaudita que le ha concedido el Señor.
         “Y todos tuvieron miedo, y glorificaban a Dios, diciendo: Un gran profeta se ha levantado entre nosotros; y: Dios ha visitado a su pueblo” (Lucas 7:16).  Para medir y entender este milagro, el pueblo vuelve a los grandes ejemplos del Antiguo Testamento.  Lo que acaban de ver les acuerda de Elías que resucitó al hijo de la viuda de Sarepta de Sidón (1 Reyes 17:17-24) o de Eliseo que resucitó al hijo de la sunamita (2 Reyes 4:18-37).  Dios ha visitado a su pueblo de nuevo por un gran profeta a la estatura de estos dos varones de Dios.
         “Y se extendió la fama de él por toda Judea, y por toda la región alrededor” (Lucas 7:17).  La fama de Jesús continúa a crecer por la evidencia de su poder… y de su compasión.
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Lucas 3 - 4

12/9/2011

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         ¿Por qué tiene Jesucristo dos genealogías diferentes?  Por la misma razón que usted y yo tenemos dos genealogías diferentes: una es la genealogía paterna, la otra es la materna.
         La genealogía de Jesucristo en Mateo 1 pasa de Abraham por las generaciones a José, el padrastro de Jesús.  Como Mateo nos dice claramente, José no engendró a Jesús pero lo aceptó como hijo, y por eso Jesús hereda su descendencia genealógica.
         La genealogía de Lucas 3:23-32 va del presente al pasado, de José hasta Adán.  Esta es la materna.  Claro que sigue la pregunta: Si es la genealogía materna, ¿por qué Lucas 3:23 tiene el nombre de José y no el de María?  Suponemos que Elí, el padre de María, sólo tuvo ella y tal vez otras hijas, pero ningún hijo.  En este caso, por falta de un hijo, la herencia se transfiere a la hija y luego al esposo de la hija cuando se casa.  El yerno es considerado legalmente como si fuera hijo.
         Mire el ejemplo de las hijas de Zelofehad en Números 27:1-11.  Su padre tuvo hijas pero ningún hijo, y luego murió en el desierto.  Sin ningún hijo, el nombre de su familia se habría borrado de entre las familias de Israel.  Ellas pidieron y recibieron la heredad de su padre, y Jehová estableció las prioridades del parentesco para estos casos en que un varón muere sin hijo.
         Aparece de nuevo el caso de las hijas de Zelofehad en Números 36.  Algunos príncipes de la tribu de Manasés dicen que si ellas se casan con hombres de otra tribu, la heredad pasaría de ellas a sus esposos y, en la próxima generación, a sus hijos… pero, ¡serían considerados de la otra tribu, la tribu de sus esposos!  Así que dentro del territorio de Manasés podría haber una pequeña parte de la tribu de Aser, y otra de la tribu de Simeón, etc.  Pasando muchas generaciones, en vez de una organización por tribus íntegras y separadas en su geográfica, ¡todo el territorio de Israel sería un rompecabezas de alianzas!  Entonces les ponen una restricción a las hijas de Zelofehad: que se casen con hombres de su tribu solamente.  Así se va a preservar la integridad de la tribu por las generaciones.
         De acuerdo con estas leyes podemos entender Lucas 3:23.  Elí tuvo una hija: María, sin ningún hijo.  Ella recibe la heredad de su padre.  Cuando se casa con José, un hombre de la misma tribu que ella (la tribu de Judá), su heredad pasa a él.  Ahora José tiene todos los derechos legales como si fuera hijo de Elí.  Cuando Lucas cuenta la genealogía, no entra en los detalles.  Simplemente pone en lista los nombres de los varones de cada generación sin ninguna mujer.  Por eso pasa por encima del enlace matrimonial por María y describe la relación entre yerno y suegro como la ven por la ley de las heredades en Israel: José, hijo de Elí (Lucas 3:23).
         Note que esta explicación concuerda con sus trasfondos en Mateo y Lucas.  La genealogía de Mateo 1 y el resto del capítulo nos permiten ver el nacimiento de Jesús de la perspectiva de José.  No se menciona la visita del ángel Gabriel a María, ni la visita de ella a Elisabet, etc.  En cambio, nos cuenta del sueño de José cuando le anunció que el hijo engendrado en ella fue concebido por el Espíritu Santo (Mateo 1:20).  En cambio, Lucas 3:23-32 y los capítulos anteriores concuerdan con la perspectiva de María.  El ángel Gabriel le anuncia el nacimiento de Jesús, luego visita a Elisabet, etc.  No se menciona la lucha interna de José en si se iba a casar con ella o no.  Así entre los evangelios de Mateo y de Lucas, tenemos dos perspectivas del nacimiento de Jesús y sus dos genealogías para comunicarnos una verdad gloriosa: era un hombre completamente integrado a la vida humana, pero concebido por el Espíritu Santo y por eso, el Hijo de Dios.
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Lucas 1 - 2

