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Nahum 1 - 3 y Salmo 129

31/8/2012

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         Cuando Judá sufrió el castigo de Jehová en el ataque de Senaquerib de Asiria, Miqueas profetizó que un día, las condiciones de las dos naciones van a estar al revés.  Judá, humillada ahora, se iba a encontrar otra vez bajo el favor de Dios, y Asiria sufriría su ira: Tú, enemiga mía, no te alegres de mí, porque aunque caí, me levantaré; aunque more en tinieblas, Jehová será mi luz.  La ira de Jehová soportaré, porque pequé contra él, hasta que juzgue mi causa y haga mi justicia; él me sacará a luz; veré su justicia.  Y mi enemiga lo verá, y se cubrirá de vergüenza; la que me decía: ¿Dónde está Jehová tu Dios?  Mis ojos la verán; ahora será hollada como lodo de las calles (Miqueas 7:8-10).
         El profeta Nahum anuncia en lenguaje casi cinematográfico que el día de la venganza de Jehová contra Asiria y su capital ha llegado.
         Profecía sobre Nínive. Libro de la visión de Nahum de Elcos (Nahum 1:1). 
Generaciones después de la misericordia extendida a Nínive por su arrepentimiento a la predicación de Jonás, un consejero perverso blasfema a
Jehová (Nahum 1:9-11), posiblemente una referencia al famoso desafío del
Rabsaces o su carta presentada delante de Jehová por el rey Ezequías (2 Reyes
18:19 – 19:7, 9-19; 2 Crónicas 32:9-19; Isaías 36:4 – 37:7).  En esa ocasión Jehová devastó al ejército asirio, pero esta vez viene directamente contra la capital asiria en gran poder para juzgar sus injusticias.  La profecía pausa un momento breve para acordarnos: Jehová es bueno, fortaleza en el día de la angustia; y conoce a los que en él confían (Nahum 1:7), para destacar el celo de su juicio: Mas con inundación impetuosa consumirá a sus adversarios, y tinieblas perseguirán a sus enemigos (Nahum 1:8).  Y a la vez que avanza para juzgar a Nínive, da consuelo a su pueblo escogido: Así ha dicho Jehová: Aunque reposo tengan [los asirios], y sean
tantos, aun así serán talados, y él pasará.  Bastante te he afligido [a ti, Judá]; no te afligiré ya más.  Porque ahora quebraré su yugo de sobre ti, y romperé tus coyundas (Nahum 1:12-13).
         Un judío solitario se atreve a anunciar confiadamente la destrucción completa de una gran nación, la más grande y rica de su época: Acerca de ti mandará Jehová, que no quede ni memoria de tu nombre; de la casa de tu dios destruiré escultura y estatua de fundición; allí pondré tu sepulcro, porque fuiste vil (Nahum 1:14).  Y a la vez profetiza el gran gozo que habrá en la tierra prometida por las noticias de su destrucción: He aquí sobre los montes los pies del que trae buenas nuevas, del que anuncia la paz.  Celebra, oh Judá, tus fiestas, cumple tus votos; porque nunca más volverá a pasar por ti el malvado; pereció del todo (Nahum 1:15).
         Sin cámara de video ni internet, el profeta Nahum retrata la destrucción de Nínive en capítulos 2 y 3 como si estuviera presente en toda su luz y sonido.  Repite los gritos de preparación por la defensa cuando los enemigos de Nínive se levantan contra la ciudad (Nahum 2:1; 3:14).  Ve el apuro de los preparativos: Los carros se precipitarán a las plazas, con estruendo rodarán por las calles; su aspecto será como antorchas encendidas, correrán como relámpagos (Nahum 2:4).  Ve el susto y el pánico en las caras mientras el ardor de la ira de Jehová se derrama sobre la ciudad pecaminosa (Nahum 2:7, 10).  Describe el saqueo de las riquezas innumerables que había acumulado la ciudad en la larga historia de su opresión e injusticia (Nahum 2:9).  Describe la vergüenza de su caída (Nahum 2:11-13; 3:5-6, 11).  Declara la justicia de su destrucción – vuelve a contar las crueldades que las tropas asirias cometieron al destruir la ciudad de Tebas en Egipto, protegido por el río Nilo (Nahum 3:8-10); ahora les va a pasar lo mismo: Tú también serás embriagada, y serás encerrada; tú también buscarás refugio a causa del enemigo (Nahum 3:11).
         Sobre todo, para los moradores de Jerusalén que no van a ver la destrucción de su enemigo, para las tropas judías que no van a participar en el ataque final,
Nahum les anuncia que Jehová en su justicia ha dirigido todo: Heme aquí contra
ti, dice Jehová de los ejércitos.  Encenderé y reduciré a humo tus carros, y espada devorará tus leoncillos; y cortaré de la tierra tu robo, y nunca más se oirá la voz de tus mensajeros (Nahum 2:13; véase también 3:5).  Y al final de esta “película profética”, los numerosos videntes y oyentes oprimidos por Asiria por décadas largas van a aplaudir la destrucción de su enemigo por el ardor de la ira justa de Jehová: Todos los que oigan tu fama batirán las manos sobre ti, porque ¿sobre quién no pasó continuamente tu maldad?  (Nahum 3:19)  La victoriosa justicia de Jehová será celebrada por todo su pueblo oprimido.
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Explicaciones nuevas

31/8/2012

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        Le doy gracias al Señor por poder subir nuevas explicaciones a algunas lecturas que se quedaron sin comentario este año.  Ahora hay explicaciones por:
Jueces 1 - 3 y Salmo 78
Jueces 4 - 5 y Salmo 83
2 Samuel 14 - 16 y Salmo 3
2 Samuel 17 - 20
2 Samuel 21 - 24
1 Reyes 15 - 17
1 Reyes 20 - 22
Salmo 119:129-136 y Proverbios 1 - 3
Daniel 1 - 3 y Salmo 15
         Si les interesa, las puede leer por hacer clic en la lectura del calendario en la página "Empieza hoy", o las puede encontrar en los archivos del blog por buscar bajo el nombre del libro de la Biblia.
         Muchas de las explicaciones son completas pero hay muchas por escribir.  Por favor ore para que cumpla la meta de escribir todas las explicaciones de la Biblia para abril del 2013. 
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Amós 5 - 9

