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Génesis 48 - 50 y Salmo 28

16/1/2012

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         En la lectura para hoy, el último del libro de Génesis, tenemos un pasaje largo (casi todo el capítulo 49) del género bíblico llamado la profecía.  Vamos a definir la profecía de acuerdo con la explicación del apóstol Pablo en 1 Corintios 14.
         Primero dice: El que profetiza habla a los hombres para edificación, exhortación y consolación (1 Corintios 14:3).
         1)  El que profetiza habla a los hombres…  En el versículo que sigue, 1 Corintios 14:4, Pablo especifica quiénes son estos hombres: Edifica a la iglesia.  Es decir, la profecía primero que todo es para la comunidad de la fe.  Pronto veremos que sí, puede ser dirigida para los incrédulos también, pero su público principal es la comunidad de la fe.  (Por ejemplo, Génesis 49 se dirige a los hijos de Jacob, no a sus vecinos egipcios.)
         2)  …para edificación…  Es para edificar, dar crecimiento y madurar a los oyentes en su relación con Jehová.  La profecía puede hablar de gran destrucción y condenación, pero sólo a los que se oponen a la justicia de Jehová.  Edifica a los que viven por fe de acuerdo con su justicia.
         3)  …exhortación…  La exhortación completa tiene tres pasos:
             a) retrata la situación presente del oyente para clarificarla según la vista de Dios y para comunicarle al oyente que está mal;
             b) retrata la situación correcta en que debe andar el oyente en justicia; y
             c) le anima a hacer los cambios para dejar la situación a) y entrar en la situación b).
         4)  …consolación…  La profecía consuela al que sufre por seguir el camino de la justicia de Jehová y le exhorta a continuar adelante por el poder de Jehová a pesar de las dificultades del tiempo presente.
         También explica Pablo: Pero si todos profetizan, y entra algún incrédulo o indocto, por todos es convencido, por todos es juzgado; lo oculto de su corazón se hace manifiesto; y así, postrándose sobre el rostro, adorará a Dios, declarando que verdaderamente Dios está entre vosotros (1 Corintios 14:24-25).
         1.  Si todos profetizan, y entra algún incrédulo o indocto…  La profecía, aunque dirigida sobre todo a la comunidad de la fe, se puede dirigir a los incrédulos también.
         2.  …es convencido…  El oyente ahora entiende que ha pensado y actuado en desacuerdo con la justicia de Jehová.
         3.  …es juzgado…  Por la profecía reconoce que es culpable por su injusticia, que merece el castigo y la condenación de Dios por sus pecados.
         4.  …lo oculto de su corazón se hace manifiesto…  Sus pecados escondidos y los motivos perversos con que los seguía ahora son manifestados a la luz.  Note que esta profecía puede ser declarada a incrédulos o a miembros de la comunidad de la fe que andan en injusticia.
         5.  …postrándose sobre el rostro, adorará a Dios…  El propósito de la profecía es el arrepentimiento de los oyentes y su restauración a los caminos de Dios.
         6.  …declarando que verdaderamente Dios está entre vosotros.  La profecía es una manifestación de la presencia de Jehová con su pueblo.
         Poco después, Pablo señala algunos aspectos más de la profecía: Y si algo le fuere revelado a otro que estuviere sentado, calle el primero.  Porque podéis profetizar todos uno por uno, para que todos aprendan, y todos sean exhortados (1 Corintios 14:30-31).  Note tres observaciones más sobre la profecía:
         1.  Si algo le fuere revelado a otro…  La profecía se distingue de otros dones espirituales como la enseñanza por incluir la revelación: el Espíritu de Dios le revela algo al que profetiza que no es accesible por la lógica, la preparación, la simple observación o la repetición de alguna lección.  No quiere decir que la revelación es ilógica ni mística, sino que tiene su origen inmediato en Jehová y es transmitido por el que habla.
         2.  …calle el primero…  El que profetiza no entra en éxtasis.  Está en control completo de sí mismo.  Puede hablar o al momento se puede callar sin ningún problema.
         3.  …para que todos aprendan…  Además de las funciones de edificación, exhortación, consolación y convicción de pecado como vimos arriba, la profecía también enseña: le comunica al pueblo de Jehová cómo es Él y cómo relacionarse con Él en fe y obediencia.
         Y vamos a ampliar la definición de la profecía de Pablo en 1 Corintios 14 un poco más por identificar otra característica que a veces tiene y que sí, aparece en Génesis 49: la profecía exhorta a los oyentes por revelar el futuro.  Note bien que la profecía nunca revela el futuro sólo para informar o dar alguna satisfacción intelectual a los oyentes sino que habla del futuro siempre para exhortarles que actúen de acuerdo con la justicia de Jehová.  Al hablar del futuro, la profecía quiere impactar la vida diaria presente de los oyentes.
         Y con estas intenciones profetiza Jacob en Génesis 49: Por una revelación de Jehová sobre el futuro de la comunidad de la fe, Jacob desea enseñar, edificar, exhortar y consolar a sus hijos y las generaciones que los van a seguir para que eviten el pecado y anden en la justicia de Jehová en preparación por el cumplimiento de sus promesas.  Mientras esperan, la repetición de esta profecía va a recordarle a la comunidad de fe de la presencia continua de Jehová con ellos y la fidelidad con que va a cumplir sus promesas.
         Con esta definición como brújula que nos señala el norte, vamos a repasar Génesis 49 brevemente para ver algunas de las profecías que destacan.
         Rubén (Génesis 49:3-4): Note la diferencia entre su potencial en versículo 3 y lo que ha perdido según versículo 4 por ser impetuoso y por su pecado sexual descrito en Génesis 35:22.  Aunque es el primogénito, no recibirá la primogenitura (como confirma 1 Crónicas 5:1-2).
         Simeón y Leví (Génesis 49:5-7): Reciben una reprensión por su violencia en extremo al vengarse de la deshonra de Dina en Génesis 34.  También se les revela las consecuencias de su pecado: Yo los apartaré en Jacob, y los esparciré en Israel (Génesis 49:7).  Los descendientes de Simeón van a recibir una heredad cuando vuelven a Canaán, pero con el tiempo van a perder su identidad y serán asimilados en la tribu de Judá.  Los descendientes de Leví serán esparcidos en Canaán pero de forma honrosa; como veremos en el libro de Éxodo, van a ser la tribu sacerdotal de Israel.
         Judá (Génesis 49:8-12): Lo compara con un león por su fuerza noble y su capacidad de despertar el temor y la admiración de sus enemigos.  Revela que el cetro, representando el reino, continuará con Judá hasta la llegada de uno identificado como Siloh (una palabra difícil de traducir del hebreo; entre varias opciones, posiblemente un nombre que significa “el que da paz” o posiblemente “el a quien [el reino] pertenece”), y los pueblos congregarán a él.  Dice: Atando a la vid su pollino (Génesis 49:11), un símbolo raro porque uno no ata los pollinos a las vides… ¡las van a comer!  Tampoco se lavan los vestidos en vino (Génesis 49:11).  Pero lo que nos quiere comunicar Jacob es que los productos comunes de la agricultura en esa región (las uvas, el vino, la leche) van a ser producidos en tanta abundancia y dentro de tanta prosperidad, que no le importará a uno si un pollino come una vid, porque las vides de calidad están en todas partes, y el vino va a ser tan común y corriente como el agua.
         Zabulón (Génesis 49:13): Su prosperidad en la mercancía por el mar va a ser semejante a la prosperidad de Sidón, uno de los puertos más famosos de la antigüedad.
         Isacar (Génesis 49:14-15): Tiene fuerza, pero por su flojera tendrá que utilizarla para servirle a otros.
         Dan (Génesis 49:16-17): Será pequeño, pero peligroso para los que parecen más fuertes que él como la víbora puede derrumbar al jinete en un caballo.
         Tu salvación esperé, oh Jehová (Génesis 49:18).  En medio de la profecía quiere recordarles Jacob a sus hijos que todo lo que les revela viene por la gracia de Jehová en su salvación, no por recompensa por sus esfuerzos.
         Gad (Génesis 49:19): Sufrirán derrota, pero eventualmente vencerán.
         Aser (Génesis 49:20): Producirá en abundancia de una calidad digna de reyes.
         Neftalí (Génesis 49:21): Disfrutará una gracia fina en su educación y sabiduría.
         José (Génesis 49:22-26): Acuérdese que José recibe la primogenitura que perdió Rubén, las dos porciones de la heredad dividida igualmente entre todos los hijos.  Una porción de la primogenitura recibirá su hijo Efraín y la otra, Manasés de acuerdo con su “adopción” y bendición por Jacob en Génesis 48.  Note que la profecía enfatiza la prosperidad a pesar de persecución severa y entra en alabanza a Jehová que por gracia protege y prospera a José, al punto de hacer referencia a las bendiciones eternas que recibirá.  Se expresa como uno que encuentra que las palabras son insuficientes para captar las maravillas de Jehová y las bendiciones que reparte a su escogido.
         Benjamín (Génesis 49:27): Como Judá fue comparado con león, Benjamín es comparado con lobo, pero en un sentido positivo.  Arrebata la presa y como tiene más que suficiente, la reparte a sus hermanos.
         Por estas palabras de su antepasado Israel, sus hijos y los descendientes después de ellos iban a ser enseñados, edificados, exhortados, consolados y convencidos de sus pecados para el arrepentimiento en los años de espera antes de volver a la tierra de Canaán.  Aún serviría de recordatorio y profecía para los años después.  Se debían acordar que aunque Jacob y los demás patriarcas han fallecido, su Dios no los iba a abandonar: iba a relacionarse con ellos por gracia y por fidelidad al pacto, y ellos debían responder en devoción manifestada en justicia.
         Así cerramos nuestra lectura de la época de los patriarcas y el libro de Génesis, con la mirada hacia las manifestaciones futuras de la gracia de Jehová a su pueblo escogido.
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Génesis 44 - 47

