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Levítico 26 - 27 y Salmo 65

11/2/2012

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         En la última lectura del libro de Levítico, Jehová describe la dinámica que va a gobernar toda la historia de Israel en los libros que tenemos por leer: los israelitas serán bendecidos abundantemente cuando guardan el pacto con Jehová, y serán castigados severamente si lo menosprecian.
         Levítico 26:1-3 pone en resumen breve todas las obligaciones del pacto.  No es que la prohibición a la idolatría, el guardar el día de reposo y la reverencia al santuario sean las únicas leyes que importan; son una forma concisa de hacer referencia a todo el pacto, haciendo resaltar las obligaciones que más se relacionan con Jehová mismo.  Las bendiciones de Levítico 26:4-13 se tratan de la prosperidad y la seguridad, todo en cumplimiento del pacto con Abraham.  Como punto culminante hace eco con Génesis 17:7: Yo seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo (Levítico 26:12).
         Las maldiciones de Levítico 26:14-39 son llamativas, pero sólo porque el pecado de los israelitas habrá sido llamativo.  Será un rechazo rotundo a Jehová mismo.  Escuche cómo repite su relación personal en todo lo que dice el pacto: Si no me oyereis, ni hiciereis todos estos mis mandamientos, y si desdeñareis mis decretos, y vuestra alma menospreciare mis estatutos, no ejecutando todos mis mandamientos, e invalidando mi pacto… (Levítico 26:14-15)  Si anduviereis conmigo en oposición… (Levítico 26:21, 23, 27)  Por eso el castigo será una reacción personal de Jehová: Yo también haré con vosotros esto…  Pondré mi rostro contra vosotros…  Yo también procederé en contra de vosotros…  Procederé en contra de vosotros con ira… (Levítico 26:16, 17, 24, 28)  El Ser que los redimió con tanto poder en Egipto doblará su fuerza para castigar justamente a su pueblo que no sólo ha desobedecido los mandamientos sino que ha rechazado a Jehová mismo.
         En Levítico 27, vemos una conexión importante con capítulo 26.  Jehová será fiel a su palabra sobre las bendiciones y los castigos prometidos; los israelitas tienen que ser fieles a su palabra también.  Tienen que cumplir sus votos.  Pero si han declarado un voto con ligereza y luego se arrepienten de haberlo dicho, en algunos casos Jehová en su misericordia permite la redención de la persona, el animal, la casa o la tierra dedicados.
         Al reflexionar sobre los dos capítulos, podemos darle gracias a Jehová por su fidelidad.  Cumple su palabra.  Concede Levítico 27 a los israelitas en su misericordia porque reconoce sus debilidades, nuestra inclinación común a la soberbia de prometer mucho y declarar grandezas que luego no podemos cumplir.  Pero, ¡note que no se presenta ningún capítulo con las condiciones en que Jehová pueda salir de sus obligaciones!  Siempre es fiel a sus “votos”.  Cumple sus promesas abundantes de bendición con gozo, con un verdadero placer de andar en una relación íntima con su pueblo: Pondré mi morada en medio de vosotros, y mi alma no os abominará; y andaré entre vosotros, y yo seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo (Levítico 26:11-12).  Cumple también sus promesas de castigo y disciplina.  Y siempre escuchará cuando su gente se arrepiente: Se humillará su corazón incircunciso, y reconocerán su pecado.  Entonces yo me acordaré de mi pacto con Jacob, y asimismo de mi pacto con Isaac, y también de mi pacto con Abraham me acordaré, y haré memoria de la tierra… Estando ellos en la tierra de sus enemigos, yo no los desecharé, ni los abominaré para consumirlos, invalidando mi pacto con ellos; porque yo Jehová soy su Dios.  Antes me acordaré de ellos por el pacto antiguo, cuando los saqué de la tierra de Egipto a los ojos de las naciones, para ser su Dios.  Yo Jehová (Levítico 26:41-42, 44-45).
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Levítico 23 - 25 y Salmo 54

