Pero note que la reacción de Saúl a David es más que una envidia personal; es otra manifestación de su alejamiento a Jehová: David se conducía prudentemente en todos sus asuntos, y Jehová estaba con él. Y viendo Saúl que se portaba tan prudentemente, tenía temor de él (1 Samuel 18:14-15). Irónicamente, mientras más oportunidades militares le da a David para que muera, más fama y renombre gana por el poder de Jehová: Todo Israel y Judá amaba a David, porque él salía y entraba delante de ellos (1 Samuel 18:16). Al final, Saúl, viendo y considerando que Jehová estaba con David, y que su hija Mical lo amaba, tuvo más temor de David; y fue Saúl enemigo de David todos los días (1 Samuel 18:28-29).
En la lectura para hoy, vemos cuán lejos Saúl se ha alejado de Jehová. Después de estar convencido a no hacer daño a David en 1 Samuel 19:6, intenta a matarlo
otra vez. Revela el motivo de su rencor: Todo el tiempo que el hijo de Isaí viviere sobre la tierra, ni tú [Jonatán] estarás firme, ni tu reino (1 Samuel 20:31). Otra vez confía sólo en sí mismo y en su propia capacidad de manejar los asuntos del reino. Para Saúl, el reinado sobre Israel no es algo otorgado y edificado por Jehová sino un derecho de que él se aferra, un dominio de que él mismo tiene que asegurar. Pero, ¿no es esta situación exactamente lo que pidió Israel? Constitúyenos ahora un rey que nos juzgue, como tienen todas las naciones (1 Samuel 8:5). Ahora tienen un rey
igual como los de todas las naciones: uno que reina en soberbia, que se dirige por los intereses personales, que se acude a la violencia para lograr sus deseos y que pone más atención a la preservación de sus privilegios por las generaciones que por la justicia.
Que Jehová nos salve de tal clase de líderes.
Y llega a un punto que ni se habría imaginado en los tiempos más oscuros de la época de los jueces cuando mata a 85 sacerdotes en 1 Samuel 22:18. Aún sus siervos más fieles saben mejor: Los siervos del rey no quisieron extender sus manos para matar a los sacerdotes de Jehová (1 Samuel 22:17). Por eso manda que lo haga un extranjero, un edomita. Y si esto no fuera suficiente, destruye a toda la ciudad de Nob, de los sacerdotes, como si fueran cananeos (1 Samuel 22:19). Así ha elevado Saúl su propia justicia y la preservación de sus privilegios encima de la ley de Jehová.
Considerando el reinado diabólico de Saúl, es impresionante la preservación de Jehová de su ungido. Hace que tres grupos de mensajeros dejen su misión de capturar a David por profetizar delante de Samuel (1 Samuel 19:19-21). Cuando Saúl mismo lo busca, de repente nos sentimos en 1 Samuel 9 – 10 otra vez, con Saúl buscando las asnas y descubriendo que Jehová se había encargado de cada detalle del viaje… pero esta vez para la protección de David. Saúl mismo tiene que dejar
su búsqueda porque se despoja de sus vestidos y profetiza delante de Samuel todo
el día y toda la noche (1 Samuel 19:24). Se hace pacto entre Jonatán y David, y cuando David está en el punto de la desesperación más profunda, encuentra protección por sus padres con el rey de Moab (1 Samuel 22:3-4) y recibe una palabra profética de dirección por sus próximos pasos (1 Samuel 22:5). Por eso, al ver que uno de los sacerdotes se escapó de la destrucción de Nob para reunirse con David (1 Samuel 22:20-23), nos damos cuenta de que la voluntad de Jehová no admite obstáculo. Aún en la desesperación más profunda, Jehová protegerá a su ungido y obrará para que su reinado justo eventualmente se manifieste.