15/1/2012

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         Otro aspecto más de la justicia de Jehová es que sabe probar los corazones de los seres humanos para revelar lo que tienen a escondidas (Jeremías 17:9-10).  José refleja este atributo de Jehová cuando prueba los corazones de sus hermanos en un examen impresionante en todos sus detalles.
         Primero, la acusación de ser espías es muy astuta.  ¿Por qué viajan tantos hombres juntos sin sus mujeres, sin sus hijos?  Inmediatamente los espanta y los pone a la defensa.  Y fíjese en lo que dicen para defenderse: Todos nosotros somos hijo de un varón; somos hombres honrados (Génesis 42:11).  ¿Hombres honrados?  ¿Así se van a defender delante del hermano a quien vendieron a la esclavitud?  (Claro, sin saber que es él.)
         Cuando José insiste que son espías, revelan más información, y allí caen en la trampa: Tus siervos somos doce hermanos (Génesis 42:13).  Uno, dos, tres, cuatro… aparentemente sólo son diez.  ¿Y dónde están los dos hermanos que faltan, señores espías que ni saben contar bien?  He aquí el menor está hoy con nuestro padre, y otro no parece (Génesis 42:13).  ¡Oh, ya veo!  Uno se quedó en casa, y el otro simplemente desapareció, ¿verdad?  Parece una mentira inventada al momento para cubrir la diferencia entre los diez presentes y los doce que dijeron que son: Eso es lo que os he dicho, afirmando que sois espías (Génesis 42:14).
         José presenta su primer plan: En esto seréis probados: Vive Faraón, que no saldréis de aquí, sino cuando vuestro hermano menor viniere aquí.  Enviad a uno de vosotros y traiga a vuestro hermano, y vosotros quedad presos, y vuestras palabras serán probadas, si hay verdad en vosotros; y si no, vive Faraón, que sois espías (Génesis 42:15-16).  ¡Un plan excelente!  El supuesto “hermano” vendrá sin ver ni entrevistar a los otros y tendrá que identificarlos bien con el conocimiento que hay sólo entre hermanos.
         Entonces José los puso juntos en la cárcel por tres días (Génesis 42:17).  Que conozcan la desesperación que uno se siente en el fondo de una cisterna sin saber cómo va a salir.  Que mediten bien en la conexión entre lo que hicieron a José y lo que les está pasando ahora.
         Y que vean la gran diferencia entre su encarcelamiento de José y el del gobernador egipcio a ellos: Yo temo a Dios (Génesis 42:18).  ¿Se dan cuenta los hermanos cómo se habrían actuado diferentemente ese día si hubieran temido a Dios?
         Si sois hombres honrados… (Génesis 42:19).  ¡Cómo deben haber entrado esas palabras como una espina a la conciencia!  Quede preso en la casa de vuestra cárcel uno de vuestros hermanos, y vosotros id y llevad el alimento para el hambre de vuestra casa. [¡Qué misericordia!]  Pero traeréis a vuestro hermano menor, y serán verificadas vuestras palabras, y no moriréis.  Y ellos hicieron así (Génesis 42:19-20).
         ¡Y los hermanos entendieron la lección!  Y decían el uno al otro: Verdaderamente hemos pecado contra nuestro hermano, pues vimos la angustia de su alma cuando nos rogaba, y no le escuchamos; por eso ha venido sobre nosotros esta angustia (Génesis 42:21).
         Luego en Canaán los hermanos, específicamente Judá pasa la segunda parte de la lección.  Primero, Jacob se desespera y resiste toda tentativa de mandar a Benjamín a Egipto.  Rubén sólo propone tonterías: Harás morir a mis dos hijos, si no te lo devuelvo; entrégalo en mi mano, que yo lo devolveré a ti (Génesis 42:37).  (¿Será tan tonto para pensar que el alma de su papá se va a consolar con la pérdida de otro hijo por matar a dos nietos también?)  Mientras toda la familia discute en un círculo que no tiene resolución, entra a hablar un Judá cambiado.
         Es un Judá experimentado en la humillación y el quebrantamiento.  Su falta de integridad fue revelada a todos.  Probablemente experimentó más fuerte que los otros el dolor de la conciencia herida esos tres días en la cárcel en Egipto: quería también matar a José, pero luego promovió su venta a la esclavitud (Génesis 37:26-27).  Judá no sólo vio el dolor de su padre por todos esos años de lamento de la pérdida de José sino que también perdió a una esposa y a dos hijos.  ¿Cuántas veces se quedó despierto en las noches, preguntándose si la muerte de sus dos hijos fue alguna recompensa por lo que hizo a José?  Conoce la desesperación de su padre acerca de Benjamín: como Jacob, hizo todo lo posible para preservarle la vida al único que le quedaba.  Si alguien podía entender el temor, la angustia y el dolor de Jacob, era Judá.  Y él se presenta para encargarse de Benjamín.
         Judá dijo a Israel su padre: Envía al joven conmigo, y nos levantaremos e iremos, a fin de que vivamos y no muramos nosotros, y tú, y nuestros niños.  Yo te respondo por él; a mí me pedirás cuenta.  Si no te lo vuelvo a traer, y si no lo pongo delante de ti, seré para ti el culpable para siempre (Génesis 43:8-9).
         Jacob manda a Benjamín entonces.  Siempre pensando en los regalos para apaciguar la ira de otro, le manda al gobernador de Egipto lo mejor de la tierra (pero esta vez, no en forma excesiva).  Les bendice, pero se prepara por lo peor: El Dios Omnipotente os dé misericordia delante de aquel varón, y os suelte al otro vuestro hermano, y a este Benjamín.  Y si he de ser privado de mis hijos, séalo (Génesis 43:14).
         Los hermanos vuelven a Egipto ansiosos y atentos a demostrar la honradez y la justicia en todo.  Se sorprenden al ver que son invitados a una comida.  Y no sólo eso sino que son sentados en orden de nacimiento: Y se sentaron delante de él, el mayor conforme a su primogenitura, y el menor conforme a su menor edad; y estaban aquellos hombres atónitos mirándose el uno al otro (Génesis 43:33).  ¿Quién nos puso a los once en orden así? se preguntan sin hablar.  Alguien los conoce y va dirigiendo todo el convivio.  Y José tomó viandas de delante de sí para ellos; mas la porción de Benjamín era cinco veces mayor que cualquiera de las de ellos (Génesis 43:34).  Posiblemente no se dan cuenta los hermanos, pero es otro examen.  ¿Cómo van a actuar cuando se demuestra la preferencia obvia a uno de ellos?  ¿Se van a quejar?  ¿Tener celos?  ¿Discutir?  Gracias a Dios pasan el examen: Y bebieron, y se alegraron con él (Génesis 43:34).
         Pero les queda un examen más.  ¿Cómo van a reaccionar cuando alguien quiere separar de ellos al preferido de su papá?  Lo entregaron con ganas por veinte piezas de plata hace años.  ¿Volverán a Canaán contentos con su dinero escondido esta vez, dejando al preferido en Egipto como hicieron a José?  Responde una familia cambiada, y en especial a un Judá cambiado: Como tu siervo salió por fiador del joven con mi padre, diciendo: Si no te lo vuelvo a traer, entonces yo seré culpable ante mi padre para siempre; te ruego, por tanto, que quede ahora tu siervo en lugar del joven por siervo de mi señor, y que el joven vaya con sus hermanos.  Porque ¿cómo volveré yo a mi padre sin el joven?  No podré, por no ver el mal que sobrevendrá a mi padre” (Génesis 44:32-34).
         El examen descubre su corazón cambiado, uno que desea sacrificarse por el bien del hermano preferido y por su papá antes de verlos sufrir, una actitud completamente distinta a la de hace años cuando vendió a José.  Hombres honrados no son, pero hombres arrepentidos y cambiados, sí.  Y pronto van a ser hombres perdonados y bendecidos: Yo soy José vuestro hermano, el que vendisteis para Egipto.  Ahora, pues, no os entristezcáis, ni os pese de haberme vendido acá; porque para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros (Génesis 45:4-5).
         En el Antiguo Testamento habrá otros reyes y profetas con discernimiento dado por Dios en los corazones de los hombres: Samuel, que va a ungir al hijo menor de Isaí como rey (1 Samuel 16:6-13); Natán, que va a comunicar la convicción del pecado al rey David por una parábola (2 Samuel 12:1-14); Salomón, que tiene que identificar a la madre verdadera de un bebé (1 Reyes 3:16-28); Daniel, que también va a interpretar el sueño de un rey y aún le va a informar lo que soñó (Daniel 2).  Pero tal vez ninguno hace un examen tan detallado, extendido y revelador de los corazones de un grupo como el de José a sus hermanos.
         Y todos estos varones de Dios son simplemente un reflejo del que conoce perfectamente los corazones: Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque conocía a todos, y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre (Juan 2:24-25).  Yo soy el que escudriña la mente y el corazón; y os daré a cada uno según vuestras obras (Apocalipsis 2:23).  Jesús demuestra el discernimiento perfecto, amplio, profundo, acertado y eficaz.
         Que el Señor Jesús nos dé discernimiento y la sabiduría para probar corazones para que su justicia se manifieste en el gobierno de nuestras familias, lugares de trabajo, comunidades e iglesias.  Y que encuentre que nuestros corazones sean arrepentidos y agradecidos por su gracia también.
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Génesis 41 - 43