9/2/2012

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         En otra manifestación de la santidad, los israelitas van a seguir un calendario de celebraciones religiosas distinto a los de los pueblos alrededor, un calendario que les hace recordar las bendiciones pasadas de Jehová, les anima a celebrar su fidelidad presente, y los dirige a mirar hacia el cumplimiento futuro de sus promesas.
         Lo encontramos en Levítico 23:
         La celebración más básica de todas es el día de reposo: Seis días se trabajará, mas el séptimo día será de reposo, santa convocación; ningún trabajo haréis; día de reposo es de Jehová en dondequiera que habitéis (Levítico 23:3).  Note que los israelitas dejan de trabajar ese día, se reúnen con otros creyentes y dedican el día a Jehová.  Note también que concuerda con el séptimo día de la creación en Génesis 2:1-3 (como vimos en Éxodo 20:11).  No hay ningún fenómeno planetario ni observación terrenal que forma la base de una semana de siete días, sólo el hecho de la creación.  Así que en lo más básico, los israelitas le dan gracias a Jehová por la creación y por sus vidas, por este regalo de su misericordia de que dependen todas las demás bendiciones.
         En el mes primero, a los catorce del mes, entre las dos tardes, pascua es de Jehová (Levítico 23:5).  Tal vez nos sorprende que, en un libro tan detallado como Levítico, una fiesta tan importante sea mencionada en un solo versículo, pero tiene sentido si recordamos “el álgebra” de la ley: ya nos la explicó en mucho detalle en Éxodo 12; no hay necesidad de repetirla.
         A los quince días de este mes es la fiesta solemne de los panes sin levadura a Jehová; siete días comeréis panes sin levadura (Levítico 23:6).  Otra vez encontramos poca descripción de esta fiesta porque nos la explicó Éxodo 13.
         Cuando hayáis entrado en la tierra que yo os doy, y seguéis su mies, traeréis al sacerdote una gavilla por primicia de los primeros frutos de vuestra siega (Levítico 23:10).  Esta fiesta se celebra el día después del día de reposo, después de la Pascua, y dan de ofrenda los primeros granos maduros de la cebada en agradecimiento por toda la cosecha que está por madurar.
         Contaréis desde el día que sigue al día de reposo, desde el día en que ofrecisteis la gavilla de la ofrenda mecida; siete semanas cumplidas serán.  Hasta el día siguiente del séptimo día de reposo contaréis cincuenta días; entonces ofreceréis el nuevo grano a Jehová (Levítico 23:15-16).  Esta fiesta de las semanas celebran los israelitas el cierre de la cosecha del trigo y presentan dos panes cocidos con levadura como primicias para Jehová entre otras ofrendas.  Por la traducción griega de los cincuenta días que cuentan, también es conocida por el nombre Pentecostés.
         En el mes séptimo, al primero del mes tendréis día de reposo, una conmemoración al son de trompetas, y una santa convocación (Levítico 23:24).  Las trompetas llaman al pueblo al agradecimiento y el regocijo por la cosecha de la fruta de los árboles que está por terminar y al examen de sus caminos y al arrepentimiento para pedir la lluvia necesaria por la siembra del año que viene.
         A los diez días de este mes séptimo será el día de expiación; tendréis santa convocación, y afligiréis vuestras almas, y ofreceréis ofrenda encendida a Jehová (Levítico 23:27).  Esta fiesta llamada Yom Kippur por los israelitas vimos en detalle en Levítico 16.
         A los quince días de este mes séptimo será la fiesta solemne de los tabernáculos a Jehová por siete días… Tomaréis el primer día ramas con fruto de árbol hermoso, ramas de palmeras, ramas de árboles frondosos, y sauces de los arroyos, y os regocijaréis delante de Jehová vuestro Dios por siete días… En tabernáculos habitaréis siete días… para que sepan vuestros descendientes que en tabernáculos hice yo habitar a los hijos de Israel cuando los saqué de la tierra de Egipto (Levítico 23:34, 40, 42, 43).
         Entonces, además de los días de reposo cada siete días (lo que llamamos el sábado), Levítico 23 indica siete fiestas anuales que celebran a Jehová.  Pero hay más, porque Jehová les manda celebrar también fiestas por ciclos de años.  Cuando hayáis entrado en la tierra que yo os doy, la tierra guardará reposo para Jehová.  Seis años sembrarás tu tierra, y seis años podarás tu viña y recogerás sus frutos.  Pero el séptimo año la tierra tendrá descanso, reposo para Jehová; no sembrarás tu tierra, ni podarás tu viña (Levítico 25:2-4).
         Y en siete ciclos de siete años, la celebración llega a ser aún más especial: Entonces harás tocar fuertemente la trompeta en el mes séptimo a los diez días del mes; el día de la expiación haréis tocar la trompeta por toda vuestra tierra.  Y santificaréis el año cincuenta, y pregonaréis libertad en la tierra a todos sus moradores; ese año os será de jubileo, y volveréis cada uno a vuestra posesión, y cada cual volverá a su familia (Levítico 25:9-10).  Se borran las deudas de todos los moradores; las familias que han vendido su heredad por presiones económicas ahora pueden volver a tomarlas.  Todos tienen la oportunidad de empezar de nuevo, espiritualmente por el día de la expiación y económicamente por el año del jubileo.
         Y vemos en común en todas estas fiestas el reposo – el descanso completo para reunirse como comunidad, enfocarse en Jehová y agradecerle por sus bendiciones pasadas, presentes y futuras.  Mientras seguimos leyendo la Biblia, veremos el desarrollo de este tema especial, el descanso futuro prometido por Jehová.
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Levítico 20 - 22 y Salmo 134

9/2/2012

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         En la lectura de hoy Jehová presenta la historia espiritual degenerada de Canaán que los israelitas necesitan evitar, y les llama a la santidad e integridad que deben caracterizarlos en su nueva tierra.
         Levítico 20 tiene mucho en común con capítulo 18 donde Jehová les advirtió a los israelitas: No haréis como hacen en la tierra de Egipto, en la cual morasteis; ni haréis como hacen en la tierra de Canaán, a la cual yo os conduzco, ni andaréis en sus estatutos (Levítico 18:3).  Ahora en Levítico 20 señala la fuente de la perversidad de los cananeos: Cualquier varón de los hijos de Israel, o de los extranjeros que moran en Israel, que ofreciere alguno de sus hijos a Moloc, de seguro morirá; el pueblo de la tierra lo apedreará (Levítico 20:2).  De la idolatría cananea, que menosprecia y viola una de las relaciones más básicas de la familia (padres e hijos), se ha destallado toda clase de perversidad como las descritas en Levítico 18:6-24 y 20:9-21.
         Por eso, los israelitas no pueden atender ni a las formas más simples de la idolatría cananea: La persona que atendiere a encantadores o adivinos, para prostituirse tras de ellos, yo pondré mi rostro contra tal persona, y la cortaré de entre su pueblo (Levítico 20:6).  En cambio, los israelitas tienen que ser radicados firmemente en Jehová, en una relación viva y eficaz con Él en que ponen en práctica su santidad: Santificaos, pues, y sed santos, porque yo Jehová soy vuestro Dios.  Y guardad mis estatutos, y ponedlos por obra.  Yo Jehová que os santifico (Levítico 20:7-8).
         Si guardan el camino de Jehová, serán bendecidos material y espiritualmente: Vosotros poseeréis la tierra de ellos, y yo os la daré para que la poseáis por heredad, tierra que fluye leche y miel.  Yo Jehová vuestro Dios, que os he apartado de los pueblos…  Habéis, pues, de serme santos, porque yo Jehová soy santo, y os he apartado de los pueblos para que seáis míos (Levítico 20:24, 26).  Pero si siguen la ruta de la idolatría cananea, entrarán en la misma clase de perversidades y recibirán la misma condenación que ellos: Guardad, pues, todos mis estatutos y todas mis ordenanzas, y ponedlos por obra, no sea que os vomite la tierra en la cual yo os introduzco para que habitéis en ella.  Y no andéis en las prácticas de las naciones que yo echaré de delante de vosotros; porque ellos hicieron todas estas cosas, y los tuve en abominación (Levítico 20:22-23).
         Las personas clave que van a asegurar que los israelitas no anden por el camino de la idolatría cananea son los sacerdotes.  Su ejemplo en la santidad va a pastorear al resto del pueblo en el camino de Jehová; por eso dedica los próximos dos capítulos, Levítico 21 – 22, a su forma de vivir y ministrar.  Mientras los encantadores y adivinos cananeos practican toda clase de perversidad aún en sus relaciones familiares, los sacerdotes israelitas van a hacer lucir la santidad y la devoción a Jehová en las mismas (Levítico 21:1-15).  Además, no se permitirá a ningún sacerdote israelita con defecto físico (Levítico 21:16-24).  Van a administrar los bienes materiales de su ministerio con integridad (Levítico 22:1-16).  Y van a asegurar que todo lo que la gente ofrenda sea aprobada por Jehová, una muestra santa de su devoción (Levítico 22:17-30).  Por su ministerio cumplido en santidad e integridad, los sacerdotes van a pastorear al pueblo en una nueva historia en la tierra de Canaán, una que remplazará la escandalosa historia cananea: No profanéis mi santo nombre, para que yo sea santificado en medio de los hijos de Israel.  Yo Jehová que os santifico, que os saqué de la tierra de Egipto, para ser vuestro Dios (Levítico 22:32-33).
         De igual forma, si hoy queremos que los hermanos de la iglesia cristiana no anden en idolatría, en escándalo, en mentiras, en materialismo y en perversidades, el ejemplo santo e íntegro de sus pastores y líderes tiene que pastorearlos para el camino de bendición del Señor.  Así es el plan de Jehová por su pueblo desde Levítico en adelante; que siga el ejemplo santo de sus pastores.
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Levítico 17 - 19