27/8/2012

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         En resumen: En medio de profecías fuertes del juicio destructor sobre Israel, Jehová por su gracia todavía le llama a su pueblo a arrepentirse para encontrar vida.  Pero al arrepentirse, su pueblo tiene que desconfiar en el refugio de su religión falsa y su seguridad económica.  Tiene que confiar en Jehová que les prepara una nueva tierra no contaminada por sus pecados.
         En más detalle: La lectura para hoy empieza con una declaración de la seguridad del juicio venidero de Jehová: Cayó la virgen de Israel, y no podrá levantarse ya más; fue dejada sobre su tierra, no hay quien la levante (Amós 5:2).  Jehová va a poner la bendición de la multiplicación de los descendientes de Abraham al revés: La ciudad que salga con mil, volverá con ciento, y la que salga con ciento volverá con diez, en la casa de Israel (Amós 5:3). Pero aún en medio del juicio seguro, Jehová le llama a un remanente que encuentre la salvación en Él: Pero así dice Jehová a la casa de Israel: Buscadme, y viviréis (Amós 5:4).
         No va a encontrar el refugio en la religión falsa que levantó Jeroboam a Jehová: No busquéis a Bet-el, ni entréis en Gilgal, ni paséis a Beerseba; porque Gilgal será llevada en cautiverio, y Bet-el será deshecha.  Buscad a Jehová, y vivid; no sea que acometa como fuego a la casa de José y la consuma, sin haber en Bet-el quien lo apague (Amós 5:5-6).  En cambio, en su gracia inmensa, Jehová les llama a los adoradores del culto falso a encontrar la salvación en Él.  Extiende su gracia a los injustos también, que se arrepientan y encuentren el perdón del verdadero Justo y que anden en la bendición de la sumisión a Él: Los que convertís en ajenjo el juicio, y la justicia la echáis por la tierra, buscad al que hace las Pléyades y el Orión, y vuelve las tinieblas en mañana, y hace oscurecer el día como noche; el que llama a las aguas del mar, y las derrama sobre la faz de la tierra; Jehová es su nombre (Amós 5:7-8).
         No van a encontrar refugio en las defensas que han construido ni en las riquezas que han acumulado porque Jehová: da esfuerzo al despojador sobre el fuerte, y hace que el despojador venga sobre la fortaleza (Amós 5:9).  Tienen que arrepentirse de su rechazo del mensaje profético: Ellos aborrecieron al reprensor en la puerta de la ciudad, y al que hablaba lo recto abominaron (Amós 5:10). 
Tienen que arrepentirse de sus injusticias que ofrecen una prosperidad efímera: Por tanto, puesto que vejáis al pobre y recibís de él carga de trigo, edificasteis casas de piedra labrada, mas no las habitaréis; plantasteis hermosas viñas, mas no beberéis el vino de ellas.  Porque yo sé de vuestras muchas rebeliones, y de vuestros grandes pecados; sé que afligís al justo, y recibís cohecho, y en los tribunales hacéis perder su causa a los pobres (Amós 5:11-12).  Aunque ya no escuchan la reprensión en público (Amós 5:13), es urgente que se arrepientan; Jehová les extiende ahora mismo el perdón: Buscad lo bueno, y no lo malo, para que viváis; porque así Jehová Dios de los ejércitos estará con vosotros, como decís. 
Aborreced el mal, y amad el bien, y estableced la justicia en juicio; quizá Jehová Dios de los ejércitos tendrá piedad del remanente de José (Amós 5:14-15).
         Tampoco pueden encontrar refugio en la multitud de sus ofrendas: Aborrecí, abominé vuestras solemnidades, y no me complaceré en vuestras asambleas.  Y si me ofreciereis vuestros holocaustos y vuestras ofrendas, no los recibiré, ni miraré a las ofrendas de paz de vuestros animales engordados. Quitad de mí la multitud de tus cantares, pues no escucharé las salmodias de tus instrumentos (Amós 5:21-23). La multitud de actos religiosos y ofrendas no valen nada en comparación con el arrepentimiento: Pero corra el juicio como las aguas, y la justicia como impetuoso arroyo (Amós 5:24).  Ni el testimonio de la devoción pasada puede quitar la necesidad del arrepentimiento hoy – el pecado obstinado hoy corrompe la devoción pasada: ¿Me ofrecisteis sacrificios y ofrendas en el desierto en cuarenta años, oh casa de Israel?  Antes bien, llevabais el tabernáculo de vuestro Moloc y Quiún, ídolos vuestros, la estrella de vuestros dioses que os hicisteis (Amós 5:25-26).  Les urge arrepentirse inmediatamente porque el Juez y General de las tropas del juicio está a la puerta: Os haré, pues, transportar más allá de Damasco, ha dicho Jehová, cuyo nombre es Dios de los ejércitos (Amós 5:27).
         La grandeza de su civilización no ofrece refugio contra el día del juicio: Abomino la grandeza de Jacob, y aborrezco sus palacios; y entregaré al enemigo la ciudad y cuanto hay en ella (Amós 6:8).  No habrá lugar para esconderse de su alcance: Acontecerá que si diez hombres quedaren en una casa, morirán (Amós 6:9).  Pero todavía los rebeldes mantendrán su endurecimiento contra Dios:
Calla, porque no podemos mencionar el nombre de Jehová (Amós 6:10).  Mejor es reconocer los pecados de una vez y rehusar la confianza en sus propias fuerzas que sólo pueden lograr la vanidad (Amós 6:12-13).  De nuevo, el Juez está a la puerta: Pues he aquí, oh casa de Israel, dice Jehová Dios de los ejércitos, levantaré yo sobre vosotros a una nación que os oprimirá desde la entrada de Hamat hasta el arroyo del Arabá (Amós 6:14).
         Después siguen cinco visiones que urgen el arrepentimiento.  En la primera, langostas amenazan la cosecha – pero a la intercesión del profeta, Jehová no las manda (Amós 7:1-3).  En la segunda, un incendio amenaza a Israel – pero otra vez, Jehová no lo manda por la intercesión del profeta (Amós 7:4-6).  En la tercera, el juicio de Jehová se va a derramar sobre Israel por sus lugares altos y su rey (Amós 7:7-9).  En vez de la intercesión de Amós, el sacerdote Amasías del altar falso en   Bet-el intercede al rey Jeroboam para hacer callar al profeta de Jehová (Amós
7:10-13).  Por tal acción, Amasías ha asegurado su parte entre los exiliados, no en el remanente (Amós 7:17).
         En la cuarta visión, un canastillo de fruta de verano demuestra que se ha madurado el juicio contra el pueblo de Israel (Amós 8:1-2).  Por no arrepentirse de sus injusticias económicas, Israel padecerá el juicio divino y también de algo que disfruta durante el ministerio de Amós: He aquí vienen días, dice Jehová el Señor, en los cuales enviaré hambre a la tierra, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la palabra de Jehová (Amós 8:11).
         En la quinta visión, Jehová anuncia su juicio inescapable (Amós 9:1-4).  Pero en medio del juicio se manifestará la gracia de su salvación del remanente: He aquí los ojos de Jehová el Señor están contra el reino pecador, y yo lo asolaré de la faz de la tierra; mas no destruiré del todo la casa de Jacob, dice Jehová (Amós 9:8).  Aunque su pueblo será zarandeado como el trigo, Jehová salvará a un remanente que disfrutará la heredad de más que la tierra prometida, una heredad que se extiende hasta el límite de las naciones: Yo levantaré el tabernáculo caído de David, y cerraré sus portillos y levantaré sus ruinas, y lo edificaré como en el tiempo pasado; para que aquellos sobre los cuales es invocado mi nombre poseen el resto de Edom, y a todas las naciones, dice Jehová que hace esto (Amós 9:11-12).  Van a
disfrutar la prosperidad a niveles nunca experimentados antes, la producción
terrenal liberada de los límites del tiempo: He aquí vienen días, dice Jehová,
en que el que ara alcanzará al segador, y el pisador de las uvas al que lleve la simiente; y los montes destilarán mosto, y todos los collados se derretirán (Amós 9:13).  Allá su remanente trabajará y comerá en justicia: Traeré del cautiverio a mi pueblo Israel, y edificarán ellos las ciudades asoladas, y las habitarán; plantarán viñas, y beberán el vino de ellas, y harán huertos, y comerán el fruto de ellos (Amós
9:14).  Van a disfrutar la seguridad verdadera – no la falsa que viene por acumular bienes materiales en avaricia y el deseo de cumplir placeres sino la verdadera que provee Jehová: Los plantaré sobre su tierra, y nunca más serán arrancados de su tierra que yo les di, ha dicho Jehová Dios tuyo (Amós 9:15).
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Amós 1 - 4 y Salmo 12

