Por eso voy a depender de otro guía para explicar el argumento de 1 Juan, unas observaciones de D. Martyn Lloyd-Jones, el pastor de Westminster Chapel en Londres por 30 años, un excelente predicador de la Biblia que falleció en 1981. En su libro Life in Christ: Studies in 1 John identifica un versículo clave que sirve como una fundación para entender toda la carta: Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo el maligno (1 Juan 5:19).
Note primero la palabra: Sabemos. Los cristianos tenemos una relación segura con Dios. Sabemos lo que tenemos en Cristo, quiénes somos en Cristo y lo que nos espera en Cristo. No somos gente que tambalea en dudas. Cuando hablamos de la vida eterna y de la aprobación de Dios, no lo hacemos con palabras como “ojalá” ni “espero que sí” ni “si Dios quiere” sino con la palabra: Sabemos.
¿Qué sabemos? Sabemos que somos de Dios. Hemos escuchado el evangelio, las buenas noticias sobre la salvación por fe en Jesucristo, y escuchando, lo hemos recibido como el único mensaje válido sobre la salvación. Reconocemos de acuerdo con Pablo: En el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá (Romanos 1:17). Nuestra salvación y justificación significan que somos nacidos de nuevo por Dios: A todos los que le recibieron [a Jesús], a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios (Juan 1:12-13).
La primera carta de Juan confirma la certeza de que somos de Dios: Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios (1 Juan 5:13).
Y esta confirmación es necesaria y provechosa por lo que dice el resto de 5:19: Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo el maligno (1 Juan 5:19). Espiritualmente hemos sido trasladados del mundo y de la potestad de Satanás al reino del amado Hijo de Dios (Colosenses 1:13), pero corporalmente continuamos en este mundo; nos toca enfrentarlo y resistir la influencia de sus tentaciones (Juan 17:15-17). El conflicto entre nosotros y el mundo va a crecer y causar mucho sufrimiento y división: Todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución; mas los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados (2 Timoteo 3:12-13). Por eso Juan escribe su primera carta – nos confirma en nuestra relación segura con Dios y nos prepara a resistir las influencias del maligno.
Estas influencias incluyen:
1) El pecado: Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado (1 Juan 1:6-7).
2) El odio hacia los hermanos: El que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas. El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo (1 Juan 2:9-10).
3) El amor al mundo: Todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre (1 Juan 2:16-17).
4) La falsa doctrina: ¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Este es anticristo, el que niega al Padre y al Hijo (1 Juan 2:22). Todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en la carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo (1 Juan 4:3).
En cambio, el verdadero creyente resiste las influencias del mundo por lo siguiente
1) El arrepentimiento del pecado: Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad (1 Juan 1:9).
2) El amor hacia los hermanos: En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos. Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad (1 Juan 3:16-18).
3) Una vida de pureza: Todo aquel que tiene esta esperanza en él [de su segunda venida], se purifica a sí mismo, así como él es puro (1 Juan 3:3).
4) Una permanencia en la doctrina de la encarnación de Jesucristo y su muerte en la cruz por nuestros pecados: Él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo (1 Juan 2:2). En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados (1 Juan 4:10).
Si leemos 1 Juan con una fundación firme en 1 Juan 5:19 y si nos acordamos de los temas principales descritos arriba, podemos disfrutar otro de los temas principales de la carta, la comunión con Dios y con todos nuestros hermanos en Cristo Jesús: Lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo. Estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea cumplido (1 Juan 1:3-4).