8/2/2012

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         Ahora que el libro de Levítico ha mandado los sacrificios del Día de expiación para la recuperación y la preservación de la santidad del tabernáculo, Levítico 17 sella la integridad y la exclusividad de los sacrificios por las leyes sobre la sangre.  La puerta del tabernáculo es el único lugar donde los israelitas pueden presentar sus sacrificios (Levítico 17:3-5).  La lámina sacerdotal “Santidad a Jehová” no puede ser duplicada en ninguna otra parte.  Las restricciones al derrame de la sangre deben poner fin a los sacrificios idólatras privados y el establecimiento de cualquier centro religioso en competencia con el tabernáculo (Levítico 17:7).  También la prohibición del consumo de la sangre va a garantizar que los creyentes tengan una sensibilidad constante a la sangre a nivel individual.  Sobre todo, nos enseña que Jehová es el Autor de la vida, y sólo se la puede derramar por los fines que Él ha aprobado.
         Levítico 18 mira más allá del tabernáculo para preparar a los israelitas por la preservación de la santidad en su residencia en Canaán.  En una escala mucho más grande que el tabernáculo, los israelitas pueden contaminar hasta toda la tierra de Canaán si imitan las prácticas de los moradores previos.  Por eso cada israelita, individualmente y como familia, va a guardar las leyes sobre la santidad sexual.
         Y Levítico 19 revela una lista de leyes parecidas a la que vimos en Éxodo 21 – 23: casi todas están relacionadas con los Diez mandamientos y los dos mandamientos principales (uno de los cuales aparece acá: Amarás a tu prójimo como a ti mismo (Levítico 19:18)).  Pero otras son más difíciles de categorizar: una clarifica el consumo del sacrificio de paz (Levítico 19:5-8); otra identifica otro caso para el sacrificio de culpa (Levítico 19:20-22).  Una prohíbe la mezcla de animales, semillas o hilos (Levítico 19:19), y otra decreta sobre la ofrenda y el consumo de frutas de los árboles en la Tierra prometida (Levítico 19:23-25).  Dos protegen la integridad del cuerpo hecho a la imagen de Jehová (Levítico 19:27-28).  Pero en general, casi todas las leyes en este capítulo tienen el propósito de refrenar los deseos del consumo completo, de oprimir a los débiles, o de aprovecharse de las debilidades de los demás para el avance de uno mismo.  Y el refrenar esos deseos excesivos e injustos es el primer paso al amor al prójimo.
         Y así podemos unir en lo general las leyes en estos tres capítulos: se tratan de la imposición de límites en el derramamiento de la sangre, en la sexualidad y en los deseos excesivos e injustos.  Si el pueblo las guarda, la renovación, la limpieza y la santificación que experimentan el Día de expiación continuará como un tesoro nacional por todo el año.
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Levítico 15 - 16 y Salmo 130

