David nos sorprende por decir: Al fin seré muerto algún día por la mano de Saúl; nada, por tanto, me será mejor que fugarme a la tierra de los filisteos, para que Saúl no se ocupe de mí, y no me ande buscando más por todo el territorio de Israel; y así escaparé de su mano (1 Samuel 27:1).
Nos sorprende por dos razones. Primero, no pensamos que David podía unirse con sus enemigos ni ser aceptados por ellos (nos acordamos de lo que pasó en 1 Samuel 21:10-15 la primera vez que intentó a buscar refugio en Gat). Pero acuérdese que esa vez, David anduvo solo; ahora encabeza a un grupo de soldados experimentados en la guerra. Obviamente son rechazados por el rey de Israel. El fenómeno de los mercenarios (soldados profesionales contratados para luchar en una guerra bajo la bandera que les pagaba más) era mucho más común en la época antigua que ahora. Para el rey de Gat, hay la posibilidad de contratar a buenos soldados por su protección; para David, es una forma de aliviarse de la presión y el riesgo constantes causados por Saúl. Por eso, encontramos que David ahora se asocia con el rey de la ciudad natal de Goliat.
Segundo, nos sorprende porque en el capítulo anterior vimos otro ejemplo destacado de la protección de Jehová de su ungido. Esta vez Saúl no se les cae en las manos de David como en la cueva sino que David y Abisai se atreven a entrar el campamento de Saúl y toman su lanza y una vasija de agua. La protección de Jehová es evidente: No hubo nadie que viese, ni entendiese, ni velase, pues todos dormían; porque un profundo sueño enviado de Jehová había caído sobre ellos (1 Samuel 26:12). ¿No sería esta señal de la protección de Jehová suficiente para animarle por medio de cualquiera prueba? Nos choca que al entrar 1 Samuel 27, David busque la protección de un mero hombre, y de un mero hombre pagano… pero, ¿no somos capaces de hacer lo mismo, especialmente cuando tenemos que pasar por una prueba o una tribulación a largo plazo? También nos sentimos la tentación de aceptar cualquier refugio con tal que no suframos más. Así en desesperación hace David en Gat.
Por estas razones no intento a justificar lo que hizo David sino a explicarlo. 1
Samuel 27 es un capítulo extraño. No aparece el nombre de Jehová. Parece que David no busca su dirección. Nos sentimos incómodos con su engaño de Aquis y la violencia en extremo que utiliza para cubrir sus mentiras. Gana el alivio de Saúl que quería (1 Samuel 27:4) pero, ¿a qué costo? ¿Terminará David como cualquier rey pagano, listo a utilizar la violencia para avanzar sus propios fines? ¿Será tragado en el ciclo espiritual en declive igual como tantos jueces en las generaciones anteriores? El ungido de Jehová está en gran peligro, no tanto de su vida física como de su alma. ¿Qué hará Jehová en respuesta?
Mientras tanto, Saúl también tiene que lidiar contra la desesperación. Busca un refugio de sus temores y alguna dirección espiritual, pero no los encuentra:
Cuando vio Saúl el campamento de los filisteos, tuvo miedo, y se turbó su corazón en gran manera. Y consultó Saúl a Jehová; pero Jehová no le respondió ni por sueños, ni por Urim, ni por profetas (1 Samuel 28:5-6). Su desesperación lo lleva a utilizar la adivinación. No podemos evitar de escuchar el eco de las palabras de Samuel cuando le anunció que ya no iba a ser rey de Israel: Como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación (1 Samuel 15:23). Saúl ahora ha tocado fondo en su declive de ser un rey como tienen todas
las naciones. Y Jehová no lo alivia de su desesperación sino que le anuncia su juicio: Jehová entregará a Israel también contigo en manos de los filisteos; y mañana estaréis conmigo, tú y tus hijos; y Jehová entregará también al ejército de Israel en mano de los filisteos (1 Samuel 28:19). El juicio a la soberbia, la rebelión y ahora la adivinación de Saúl va a consumir a su familia, a su ejército y una gran parte de la nación.
Hay dos hombres en la desesperación. Los dos pecan para aliviarse de su
presión. ¿Qué esperanza hay de que no sean destruidos?