14/1/2012

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         Hace unos 12 días que leímos Génesis 2 y dijimos que uno de los temas principales de toda la Biblia es el gobierno justo de Dios sobre toda la creación, ¿recuerda?  Dijimos también que el puesto del ser humano era gobernar toda la tierra de acuerdo con la justicia de Jehová y en sumisión a su autoridad.  Ahora en los últimos capítulos del libro de Génesis tenemos un ejemplo de algunos que lo hacen bien.
         Inquietado por los sueños, el hombre más poderoso de la tierra en ese entonces no sabe cómo responder hasta que escuche la interpretación de un humilde, olvidado encarcelado hebreo.  Note bien como José subraya desde el principio: No está en mí; Dios será el que dé respuesta propicia a Faraón (Génesis 41:16).  Luego repite: Dios ha mostrado a Faraón lo que va a hacer (Génesis 41:25).  Lo que Dios va a hacer, lo ha mostrado a Faraón (Génesis 41:28).  Y el suceder el sueño a Faraón dos veces, significa que la cosa es firme de parte de Dios, y que Dios se apresura a hacerla (Génesis 41:32).
         Faraón responde de acuerdo con el justo gobierno de Dios y le da al escogido de Dios amplia autoridad para gobernar justamente y en sumisión a él: ¿Acaso hallaremos a otro hombre como éste, en quien esté el espíritu de Dios?  Y dijo Faraón a José: Pues que Dios te ha hecho saber todo esto, no hay entendido ni sabio como tú.  Tú estarás sobre mi casa, y por tu palabra se gobernará todo mi pueblo; solamente en el trono seré yo mayor que tú.  Dijo además Faraón a José: He aquí yo te he puesto sobre toda la tierra de Egipto (Génesis 41:38-41).  Note la autoridad amplia con una sola prohibición, ¡exactamente como Jehová había dado a Adán!
         De acuerdo con los tiempos revelado por Dios en los sueños de Faraón (acuérdese que Jehová en su justicia pone límite a las fuerzas destructoras de la naturaleza: el hambre, aunque severo, tendrá límite de siete años), José empieza a gobernar con integridad y en justicia.  Y la bendición de su gobierno justo alcanza a todas las naciones: Y de toda la tierra venían a Egipto para comprar de José, porque por toda la tierra había crecido el hambre (Génesis 41:57).
         Aquí en José y Faraón tenemos un ejemplo de lo que Jehová ha querido desde el principio:
         1.  el escogido por Dios que gobierna con amplia autoridad pero siempre en sumisión a su autoridad mayor,
         2.  que gobierna en integridad y de acuerdo con la justicia de Dios,
         3.  que gobierna para el bien de todas las naciones.
Y su gobierno será para la gloria de Dios, como José les dirá a sus hermanos al final del libro: Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo (Génesis 50:20).
         Que Dios reciba la gloria mientras gobernamos nosotros también con integridad y en justicia dentro de la extensión de nuestra autoridad: en nuestras familias, en los lugares de trabajo, en nuestras comunidades y sobre todo en las iglesias.  Que tomemos decisiones sabias de acuerdo con la justicia de Dios.  Que trabajemos en concierto con las autoridades que Dios ha puesto encima y alrededor para bendición de mucho pueblo.
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Génesis 37 - 40 y Salmo 123

13/1/2012

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         En la lectura para hoy tenemos dos personas en contraste.
         Primero considere a José, aborrecido por sus hermanos por el favoritismo de su papá y por sus sueños de superioridad.  Segundo piense en Judá, que promueve el rechazo de su hermano y su venta a la esclavitud.
         En la lectura para hoy los dos salen del círculo familiar y entran en el mundo de los extranjeros: José es puesto entre los egipcios a fuerzas y Judá, de su propia voluntad, entra en el mundo de los cananeos.
         Bajo prueba, José demuestra integridad… pero por guardarla, tiene que sufrir injustamente.  Judá tiene libertad y parece que disfruta algo de éxito financiero y social entre los cananeos, pero al final de capítulo 38 su falta de integridad se hace notable a todos.
         Dos patriarcas que pasan por pruebas entre extranjeros, y al final de la lectura, los dos están en vergüenza… pero uno con su integridad intacta y el otro, no.
         ¿Qué se revela en nuestras vidas cuando estamos fuera del círculo familiar?
         Cuando nos toca sufrir la vergüenza, ¿cuáles son las razones por ella en nuestras vidas?
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Génesis 32 - 36

12/1/2012

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         De nuevo, las historias en estos capítulos no cumplen nuestras expectativas como lectores de la Biblia.