7/2/2012

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         Hoy leemos sobre uno de los ritos más importantes de los israelitas, el Día de expiación (Yom Kippur) en Levítico 16.
         Su importancia se subraya al final: Porque en este día se hará expiación por vosotros, y seréis limpios de todos vuestros pecados delante de Jehová (Levítico 16:30).  Acuérdese que los sacrificios por el pecado servían para expiación por los pecados involuntarios (Levítico 4:2, 13, 22, 27; 5:15).  Entonces, ¿qué remedio había para los pecados voluntarios?  ¿Y qué haría el pueblo devoto que tenía que sufrir la contaminación del tabernáculo por unos pocos pecadores endurecidos que no tenían ningún deseo de arrepentirse?  ¿O qué haría para quitar la contaminación dejada por los pecados de otros como Nadab y Abiú?  La respuesta misericordiosa de Jehová se encuentra en el Día de la expiación.
         Todos los que afligen sus almas (es decir, que se arrepienten de veras y niegan los placeres de la carne para concentrar con tristeza en pedir perdón por sus pecados), encontrarán expiación ese día.  Encontrarán perdón y renovación para iniciar un nuevo año.  Y la expiación completa llegará al tabernáculo mismo: Hará la expiación por el santuario santo, y el tabernáculo de reunión; también hará expiación por el altar, por los sacerdotes y por todo el pueblo de la congregación (Levítico 16:33).  Todo el tabernáculo, el sacerdocio y el pueblo será limpiado y su consagración será como nueva.
         Note que hay varias diferencias importantes con los sacrificios y los ritos que hemos visto hasta ahora.
         Al principio Aarón no lleva las vestiduras santas del sumo sacerdote sino vestiduras santas de lino (Levítico 16:4).  Según muchos comentaristas, representa la humildad con que se presenta delante de Jehová para pedir perdón por los pecados suyos y del pueblo.  Volverá a vestirse en las ropas llamativas del sumo sacerdote cuando presenta el holocausto por sí mismo y por el pueblo al final del rito (Levítico 16:24).
         Mientras está vestido humildemente, presenta cinco animales de sacrificio en total: dos para sí mismo y su casa (un becerro para expiación y un carnero para holocausto) y tres para Israel (dos machos cabríos para expiación y un carnero para holocausto).  Primero que todo, hace expiación por sí mismo por el becerro para expiación antes de presentar las ofrendas por Israel (Levítico 16:6).
         Después de la expiación de su propia contaminación, Aarón toma los dos machos cabríos por Israel y los presenta delante de Jehová, a la puerta del tabernáculo de reunión: Y echará suertes Aarón sobre los dos machos cabríos; una suerte por Jehová, y otra suerte por Azazel (Levítico 16:8).  Azazel no es el nombre de algún dios sino la transcripción de la palabra hebrea que significa “el macho cabrío que sale”.  El primero será sacrificado en expiación por el pecado del pueblo; el segundo: llevará sobre sí todas las iniquidades de ellos a tierra inhabitada (Levítico 16:22).
         Ahora Aarón continúa a hacer expiación por sí mismo y su casa por el único rito en que se lleva sangre dentro del lugar santísimo.  (De hecho, ¡es el único rito en que alguien puede entrar el lugar santísimo si no es por bajar el tabernáculo y mover el arca en las jornadas por el desierto!)  Con una nube de incienso aromático por protección de la santidad devastadora de Jehová, Aarón entra el lugar santísimo para rociar el propiciatorio (que no ve por la nube) siete veces con la sangre del becerro de la expiación suya (Levítico 16:11-14).
         Sale del tabernáculo para la puerta de la entrada (claro que se lava las manos y los pies al llegar a la fuente de bronce en camino).  Y vuelve con la sangre del macho cabrío escogido por Jehová (y claro, se lava las manos y los pies otra vez al pasar por la fuente de bronce).  Entra el lugar santísimo igual como la primera vez, pero ahora con la sangre por la expiación del pecado del pueblo (Levítico 16:15).  Así purificará el santuario, a causa de las impurezas de los hijos de Israel, de sus rebeliones y de todos sus pecados; de la misma manera hará también al tabernáculo de reunión, el cual reside entre ellos en medio de sus impurezas (Levítico 16:16).
         Después de expiar todo el santuario, el tabernáculo de la reunión y el altar, Aarón pone las dos manos sobre la cabeza del macho cabrío que se queda (normalmente le pone una sola mano, pero este no es animal para el sacrificio).  Confiesa todas las iniquidades y rebeliones del pueblo sobre la cabeza del animal, no sólo los pecados involuntarios.  Y el animal es llevado lejos, con todos los pecados del pueblo, a donde no puede volver a la comunidad (Levítico 16:20-22).
         Luego, lavado otra vez y vestido en la ropa santa del sumo sacerdote, Aarón presenta los dos carneros como holocaustos, uno por él y otro por el pueblo (Levítico 16:24).  Y se termina la ofrenda por el pecado del pueblo (Levítico 16:25, 27).
         El Día de la expiación será un rito anual.  La Pascua servirá de memorial anual de la redención de Jehová; Yom Kippur servirá para la expiación para que la relación entre Jehová y su pueblo se mantenga santa y pura (Levítico 16:34).
         Y para los cristianos, el rito y los sacrificios del Día de expiación tienen gran significado porque son cumplidos una vez para siempre por nuestro Señor Jesucristo.  Si tiene tiempo hoy, recomiendo la lectura de Hebreos 9:1 – 10:18 en el Nuevo Testamento para ver el cumplimiento del Día de expiación en la sangre de Jesucristo derramada en la cruz por todos nuestros pecados y toda nuestra inmundicia.
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Levítico 13 - 14

5/2/2012

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         Ayer vimos que las leyes sobre la pureza y la inmundicia nos enseñan sobre las características eternas de la santidad de Jehová: su santidad es completa, íntegra, perfecta, sana, rebosante de vida, sin asociación con la muerte, ni la enfermedad ni la inmundicia.  Levítico 13 – 14  confirma esta lección.  Las leyes sobre la lepra y otras formas de contaminación señalan que la santidad de Jehová rebosa de vida y no tiene la apariencia de la muerte.
         Primero, hay que notar que el propósito de estas leyes no es la higiene pública.  Aunque se trata de una enfermedad (o unas enfermedades) y separan al enfermo por tenerla, en ningún momento dice que es para la salud de los demás.  Su tema es la limpieza ritual.  Se ve en que: 1) no se da ninguna instrucción para evaluar otras enfermedades contagiosas, y 2) los sacerdotes nunca intentan a curarla; sólo examinan al enfermo para identificar la enfermedad y si es sanado, para hacer los sacrificios necesarios para que se integre otra vez al culto israelita.  Si su tema principal fuera la salud, habría hablado de muchas enfermedades contagiosas, y Jehová les habría dado instrucciones para sanarlas.
         Entonces, ¿por qué hay tanto interés ritual sobre la lepra, una sola clase de enfermedad?  Porque si la piel se brota en lepra, se asemeja a un cadáver.  Así va a notar Aarón cuando su hermana María tiene la enfermedad: No quede ella ahora como el que nace muerto, que al salir del vientre de su madre, tiene ya medio consumida su carne (Números 12:12).  La lepra es diferente que las otras enfermedades porque le da a uno la apariencia de un cadáver, y nada que se parece a la muerte puede ser aprobado por el Autor de vida.
         Gracias a Dios, la lepra no es necesariamente una sentencia a la muerte.  Como Levítico 14 testifica, Jehová por su gracia puede sanar al enfermo, y éste puede integrarse de nuevo a la comunidad de los creyentes.
         Mientras el mundo que no conoce a Jehová se siente una atracción hacia la muerte, la pone en reverencia y a veces intenta a imitarla en sus formas de vestir, de maquillarse, o de festejar, el pueblo de Dios celebra la vida que venció la muerte, la resurrección de nuestro Señor Jesucristo.  Él garantiza nuestra victoria sobre la muerte: Así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados (1 Corintios 15:22).  Por eso los cristianos celebramos la santidad de nuestro Señor Jesucristo y evitamos toda apariencia de nuestro enemigo derrotado.
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Salmo 99 y Levítico 11 - 12