26/8/2012

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         En resumen: Con las profecías de Amós, volvemos a la época antes del profeta Isaías para escuchar el juicio justo de Jehová contra los pecados de Israel, Judá y las naciones alrededor.  Jehová no hace acepción de personas sino que juzga a todos, aún a su pueblo escogido, en justicia.
         En más detalle: Empezamos con la introducción al profeta Amós: Uno de los pastores de Tecoa, que profetizó acerca de Israel en días de Uzías, rey de Judá y en días de Jeroboam hijo de Joás, rey de Israel, dos años antes del terremoto (Amós 1:1).  Tecoa se encuentra en el territorio de Judá, a 16 kilómetros al sur de Jerusalén y unos 9 kilómetros al sur de Belén.  Aunque es del reino de Judá, sus profecías son dirigidas principalmente a sus hermanos en el territorio norte de la tierra prometida.  Viven en una época de prosperidad bajo el largo reinado de Jeroboam II, un rey que a pesar de su idolatría contra Jehová, disfruta un avivamiento en
poder y la estabilidad por la misericordia de Jehová: Porque Jehová miró la muy
amarga aflicción de Israel; que no había siervo ni libre, ni quien diese ayuda a Israel; y Jehová no había determinado raer el nombre de Israel de debajo del cielo; por tanto, los salvó por mano de Jeroboam hijo de Joás (2 Reyes 14:26-27).  Es la misma época en que profetiza Jonás (2 Reyes 14:25) y casi una generación antes de las profecías de Isaías.  Según la arqueología, el terremoto probablemente ocurrió por el año 760 a.C. (Niehaus, Jeff; “Amos” en McComiskey, Thomas Edward, ed.; The Minor Prophets: An Exegetical and  Expository Commentary.  1998, Grand Rapids, MI: Baker Academic, pág. 336).  Fue tan memorable que siglos después, aún después del exilio, el profeta Zacarías pudo hacer referencia al mismo: Huiréis de la manera que huisteis por causa del terremoto en los días de Urías rey de Judá (Zacarías 14:5).
         En términos de catástrofe que habrá entendido cualquier persona que sabe de la vida pastoral tan común en Israel en esa época, inmediatamente anuncia profecías que inspiran el terror: Jehová rugirá desde Sion, y dará su voz desde Jerusalén, y los campos de los pastores se enlutarán, y se secará la cumbre del Carmelo (Amós 1:2).  Pero al principio las profecías amenazan a los enemigos de Israel, a los que lo han tratado injustamente: Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Damasco, y por el cuarto, no revocaré su castigo; porque trillaron a Galaad con
trillos de hierro (Amós 1:3).  Por la crueldad militar de los sirios contra la provincia israelita de Galaad, Jehová va a consumir hasta la casa real en Damasco: Prenderé fuego en la casa de Hazael, y consumirá los palacios de Ben-adad (Amós 1:4).  ¡Con qué satisfacción habrán escuchado los israelitas del juicio de Jehová sobre sus viejos enemigos!  Su juicio sacudirá toda la seguridad siria: Y quebraré los cerrojos de Damasco, y destruiré a los moradores del valle de Avén, y los gobernadores de
Bet-edén; y el pueblo de Siria será transportado a Kir, dice Jehová (Amós 1:5).  ¡Con qué gusto habrán escuchado los israelitas que sus enemigos serían derrotados y exiliados para no molestarlos más!
         Jehová continúa su denuncio a los enemigos de Israel por señalar a sus viejos enemigos del suroeste: Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Gaza, y por el cuarto, no revocaré su castigo (Amós 1:6).  Otra vez el motivo del castigo es la crueldad militar cometida contra el pueblo de Jehová: Porque llevó cautivo a todo un pueblo para entregarlo a Edom (Amós 1:6).  Por esta ofensa, las ciudades filisteas caerán una por una delante de Jehová (Amós 1:7-8).  ¡Qué buenas noticias son la fidelidad protectora de Jehová por su pueblo para castigar completamente y por fin a sus enemigos!
         Ahora el blanco de la ira de Jehová se pone al noroeste de Israel: Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Tiro, y por el cuarto, no revocaré su castigo (Amós 1:9). 
Otra vez es por una crueldad excesiva contra el pueblo de Jehová: Porque entregaron a todo un pueblo cautivo a Edom, y no se acordaron del pacto de
hermanos (Amós 1:9).  Por eso la ciudad orgullosa y protegida por el mar será devastada (Amós 1:10).  ¡No se puede cometer injusticias contra el pueblo de Jehová sin sufrir las consecuencias!
         Ahora Jehová pone su atención al sudeste lejano de la tierra prometida: Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Edom, y por el cuarto, no revocaré su castigo; porque persiguió a espada a su hermano, y violó todo afecto natural; y en su furor le ha robado siempre, y perpetuamente ha guardado el rencor (Amós 1:11).  Por causa de su enemistad y rencor contra sus hermanos los israelitas, serán borrados como los demás enemigos de Jehová (Amós 1:12).
         Luego el blanco de la ira de Jehová cambia al este: Por tres pecados de los hijos de Amón, y por el cuarto, no revocaré su castigo (Amós 1:13).  De nuevo sobresale una crueldad militar contra el pueblo de Israel, una que no va a tolerar Jehová y
que clama por la llegada de su justicia: Porque para ensanchar sus tierras abrieron a las mujeres de Galaad que estaban encintas (Amós 1:13).  La nación que quería ensanchar sus tierras se quedará sin autoridad en las suyas: Encenderé fuego en el muro de Rabá, y consumirá sus palacios con estruendo en el día de la batalla, con tempestad en día tempestuoso; y su rey irá en cautiverio, él y todos sus príncipes, dice Jehová (Amós 1:14-15).  Y continúa el juicio otra nación vecina al sudeste: Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Moab, y por el cuarto, no revocaré su castigo; porque quemó los huesos del rey de Edom hasta calcinarlos (Amós 2:1).  En su soberanía sobre todas las naciones, Jehová castigará aún la crueldad y el rechazo que no se cometió contra su pueblo escogido sino contra la integridad real de los vecinos: Prenderé fuego en Moab, y consumirá los palacios de Queriot; y morirá Moab con tumulto, con estrépito y sonido de trompeta (Amós 2:2).  Por su ofensa a la casa real legítima de sus vecinos, sufrirán la pérdida de su propia autoridad: Y quitaré el juez de en medio de él, y mataré con él a todos sus príncipes, dice Jehová (Amós 2:3).
         Hasta el momento, el oyente israelita tiene que estar muy satisfecho con las profecías de Amós – ¡Jehová ruge en juicio justo contra todos sus enemigos!  Aún toca a sus parientes al sur, al reino de Judá, contra quienes los israelitas del norte
ganaron una batalla decisiva en la generación previa (2 Crónicas 25:17-24): Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Judá, y por el cuarto, no revocaré su castigo (Amós 2:4).  La ofensa por la cual son juzgados no es ninguna crueldad militar sino el descuido de la ley: Porque menospreciaron la ley de Jehová, y no guardaron sus ordenanzas, y les hicieron errar sus mentiras, en pos de los cuales anduvieron sus padres (Amós 2:4).  Y la ofensa es tan severa que aún perderá la casa real la autoridad para reinar sobre su nación: Prenderé, por tanto, fuego en Judá, el cual consumirá los palacios de Jerusalén (Amós 2:5).
         ¿Habrán celebrado los oyentes israelitas el juicio anunciado contra sus parientes al sur?  Ya no se trata de ninguna crueldad militar contra el pueblo de Jehová, sino el juicio por un pecado del cual son culpables también. Y por eso no necesitan esperar mucho tiempo para escuchar el rugido de Jehová contra ellos mismos: Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Israel, y por el cuarto, no revocaré su castigo (Amós 2:6).  ¡Igual como las naciones paganas, Israel va a caer bajo el juicio justo de Jehová!  Han cometido crueldades contra el pueblo escogido también – no crueldades militares sino económicas: Porque vendieron por dinero al justo, y al pobre por un par de zapatos (Amós 2:6).  La crueldad contra el pueblo
de Jehová se ha manifestado económica, sexual y religiosamente en el afán por
sus propios placeres (Amós 2:7-8).
         La ofensa se hace más grave porque se ha cometido en el trasfondo de la misericordia continua de Jehová, desde la redención en Egipto hasta la conquista de la tierra prometida (Amós 2:9-10) y en levantar a sus portavoces los profetas y los ejemplos de la vida entregada a Jehová, los nazareos (Amós 2:11; véase también Números 6:1-21).  Mas vosotros disteis a beber vino a los nazareos, y a los profetas
mandasteis diciendo: No profeticéis (Amós 2:12).  Deseaban apagar toda palabra y ejemplo de Jehová para poder seguir desenfrenadamente la opresión y la entrega a sus placeres.  Por eso el juicio justo de Jehová los va a apretar (Amós 2:13-16).  Como vemos, Jehová no hace acepción de personas; tiene que castigar la injusticia, si se encuentra en Damasco, en Jerusalén o en Samaria.
         Este tema se subraya en Amós 3, dirigido al Israel que ha abandonado el caminar en comunión con Jehová que sus padres practicaron.  Por eso ha mandado a su profeta Amós para que los denuncie (Amós 3:1-3).  Igual como el león en la selva no rugiría sin haber presa, el profeta de Jehová no hablaría sin su revelación (Amós 3:4, 7-8).  Es decir, el juicio que anuncia Amós tiene razón y motivo.  Y la profecía del juicio de Jehová será un ejemplo para todos los vecinos del pago divino por la injusticia (Amós 3:9-10).  Un enemigo vendrá por todos lados de la tierra, y derribará tu fortaleza, y tus palacios serán saqueados (Amós 3:11).  Todo lo que han ganado por su injusticia se perderá, a tal punto que cualquier rescate parecerá inútil: De la manera que el pastor libra de la boca del león dos piernas, o la punta de una oreja, así escaparán los hijos de Israel que moran en Samaria en el rincón de una cama, y al lado de un lecho (Amós 3:12).  No escapará el valiente por su fuerza
sino el escondido.  Y al fondo de este juicio está, como vimos tantas veces en 2 Reyes, el pecado de Jeroboam I en establecer el culto falso a Jehová en Bet-el y Dan: Que el día que castigue las rebeliones de Israel, castigaré también los altares de Bet-el; y serán cortados los cuernos del altar, y caerán a tierra (Amós 3:14).
         Amós 4 continúa en profecía contra las mujeres en Samaria (llamadas “vacas de Basán” en 4:1) que ponen en práctica los pecados denunciados en capítulo 3. 
Practican una religiosidad exagerada en el falso culto de Bet-el hasta el punto de traer sus diezmos cada tres días, de ofrecer pan leudado y de exigir ofrendas que deben ser voluntarias (Amós 4:4-5).  Pero esta religiosidad no convence al Dios que ve su práctica de la opresión económica y su afán por los placeres (Amós 4:1); serán llevadas como las vacas que son, pero al exilio por sus opresores más crueles, los asirios (Amós 4:2-3).
         Los pecados de Israel se ponen más asombrosos cuando uno los reconoce al lado de los castigos de Jehová que han provocado.  Los dientes están limpios por falta de comida, pero no vuelven a Jehová (Amós 4:6). Les ha castigado con sequía, plaga, muerte y fuego, pero no se arrepienten.  Por eso les llama a la corte divina: Prepárate para venir al encuentro de tu Dios, oh Israel (Amós 4:12).
         ¿Estamos listos para presentarnos delante del tribunal divino?  ¿Aceptará Jehová las excusas que ponemos para negar o endulzar nuestros pecados?  ¿En dónde tenemos refugio del Juez que ve todos nuestros pecados claramente?
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Daniel 1 - 3 y Salmo 15

17/8/2012

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         En resumen: Vemos la gloria de Jehová en la salvación de Daniel y sus compañeros Sadrac, Mesac y Abed-nego durante el exilio en Babilonia.