         Acuérdese de la acción decisiva de Abraham cuando Quedorlaomer rey de Elam atacó a los reyes de Sodoma y Gomorra y sus compañeros y al derrotarlos llevó preso a Lot también: Oyó Abram que su pariente estaba prisionero, y armó a sus criados, los nacidos en su casa, trescientos dieciocho, y los siguió hasta Dan… Y recobró todos los bienes, y también a Lot su pariente y sus bienes, y a las mujeres y demás gente (Génesis 14:14, 16).  ¡Sólo trescientos dieciocho hombres contra los ejércitos de cuatro reyes, y Abram ganó!  Esta victoria lució para la gloria de Jehová: Bendito sea Abram del Dios Altísimo, creador de los cielos y de la tierra; y bendito sea el Dios Altísimo, que entregó tus enemigos en tu mano (Génesis 14:19-20).
         O piense en la obediencia decisiva de Abraham cuando Jehová le mandó la circuncisión: En el mismo día fueron circuncidados Abraham e Ismael su hijo.  Y todos los varones de su casa, el siervo nacido en casa, y el comprado del extranjero por dinero, fueron circuncidados con él (Génesis 17:26-27).  El mismo compromiso y entrego demostró Abraham cuando Jehová le mandó a sacrificar a Isaac.  El ángel de Jehová lo tiene que parar y dice: No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único (Génesis 22:12).
         Esperamos ver esta fe decisiva de Abraham en todos los patriarcas.  Pero aquí en Génesis 32 – 36, no la vemos en Jacob.  Por ejemplo, cuando escucha de la llegada de Esaú para verlo con cuatrocientos hombres, se asusta e inmediatamente piensa en la manipulación.  Ora con sinceridad una oración ejemplar para pedir la protección de Jehová, pero por sus acciones demuestra que confía también en su astucia: divide a su familia en grupos y manda regalos en olas para protegerse y para apaciguar innecesariamente la ira de su hermano.
         Acuérdese también lo que Isaac le dijo en su bendición: Sírvante pueblos, y naciones se inclinen a ti; sé señor de tus hermanos, y se inclinen ante ti los hijos de tu madre (Génesis 27:29).  Pero cuando llega el momento de ver a su hermano: [Jacob] pasó delante de ellos y se inclinó a tierra siete veces, hasta que llegó a su hermano…  Luego vinieron las siervas, ellas y sus niños, y se inclinaron.  Y vino Lea con sus niños, y se inclinaron; y después llegó José y Raquel, y también se inclinaron (Génesis 33:3, 6-7).  Si no hubiéramos leído los capítulos anteriores, ¡con tanta inclinación habríamos pensado que Esaú recibió las bendiciones del pacto!
         Luego nos desanima ver las excusas que pone Jacob para no recibir la invitación de Esaú de acompañarlo a Seir, y cómo nunca cumplió su palabra de llegar a verlo allá (Génesis 33:12-16).  Es indeciso en reaccionar a la deshonra de su hija en capítulo 34, y su indecisión abre lugar a Simeón y Leví para vengarse excesiva y violentamente en toda la población de Siquem.  Después, Dios tiene que despertarlo a cumplir el voto que declaró cuando salió de la tierra prometida en 28:19-22: Dijo Dios a Jacob: Levántate y sube a Bet-el, y quédate allí; y haz allí un altar al Dios que te apareció cuando huías de tu hermano Esaú (Génesis 35:1).  Luego el narrador bíblico nos invita a hacer una comparación.  En capítulo 36, vemos el retrato familiar de Esaú – vemos a hijos numerosos, a jefes, a reyes, a reyes que reinaron antes que Israel tenía reyes – ¡a toda una nación impresionante!  ¿Y el retrato familiar de Jacob?  Pues… se ve en sólo cuatro versículos en Génesis 35:23-26.  ¿Y no es éste Rubén, el primogénito?  ¿Él que durmió con la concubina de su padre? (Génesis 35:22)  ¡Qué vergüenza!
         ¿De veras será Jacob el que recibió la bendición del pacto?  Parece que Esaú tiene todas las ventajas materiales y de influencia mientras Jacob se ve como indeciso, temeroso y todavía manipulador, apenas saliendo de décadas de humillación y servidumbre.  Pero sí, aunque no es tan decisivo como Abraham ni tiene la influencia de Esaú, es Jacob que tiene por gracia la relación viva del pacto con Jehová: Yo soy el Dios omnipotente: crece y multiplícate; una nación y conjunto de naciones procederán de ti, y reyes saldrán de tus lomos.  La tierra que he dado a Abraham y a Isaac, la daré a ti, y a tu descendencia después de ti daré la tierra (Génesis 35:11-12).  ¡Sólo queremos que Jacob actúe de acuerdo con la justicia de Jehová más a menudo!
         Y si así evaluamos a Jacob en estos capítulos, me pregunto: ¿Cómo sería descrita mi vida en la Biblia a la luz de mi relación con Jehová por gracia?  ¿Actúo de acuerdo con el nuevo pacto hecho por la sangre de Jesucristo?  ¿En qué momentos me motiva el temor al hombre más que la justicia de Jehová?  ¿En qué momentos se lucen más mis manipulaciones que la fe segura en las promesas de Jehová?  ¿En qué momentos reacciono en indecisión y demora cuando Dios quiere obediencia?  Dios mediante, nuestra frustración con Jacob no nos lleva a condenarlo sino a examinar por la gracia de Dios: ¿estaría un lector de la Biblia frustrado con mi vida también?  Que la gracia del Señor nos discipline y moldee para que actuemos de acuerdo con su justicia también.
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Génesis 29 - 31 y Salmo 140