5/2/2012

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         ¡Qué chocante es la diferencia entre Levítico 11 y todo lo que hemos leído sobre el tabernáculo y los sacrificios!  A primera vista, parece que estamos en otro libro.
         Por eso, vamos a ubicarnos primero en el resto del “álgebra” de la ley mosaica.  Un detalle en Levítico 10 nos preparó por esta nueva sección de la ley.  Ocurre después de las muertes de Nadab y Abiú por ofrecer fuego extraño delante de Jehová.  Aquí, por la única vez en todo el libro de Levítico, Jehová le habla directa y solamente a Aarón; así se subraya la importancia de lo que va a decir (Gordon J. Wenham, The Book of Leviticus, Eerdmans, 1979).  Dice: Y Jehová habló a Aarón, diciendo: Tú, y tus hijos contigo, no beberéis vino ni sidra cuando entréis en el tabernáculo de reunión, para que no muráis; estatuto perpetuo será para vuestras generaciones, para poder discernir entre lo santo y lo profano, y entre lo inmundo y lo limpio, y para enseñar a los hijos de Israel todos los estatutos que Jehová les ha dicho por medio de Moisés (Levítico 10:8-11).
         Es decir, una de las funciones principales de los sacerdotes, además de servir como mediadores por el pueblo delante de la Presencia de Jehová, es enseñar al pueblo cómo discernir entre lo santo y lo profano, entre lo inmundo y lo limpio, en su diario vivir.  De esta forma el pueblo estará preparado a vivir en santidad para que no se les suceda la clase de juicio como pasó a Nadab y Abiú.
         Y así entramos la próxima sección de la ley mosaica, las leyes sobre la limpieza y la inmundicia, que aparecen en Levítico 11 – 16.
         En la lectura para hoy vemos dos temas muy distintos.  En Levítico 11 todos los animales, las criaturas del mar, los insectos y los reptiles son categorizados por inmundicia o limpieza.  Levítico 12 describe la inmundicia relacionada con el parto.
         Al leer Levítico 11, queremos guardar varias observaciones en mente:
         1.  Note que los animales, las criaturas del mar, los insectos y los reptiles inmundos no son “malos”.  Jehová los creó, vio que eran buenos y los bendijo a todos en los días quinto y sexto de la creación en Génesis 1.  Su identificación en Levítico 11 no se trata de bondad ni maldad, ni se trata de pecado sino de limpieza o inmundicia ritual.  Alguien que los toca se queda temporal y ritualmente inmundo, no culpable de pecado.  Hay que lavarse de su inmundicia y esperar hasta la noche; no hay que presentar un sacrificio en el tabernáculo y derramar la sangre de un sustituto para pedir perdón.
         2.  Note que esta evaluación constante de todos los seres vivientes con que estarán en contacto los israelitas intenta a despertar en ellos una conciencia muy sensible hacia los temas de la limpieza y la inmundicia.  No pueden acercarse a otros pueblos por amistad y para comer con ellos sin evaluar bien lo que van a comer.  Toda relación que tienen con su medioambiente y sus vecinos tendrá que ser examinada con cautela para discernir su impacto en su relación con Jehová, la relación principal.
         3.  Al limitar el contacto entre Israel y sus vecinos, estas reglas también servirán para testificarles sobre Jehová.  Entre los vecinos van a correr las noticias: Miren; ellos son israelitas; no comen esto, ni tocan el otro…  Y se espera que puedan decir: No lo hacen, porque son devotos a su Dios santo que no tolera la inmundicia.
         4.  Y esta observación nos lleva al punto principal de todas las leyes acerca de la limpieza: nos comunican sobre la santidad de Jehová.  Note como todo lo permitido en Levítico 11 es completo, íntegro y perfecto, mientras lo prohibido es incompleto, parcial o asociado con la muerte.  La obediencia a estas leyes les debe comunicar a los israelitas: Jehová es completo, íntegro y perfecto; su gloria no es incompleta, ni parcial, ni se asocia con la muerte.
         O en una palabra, les comunica que Jehová es santo: Porque yo soy Jehová vuestro Dios; vosotros por tanto os santificaréis, y seréis santos, porque yo soy santo; así que no contaminéis vuestras personas con ningún animal que se arrastre sobre la tierra.  Porque yo soy Jehová, que os hago subir de la tierra de Egipto para ser vuestro Dios: seréis, pues, santos, porque yo soy santo (Levítico 11:44-45).
         Guarde en mente estas observaciones en su lectura de Levítico 12 también:
         1.  La reproducción humana no es “mala” ni “pecaminosa”.  Dios nos mandó que nos reproduzcamos con bendición y nos dio la capacidad para hacerlo (Génesis 1:28).
         2.  La inmundicia de la mujer no es por haber procreado sino por el derrame de sangre en el parto, un derrame que continúa parcialmente en los días y meses después del parto (por eso la mamá se considera inmunda, pero no sus bebés).  El derrame de sangre no se asocia con la santidad de Jehová porque Él rebosa de vida, mientras el derrame de sangre refleja la pérdida de vida, la enfermedad o la debilidad.  Por eso el flujo corporal aquí y en los capítulos siguientes contamina, y el israelita en contacto con el flujo corporal tiene que limpiarse y esperar antes de poder acercarse a la santidad de Jehová en el tabernáculo otra vez.  En el caso de la mujer que dio luz, porque la contaminación es a largo plazo, tiene que acudir a sacrificios más eficaces para la purificación de la contaminación prolongada.
         3.  Note bien el propósito de estos sacrificios en las últimas palabras del capítulo.  No dice: Será perdonada, como leímos tantas veces en Levítico 4, sino que dice: Será limpia (Levítico 12:8).
         Una pregunta válida es: ¿nosotros los cristianos seguimos las mismas reglas hoy?  Es una pregunta excelente, una que merece una respuesta muy detallada porque toca el tema grande de la relación entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, pero por falta de tiempo, voy a contestar brevemente: No.  Mientras las características de la santidad de Jehová (completo, íntegro, perfecto, sano, rebosante de vida, sin asociación con la muerte, ni la enfermedad ni la inmundicia) son eternas, las reglas por las cuales las respetamos han cambiado.  Jesús declaró que todas las comidas son limpias (Marcos 7:19).  Fue confirmado en la visión de Pedro en Hechos 10:11-16.  Efesios 2:14-18 enseña que la cruz de Jesucristo derrumbó la pared intermedia de separación entre judío y gentil para unirlos en un solo y nuevo hombre en Cristo Jesús.  Pero a la vez nos manda: Como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo (1 Pedro 1:15-16, citando Levítico 11).  Así que vivimos santamente, y con una conciencia sensible al tema de la santidad y la inmundicia, pero no según las leyes en la lectura hoy, sino a las que veremos en el Nuevo Testamento.
         Pero no significa que las leyes de Levítico 11 y 12 son inútiles.  Al contrario, como vimos: nos enseñan las características eternas de la santidad de Jehová.  Además, en una importancia secundaria, son muy instructivas para conocer otras culturas.  Cuando interaccionamos con gente de otras culturas para testificarles de las buenas noticias de Jesucristo, queremos conocerla bien.  ¿Qué consideran limpio, y qué consideran inmundo?  ¿Qué interacciones permiten entre hombres y mujeres?  ¿Cómo tratan a los enfermos y los débiles?  ¿Qué reglas guardan para la identidad y la separación de su cultura, y para guiar sus relaciones con los demás?  Son consideraciones de gran importancia para comunicarles clara y eficazmente el amor, la redención y la santidad de Dios por Jesucristo.
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Levítico 8 - 10