         En más detalle: Empezamos con una breve introducción al libro de Daniel, y luego hablamos en más detalle sobre las profecías de los primeros tres capítulos del libro.
         El libro de Daniel a veces asusta al lector de la Biblia porque es tan diferente que los libros proféticos que hemos leído hasta el momento.  Hemos leído profecías simbólicas antes – piense en la profecía de la cesta de higos buenos y la de higos malos en Jeremías 24, por ejemplo – y no nos han confundido.  Normalmente son por medio de objetos o acciones de la vida diaria, como parábolas o breves lecciones, y vienen con la explicación de los símbolos poco después.  Pero en el libro de Daniel vamos a ver símbolos de una realidad distorsionada, símbolos difíciles de visualizar como el de una bestia de diez cuernos, o de tiempos difíciles de medir como el tiempo, tiempos y la mitad de un tiempo.  En el libro de Daniel tenemos la bienvenida chocante a otra clase de literatura que es la apocalíptica.
         La literatura apocalíptica tiene las características que acabamos de mencionar – símbolos distorsionados que revelan una realidad más profunda que la aparente.  (De hecho, la palabra “apocalipsis” significa “descubierto” en el sentido de descubrir lo escondido).  Y tienen otras características que son importantes de notar: Se escribe en el trasfondo de opresión y crisis, cuando la libre expresión puede traer consecuencias graves (por ejemplo en el libro de Daniel, cuando el pueblo de Jehová está en exilio forzado en Babilonia, o en el libro de Apocalipsis en el Nuevo Testamento cuando el apóstol Juan está en exilio por el imperio romano en la isla de Patmos).  Un mensajero celestial explica el significado de los símbolos al que tiene la visión de una forma que tiene sentido para los creyentes sabios, instruidos en los misterios de Dios.  El propósito de la visión es animar al pueblo oprimido a perseverar en su fe en Jehová Dios en medio de las tribulaciones que están por venir.  Por eso sirven los símbolos raros – son memorables, para que el pueblo, sin los rollos o los manuscritos de la palabra de Jehová a su mano, se pueda
acordar de las realidades divinas que están en marcha a pesar de que no las
visualiza durante su opresión.
         Con esta breve introducción a la literatura apocalíptica, podemos notar también que los temas más básicos del libro de Daniel no son diferentes a lo que hemos visto en el resto de la Biblia.  Se trata del dominio glorioso de Jehová en toda la creación y su juicio al pecado, la soberbia y la rebelión.  Pero en su juicio de la maldad, Jehová va a salvar y preservar a un remanente.  Los que forman el remanente deben perseverar en fe por medio de grandes tribulaciones y pruebas
para luego disfrutar el reposo y la paz que Jehová tiene guardado para ellos.  Es la misma historia desde Génesis hasta ahora, con el énfasis en el libro de Daniel en la soberanía de Jehová aún sobre los imperios más poderosos en la historia del mundo.
         Nos ayuda también notar dos divisiones en el libro de Daniel.  Los capítulos 1 – 6 enfatizan a Jehová en su salvación de Daniel y sus amigos del peligro y la muerte, el reconocimiento de los gentiles más poderosos de la gloria de Jehová por medio de ellos y la gran sabiduría del siervo de Jehová, Daniel.  Los capítulos 7 – 12 son de visiones apocalípticas que no enfatizan el llamado al arrepentimiento (como tantas veces hacen las profecías de Isaías, Jeremías y Ezequiel) sino la perseverancia al pueblo de Jehová que vive bajo el dominio opresivo extranjero.  Le asegura:
         1)  El reino de Jehová viene, pero no por el poder carnal del remanente: Veía yo que este cuerno hacía guerra contra los santos, y los vencía, hasta que vino el Anciano de días, y se dio el juicio a los santos del Altísimo; y llegó el tiempo, y los santos recibieron el reino (Daniel 7:21-22).
         2)  Por eso, la responsabilidad del remanente es orar de acuerdo con la palabra revelada de Jehová: Yo Daniel miré atentamente en los libros del número de los años de que habló Jehová al profeta Jeremías, que habían de cumplirse las desolaciones de Jerusalén en setenta años.  Y volví mi rostro a Dios el Señor, buscándole en oración y ruego, en ayuno, cilicio y ceniza (Daniel 9:2-3).
         3)  El remanente también se dedica a la enseñanza de la palabra de Jehová, en medio de gran tribulación aún hasta la muerte: Se levantarán de su parte tropas que profanarán el santuario y la fortaleza, y quitarán el continuo sacrificio, y pondrán la abominación desoladora.  Con lisonjas seducirá a los violadores del pacto; mas el pueblo que conoce a su Dios se esforzará y actuará.  Y los sabios del pueblo instruirán a muchos; y por algunos días caerán a espada y a fuego, en cautividad y despojo (Daniel 11:31-33).
         4)  Entonces el lector presente tiene que tomar una decisión – o seguir el camino de la sabiduría o la de la impiedad: Yo oí, mas no entendí.  Y dije: Señor mío, ¿cuál será el fin de estas cosas?  Él respondió: Anda, Daniel, pues estas palabras están cerradas y selladas hasta el tiempo del fin.  Muchos serán limpios, y emblanquecidos y purificados; los impíos procederán impíamente, y ninguno de los impíos entenderá, pero los entendidos comprenderán (Daniel 12:8-10).
         5)  Sobre todo, el remanente tiene que estar preparado a perseverar en la fe por aún más tiempo que perdure la tribulación: Desde el tiempo que sea quitado el continuo sacrificio hasta la abominación desoladora, habrá mil doscientos noventa días.  Bienaventurado el que espere, y llegue a mil trescientos treinta y cinco días (Daniel 12:11-12).
         6)  El remanente persevera siempre con el anhelo en el reposo que Jehová ha preparado por ellos: Y tú irás hasta el fin, y reposarás, y te levantarás para recibir tu heredad al fin de los días (Daniel 12:13).
         Con esta introducción del libro de Daniel, estamos listos a examinar en más detalle los primeros tres capítulos.