11/1/2012

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         Cuando algunos escuchan del pacto de Jehová con Abraham, se preocupan.  Piensan que si Dios tiene:
         a)  un amor especial revelado en su pacto,
         b)  a algunos impíos / pecadores escogidos en su soberanía,
         c)  sólo por su gracia, sin que sus escogidos la merezcan, entonces…
¿por qué no vivirán esos escogidos como quieran, en libertinaje, pecando en todo lo que quieran, porque ya son aceptados por su Dios que siempre está listo a recibir el sacrificio de un sustituto por sus pecados?
         Es decir, ¿qué prohíbe que los participantes del pacto actúen como quieran?  ¿Qué garantía hay que van a respetar la justicia de Dios?
         La Biblia da varias respuestas a esta inquietud, una de las cuales se destaca en la lectura para hoy.  Acuérdese que ayer leímos en Génesis 27 del engaño de Rebeca y Jacob para asegurarse de la bendición del pacto.  Acuérdese también que vimos en Génesis 25:22-23 y Romanos 9:11-12 que la bendición del pacto no era de Isaac para dársela a ninguno; Jehová ya había revelado quién la iba a recibir.  El engaño de Génesis 27 fue completamente innecesario.  La bendición dada por Isaac no iba a poder cambiar nada; sólo pudo confirmar lo que Jehová ya había decidido.  El hecho de que ocurrió tal como pasó nos declara más sobre las intenciones pecaminosas de Isaac, Rebeca, Esaú y Jacob que los caminos rectos de Jehová y su ministración justa del pacto.
         Si esto reconocemos, ¿qué pasará al engañador Jacob?  ¿No continuará a pensar que el engaño es una forma legítima para salir adelante?  ¿No pensará que puede ganar todo, aún las bendiciones de Dios, por engaño?
         La respuesta del pacto y de la gracia a todas estas preguntas se puede resumir en las palabras de Jesús en Apocalipsis 3:19: Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete.
         Por gracia, Jehová va a reprender y castigar a Jacob.  Por gracia, le va a presionar hasta que se arrepienta.  Por su gran amor a ese pecador escogido, va a utilizar las pruebas y los fracasos en sus relaciones con otros, el sufrimiento, la humillación y otros encuentros por todo el transcurso de su vida para moldear su alma hasta que refleje en alguna forma la justicia de Jehová.
         Este proceso de disciplina empieza inmediatamente después del engaño de su padre.  En vez de ser un motivo de celebración por toda la comunidad, la transferencia de la bendición a otra generación es motivo de separación, de encubrimiento y de una amenaza a la muerte entre hermanos.  Rebeca busca la forma de proteger a su hijo y por pretexto lo manda lejos… cuando se despide de su hijo, será la última vez que lo ve.  Jacob busca una esposa, pero no con la bendición que tenía su papá cuando los camellos de Abraham, encargados de riqueza, marcharon hacia Harán.  Aunque un hijo de la promesa, Jacob es desterrado de la tierra de la promesa y aparece en Harán para buscar una esposa sin nada que ofrecer sino la fuerza de sus brazos.  Por la gracia de Jehová la encuentra.  Pero siete años después, cuando descubre la mañana después de su boda que ha sido engañado, resuena como una lección de la justicia la respuesta de Labán: No se hace así en nuestro lugar, que se dé la menor antes de la mayor (Génesis 29:26).  Tal vez así se hace en el Canaán de tu origen, Jacob, pero aquí no permitimos esas transgresiones de la primogenitura.
         Pero mucho más que una lección sobre la primogenitura, es una lección sobre su carácter y sobre Dios: la justicia de Jehová no permite el engaño.  Por medio de Labán, uno aún más astuto que Rebeca o Jacob, Jehová le da a Jacob la lección de Gálatas 6:7: No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.
         Pero Jehová por su gracia no lo abandona en el destierro y la vergüenza.  Aunque le toca otros siete años más de servir a Labán por Raquel, luego otros años, engaños y humillaciones más, Jehová preserva a su escogido, lo prospera y lo encamina de nuevo a la tierra prometida.  Y vamos a ver la misma dinámica en las vidas de los descendientes de Jacob en otras partes de la Biblia: son desterrados hacia el norte y el nordeste para ser disciplinados… y después de que sus opresores son juzgados, regresan a la tierra prometida, más humildes y dependientes en Jehová.
         Y también tenemos una respuesta a la pregunta con que empezamos nuestra reflexión bíblica hoy: ¿Qué prohíbe que un escogido por gracia viva en libertinaje?  Esta misma gracia que también lo disciplina y moldea para reflejar la justicia de Jehová.
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Génesis 25 - 28 y Salmo 121