3/2/2012

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         Hasta este momento en nuestras lecturas del “álgebra” de la ley mosaica hemos leído los diez mandamientos y las otras leyes que nos dirigen a amar a Jehová con todo nuestro ser y al prójimo como a nosotros mismos (Éxodo 20 – 23).  Más recientemente hemos leído todas las instrucciones para el tabernáculo (Éxodo 25 – 40) y los sacrificios que van a practicar allá (Levítico 1 – 7).  En la lectura para hoy, la consagración de los sacerdotes en Levítico 8 – 10, vemos estas dos últimas secciones, del tabernáculo y los sacrificios, en movimiento.
         Acuérdese de que leímos las instrucciones por la consagración de Aarón y sus hijos como sacerdotes en Éxodo 29; ahora las cumplen.  Note que Moisés los prepara por lavarlos, vestirlos y por ungir a Aarón (junto con el tabernáculo), todo en obediencia a lo que Jehová mandó (Éxodo 29:4-9; Levítico 8:5-13).
         El primer día, empiezan los sacrificios con un becerro por el sacrificio por el pecado (Levítico 8:14-17).  ¡Es el primer sacrificio en toda la historia del tabernáculo!  Continúa su consagración con el carnero del holocausto (Levítico 8:18-21), seguido por el carnero de las consagraciones.  En este último, Aarón y sus hijos son consagrados con sangre igual como el altar de bronce, y Moisés ofrenda el animal como un sacrificio de paz (pero comido sólo por los consagrados, y con el aceite de la unción y la sangre rociados sobre ellos; Levítico 8:22-32).
         De acuerdo con lo que Jehová mandó en Éxodo 29, los nuevos sacerdotes no saldrán de la puerta del tabernáculo de la reunión por 7 días.  Cada día de esos siete ofrecerán un becerro por sacrificio por el pecado para santificarlos a ellos y el altar (Éxodo 29:35-37).
         El octavo día es una gran ocasión con todo Israel presente.  Moisés da las instrucciones para los sacrificios, pero Aarón sirve como sacerdote por primera vez: Acércate al altar, y haz tu expiación y tu holocausto, y haz la reconciliación por ti y por el pueblo; haz también la ofrenda del pueblo, y haz la reconciliación por ellos, como ha mandado Jehová (Levítico 9:7).
         Aarón obedece todo en orden: el sacrificio por el pecado por sí mismo (Levítico 9:8-11), luego el holocausto por sí mismo (Levítico 9:12-14); luego el sacrificio por el pecado por el pueblo (Levítico 9:15) y el holocausto por el pueblo (Levítico 9:16).  Presenta la ofrenda de granos del pueblo, y cumple el holocausto diario de la mañana (Levítico 9:17).  Y para cerrar, presenta el buey y el carnero por sacrificio de paz por el pueblo (Levítico 9:18-21).  Se han cumplido todas las facetas de expiación, santificación, entrega total, agradecimiento, consagración y celebración, y: Después alzó Aarón sus manos hacia el pueblo y lo bendijo; y después de hacer la expiación, el holocausto y el sacrificio de paz, descendió (Levítico 9:22).
         Y Jehová manifiesta su aprobación: La gloria de Jehová se apareció a todo el pueblo.  Y salió fuego de delante de Jehová, y consumió el holocausto con las grosuras sobre el altar; y viéndolo todo el pueblo, alabaron, y se postraron sobre sus rostros (Levítico 9:23-24).  ¡Gloria a Jehová!
         Queremos pausar un momento para marcar el significado de este evento.  En Éxodo 40 Jehová llenó el tabernáculo después de su construcción.  Ahora Aarón y sus hijos son consagrados como sacerdotes, y Jehová da su aprobación por aparecer y consumir los sacrificios que han puesto.  Son consagrados para garantizar una relación continua y viva entre Jehová y su pueblo.  Son mediadores aceptables entre El Santísimo y su pueblo que necesita perdón por sus pecados y contaminaciones.  Son guías aprobados para dirigir a la comunidad en santidad, agradecimiento y celebración santa a Jehová.  Sin los sacerdotes, el tabernáculo es un lugar santo y bonito que sirve de morada a la Presencia de Jehová; ahora con los sacerdotes consagrados, todo el pueblo puede entrar en una relación viva, continua y santa con Él.
         Todo eso hace más chocantes las muertes de Nadab y Abiú en Levítico 10.  En el mismo día de su consagración, sale el fuego del juicio de Jehová para consumirlos por su desobediencia.  Aarón y sus hijos que se quedan no pueden acercarlos ni tocar sus cadáveres ni llorarlos: su mediación por el pueblo de Israel tiene que superar aún los sentimientos y las obligaciones familiares más profundos.
         En la conversación entre Aarón y Moisés al final de Levítico 10, vemos el impacto de la contaminación del pecado.  Según Moisés, los hijos de Aarón que se quedan, Eleazar e Itamar, deben haber comido una parte del macho cabrío de la expiación por el pecado del pueblo (Levítico 10:16).  Tiene razón en insistir en esta regla (Levítico 6:25-26; note que la frase “Ved que la sangre no fue llevada dentro del santuario” en Levítico 10:18 no implica ninguna falta de parte de Eleazar e Itamar, como si debieran haber llevado la sangre allá pero no lo hicieran, sino que indica la falta de cualquier obstáculo para no comer el sacrificio, según Levítico 6:30).  Su enojo está de acuerdo al pie de la letra con Levítico 6:25-30.
         Pero Aarón insiste en que no lo deben comer.  Muchos hoy toman el silencio de Eleazar e Itamar y la frase de Aarón “pero a mí me han sucedido estas cosas” (Levítico 10:19) como entrada por una interpretación sicológica del versículo: Aarón y sus hijos no comieron por tristeza.  Pero creo que son más acertadas algunas observaciones de Jacob Milgrom en su comentario Leviticus: A Book of Ritual and Ethics (2004, Augsburg Fortress).  El sacrificio de la expiación y el holocausto fueron recibidos por Jehová, pero las muertes de Nadab y Abiú ocurrieron después, y su pecado contaminó el tabernáculo.  ¿Cómo podían comer el sacrificio de la expiación cuando al fin y al cabo, el tabernáculo se quedó inmundo por este pecado tan reciente?  ¿Cómo podría ser grato a Jehová el comer del sacrificio que santifica el altar de bronce cuando el altar de incienso, que es más santo, se queda contaminado?  Ahora tienen que presentar un sacrificio más eficaz, precisamente lo que Jehová va a mandar en Levítico 16 (Milgrom, Leviticus, 100).  Moisés se queda satisfecho con la respuesta (Levítico 10:20).
         ¡Qué glorioso y peligroso es acercarnos a la santidad de Jehová!  Con razón nos dice el Nuevo Testamento: Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación.  Porque todos ofendemos muchas veces (Santiago 3:1-2).  De acuerdo con el temor por Jehová que demuestra Aarón al final de Levítico 10, que la santidad de Jehová sea una consideración principal en cada faceta de nuestros ministerios, y que no hagamos nada fuera de la sangre del Sustituto que nos cubre.
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Levítico 6:8 - 7:38