10/9/2011

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         En los primeros dos capítulos del evangelio de Lucas, ¡sólo nos faltan los fuegos artificiales!
         Tenemos dos nacimientos anunciados por el ángel Gabriel.  Luego en el nacimiento mismo de Jesús, ¡toda una multitud de ángeles lo celebran!  María canta un salmo para glorificar a Dios, y luego Zacarías canta otro.  Pastores testifican de la visita de los huestes celestiales y glorifican y alaban a Dios.  Simeón alaba a Dios y profetiza sobre Jesús y María, acompañado por la profetisa Ana.  El Espíritu Santo llena a Juan el Bautista (Lucas 1:15), concibe a Jesús en el vientre de María (Lucas 1:35), llena a Elisabet (Lucas 1:41), llena a Zacarías (Lucas 1:67) y mueve a Simeón (Lucas 2:27).  Por todos estos anuncios y profecías inspiradas por el Espíritu, Lucas 1 – 2 describen una entrada impresionante de Dios en la historia de su pueblo y la respuesta gozosa y agradecida de su pueblo.
         Y así Lucas pone la fundación de uno de los temas principales de su evangelio: el plan de Dios por su pueblo Israel (y por los gentiles también) se cumple en Jesucristo.  Lo declara el ángel Gabriel cuando anuncia sobre Juan el Bautista: Irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos (Lucas 1:17), una referencia a la profecía de Malaquías 4:5-6.  Se lo declara a María cuando le dice sobre Jesús: Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin (Lucas 1:32-33), para cumplir el pacto con David en 2 Samuel 7:12-13, 16.  María lo celebra cuando canta: Socorrió a Israel su siervo, acordándose de la misericordia de la cual habló a nuestros padres, para con Abraham y su descendencia para siempre (Lucas 1:54-55).  Zacarías lo reconoce también: Nos levantó un poderoso Salvador en la casa de David su siervo, como habló por boca de sus santos profetas que fueron desde el principio (Lucas 1:69-70).  Simeón añade: Han visto mis ojos tu salvación, la cual has preparado en presencia de todos los pueblos (Lucas 2:30-31).  Ven en los futuros ministerios de Juan el Bautista y Jesús el plan de Dios cumplido, la integración y el cumplimiento de las promesas del Antiguo Testamento en su época presente.
         Y si leemos con ojos de fe el evangelio de Lucas, vamos a responder como ellos.  Vamos a alabar a Dios por su fidelidad, por cumplir en Jesucristo su plan por el pueblo de Israel.  Todo lo que hemos leído este año, desde Génesis en adelante por todo el Antiguo Testamento, encuentra su fin en Jesucristo.
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    Autor

    Rev. Ken Kytle, pastor de la Iglesia bautista La fe en Cristo cerca de Atlanta, Georgia, EEUU.

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