10/1/2012

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         En la lectura ayer, empezamos a sentir que una generación bendecida se acercaba a su fin.  Primero, Sara muere en el capítulo 23.  Luego leemos: Era Abraham ya viejo, y bien avanzado en años (Génesis 24:1) cuando hace los arreglos por el matrimonio de Isaac en capítulo 24.  En la lectura para hoy, leemos de los últimos preparativos de Abraham para asegurar la herencia de Isaac: A los hijos de sus concubinas dio Abraham dones, y los envió lejos de Isaac su hijo, mientras él vivía, hacia el oriente, a la tierra oriental (Génesis 25:6).  Y después, muere el patriarca Abraham.
         ¿Qué pasará con el pacto y sus bendiciones ahora que este gran hombre ha fallecido?  ¿Habrá competencia entre Isaac y sus medio hermanos?  ¿Demostrará Jehová su gracia a la generación nueva?  El narrador bíblico no permite que nos preocupemos mucho por la respuesta.  Casi inmediatamente nos dice: Sucedió, después de muerto Abraham, que Dios bendijo a Isaac su hijo; y habitó Isaac junto al pozo del Viviente-que-me-ve (Génesis 25:11).  Luego Jehová se le aparece a Isaac y le confirma el pacto: Habita como forastero en esta tierra, y estaré contigo, y te bendeciré; porque a ti y a tu descendencia daré todas estas tierras, y confirmaré el juramento que hice a Abraham tu padre.  Multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo, y daré a tu descendencia todas estas tierras; y todas las naciones de la tierra serán benditas en tu simiente (Génesis 26:3-4).
         Pero la continuación del pacto a una nueva generación no ocurre sin dificultades.  Primero, resulta que Rebeca, la nueva esposa de Isaac, es estéril.  Isaac tiene que enfrentar la misma dificultad que su padre Abraham… y parece que aprendió de su experiencia.  En vez de buscar a una concubina como Agar, Isaac ora a Dios: Y oró Isaac a Jehová por su mujer, que era estéril; y lo aceptó Jehová, y concibió Rebeca su mujer (Génesis 25:21).  Aunque espera 20 años, se mantiene fiel a la oración y ve que Jehová se mantiene fiel a sus promesas (Génesis 25:20, 26).
         Segundo, hay la amenaza constante de los paganos numerosos de la tierra que tal vez deciden robarle a Isaac de las bendiciones del pacto (para quitarle la esposa, o los pozos o aún la vida).  A pesar de la mentira de Isaac, Jehová demuestra su gracia otra vez al proteger a la pequeña familia en capítulo 26, aún dándole paz con los filisteos que lo amenazaban antes.
         Tercero, hay conflicto en la propia familia.  Ambos Isaac y Rebeca quieren que su hijo preferido de los gemelos reciba la bendición del pacto, y se despierta el engaño de capítulo 27.  Pero Jehová revela que no es decisión de ellos quién va a heredar el pacto, ni pueden manipularla, sino que es decisión de Él mismo: [Rebeca] fue a consultar a Jehová; y le respondió Jehová: Dos naciones hay en tu seno, y dos pueblos serán divididos desde sus entrañas; el un pueblo será más fuerte que el otro pueblo, y el mayor servirá al menor (Génesis 25:23).  Como el apóstol Pablo observa sobre Jacob y Esaú: Cuando Rebeca concibió de uno, de Isaac nuestro padre (pues no habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por obras sino por el que llama), se le dijo: El mayor servirá al menor (Romanos 9:11).  La seguridad del pacto en la nueva generación se establece en la soberanía, la fidelidad y la gracia de Jehová, no en las manipulaciones de sus participantes.
         ¡Y qué felicidad y agradecimiento nos da hoy cuando reconocemos que la seguridad del pacto de Dios se establece en su soberanía, su fidelidad y su gracia!  Cuando nos preocupamos por la transmisión de la fe a la próxima generación, cuando nos sentimos las amenazas de un mundo hostil a la fe cristiana, cuando nos desaniman noticias de conflictos entre hermanos en Cristo, cuando sufrimos la esterilidad de algunas iglesias y ministerios, no tenemos que preocuparnos, sino que oramos y seguimos adelante en la obra del Señor, sabiendo que nuestro trabajo en el Señor no es en vano.  En cambio, Él edificará su iglesia como ha prometido, continuará firme a su pacto, aun en los retos, las amenazas y los conflictos que se presentan en la próxima generación.
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Génesis 22 - 24

9/1/2012

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         La narrativa del sacrificio de Isaac es impresionante.  El mandato sorprendente de Jehová… la obediencia de Abraham sin cuestionar… la tensión mientras se acercan al lugar de sacrificio… el reconocimiento de Isaac que algo está fuera de lo normal… el acercamiento del momento imposible… el rescate al último momento… la confirmación del pacto… el regreso a casa… es una historia inolvidable y bien narrada.
         Además, nos revela algo sobre Jehová y la salvación.  Cuando Isaac pregunta: He aquí el fuego y la leña; mas ¿dónde está el cordero para el holocausto? (Génesis 22:7)  Abraham responde: Dios se proveerá de cordero para el holocausto, hijo mío (Génesis 22:8).  Y es exactamente lo que hace Jehová: Fue Abraham y tomó el carnero, y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo (Génesis 22:13).
         En capítulo 3, aprendimos que Jehová acepta el sacrificio de un sustituto por la vida de un pecador.  Ahora en capítulo 22 vemos que Jehová provee el sustituto también.
         Mucho después, en el Nuevo Testamento, en la carta a los romanos, veremos que Dios provee el sustituto otra vez: Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación (Romanos 3:24, 25).  Jesucristo es el sacrificio provisto por Dios a nosotros, el Sustituto perfecto por nuestro pecado.
         Y esta observación contesta las preguntas con que terminamos la entrada de blog de ayer.  ¿Qué pasó con la justicia de Jehová?  ¿La botó a favor de la gracia por su pacto?  No.  Su justicia requiere que los injustos como nosotros o morimos o presentemos un sacrificio aceptable de un sustituto por nuestros pecados… y su gracia lo provee: Jesucristo crucificado, el sacrificio perfecto.  Así se cumple la justicia de Jehová, a la vez ministrada por gracia al pecador que no la merece.  Dios mismo demanda el sacrificio, y a la vez por gracia, lo provee.
         ¿Acepta usted el único sacrificio provisto por Dios?
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Génesis 18:16 - 21:34