3/2/2012

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         La lectura para hoy vuelve a tocar todos los sacrificios principales ya descritos en Levítico.  Les describe a los sacerdotes algunas leyes adicionales sobre cada sacrificio.  Y para nosotros, sirve de buen repaso de las últimas dos lecturas.
         Levítico 6:8-13 vuelve al tema del holocausto que vimos en Levítico 1.  La persona que ofrendó el sacrificio ya habría vuelto a su tienda, pero el trabajo del sacerdote no ha terminado.  En las largas horas que siguen, mantiene el fuego hasta que todo el sacrificio sea quemado, y luego quita las cenizas de forma santa.  También es fiel para poner la leña en el fuego cada mañana aunque nadie lo ve ni lo aplaude por hacerlo.  Debe ser fiel en la obra santa aún entre bastidores para que el perdón de Dios y una relación viva con Él siempre sean accesibles al pueblo.
         Levítico 6:14-18 vuelve al tema de la ofrenda de granos que vimos en Levítico 2.  Repite en un versículo (Levítico 6:15) cómo se presenta la ofrenda, y ahora añade las reglas sobre el consumo del resto de la ofrenda por los sacerdotes.
         Note que Levítico 6:19-23 describe otra clase de la ofrenda de granos: la ofrenda de las consagraciones.  Desde el día que son ungidos, los sacerdotes mismos presentan una ofrenda de granos, la mitad por la mañana y la mitad por la tarde, cada día.  Es decir, los sacerdotes van a guiar al pueblo por su propio ejemplo en ofrendar a Jehová.
         Levítico 6:24-30 vuelve al tema de la ofrenda por el pecado en Levítico 4.  Aquí vemos que los sacerdotes comen una parte del sacrificio en el atrio del tabernáculo; así demuestran que el sacrificio ha sido aceptado por Jehová (Levítico 6:26, 29; note que no comparten la carne con la persona que presentó la ofrenda, una parte distintiva del sacrificio de paz).  Pero a la vez que hay un acercamiento a la ofrenda del pecado por el sacerdote que come una parte, también hay instrucciones detalladas que subrayan la santidad de la sangre de la misma (Levítico 6:27-28).  Es decir, el perdón de Jehová por el pecado y la contaminación está disponible, pero que nunca lleguemos a considerarlo como rutinario, común o corriente.  Toda expiación por el pecado y la contaminación se trata de una sustitución santa por la sangre, y que este privilegio nunca sea menospreciado.
         Levítico 7:1-10 vuelve al tema de una clase de la ofrenda por el pecado, la ofrenda por la culpa o la restitución de que leímos en Levítico 5:14 – 6:7.  Como en la ofrenda por el pecado, el sacerdote va a comer una parte del sacrificio, y va a tratar la sangre como cosa santísima.
         Levítico 7:11-36 vuelve al tema del sacrificio de paz como vimos en Levítico 3.  Especifica más sobre la parte de la ofrenda que será para el consumo de los sacerdotes, y enfatiza la santidad de la comida y de todos los que participan en ella.
         Luego Levítico 7:37-38 los pone en lista otra vez como resumen para cerrar.  ¿Se acuerda de las características principales de cada uno?
         El holocausto: el sacrificio más básico por la expiación del pecado, quemado por entero, accesible para todos – ricos o pobres.
         La ofrenda (de granos): una ofrenda sin sangre, en agradecimiento por la provisión de Jehová; se quema un puño de harina de flor (con el incienso en ciertos casos) y lo demás sirve para la provisión del sacerdote.
         El sacrificio por el pecado: El sacrificio por ciertas clases de pecado involuntario; es para el perdón del pecado y para purificar el tabernáculo de la contaminación; la sangre se pone en el altar según la autoridad del pecador, y si no es por su propio pecado, el sacerdote come una parte.  Se enfatiza la santidad de la sangre.
         El sacrificio por la culpa: Una categoría del sacrificio por el pecado en que el pecador también presenta una restitución por el pecado.
         El sacrificio de las consagraciones: Una clase de ofrenda de granos presentado diariamente sólo por los sacerdotes consagrados, la mitad por la mañana y la mitad por la tarde.
         El sacrificio de la paz: El sacrificio compartido entre Jehová, los sacerdotes, el que presenta la ofrenda, su familia y sus invitados como una comida santa en comunión con Jehová.
         Y si hemos leído y reflexionado bien sobre estos sacrificios, podemos:
         1.  Identificar los sacrificios que practicaban los israelitas en el tabernáculo, pero también,
         2.  Darnos cuenta de la relación multifacética que tiene uno con Jehová: incluye el perdón por la sangre derramada de un sustituto, el arrepentimiento de toda clase de pecado y contaminación voluntarios e involuntarios, la restitución a los ofendidos, la entrega total de su vida a Jehová, el agradecimiento por la provisión diaria, la consagración para servirle a Dios y la celebración en conjunto con Jehová y su pueblo.
         De esta forma, espero que nuestra lectura de Levítico 1 – 7 haya enriquecido grandemente nuestra relación personal con Jehová por medio de la fe en Jesucristo, el que derramó su sangre en la cruz como Sustituto por el perdón de nuestros pecados y por nuestro nacimiento a una relación viva con Él.
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Levítico 4 - 6:7

