Como es un momento histórico de tanta importancia, es apropiado que Samuel siga los ejemplos de Moisés y Josué y predique al pueblo para cerrar su ministerio y reconfirmar la fidelidad del pueblo a Jehová. Siguiendo el patrón de esos dos grandes varones de Dios, Samuel da resumen a la historia de Israel (el pasado: 1 Samuel 12:6-12) para retratarles dos caminos posibles, de obediencia o de desobediencia (el futuro: 1 Samuel 12:14-15) e insiste en una decisión presente para confirmar la recepción de las bendiciones prometidas (el presente: 1 Samuel 12:13, 16-21).
A diferencia que el compromiso seguro y la confiada obediencia con que los israelitas respondieron a Moisés y a Josué, esta generación responde en arrepentimiento: Ruega por tus siervos a Jehová tu Dios, para que no muramos; porque a todos nuestros pecados hemos añadido este mal de pedir rey para nosotros (1 Samuel 12:19). ¿Puede ser que la experiencia del declive espiritual les ha hecho más sensibles a su naturaleza pecaminosa, a su incapacidad de obedecer a Jehová de todo corazón? Por lo menos reconocen que los truenos y la lluvia dan testimonio de sus pecados contra Jehová (1 Samuel 12:17-18). Samuel les manda a obedecer: No temáis; vosotros habéis hecho todo este mal; pero con todo eso no os apartéis de en pos de Jehová, sino servidle con todo vuestro corazón (1 Samuel 12:20). Y como una fundación sólida para sostener su obediencia, los dirige a la gracia de Jehová con que hizo el pacto con Abraham: Pues Jehová no desamparará a su pueblo, por su grande nombre; porque Jehová ha querido haceros pueblo suyo (1
Samuel 12:22).
Señala también un riesgo más, la confianza en uno que es sólo hombre para darles la redención que sólo viene de Dios: Mas si perseverareis en hacer mal, vosotros y vuestro rey pereceréis (1 Samuel 12:25). Si no temen y sirven a Jehová con todo su corazón, ni su nuevo rey será capaz de salvarlos. En cambio, ¡será llevado a la condenación con ellos! Aún con el nuevo rey, la redención sólo viene de Jehová.