7/1/2012

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         En este pasaje se frustran muchas de nuestras expectativas como lectores.
         Primero, Abraham intercede en oración por las ciudades de Sodoma y Gomorra.  Persiste en clamar por la misericordia de Jehová hasta tener su promesa segura de que si sólo hay diez justos en la ciudad, no la va a destruir.  Después de tanta intercesión, seguramente van a encontrar diez justos allá, ¿verdad?  No; y el día siguiente, Abraham ve toda la región en ceniza y humo.
         Segundo, Lot, considerado como justo, les ofrece a los hombres del pueblo que violen a sus hijas para proteger a sus invitados.  Después, él y los pocos de su casa que creen las noticias de la destrucción venidera ¡no quieren dejar la ciudad que está a punto de ser abrasada!  Casi tienen que ser arrastrados a su salvación.  Luego sus hijas lo engañan para que entre en relaciones incestuosas para continuar su linaje.
         Luego, Abraham miente a Abimelec sobre su esposa Sara.  Aunque Abraham pensó: Ciertamente no hay temor de Dios en este lugar, y me matarán por causa de mi mujer (Génesis 20:11), el pagano Abimelec demuestra más integridad y temor a Jehová que él.  Pero en vez de pedirle Abraham perdón a Abimelec por su mentira, ¡es Abimelec el que tiene que pedirle la intercesión a Abraham para que no muera!  El hombre que más temía a Jehová termina por prosperar al hombre que le mintió.
         Después, nace Isaac, y en pocos años Agar e Ismael son expulsados… ¡con la aprobación de Jehová!  Abraham manda a su primer hijo, un hijo por quien tiene amor y cariño, al desierto donde casi muere.  Poco después, Abimelec pide un pacto con el hombre que le mintió antes, y el pasaje termina con Abraham en adoración, invocando el nombre de Jehová Dios eterno.
         Si leemos con las siguientes expectativas: que la justicia de Dios sea clara e inmediata, que los hombres de Dios sean completamente íntegros y rectos y que el afecto humano reine sobre cualquier otra consideración, todas estos eventos nos van a frustrar.  Tal vez lanzamos algunas tentativas hacia una resolución de nuestras frustraciones por decir:
         1.  Dios no está bajo la obligación de explicarnos y aclararnos su justicia inmediatamente;
         2.  Los hombres de Dios no son ejemplares en todo lo que hacen sino seres defectuosos y pecaminosos como nosotros, y
         3.  El amor y la obediencia a Dios son de más prioridad que el afecto cariñoso a los familiares.
         Muy bien, todas estas frases son verdaderas; pero, todavía no nos satisfacen si queremos contestar la pregunta: ¿Cómo era posible que Jehová permitiera estas injusticias?
         Creo que parte de la respuesta encontramos en lo que se llama “la gracia”.  Hice referencia a la gracia brevemente hace unos días, cuando hablamos de “la ira de Dios” y el juicio justo en el diluvio.  Leímos: Noé halló gracia ante los ojos de Jehová (Génesis 6:8), y notamos algo constante en la ira de Jehová en toda la Biblia: siempre salva a un pequeño remanente por gracia.  Así definimos la gracia: Es el favor inmerecido de Jehová al hombre, el amor nacido en Dios que, sin motivo de obligación ni de recompensa, activamente bendice a un ser humano.  Ahora vamos a expandir esta definición para entender la lectura de hoy.
         Primero, note que hay diferencias en el amor de Dios.  Hay un amor común que da a todos los hombres que los teólogos llaman “la benevolencia”: [Dios] hace salir su sol sobre malos y buenos… hace llover sobre justos e injustos (Mateo 5:45).  Cuando Dios deja caer la lluvia, no sólo riega los campos de los buenos y deja en seco los campos de los malos; derrama su lluvia a todos.  Nos da a todos nosotros, buenos o malos, la vida y los beneficios de la creación.  Esta se llama la benevolencia de Dios.
         Pero Dios también tiene un amor especial reservado sólo para algunos.  Esta es la gracia.  Dios hizo su pacto con Abraham, no con Faraón ni con ningún otro hombre de su generación.  No prometió la tierra de Canaán y una descendencia innumerable a Fulano de Tal en la ciudad de Ur.  Lo podemos comparar al matrimonio.  Amo a todas las mujeres de nuestra iglesia igualmente… pero amo a mi esposa más que a todas las demás.  Tengo una relación especial con ella, el matrimonio, que no tengo con ninguna otra.  Hay beneficios en nuestra relación que son reservadas sólo para ella (por lo menos, ¡espero que ella los vea como beneficios!)  En una forma parecida, Jehová tiene una relación especial con Abraham, Sara y su casa en Génesis 18 – 21 con promesas y beneficios que los demás no tienen.  Este amor especial de Jehová se llama la gracia.
         Segundo, algo que se destaca en la lectura para hoy: La gracia es inmerecida y dada a impíos.  Así la explica el apóstol Pablo concisamente del ejemplo de Abraham en Romanos 4:1-8, y aún utiliza la palabra “impío” o “pecador” (Romanos 4:5).  No tenemos tiempo para reproducir toda su presentación aquí, pero vamos a ver sólo un versículo que cita de Salmo 32:1: Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas (Romanos 4:7).  ¡Bienaventurados, bendecidos por Dios!...  ¿los que han cometido iniquidades?  ¡Sí, los que han cometido iniquidades!  Porque sus iniquidades son perdonadas por Dios.  Jehová les manifestó su gracia por hacerles algo que no hace a todos: les perdonó sus pecados.  Y así podemos hablar de cualquier de los beneficios del pacto.
         Tercero, si entendemos la gracia así, podemos verla de tres perspectivas distintas.  Para los que están fuera del pacto, la gracia puede parecer injusta (¿Por qué reciben esos pecadores beneficios de Jehová que no tengo yo?)  Para Dios, su gracia es gran generosidad.  Para los que reciben su gracia con corazón humilde, es amor inmerecido que despierta profundo agradecimiento, fidelidad y aún temor.  Si tiene tiempo, lee la parábola de Mateo 20:1-16 donde se ve estas tres perspectivas en acción: los obreros que han trabajado todo el día (a quienes la gracia del señor de la viña a los demás obreros parece injusticia), el señor de la viña (que pagó a los últimos obreros por gracia, en generosidad) y los últimos obreros (que seguramente están agradecidos porque no recibieron lo debido sino mucho más).
         Ahora, si ha seguido y entendido la descripción de la gracia hasta este punto, podemos volver a Génesis 18:16 – 21:34.  ¿Cómo permitió Jehová tanta injusticia?
         Si miramos esta lectura desde fuera del pacto, sin consideración de la gracia de Jehová, solamente fijados en su justicia, así nos parecen estos eventos: injusticia lamentable, digna de castigo y condenación.
         Si los miramos desde la perspectiva de Jehová, los vemos por gracia abundante ministrado por medio y aún más allá del pacto: conservó vidas, perdonó pecados, protegió a sus escogidos, bendijo en abundancia a los que no lo merecen (incluyendo a Ismael, que se burló del escogido Isaac y por eso fue echado de la comunidad del pacto pero que también recibió la promesa de que sería una gran nación).
         Y si miramos Génesis 18 – 21 desde la perspectiva de los que participan en el pacto, lo vemos por profundo agradecimiento y aún temor.  Si no fuera por la gracia de Jehová, ¿cómo se habría salvado Lot de la destrucción de Sodoma y Gomorra?  ¿Cómo se habrían protegido los forasteros Abraham y Sara de un hombre tan poderoso como Abimelec… al punto de que él los buscaría para hacer un pacto de paz con ellos?  ¿Cómo tendrían un hijo?  ¿Cómo lo habrían protegido del menosprecio y la competencia de su medio-hermano mayor?  Los que recibieron los beneficios los deben contemplar en agradecimiento y temor que se despierta en adoración a Jehová.
         Ahora para cerrar: ¿Qué pasó entonces con la justicia de Jehová?  ¿La botó a favor de la gracia por su pacto?  Claro que no.  La gracia y el pacto no son contrarios a la justicia de Jehová sino ministraciones de la misma.  Dios mediante, veremos la respuesta a esta pregunta en la lectura de mañana.
         De nuevo, a primera vista los eventos de Génesis 18 – 21 parecen un desorden frustrante y aun escandaloso, pero si los consideramos en relación con el pacto descrito en los capítulos anteriores, podemos temblar también ante la gracia inmerecida, abundante y fiel de Jehová a sus escogidos.
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Génesis 12 - 15 y Salmo 33; Génesis 16 - 18:15 (dos lecturas)

