Las mujeres extranjeras: Salomón respondió correctamente a la reina de Sabá: por su sabiduría y la gloria de su dominio justo, la dirigió hacia Jehová en adoración como vimos en la lectura pasada. Pero en 1 Reyes 11, en vez de guiar a las extranjeras, Salomón es guiado por ellas: Pero el rey Salomón amó, además de la hija de Faraón, a muchas mujeres extranjeras; a las de Moab, a las de Amón, a las de Edom, a las de Sidón, y a las heteas; gentes de las cuales Jehová había dicho a los hijos de Israel: No os llegaréis a ellas, ni ellas se llegarán a vosotros; porque ciertamente harán inclinar vuestros corazones tras sus dioses. A éstas, pues, se juntó Salomón con amor. Y tuvo setecientas mujeres reinas y trescientas concubinas; y sus mujeres desviaron su corazón (1 Reyes 11:1-3; véase también Éxodo 34:14-16; Deuteronomio 7:3-4 y el ejemplo de Baal-peor en Números 25:1-3). Una raíz principal de toda la pérdida, la separación, la violencia y la inseguridad que estamos por ver en el transcurso de la historia de Israel es el corazón desviado
del rey Salomón.
No es el único rey que será desviado por las extranjeras; también leeremos sobre el rey Acab que es guiado por Jezabel, hija del rey de los sidonios (1 Reyes 16:31). Su influencia sobre el rey y sobre todo el reino de Israel llevará la casa real y todo el país al juicio divino. A la vez, el profeta Elías guía a una viuda sidonia a la fe en Jehová en 1 Reyes 17:8-24. Como veremos, la relación del rey o del profeta con las extranjeras refleja si Israel será seducido por las naciones alrededor o si servirá como faro de luz para guiarlas a Jehová.
La fidelidad de Jehová a su pacto con David: En su pacto con David, Jehová le dijo sobre su descendiente ungido: Si él hiciere mal, yo le castigaré con vara de hombres, y con azotes de hijos de hombres (2 Samuel 7:14). Por su maldad, Salomón tiene que enfrentar a tres enemigos extranjeros: a Hadad edomita
(protegido por Faraón, ¡el mismo suegro de Salomón!), a Rezón rey de Damasco y a
Jeroboam, el rey futuro de diez tribus de Israel. Pero acuérdese del versículo siguiente del pacto: Pero mi misericordia no se apartará de él como la aparté de Saúl, al cual quité de delante de ti (2 Samuel 7:15). Mientras las casas reales de Israel serán destruidas por completo (la de Jeroboam en 1 Reyes 15:29-30, y la de Baasa en 1 Reyes 16:11-12, por ejemplo), la casa real de David continúa. Esta evidencia de la gracia en el pacto de Jehová con David es constante aún en medio del castigo.
La religión fabricada de Jeroboam: 1 Reyes 12:26-33 explica la idolatría en que Jeroboam guía al pueblo de Jehová. Para solidificar la devoción política de las diez tribus, pone un centro religioso en el sur del país (¿por qué subir a Jerusalén cuando tiene Bet-el más cerca?) y otro en el norte (en Dan, donde ya existe un sacerdocio y culto falsos como vimos en Jueces 18:29-31). Se asemeja a la
verdadera religión: reconoce la subida de Egipto (1 Reyes 12:28); celebra una fiesta conforme a la fiesta de los tabernáculos, aunque en el mes incorrecto (1 Reyes 12:32); tiene sacerdotes de entre el pueblo (1 Reyes 12:31). Pero viola la ley de Jehová: Hizo el rey dos becerros de oro, y dijo al pueblo: …He aquí tus dioses, oh Israel, los cuales te hicieron subir de la tierra de Egipto (1 Reyes 12:28; un eco de las palabras del pueblo sobre el becerro de oro en Éxodo 32:4). Hizo sacerdotes del pueblo, que no eran de los hijos de Leví (1 Reyes 12:31). Los lugares altos que él
había fabricado (1 Reyes 12:32)… El mes que él había inventado de su propio
corazón (1 Reyes 12:33)… todas estas frases nos hacen ver que esta aproximación a la religión verdadera no sólo es inválida sino una piedra de tropiezo que llevará a Israel a la condenación. Tendrá una parte central en su destrucción.
El celo de Jehová por la obediencia a su palabra: Un profeta sin nombre declara milagrosamente el juicio contra el nuevo culto en Bet-el (1 Reyes 13:1-6).
Pero cuando desobedece la palabra, aún al haber sido engañado, no puede escapar el juicio divino (1 Reyes 13:21-26). Como hemos visto tantas veces en la historia de Israel en el desierto, con Moisés y Aarón cuando no santificaron a Jehová en las aguas de la rencilla y con el rey Saúl cuando no destruyó por completo a los amalecitas, la santidad abrasadora de Jehová no permite la obediencia a medias. Esta severidad de Jehová, el celo por su santidad, se manifestará repetidas veces en
esta unidad de la Biblia, aún con reyes que a nuestra vista son buenos y a quienes queremos perdonar fácilmente.
La voz profética clara de Jehová: El profeta sin nombre de 1 Reyes 13 y el profeta Ahías de 1 Reyes 14 manifiestan otra evidencia de la gracia de Jehová: su anuncio profético claro al pueblo. Reprende y exhorta a su pueblo y no permitirá que los falsos profetas, aunque numerosos, ahoguen el sonido claro de su voz.
El empobrecimiento del pueblo de Jehová: Las riquezas de la época de Salomón desaparecen; el pueblo de Jehová sufre la pérdida de sus bienes: Al quinto año del rey Roboam subió Sisac rey de Egipto contra Jerusalén, y tomó los tesoros de la casa de Jehová, y los tesoros de la casa real, y lo saqueó todo; también se llevó todos los escudos de oro que Salomón había hecho. Y en lugar de ellos hizo el rey Roboam escudos de bronce (1 Reyes 14:25-27). Es difícil impresionar por escudos de bronce después de un reinado en que la plata era menospreciada y el bronce, ni fue medido porque era tan común.
Mientras pasamos por las lecturas de esta nueva unidad, ponga atención al papel de las mujeres extranjeras, la religión fabricada de Jeroboam y el
empobrecimiento del pueblo de Jehová… y a la vez, note cómo Jehová mantiene el
celo por su santidad, el celo por la casa de David y cómo anuncia claramente su
juicio futuro para que el pueblo se arrepienta.