         En el año tercero del reinado de Joacim rey de Judá, vino Nabucodonosor rey de Babilonia a Jerusalén, y la sitió.  Y el Señor entregó en sus manos a Joacim rey de Judá, y parte de los utensilios de la casa de Dios; y los trajo a tierra de Sinar, a la casa de su dios, y colocó los utensilios en la casa del tesoro de su dios (Daniel 1:1-2).  De lo que hemos estudiado ya sobre la generación del exilio en 2 Reyes 23:36 – 24:4; 2 Crónicas 36:7; y los libros de Jeremías y Ezequiel, en estos versículos estamos en el año 605 a.C. cuando la autoridad sobre Judá pasó de las manos de los egipcios a las de los caldeos.  Es la primera ola del exilio, cuando el rey Nabucodonosor afirma su autoridad sobre su nueva provincia y toma a jóvenes inteligentes para entrenarlos por funcionarios en la administración caldea: Dijo el rey a Aspenaz, jefe de sus eunucos, que trajese de los hijos de Israel, del linaje real de los príncipes, muchachos en quienes no hubiese tacha alguna, de buen parecer, enseñados en toda sabiduría, sabios en ciencia y de buen entendimiento, e idóneos para estar en el palacio del rey; y que les enseñase las letras y la lengua de los caldeos (Daniel 1:3-4).  Note por eso que cronológicamente, el libro de Daniel se inicia antes del libro de Ezequiel, del sacerdote y profeta que fue llevado en la segunda ola del exilio.  Por eso Ezequiel puede hacer referencia a Daniel como un justo y sabio reconocido entre los otros exiliados (Ezequiel 14:14, 20; 28:3).
         Leemos de un choque entre el nuevo régimen y la fe de los exiliados casi inmediatamente: Y Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía; pidió, por tanto, al jefe de los eunucos que no se le obligase a contaminarse (Daniel 1:8).  Muchos opinan que la comida real contenía carne inmunda (de acuerdo con la lectura de las leyes en Levítico) o que fue sacrificada a los dioses caldeos (de acuerdo con la prohibición en 1 Corintios 10 en el Nuevo Testamento) y por eso Daniel no quería contaminarse.  Puede ser.  Pero aparentemente Daniel sí pudo comer la carne y tomar el vino en otras ocasiones sin contaminarse: lea Daniel 10:3 en que se da a entender que la comía y lo bebía en otras ocasiones.  Prefiero la observación de Iain M. Duguid (Daniel, Reformed Expository Commentary; Phillipsburg, NJ; P&R Publishing, 2008; pág. 13) de que esa comida era contaminada por venir de la mesa real con la idea de que Nabucodonosor era el proveedor de esos jóvenes exiliados, que su sustento dependía de él.  En cambio, Daniel quería que fuera evidente que su sustento venía de Dios, en este caso por vegetales y agua que la tierra producía sin que pasara por la mesa real.  Lo que sea el motivo, es evidente que Jehová obró en su deseo de no contaminarse y en la aprobación de sus supervisores: Puso Dios a Daniel en gracia y en buena voluntad con el jefe de los eunucos (Daniel 1:9).  Por eso, le podemos dar la gloria también cuando al terminar su entrenamiento y empezar sus nuevas responsabilidades: En todo asunto de sabiduría e inteligencia que el rey les consultó, los halló diez veces mejores que todos los magos y astrólogos que había en todo su reino (Daniel 1:20).  La gloria no va al sistema educativo de los caldeos sino al Dios que preserva a sus escogidos y que les prometió: Serán benditas en ti todas las familias de la tierra (Génesis 12:3).
         En Daniel 2 vemos un ejemplo de la gloria de Jehová en la sabiduría excepcional de siervo Daniel.  Acuérdese de la imagen cuya cabeza es de oro fino, su pecho y brazos de plata, su vientre y sus muslos de bronce y sus piernas de hierro y sus pies en parte de hierro y en parte de barro cocido (Daniel 2:33).  El libro mismo nos explica el significado.  Nabucodonosor es la cabeza de oro, y luego: Después de ti se levantará otro reino inferior al tuyo; y luego un tercer reino de bronce, el cual dominará sobre toda la tierra.  Y el cuarto reino será fuerte como hierro; y como el hierro desmenuza y rompe todas las cosas, desmenuzará y quebrantará todo.  Y lo que viste de los pies y los dedos, en parte de barro cocido de
alfarero y en parte de hierro, será un reino dividido; mas habrá en él algo de la fuerza del hierro, así como viste hierro mezclado con barro cocido.  Y por ser los dedos de los pies en parte de hierro y en parte de barro cocido, el reino será en parte fuerte, y en parte frágil.  Así como viste el hierro mezclado con barro, se mezclarán por medio de alianzas humanas; pero no se unirán el uno con el otro, como el hierro no se mezcla con el barro (Daniel 2:39-43).
         Acuérdese del cambio que vimos entre los metales preciosos del tabernáculo en el libro de Éxodo.  Lo que estaba más cerca al Lugar Santísimo fue hecho de oro; lo que tocaba la tierra del Lugar Santo fue de plata; y mientras más lejos se retiraba
del Lugar Santísimo, más se encontraba el bronce.  En las descripciones del tabernáculo no había ninguna referencia al hierro, y las menciones del barro cocido eran sólo como posibilidad para las ollas en que cocían la porción de la carne para los sacerdotes, pero tenían que quebrarlas después.  No nos sorprende entonces una observación parecida en Daniel 2: vamos de lo más valioso a lo más común, de lo que más refleja la gloria de Dios a lo que menos la refleja, de lo superior al inferior y frágil.
         Daniel 2:38 identifica la cabeza de oro como Nabucodonosor; los versículos que siguen identifican las otras partes de la estatua como otros reinos que lo seguirán.  No nos dicen directamente quiénes son.  Algunos comentaristas excelentes sobre Daniel (como Iain Duguid y John Goldingay) opinan que no se debe gastar mucho tiempo en identificarlos, pero creo que la interpretación directa de Nabucodonosor con la cabeza nos invita a hacer el esfuerzo.  Sin entrar en muchos detalles, estoy satisfecho con la explicación protestante tradicional de que son Babilonia (oro), luego el imperio medo-persa (plata), Grecia (bronce) y Roma (hierro y barro cocido).  Note otra vez que esta interpretación no surge del texto mismo sino de la observación histórica aplicada mucho después de la época de Daniel.
         Pero nuestra tarea no termina simplemente al identificar estos reinos.  Nos preguntamos: ¿Cómo habrían entendido Daniel, Nabucodonosor y los judíos exiliados esta visión y su interpretación, aun sin poder identificar esos reinos futuros?  ¿Qué quería comunicarles Dios en su época, antes de saltar a ver su
cumplimiento en el futuro?
         Creo que dos observaciones sobresalen.  Primero, la sociedad humana tiende al declive y la degeneración.  Igual como vimos en el libro de Jueces, mientras pasa el tiempo, no nos desarrollamos en un progreso cada vez más victorioso sino que nos degeneramos cada vez más lejos de la gloria de Dios.  Los exiliados israelitas no
se deben sorprender al ver que sus sueños por el Jerusalén reconstruido no se
cumplen inmediatamente.  La batalla para tener una sociedad más justa, más de acuerdo con la justicia de Jehová, va a parecer como el querer hacer retroceder las olas del mar.
         Pero segundo, Dios invade la historia humana y por medio de su Ungido de la casa de David crea algo completamente contrario a este declive, algo totalmente distinto que ni se puede comparar con nuestros conceptos de la civilización.  Parte del propósito de las cuatro partes de la estatua es para hacer lucir la obra de Dios que viene: Estabas mirando, hasta que una piedra fue cortada, no con mano, e hirió a la imagen en sus pies de hierro y de barro cocido, y los desmenuzó.  Entonces fueron desmenuzados también el hierro, el barro cocido, el bronce, la plata y el oro, y fueron como tamo de las eras del verano, y se los llevó el viento sin que de ellos quedara rastro alguno.  Mas la piedra que hirió a la imagen fue hecha un gran monte que llenó toda la tierra (Daniel 2:34-35).  Luego viene la explicación: En los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre (Daniel 2:44).
         ¿Será que Daniel habría entendido aquí una referencia a Isaías 28:16-17?  Jehová el Señor dice así: He aquí que yo he puesto [así que no fue cortada con mano] en Sion por fundamento una piedra, piedra probada, angular, preciosa, de cimiento estable; el que creyere, no se apresure [es decir, el que cree en esta piedra sólida puesta por Jehová no tiene que alterarse ni dudar].  Y ajustaré el juicio a cordel, y a nivel la justicia [este reino puesto por Jehová en Sion será de una justicia perfecta, delineada por Jehová mismo]; y granizo barrerá el refugio de la mentira, y aguas arrollarán el escondrijo [es decir, todo lo que no concuerda con la justicia de Jehová, como la mentira y los pecados cometidos a escondidas, será juzgado y destruido] (Isaías 28:16-17).  Aquí encontramos, como en Daniel 2:34-35, una piedra puesta no por mano, una piedra superior a cualquier otro reino humano, una que llega no a continuar ni a reemplazar sino a juzgar a los reinos anteriores.  Y Daniel 2:44 identifica algunas características más: jamás será destruido; no será dejado a otro pueblo; permanecerá para siempre.
         Y estas noticias, declaradas delante un rey pagano y recibidas por él (Daniel 2:47), deben ser de gran gozo y celebración al pueblo exiliado.  A pesar de su exilio, a pesar de los sufrimientos presentes y futuros, a pesar de tener que vivir el declive de la sociedad a largo plazo, Jehová es fiel a sus promesas y en el momento perfecto va a levantar su propio reino justo y perfecto que nunca será derrocado.  Va a juzgar a sus enemigos, los va a recompensar por sus injusticias, y el pueblo de Dios nunca más tendrá que sufrir ni el exilio ni la derrota otra vez.  Que los reinos futuros sean dirigidos o por persas o griegos, o por romanos o quienes sean: la piedra puesta por Jehová y su reino es el anhelo, el gozo y la segura esperanza de cada uno de los suyos.
         Ahora nos adelantamos al futuro para ver en Jesucristo la piedra preciosa puesta por Dios, por quien adoramos a Dios como en ninguna época anterior (1 Pedro 2:5-6).  Empezó su reino por su muerte en la cruz por nuestros pecados, por su resurrección que proclama su justicia y nos da vida eterna y por derramar su Espíritu sobre nosotros desde el día de Pentecostés para que anunciemos su reino y vivamos con ferviente amor entre nosotros.  Pero aunque ha llegado el reino, no vemos su cumplimiento perfecto todavía, y por eso miramos hacia arriba por su segunda venida en espera de: la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios (Hebreos 11:10).
         Y mientras este reino es anunciado por todas partes de la tierra, sufrimos todavía el declive general de la sociedad, lamentamos los dolores de vivir en una civilización en degeneración, pero seguimos adelante con la fe firme de que él que está en nosotros es superior a él que está en el mundo (1 Juan 4:4), que reinaremos juntos con Jesucristo en toda justicia y verdad en un reino que nunca será derrocado ni nunca será llevado al exilio.  Y por eso, la profecía de Daniel 2 es de gran consuelo y gozo a nosotros hoy en día también.
         En Daniel 3, entramos en el tema de la rebelión contra el reino establecido por Jehová.  Nos cuenta: El rey Nabucodonosor hizo una estatua de oro cuya altura era de sesenta codos, y su anchura de seis codos; la levantó en el campo de Dura, en la
provincia de Babilonia (Daniel 3:1).  Aunque no nos dice directamente el motivo de la construcción de Nabucodonosor, el trasfondo de Daniel 2 nos sugiere que quería mejorar el decreto de Dios – tal vez por insistir que su propio reino iba a ser permanente; tal vez por glorificarse a sí mismo (haciendo toda la estatua de oro, que lo representó en el sueño) – pero es impactante que no repite sino que desea
“mejorar” el decreto de Dios… y desea que todos sus gobernadores y funcionarios
se entreguen al mismo.  (¿No suena un poco como los planes de la torre de Babel en Génesis 11, también de la tierra de Sinar?)
         Sadrac, Mesac y Abed-nego rehúsan postrarse y arrodillarse delante de la estatua.  Podemos ver en su desobediencia al rey no sólo un rechazo de la idolatría sino también una fe firme en el sueño dado y explicado por Jehová en capítulo 2 – no creen que el reino de Nabucodonosor sea el ápice de la justicia y el reposo permanente dado por Dios sino que esperan una ciudad, un reino cuyo arquitecto y
constructor es Dios (Hebreos 11:10).  A pesar del poder de Nabucodonosor para juzgar en la tierra, la autoridad de Jehová lo supera: Entonces el rey Nabucodonosor se espantó, y se levantó apresuradamente y dijo a los de su consejo: ¿No echaron a tres varones atados dentro del fuego?  Ellos respondieron al rey: Es verdad, oh rey.  Y él dijo: He aquí yo veo cuatro varones sueltos, que se pasean en medio del fuego sin sufrir ningún daño; y el aspecto del cuarto es semejante a hijo de los dioses (Daniel 3:24-25).  Creo que ve una manifestación del Ungido de Jehová, el que no sólo va a gobernar en cumplimiento de las profecías sobre el Ungido sino que también acompaña a sus siervos en medio de sus tribulaciones y los protege.
         Nabucodonosor no tiene poder así para salvar y para acompañar a los suyos por medio de sus tribulaciones.  El reino de Otro lo supera.  Por eso tiene que reconocer: Bendito sea el Dios de ellos, de Sadrac, Mesac y Abed-nego, que envió su ángel y libró a sus siervos que confiaron en él, y que no cumplieron el edicto del rey, y entregaron sus cuerpos antes que servir y adorar a otro dios que su Dios… 
No hay dios que pueda librar como éste (Daniel 3:28, 29).
         ¿De igual forma estamos convencidos de que no hay otro que salve, que reine, que acompañe a sus siervos por las tribulaciones como nuestro Señor Jesucristo?
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Ezequiel 33 - 35