6/1/2012

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         En estas dos lecturas vemos otro aspecto del gobierno justo y misericordioso de Jehová, su pacto con Abraham.
         Primero, vamos a identificar los versículos principales a que hacemos referencia cuando hablamos del pacto.  Recomiendo que se familiarice con estos pasajes; van a haber muchas referencias a ellos por toda la Biblia:
         a)     Empezamos en Génesis 12 cuando Jehová le dice a Abraham: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré.  Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición.  Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra (Génesis 12:1-3).  Se confirma cuando Abraham cambia de la ciudad de Harán a la tierra de Canaán: A tu descendencia daré esta tierra (Génesis 12:7).
         b)     Se confirma otra vez cuando Abraham vuelve de Egipto a Canaán: Alza ahora tus ojos, y mira desde el lugar donde estás hacia el norte y el sur, y al oriente y al occidente.  Porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre.  Y haré tu descendencia como el polvo de la tierra; que si alguno puede contar el polvo de la tierra, también tu descendencia será contada.  Levántate, ve por la tierra a lo largo de ella y a su ancho; porque a ti la daré (Génesis 13:14-17).
         c)      Se declara otra vez cuando vino la palabra de Jehová a Abram en visión: No temas, Abram; yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande (Génesis 15:1).  Cuando Abram le expresa su inquietud de no tener ningún descendiente, ningún heredero sino un esclavo nacido en su casa, Jehová responde: No te heredará éste, sino un hijo tuyo será el que te heredará.  Y lo llevó fuera, y le dijo: Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar.  Y le dijo: Así será tu descendencia (Génesis 15:4-5).  Abraham responde por fe: Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia (Génesis 15:6).  Luego se confirma por la ceremonia descrita en Génesis 15:7-21.
         d)     Se presenta en aún más detalle en todo Génesis 17 (recomiendo que vuelva a leer el capítulo; prefiero no copiarlo todo aquí.)
         Segundo, basándonos en estos versículos, vamos a definir un pacto.  En lo más básico, es el reconocimiento de una relación, hecha formal y permanente, entre dos personas.  Identifica a las personas que participan en la relación y describe sus beneficios y expectativas.  La hace notable por una ceremonia que confirma su prioridad y asegura el cumplimiento de estos beneficios y expectativas en el futuro.
         Tercero, con base en esta definición general, vamos a expandirla por notar algunas observaciones importantes sobre este pacto específico, el de Jehová con Abraham.
         a)     Identifica a los participantes.  Es de Jehová con Abraham, Sara y su descendencia.  Note que no es una relación entre iguales (como un contrato, un convenio o un acuerdo); Jehová es el que inicia y pone todos los parámetros del pacto.  Jehová claramente es Dios, y Abraham, Sara y su descendencia, sus súbditos.  Jehová cambia los nombres de Abram y Sarai pero, ¡ellos no pueden cambiar el nombre de Jehová!
         b)     Describe los beneficios.  Les regala toda la tierra de Canaán (Génesis 12:7; 13:14-15, 17; 15:7, 18-21; 17:8).  Le promete una descendencia innumerable (Génesis 12:2; 13:16; 15:4-5; 17:5-6, 16).  Los va a proteger y bendecir (Génesis 12:3; 15:1).  Será el Dios de ellos y ellos será su pueblo (Génesis 17:7-8).  Es un pacto para siempre (Génesis 13:15; 17:7-8, 13, 19), y las bendiciones del pacto se extenderán por medio de Abraham y su descendencia a todas las naciones (Génesis 12:3).
         c)      Indica las expectativas.  Abraham y sus descendientes van a responder a Jehová en obediencia y devoción (Génesis 17:1, 7-8).  Van a practicar la circuncisión en todos los varones a los ocho días de nacido (Génesis 17:10-14, 23-27).
         d)     Lo hacen notable ceremonias que confirman la prioridad de la relación y aseguran su cumplimiento futuro, como la ceremonia iniciada y cumplida por Jehová en Génesis 15:7-21 y por la circuncisión de Abraham y los suyos.
         Cuarto, vamos a notar la expresión del pacto en la narrativa.  El pacto no es un documento seco y olvidado sino la confirmación de una relación activa.  ¡Uno disfruta diariamente la relación expresada en el pacto!  Así experimentan Abraham y Sara en Génesis 12 – 17.  En capítulo 12, Jehová le trata a Faraón y su casa, un hombre de gran poder, autoridad y fama internacional, de acuerdo con su tratamiento de Sara.  Aunque es una mujer de muchos recursos menos que Faraón y mucho menos autoridad terrenal, es protegida y vindicada por Jehová por ser participante del pacto.  En capítulo 13, aunque Abraham y los suyos son una pequeña minoría en comparación con los cananeos, Jehová protege a ellos y su riqueza de cualquier amenaza.  Jehová le da victoria a Abraham sobre los cuatro reyes en capítulo 14, bendice a su hijo con Agar en capítulo 16 y aún llega a su tienda para almorzar en capítulo 18.  En todo, hay un convivio constante entre Jehová y Abraham que se confirma por el pacto.
         Mientras continuamos a leer el libro de Génesis, note las referencias al pacto… ¡y su impacto en Abraham y su descendencia también!
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    Rev. Ken Kytle, pastor de la Iglesia bautista La fe en Cristo cerca de Atlanta, Georgia, EEUU.

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