2/2/2012

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         La lectura para hoy concentra en los sacrificios por el pecado.  Vemos una variedad impresionante de casos que requieren la purificación y los medios por los cuales el pueblo israelita la conseguía.
         Antes de empezar a examinar los sacrificios mismos, será útil ver una lista de pecados por los cuales no hay sacrificio en el Antiguo Testamento: la “resolución” de estos se encuentra en la muerte de la persona que los cometió.  Otra vez nos ayuda Allen P. Ross en su libro Holiness to the Lord: A Guide to the Exposition of the Book of Leviticus (Baker Academic, 2002):
         Contra el primer mandamiento: el sacrificio o adoración a otros dioses (Levítico 20:3; Deuteronomio 17:2-7), brujería (Éxodo 22:18; Levítico 20:6), falsa profecía (Deuteronomio 13:5; 18:20).
         Contra el tercer mandamiento: blasfemia (Levítico 24:14, 16, 23).
         Contra el cuarto mandamiento: trabajar el día de reposo (Éxodo 31:14).
         Contra el quinto mandamiento: herir o maldecir a su padre o a su madre (Éxodo 21:15, 17; Levítico 20:9), ser contumaz o rebelde contra la voz de sus padres (Deuteronomio 21:18-21).
         Contra el sexto mandamiento: el homicidio (Levítico 24:17, 21).
         Contra el séptimo mandamiento: el adulterio (Levítico 20:10; Deuteronomio 22:22); la violación (Deuteronomio 22:25); la fornicación (Deuteronomio 22:21); el incesto (Levítico 20:11, 14).
         Contra el octavo mandamiento: el secuestro (Éxodo 21:16).
         Contra el noveno mandamiento: levantar falso testimonio contra alguien en cualquier de los casos anteriores (Deuteronomio 19:16, 19, 21).
         De nuevo, cualquier de estas ofensas intencionales contra los diez mandamientos no fueron perdonados por los sacrificios de que vamos a leer hoy (Ross, Holiness, 130).  Tenían que terminar en la muerte del pecador, o como el caso del rey David en su adulterio con Betsabé y el homicidio de Urías, tenían que ser perdonados por declaración de Jehová mismo (2 Samuel 12:13).
         Acuérdese también de que el holocausto de Levítico 1, el sacrificio más básico del culto israelita, se presenta para la expiación del pecado.  Así que al entrar Levítico 4, leemos sobre sacrificios por ciertas clases de pecado.  Primero leemos: Cuando alguna persona pecare por yerro en alguno de los mandamientos de Jehová sobre cosas que no han de hacer (Levítico 4:2).  Note que estos pecados no son premeditados; el pecador los cometió sin intención.  Pero note también que aunque uno los ha cometido sin intención, todavía llevan culpa delante de Dios.
         Este sacrificio es semejante al holocausto de Levítico 1: hay que identificar el animal apropiado, sin defecto; hay que imponerle la mano; el derramamiento de sangre de la víctima tiene un papel central.  Pero se destacan unas diferencias importantes también:
         1.  En el caso del pecado de un sacerdote ungido, hay que llevar la sangre dentro del tabernáculo para rociar el velo siete veces y ponerla sobre los cuernos del altar de incienso, y luego derrama el resto al pie del altar de bronce (Levítico 4:5-7).
         2.  En vez de quemar el animal entero como en el holocausto, sólo queman la grosura y algunos órganos internos como el sacrificio de paz (Levítico 4:8-10).
         3.  Todo lo demás es llevado fuera del tabernáculo para ser quemado en el lugar de las cenizas, un lugar limpio donde queman los desechos del tabernáculo (Levítico 4:11-12).  El sacerdote no guarda el cuero como en el holocausto; ¡no se queda con ninguna recompensa por el pecado!  Desean que el pecado y su contaminación sean llevados lejos del lugar santo de Dios.
         Note también que hay unas diferencias si el pecador es la congregación de Israel (Levítico 4:13), un jefe en Israel (Levítico 4:22) o una persona sin la responsabilidad de gobernar (Levítico 4:27):
         1.  Si peca la congregación de Israel, los ancianos ponen sus manos sobre la cabeza del becerro (Levítico 4:15).
         2.  Si peca un jefe, presenta un macho cabrío en vez de un becerro, y el sacerdote pone la sangre en los cuernos del altar de bronce; no la llevan dentro del tabernáculo (Levítico 4:23, 25).
         3.  Si peca una persona sin responsabilidad de gobernar, puede traer una cabra o cordero, hembra sin defecto (Levítico 4:28, 32); la sangre también se pone en los cuernos del altar de bronce, no dentro del tabernáculo (Levítico 4:30, 34).
         Estos sacrificios nos enseñan mucho sobre el impacto del pecado, sobre la contaminación que lleva.  Primero, note que una preocupación en estos sacrificios es la contaminación del tabernáculo.  Por los pecados del pueblo, el tabernáculo se queda contaminado, y hay que purificarlo con sangre en los cuernos de los altares. Segundo, mientras más autoridad tiene el pecador, más contaminación llevan sus pecados para toda la comunidad.  La relación de toda la comunidad con Jehová se pone en peligro mientras pecan sus líderes.  Así que el sacrificio por el pecado tiene que ser suficientemente eficaz para limpiar la contaminación aún de los lugares más santos en relación con Dios.
         Tercero, ¡qué bendición es el tener Jehová, el Dios perdonador, por Señor!  Aunque los pecados cometidos sin intención dejan una contaminación grande sobre el pueblo, por la sangre derramada del sacrificio del pecado, Jehová nos dice: Obtendrán perdón… tendrá perdón… será perdonado… será perdonado (Levítico 4:20, 26, 31, 35).  El pecado y su contaminación son llevados fuera del lugar de la relación con Jehová, a tal punto que el salmista puede celebrar: Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones (Salmo 103:12).  ¡Gloria a Dios!

         Apuntes adicionales: note también que los sacrificios descritos en Levítico 5 y 6:1-7 especifican y extienden los sacrificios por el pecado:
         Levítico 5:1-4 clarifica cuatro casos en que la persona tiene que presentar un sacrificio por el pecado de acuerdo con lo que leímos en Levítico 4.
         Note que Levítico 5:5 requiere la confesión del pecado en estos cuatro casos junta con el sacrificio.
         Levítico 5:7-13 explica qué hacer para el sacrificio de pecado en casos de pobreza.
         Levítico 5:14-16 explica la restitución que se añade en siclos de plata al sacrificio de pecado cuando se trata de pecados sin intención en las cosas santas de Jehová.
         Levítico 5:17-19 lo aplica aún en casos de errar por ignorancia en las cosas santas.
         Levítico 6:1-7 describe los sacrificios y la restitución que se dará cuando pecan por hurtos, falso testimonio o descuido de los bienes de su prójimo, casos como los de Éxodo 22:1-15.
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    Rev. Ken Kytle, pastor de la Iglesia bautista La fe en Cristo cerca de Atlanta, Georgia, EEUU.

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