11/8/2012

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         En resumen: Aunque estamos en el punto más bajo de la historia de Israel en el Antiguo Testamento, la fidelidad de Jehová resplandece en su celo por pastorear personalmente a su pueblo.

         En más detalle: Casi 900 años antes de Ezequiel, cuando los israelitas recibieron la ley en el monte Sinaí en preparación para entrar la tierra prometida, Jehová les profetizó lo que se realizó en la generación de Ezequiel: Y pereceréis entre las naciones, y la tierra de vuestros enemigos os consumirá.  Y los que queden de vosotros decaerán en las tierra de vuestros enemigos por su iniquidad; y por la iniquidad de sus padres decaerán con ellos (Levítico 26:38-39).
         Pero su profecía continuó: Y confesarán su iniquidad, y la iniquidad de sus padres, por su prevaricación con que prevaricaron contra mí; y también porque anduvieron conmigo en oposición, yo también habré andado en contra de ellos, y los habré hecho entrar en la tierra de sus enemigos; y entonces se humillará su corazón incircunciso, y reconocerán su pecado (Levítico 26:40-41).
         Luego prometió: Entonces yo me acordaré de mi pacto con Jacob, y asimismo de mi pacto con Isaac, y también de mi pacto con Abraham me acordaré, y haré memoria de la tierra (Levítico 26:42).
         Los israelitas iban a pasar tiempo en el exilio, un tiempo que Jeremías señaló que sería 70 años: Pero la tierra será abandonada por ellos, y gozará sus días de reposo, estando desierta a causa de ellos; y entonces se someterán al castigo de sus iniquidades; por cuanto menospreciaron mis ordenanzas, y su alma tuvo fastidio de mis estatutos (Levítico 26:43).
         Pero Jehová promete ser fiel a los israelitas aun en medio del castigo: Y aun con todo esto, estando ellos en tierra de sus enemigos, yo no los desecharé, ni los abandonaré para consumirlos, invalidando mi pacto con ellos; porque yo Jehová soy su Dios.  Antes me acordaré de ellos por el pacto antiguo, cuando los saqué de la tierra de Egipto a los ojos de las naciones, para ser su Dios.  Yo Jehová (Levítico 26:44-45).
         Casi 900 años después, la fidelidad de Jehová, la fidelidad que se mantiene firme aun en medio del castigo más fuerte, ahora se manifiesta y luce en las profecías de Ezequiel.  Les llegan las noticias de la destrucción de Jerusalén a la comunidad de los exiliados: Aconteció en el año duodécimo de nuestro cautiverio, en el mes décimo, a los cinco días del mes, que vino a mí un fugitivo de Jerusalén, diciendo: La ciudad ha sido conquistada (Ezequiel 33:21).  Es precisamente en este punto más bajo de la historia de Israel, cuando parece que toda esperanza por el pueblo de Jehová se ha acabado, que el Espíritu de Jehová habla por su profeta otra vez (Ezequiel 33:22).  Capítulo 34 parece iniciar otra serie de profecías de destrucción: Hijo de hombre, profetiza contra los pastores de Israel; profetiza, y di a los pastores: Así ha dicho Jehová el Señor: ¡Ay de los pastores de Israel, que se
apacientan a sí mismos! (Ezequiel 34:2)  Y sí, los primeros diez versículos de la profecía son muy fuertes.
         Pero en medio de la reprensión surge una promesa gloriosa: Porque así ha dicho Jehová el Señor: He aquí yo, yo mismo iré a buscar mis ovejas, y las reconoceré (Ezequiel 34:11). ¡Jehová mismo entrará a pastorear personalmente a sus ovejas!
         Y en el resto del capítulo se junta una tras otra profecía de bendición ministrada personalmente por Jehová a su rebaño maltratado y humilde de corazón, promesas que culminan en los últimos versículos: Y sabrán que yo
Jehová su Dios estoy con ellos, y ellos son mi pueblo, la casa de Israel, dice
Jehová el Señor.  Y vosotras, ovejas mías, ovejas de mi pasto, hombres sois, y yo vuestro Dios, dice Jehová el Señor (Ezequiel 34:30-31).
         Y de allí el resto del libro de Ezequiel se despega en un vuelo de profecías gloriosas que incluyen la restauración del pueblo por Jehová (Ezequiel capítulo 37); la restauración de su tierra (Ezequiel 36); la intervención de Jehová para destruir a los enemigos de Israel (Ezequiel 35, 38 y 39); el nuevo templo (Ezequiel 40 – 42); la vuelta de la gloria de Jehová al templo (Ezequiel 43; acuérdese de cómo había abandonado el templo anterior en capítulos 9 – 11); y un liderazgo purificado (Ezequiel 44) que dirige al pueblo adorar y a vivir en santidad (Ezequiel 45 – 48). 
Todas estas bendiciones de restauración, justicia y santidad se inician por la gracia de Jehová cuando dice: He aquí yo, yo mismo iré a buscar mis ovejas, y las reconoceré (Ezequiel 34:11).
         Mientras lee estos capítulos, no deje de pensar y glorificarle a Dios por el Ungido que dijo: Yo soy el buen pastor (Juan 10:11), el que dio su vida por las ovejas para santificarlas, el que las reúne en un rebaño bajo un pastor (Juan 10:11, 16).  Todo el cumplimiento de estas profecías se encuentra en Jesucristo, nuestro buen Pastor a quien servimos con corazones arrepentidos, perdonados y justificados por la gracia del Padre, por medio de la fe en Jesucristo y por el poder del Espíritu Santo.
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Ezequiel 8 - 11 y Salmo 11

4/8/2012

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         En resumen: Ezequiel es llevado de regreso a la ciudad de Jerusalén en una visión para que vea su pecado, para que entienda la justicia del juicio que pronto caerá, y que sea testigo de que la Presencia de Jehová ha abandonado la ciudad en preparación por su destrucción.
         En detalle: Ezequiel 8 abre con una nueva visión que continúa por toda la lectura hoy.  Será notable la diferencia entre el templo y la ciudad de Jerusalén en toda su contaminación por un lado y la gloria de Jehová como vio en Ezequiel 1 por el otro lado.
         A pesar del transporte extraño a Jerusalén y los detalles raros, esta visión
sigue las características generales que hemos visto en muchas profecías del juicio divino declaradas por Isaías y Jeremías:
         1) se le descubre al profeta el pecado escondido, pero aquí por un medio llamativo, por cavar en un agujero en la pared (8:5-16);
         2) Jehová decreta y pone en movimiento el juicio contra el pecado.  Aquí toma otro paso llamativo, marcando las frentes de todos los que gimen y claman por las abominaciones que se han permitido en el templo (8:17 – 9:11; 11:1-13);
         3) el profeta clama en intercesión intensa por el pueblo (9:8; 11:13);
         4) Jehová responde a su intercesión y anuncia su misericordia al remanente (11:14-21).

