Note que tiene lugar: En el mes de Etanim, que es el mes séptimo, en el día de la fiesta solemne (1 Reyes 8:2). Por el mes y la extensión de la celebración (siete días a que añaden otros siete más por el gozo de la dedicación, 1 Reyes 8:65), entendemos que es la fiesta de los tabernáculos lo que celebran junto con la dedicación del templo. Acuérdese que Jehová les mandó sobre esta fiesta que: Todo natural de Israel habitará en tabernáculos, para que sepan vuestras descendientes que en tabernáculos hice yo habitar a los hijos de Israel cuando los saqué de la tierra de Egipto (Levítico 23:42-43). Igual como leímos el anuncio monumental sobre la construcción del templo hace dos capítulos: En el año cuatrocientos ochenta después que los hijos de Israel salieron de Egipto…comenzó a edificar la casa de Jehová (1 Reyes 6:1), ahora en capítulo 8 tenemos otro recordatorio de la fidelidad de Jehová por los siglos, desde el éxodo hasta el tiempo presente, por la celebración de la fiesta de los tabernáculos junto con la dedicación del templo.
Hace más impactante aún la observación y bendición de Salomón: Bendito sea Jehová, que ha dado paz a su pueblo Israel, conforme a todo lo que él había dicho; ninguna palabra de todas sus promesas que expresó por Moisés su siervo, ha faltado (1 Reyes 8:56). Estamos en un momento inolvidable y culminante en la fidelidad de Jehová a su pueblo.
Los enlaces de la fidelidad continúan con la Presencia de Jehová en el templo.
El libro de Éxodo cerró con la llegada de la Presencia de Jehová a morar en el tabernáculo: Entonces una nube cubrió el tabernáculo de reunión, y la gloria de Jehová llenó el tabernáculo. Y no podía Moisés entrar en el tabernáculo de reunión, porque la nube estaba sobre él, y la gloria de Jehová lo llenaba (Éxodo 40:34-35). Pastoreó Jehová a su pueblo en todas sus jornadas después: Cuando la nube se alzaba del tabernáculo, los hijos de Israel se movían en todas sus jornadas;
pero si la nube no se alzaba, no se movían hasta el día en que ella se alzaba (Éxodo 40:36-37). Ahora confirma Jehová su presencia con Israel en el nuevo templo por aparecer de igual forma: Cuando los sacerdotes salieron del santuario, la nube llenó la casa de Jehová. Y los sacerdotes no pudieron permanecer para ministrar por causa de la nube; porque la gloria de Jehová había llenado la casa de Jehová (1 Reyes 8:10-11). Y la llegada de su Presencia a morar en el templo, un lugar fijo, le da esperanza al pueblo que la paz y el descanso que disfrutan ahora sean
permanentes: Yo he edificado casa por morada para ti, sitio en que tú habites
para siempre (1 Reyes 8:13).
Otra asociación con el éxodo y la Presencia de Jehová es el arca del pacto. Sirve como parte central del templo igual como sirvió en el tabernáculo (1 Reyes
8:6). Además del arca es lo que contiene: En el arca ninguna cosa había sino las dos tablas de piedra que allí había puesto Moisés en Horeb, donde Jehová hizo pacto con los hijos de Israel, cuando salieron de la tierra de Egipto (1 Reyes 8:9). La atención a los Diez Mandamientos va a motivar las peticiones de Salomón por el perdón de pecados. Despierta el reconocimiento del pecado.
Note la centralidad de la oración no sólo en este día de la dedicación sino también en todo el culto relacionado en el templo: Con todo, tú atenderás a la oración de tu siervo, y a su plegaria, oh Jehová Dios mío, oyendo el clamor y la oración que tu siervo hace hoy delante de ti (1 Reyes 8:28). Oye, pues, la oración de tu siervo, y de tu pueblo Israel; cuando oren en este lugar, también tú lo oirás en el lugar de tu morada, en los cielos; escucha y perdona (1 Reyes 8:30). Tú oirás desde el cielo y actuarás (1 Reyes 8:32); tú oirás en los cielos (1 Reyes 8:34, 36, 39, 43, 45,
49). Estén, pues, atentos tus ojos a la oración de tu siervo y a la plegaria de tu pueblo Israel, para oírlos en todo aquello por lo cual te invocaren (1 Reyes 8:52). Claro que este énfasis en la oración no es a la exclusión de los sacrificios que
dominaban en el culto del tabernáculo (véase sólo 1 Reyes 8:5, 63-64 por la
importancia continua de los sacrificios). Simplemente hace destacar la importancia de la oración en la relación del pueblo de Israel con su Dios vivo y el templo como el lugar consagrado para hacerla.
Note también que las peticiones de Salomón son dirigidas por la reflexión en la revelación de Jehová hasta ese momento. Hacen eco con las listas de maldiciones por la desobediencia al pacto según Levítico 26:14-45 y Deuteronomio
28:15-68. Celebran el pacto de Jehová con su ungido David (1 Reyes 8:15-21, 24-26).
Reconocen el dominio justo de Jehová (1 Reyes 8:31-32), su deseo de bendecir a las naciones por Israel (1 Reyes 8:41-43, 60) y el aprecio de Israel como el tesoro especial de Jehová (1 Reyes 8:53, de acuerdo con Éxodo 19:5 y Deuteronomio 7:6). La oración de Salomón es el fruto de la devoción a Jehová y su palabra. Como tal, es una petición ejemplar que descansa en la fidelidad de Jehová por el pacto y mira hacia el futuro por el cumplimiento continuo de sus promesas.
En resumen, este capítulo nos dirige por la gloria de Salomón y el templo a la gloria del Dios único, Jehová, digno de adoración y oración: Jehová Dios de Israel, no hay Dios como tú, ni arriba en los cielos ni abajo en la tierra, que guardas el pacto y la misericordia a tus siervos, los que andan delante de ti con todo su corazón (1 Reyes 8:23). Que todos los pueblos sepan que Jehová es Dios, y que no hay otro (1 Reyes 8:60).