Los cretenses tienen mala fama: Uno de ellos, su propio profeta, dijo: Los cretenses, siempre mentirosos, malas bestias, glotones ociosos. Este testimonio es verdadero (Tito 1:12-13). Aún peor, algunos: Profesan conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan, siendo abominables y rebeldes, reprobados en cuanto a toda buena obra (Tito 1:16).
Pero la intención de Pablo en señalar estos pecados en escala masiva no es para condenarlos sino para señalar la clase de cambio que obra Dios por el evangelio: Porque nosotros también éramos en otro tiempo insensatos, rebeldes, extraviados, esclavos de concupiscencias y deleites diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles, y aborreciéndonos unos a otros. Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, nos salvó, no por las obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador (Tito 3:3-6). Las palabras “nos salvó”, “lavamiento”, “regeneración” y “renovación” describen el nuevo nacimiento y la transformación completa que Dios obra en nosotros cuando creemos el evangelio. Y si Dios nos cambió a nosotros, puede cambiar a los cretenses también.
Por eso, le manda a Tito que les predique el evangelio y todo lo que está de acuerdo con la sana doctrina (Tito 2:1). Que enseñe a ancianos, a ancianas, a mujeres jóvenes el evangelio y el comportamiento que identifica a los creyentes (Tito 2:5). Que exhorte a los jóvenes que sean prudentes, y los dirija por su ejemplo también (Tito 2:6-7). Les va a enseñar que renuncien a la impiedad y los deseos mundanos por poner la vista en la segunda venida de Jesucristo (Tito 2:12-13). Para eso vino Jesús: Quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras (Tito 2:14). Las obras buenas, justas y piadosas manifiestan que la comunidad cristiana de veras ha aceptado el evangelio.
Hoy vivimos en un mundo no muy diferente. Igual como los cretenses tenían mala fama en la época de Pablo, hay comunidades, pueblos y zonas urbanas en nuestros países hoy conocidos por el robo, la violencia y el crimen. Hay barrios que tienen mala fama por la delincuencia, donde los de afuera no se atreven a entrar a solas por la noche. El mundo nos presenta una lista larga de motivos materiales, sociales y económicos que según ellos han formado ese medioambiente de desesperación: una tasa alta de desempleo, una falta de educación formal, el acceso fácil a las armas, la falta de una presencia paternal responsable, una política y policía corrupta, etc. Sin duda cada uno de esos factores contribuye en exceso al problema. Pero Pablo llega a la raíz del problema: Somos pecadores, y así nos comportamos sin el evangelio. El evangelio es la única llave eficaz a la verdadera transformación social.
Otro ejemplo lo retrata bien, una situación descrita por el pastor, evangelista y conferencista Ravi Zacharias una vez en su programa de radio. Imagine que usted está manejando de noche solo en un barrio conocido por su delincuencia y crimen, un barrio poblado por gente una raza diferente y muchas veces en conflicto con la de usted. Se ha perdido, y se encuentra en una calle vieja entre edificios viejos sin ver ningún otro vehículo ni nadie alrededor cuando de repente se descompone su carro. No se arranca. No tiene teléfono celular; no sabe dónde está ni a quién acudir por ayuda. De repente, a dos cuadras adelante de usted, pasa una docena de jóvenes varones de la otra raza, conversando y riéndose hasta que uno de ellos ve su carro, lo señala a sus compañeros, y todos van caminando hacia usted. ¿Cómo se sentiría mientras paso a paso se acercan? ¿Qué pensaría? ¿Qué haría?
…¿Se sentiría mejor al saber que estos jóvenes acaban de salir de un estudio de la Biblia?...
El evangelio transforma corazones y comunidades. Pablo reconoce esa potencial con los cretenses… de hecho, ¡así obró en él! Que reconozcamos también el poder único del evangelio para hacer nacer de nuevo a los cretenses en nuestras comunidades, igual como nos salvó a nosotros.