         Se destaca también la visión de la gloria de Jehová igual como la vio junto al río Quebar en los primeros capítulos del libro.  Ahora el profeta entiende mejor los seres vivientes que vio y su función: Conocí que eran querubines (10:20).  Igual como en capítulo 1, los querubines “transportan” la gloria de Jehová, pero su función es más evidente aquí… ¡al llevar la gloria de Jehová paso a paso fuera del templo inmundo!  Los querubines son el patrón celestial del arca del testimonio, dirigidos por Jehová mismo para transportar su gloria como los pies obedientes de los levitas la transportaron en el desierto.  Como los levitas llevaron la gloria de Jehová a la Tierra Prometida y eventualmente a Jerusalén, ahora el arca verdadera la transporta… pero fuera del templo para dejar que sea consumido por el juicio divino.  ¡Es una situación digna de lamento y urgente intercesión!
         Y al leer Ezequiel 8 – 11 hoy, debemos tener en mente que no estamos lejos de la situación descrita aquí.  Piense en las iglesias que encontramos vacías, convertidas en museos, galerías de arte o teatros, iglesias donde tal vez moraba el Espíritu Santo en poder hace generaciones pero que ahora han sido abandonadas ambos por el Espíritu y por los verdaderos creyentes.  ¿Hasta qué punto tolera Dios el pecado en su iglesia?  Que el Señor no nos mande a ser testigos de su abandono de las iglesias.  En cambio, que renovemos nuestro temor a Jehová Dios y andemos en arrepentimiento y en santidad para que el candelero de nuestras iglesias no sea
removido de su lugar (Apocalipsis 2:5).
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Ezequiel 4 - 7

3/8/2012

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         En resumen: Por drama y por profecía, Ezequiel anuncia a los exiliados el juicio de Jehová sobre Jerusalén.
         En más detalle: Jehová le manda a Ezequiel que presente un drama profético entre los exiliados cerca al río Quebar porque: Es señal a la casa de Israel (Ezequiel 4:3).  Se supone que las instrucciones dadas en capítulo 4 – 7 (y probablemente en capítulos 6 y 7 también) se cumplirán en un lugar público como una plaza central en el campamento / pueblo de los exiliados.  Podemos imaginar que un jornalero o vendedor judío sale de su casa para la plaza como de costumbre cuando un día ve a Ezequiel poner en medio un ladrillo con un dibujo de Jerusalén (Ezequiel 4:1). 
Mientras el profeta construye una fortaleza y baluarte contra la ciudad dibujada (Ezequiel 4:2), el jornalero se para por curiosidad para ver qué está haciendo.  Luego el profeta se acuesta sobre el lado izquierdo y afirma su rostro contra el dibujo, con una plancha de hierro entre él y la ciudad (Ezequiel 4:3, 4).
         El jornalero eventualmente sigue en su camino… pero cuando regresa en la tarde, todavía está el profeta acostado en la plaza, y todos los vecinos pasan y conversan sobre la profecía dramática tan rara (Ezequiel 4:4).  Al final del día cuando todos se desocupan la plaza para regresar a sus casas, tal vez el profeta vuelve a la suya.  Pero la mañana siguiente cuando el jornalero pasa por la plaza, allí está el profeta otra vez, sin moverse, con su rostro afirmado contra el dibujo de Jerusalén y su brazo descubierto (Ezequiel 4:7, 8).  Y así continúan los días.  A veces el profeta grita en profecía contra Jerusalén mientras la gente pasa en camino a sus trabajos y quehaceres (Ezequiel 4:7); Ezequiel 6 y 7 probablemente son algunas que declaró Ezequiel a la Jerusalén dibujada.  Hasta su comida mezquina es parte del drama profético, poniendo a la vista de los exiliados la experiencia de sus hermanos en el sitio de Jerusalén (Ezequiel 4:9-17).  Y así sigue la extraña representación día por día sin faltar por 390 días (Ezequiel 4:5).  Probablemente significa el número de años (aproximadamente) desde la dedicación del templo hasta la destrucción de Jerusalén, los años que Jehová ha tenido que sufrir la rebelión endurecida de su pueblo (Daniel I. Block, The Book of Ezekiel: Chapters 1 – 24; Grand Rapids, Eerdmans, pág. 178-79).  Por tanto tiempo y publicidad, todos los habitantes judíos por el río Quebar sabrían y comentarían de esta extraña profecía.
         De repente el profeta cambia al lado derecho, y así se queda por 40 días más (Ezequiel 4:6).  Probablemente es un eco de Números 14:33-35 donde Jehová les prohíbe a la generación del éxodo la entrada a la tierra prometida por causa de su falta de fe y les dice: Vuestros hijos andarán pastoreando en el desierto cuarenta años, y ellos llevarán vuestras rebeldías, hasta que vuestros cuerpos sean consumidos en el desierto.  Conforme al número de los días, de los cuarenta días en que reconocisteis la tierra, llevaréis vuestras iniquidades cuarenta años, un año por cada día; y conoceréis mi castigo (Números 14:33-34).  A los exiliados por el río Quebar les comunicaría que ellos tampoco van a entrar otra vez en la tierra prometida; morirán en el exilio, y sólo sus hijos tendrán la posibilidad de volver (Block, Ezequiel, pág. 179).
         De repente sale otro paso extraño al drama cuando Ezequiel públicamente se afeita la cabeza y la barba al lado del ladrillo de Jerusalén (Ezequiel 5:1).  Imagino que por esta representación tan dramática, todos hasta habrán llamado a sus familiares y vecinos para que se acudan a la plaza para verla.  Delante de todos, Ezequiel quema un tercio de los cabellos.  Otro tercio corta con espada alrededor de la ciudad (representada por el ladrillo).  Otro tercio esparce por el viento.  Pero unos pocos ata en la falda de su manto (Ezequiel 5:2-3).  Los que se quedan serán quemados (Ezequiel 5:4).  Con la atención de todos, Ezequiel explica el drama profético: Así ha dicho Jehová el Señor: Esta es Jerusalén; la puse en medio de las naciones y de las tierras alrededor de ella (Ezequiel 5:5).  Anuncia el juicio de Jehová a Jerusalén por sus pecados (Ezequiel 5:6-11).  Interpreta la representación de este día: Una tercera parte de ti morirá de pestilencia y será consumida de hambre en medio de ti; y una tercera parte caerá a espada alrededor de ti; y una tercera parte esparciré a todos los vientos, y tras ellos desvainaré espada (Ezequiel 5:12).  Y anuncia la vergüenza y la destrucción que pasarán los judíos por el juicio (Ezequiel 5:14-17).
         Y cuando los exiliados volvieron a sus casas esa noche, seguramente resonaba las palabras y las acciones del profeta en las mentes: Se cumplirá mi furor y saciaré en ellos mi enojo, y tomaré satisfacción; y sabrán que yo Jehová he hablado en mi celo, cuando cumpla en ellos mi enojo (Ezequiel 5:13).  Un drama muy largo, que requiere la paciencia de parte del actor y de todo el público (para representar la paciencia con que Jehová ha tolerado sus pecados)... un drama muy triste, con un fin inesperado, no con el propósito de entretener sino de comunicar el juicio de Jehová.  ¿Habrán reconocido el mensaje para arrepentirse de sus pecados?
          ¿Y qué haremos nosotros?  Tanta paciencia nos demuestra Jehová en tolerar nuestros pecados y en darnos tiempo para digerir el llamado al arrepentimiento.  ¿Esperaremos hasta el juicio venidero?  ¿O nos arrepentiremos por fin de nuestros pecados, antes de que venga?
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Ezequiel 1 - 3 y Salmo 29

