el arca, tan santo que el sumo sacerdote sólo puede entrar el cuarto donde está una vez por año y con sangre por sus propios pecados y los del pueblo, podría caer a manos de los filisteos? ¿Cómo puede el trono de la Presencia de Jehová que derrumbó a Jericó y venció a todos sus enemigos en la conquista de la tierra prometida dejar atrás 30,000 Israelitas muertos mientras es llevado al campamento enemigo? Es tan escandaloso el evento que lo menciona cinco veces en sólo 12
versículos. Parece increíble.
Pero al reflexionar más, ¿no parece más escandaloso el robo de las ofrendas que cometían regularmente los hijos de Elí ante la Presencia de Jehová? (1 Samuel 2:13-16) ¿No parece más increíble que convirtieron el tabernáculo en su propio harén? (1 Samuel 2:22) ¿No parece más vergonzoso el juicio declarado contra la casa sacerdotal de Israel? (1 Samuel 2:27-36; 3:11-14) ¿Cómo se atrevían a blasfemar la santidad de Jehová por tanto tiempo? La pérdida del arca es
simplemente una realidad puesta en evidencia: la casa de Elí ha menospreciado la
Presencia de Jehová. La abandonaron Elí, Ofni y Finees mucho antes que la Presencia los abandonó en el campo de batalla.
Pero Jehová no ha abandonado a su pueblo. Aunque su arca está en manos de los filisteos, ha dado amplia evidencia que su Presencia es viva, no cautiva, y en
comunicación con el profeta joven Samuel. Como para proteger al pueblo por el choque que iba a venir, le demostró claramente: Samuel creció, y Jehová estaba con él, y no dejó caer a tierra ninguna de sus palabras. Y todo Israel, desde Dan hasta Beerseba, conoció que Samuel era fiel profeta de Jehová (1 Samuel 3:19-20).
Es escandaloso y vergonzoso cuando cae el juicio de Jehová. Que su pueblo tiemble antes de su llegada y se arrepienta de su pecado mientras hay tiempo.