Por eso vemos que mientras Timoteo sirve como pastor de la iglesia en Éfeso, éstas son algunas de sus tareas principales:
1) proteger la verdad del evangelio de los que desean corromperlo por insistir en la obediencia a la ley como el camino a la salvación (1 Timoteo 1:3-11, 18-20);
2) animar a todos y especialmente a los hombres a la oración, y que oren que todos sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad (1 Timoteo 2:1-8);
3) y escoger a ancianos y diáconos que den evidencia de su fe en el evangelio en su diario vivir para que dirijan a la iglesia (1 Timoteo 3:1-3).
¿Se acuerda de cuando vimos estas tareas en Hechos 6? En aquellos días, como creciera el número de los discípulos, hubo murmuración de los griegos contra los hebreos, de que las viudas de aquéllos eran desatendidas en la distribución diaria. Entonces los doce convocaron a la multitud de los discípulos, y dijeron: No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios, para servir a las mesas. Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos de este trabajo. Y nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la palabra (Hechos 6:1-4). Ahora Pablo le comunica a Timoteo las mismas prioridades: Enfoca en la enseñanza de la palabra y en la oración, y levanta a los ancianos y a los diáconos llenos del Espíritu Santo para apoyar y también encargarse de las responsabilidades del ministerio.
En 2000 años, no se han cambiado las responsabilidades principales del pastor de una iglesia: enseña la palabra, ora y prepara a los ancianos y los diáconos para que se encarguen de los ministerios de la iglesia, para que la iglesia del Dios viviente cumpla su propósito de ser columna y baluarte de la verdad. Que nuestro Señor Jesucristo sea glorificado mientras le servimos con fidelidad en las tareas que nos ha encargado.