2/8/2012

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         En resumen: Jehová llama y levanta a su profeta Ezequiel y le manda a predicar un mensaje de juicio a su pueblo rebelde.  Su mensaje no será bien recibido, pero Ezequiel tiene que predicarlo de todas formas, con la posibilidad de que algunos pocos se arrepientan.
         En más detalle: Si usted sigue el calendario de lecturas, acaba de leer el libro de Lamentaciones y los resultados de la destrucción de Jerusalén en 586 a.C.  Pero en Ezequiel volvemos a los años antes de este evento.  Ezequiel fue llevado cautivo a Babilonia en la segunda ola del exilio, la que se describe en 2 Reyes 24:8-17 y 2 Crónicas 36:9-10, unos 12 años antes de la destrucción de Jerusalén.  Sus profecías van a preparar a los exiliados por el trauma de este evento.  Así que mientras Jeremías predica en Jerusalén del juicio a la ciudad, Ezequiel predica el mismo mensaje a los exiliados en Babilonia.  De esta forma, no habrá duda sobre la mano de Jehová en este evento y la seguridad de su venida.
         El libro de Ezequiel empieza con la frase: Aconteció en el año treinta (Ezequiel 1:1).  Probablemente es una referencia a la edad del profeta.  En el mes cuarto, a los cinco días del mes (Ezequiel 1:1).  Note que el evento que está por describir es tan llamativo que no se le olvida de la fecha.
         Estando yo en medio de los cautivos (Ezequiel 1:1).  La llegada de la palabra de
Jehová a los cautivos también es un evento memorable.  Los cautivos parecen malditos porque perdieron sus casas, sus bienes y sus privilegios en Jerusalén a fuerzas.  Tuvieron que empezar sus vidas de nuevo en la vergüenza del exilio
mientras otros menos preparados tomaron sus lugares en Jerusalén.  Pero en la profecía de Jeremías sobre los higos buenos y los higos malos (Jeremías 24), Jehová ha revelado que este grupo de exiliados es la cesta buena… no porque son buenos por sí mismos sino por la gracia de Jehová que dijo: Como a estos higos buenos, así miraré a los transportados de Judá, a los cuales eché de este lugar a la tierra de los caldeos, para bien (Jeremías 24:5).  Como evidencia de esta misericordia anunciada por Jeremías, Jehová ahora levanta a un profeta verdadero en medio del grupo afligido ahora que han cumplido 5 años en el exilio.
         Junto al río Quebar… en la tierra de los caldeos, junto al río Quebar (Ezequiel 1:1, 3).  Era en realidad un canal de irrigación del río Éufrates, lejos de la tierra prometida y de Jerusalén.  Como pastor de una iglesia de inmigrantes, encuentro un consuelo especial en estas palabras, evidencia de la gracia de Jehová a quien no se le olvidan los suyos aun cuando están muy lejos de sus lugares de origen.  A donde sea que estamos, Dios está presente y se relaciona activamente con nosotros.
         Los cielos se abrieron, y vi visones de Dios… vino palabra de Jehová al sacerdote Ezequiel… vino allí sobre él la mano de Jehová (Ezequiel 1:1, 3). Note que
hay tres expresiones diferentes para describir la llegada de la palabra de Jehová a Ezequiel.  Por las tres vemos que no hay duda de que sus profecías provienen de Jehová por su gracia y en poder.  Ezequiel no será como los profetas falsos que se levantaron entre los exiliados, los a quienes Jehová no envió y de quienes Jeremías tuvo que advertir a los exiliados en Jeremías 29:8-10, 20-32.
         Luego en Ezequiel 1:4-28 se describe una de las visiones más extrañas en toda la Biblia.  Si no la entiende ahora, no se preocupe; ¡tampoco la entiende Ezequiel!  Por su propio deseo de comprender la visión, el profeta intenta a capturar cada detalle visual y de movimiento, y con frecuencia se expresa por comparaciones (“como carbones de fuego encendidos” (v. 13); “como rueda en medio de rueda”(v. 16); “como parece el arco iris” (v. 28); etc.)  La identidad y la función de este objeto celestial van a ser más evidentes cuando vuelva a aparecer en el capítulo 10. 
Mientras tanto, participe en la maravilla y el asombro del profeta delante de la gloria de Jehová y la evidencia de su dominio único, completo, soberano, poderoso, santo y en armonía.
         Note que como Isaías y Jeremías, Ezequiel es llamado por Jehová mismo a predicar a los judíos.  Repetidas veces Jehová los caracteriza por rebeldes (Ezequiel 2:3, 5, 6, 7, 8; 3:7, 9, 26, 27).  Le manda con un mensaje de endechas y lamentaciones y ayes (Ezequiel 2:10).  Igual como su público se ha endurecido, Ezequiel se va a endurecer… pero en justicia y en su compromiso de predicar la palabra de Jehová (Ezequiel 3:7-9).
         Pero nos sorprende que en toda esta lectura, Ezequiel no habla.  Aún nos dice: Vine a los cautivos en Tel-abib, que moraban junto al río Quebar, y me senté donde ellos estaban sentados, y allí permanecí siete días atónito entre ellos (Ezequiel 3:15).  Lo que sea la capacidad o la incapacidad del profeta, está obligado a cumplir su comisión (Ezequiel 3:16-21), y por el poder de Jehová la va a hacer: Haré que se pegue tu lengua a tu paladar, y estarás mudo, y no serás a ellos varón que reprende; porque son casa rebelde.  Mas cuando yo te hubiere hablado, abriré tu boca, y les dirás: Así ha dicho Jehová el Señor: El que oye, oiga; y el que no quiera oír, no oiga; porque casa rebelde son (Ezequiel 3:26-27).  Note que el mensaje de
juicio por seguro llegará al pueblo de Jehová, pero sin tono de tolerancia a la
indecisión.  Irremisiblemente viene el juicio – sólo es cuestión si el oyente se va a arrepentir o si se va a endurecer más en su rebelión.
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Lamentaciones 3 - 5

1/8/2012

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         En resumen: Aun en la profundidad de desesperación y dolor inimaginable, Jeremías se dirige a Jehová en intercesión por el pueblo.  Por su lamento espera recibir misericordia del mismo Dios que los ha castigado.
         En más detalle: La queja de Jeremías en Lamentaciones 3:1-18 se compara sólo con las quejas de Job en lo más oscuro de su tribulación.  Pero como vimos en Lamentaciones 1 – 2, el profeta continúa a confiar en la misma mano que lo
disciplinó.
         En palabras que nos deben hacer temblar, reconoce que aún en medio del castigo se reveló la misericordia de Jehová, porque su castigo no fue tan duro como merecía: Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos (Lamentaciones 3:22).  Reconoce que las misericordias de Jehová nunca se apagaron ni aún en sus tribulaciones más fuertes: Porque nunca decayeron sus misericordias (Lamentaciones 3:22).  En cambio, al reconocer la fidelidad y la perseverancia de las misericordias de Jehová, puede anunciar: Nuevas son cada mañana (Lamentaciones 3:23).
         Por eso espera que la mano que le dio la dura disciplina vuelva a extenderse en compasión y restauración.  Se atreve a pensar que mientras abunda la tribulación, puede sobreabundar la gracia de Jehová: Grande es tu fidelidad (Lamentaciones 3:23).  Siendo así, el tesoro de más valor que tiene no es ninguna propiedad ni joya ni bien material sino Jehová mismo: Mi porción es Jehová, dijo mi alma (Lamentaciones 3:24).  Note como resalta el nombre de Jehová.  Como vimos en nuestro estudio de Éxodo 3:13-15, su propio nombre declara que Él siempre era, es y será fiel, y que siempre era, es y será ligado a su pueblo para cumplir las promesas del pacto; por eso anuncia Jeremías: Por tanto, en él esperaré (Lamentaciones 3:24).  Por conocer el significado del nombre de Jehová, puede declarar en medio de la peor tribulación: Bueno es Jehová a los que en él esperan, al alma que le busca. Bueno es esperar en silencio la salvación de Jehová (Lamentaciones 3:25-26).
         Como el profeta ha encontrado consuelo en el reconocimiento de las misericordias de Jehová declaradas aún en su nombre, puede dirigirse al remanente atribulado para consolarlo: Que se siente solo y calle, porque es Dios quien se lo impuso; ponga su boca en el polvo, por si aún hay esperanza; dé la mejilla al que le hiere, y sea colmado de afrentas.  Porque el Señor no desecha para siempre; antes si aflige, también se compadece según la multitud de sus misericordias; porque no aflige ni entristece voluntariamente a los hijos de los hombres (Lamentaciones 3:28-33).
         Todavía hay muchas quejas más y lamentos en dolor inimaginable en el resto de la lectura para hoy, pero por la esperanza en las misericordias de Jehová, son convertidos a clamores en intercesión por el remanente: Acuérdate, oh Jehová, de lo que nos ha sucedido; mira, y ve nuestro oprobio…  Vuélvenos, oh Jehová, a ti, y nos volveremos; renueva nuestros días como al principio (Lamentaciones 5:1, 21).
         Cuando nos toca la tribulación, ¿nos acordaremos de las misericordias de Jehová evidentes aún en medio de nuestros dolores?
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    Autor

    Rev. Ken Kytle, pastor de la Iglesia bautista La fe en Cristo cerca de Atlanta, Georgia, EEUU.

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