Primero, note que todo crecimiento se basa en la salvación de Dios a nosotros por la fe en Jesucristo: Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que habéis alcanzado, por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo, una fe igualmente preciosa que la nuestra (2 Pedro 1:1). Por esta salvación Dios nos ha dado: Todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad… [que incluyen] preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina (2 Pedro 1:3-4). Por eso, vamos a crecer en todo asociado con la fe en Jesucristo: Vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor (2 Pedro 1:5-7).
Fíjese bien en el orden por el cual Pedro nos anima al crecimiento. Nuestro crecimiento siempre se basa primero en lo que Dios ha hecho por nosotros en Cristo Jesús (versículos 1-4). Él inicia todo. Luego nuestra respuesta apropiada a la salvación es el continuar a crecer en la misma (versículos 5-7). Dios nos salva en Cristo Jesús, y por eso crecemos. Nuestro crecimiento no es una carga pesada que llevamos sobre los hombros para intentar a impresionar a un dios exigente sino una reacción natural, gozosa y perseverante a la salvación por gracia regalada por el Dios que da vida.
Segundo, note que el crecimiento viene cuando no sólo enfocamos en el pasado y aún el presente de nuestra salvación (como en los primeros 7 versículos de la carta) sino sobre todo cuando nos fijamos en el segundo tema principal de la carta, la esperanza, nuestro futuro en Jesucristo.
Acuérdese que hablamos de este tema en detalle en 2 Tesalonicenses 1. La esperanza cristiana no significa: “Espero que tal cosa pase” sino que es una seguridad en la segunda venida de Jesucristo, una seguridad que dirige todo nuestro diario vivir para que estemos preparados para la llegada de ese día. Por la importancia de este tema en nuestro crecimiento en la fe, por la mayor parte de la carta Pedro va a defender la doctrina de la esperanza cristiana de los ataques de los falsos maestros que niegan la segunda venida de Jesucristo.
Pedro empieza su defensa de la segunda venida de Jesucristo por decir: No os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad (2 Pedro 1:16). Pedro fue testigo ocular de su transfiguración (Mateo 17:1-13; 2 Pedro 1:17-18) cuando Jesucristo fue vestido en gloria de una manera que predecía su segunda venida. También, aún más evidencia hay por “la palabra profética más segura” (2 Pedro 1:19).
Pero los creyentes tienen que prepararse porque igual que en la época del Antiguo Testamento: hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina (2 Pedro 2:1). Al contrario del crecimiento sano de los justificados por la fe en Jesucristo que vimos en 2 Pedro 1:5-7, esos falsos maestros van a demostrar un escándalo de inmundicia y pecado que revela que no conocen al Señor (2 Pedro 2). Pero por acordarse de los ejemplos del juicio divino en el Antiguo Testamento y por seguir la instrucción del capítulo 3, el verdadero creyente tendrá la preparación en el discernimiento para identificar a los falsos maestros, para contestar su doctrina falsa y para perseverar en la seguridad de la segunda venida de Jesucristo. Va a poder decir de acuerdo con Pedro: Nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia (2 Pedro 3:13).
Así que 2 Pedro señala claramente dos estilos de vida posibles para nosotros los cristianos. Por un lado, podemos crecer en las evidencias de la fe en Jesucristo puestas en lista en 2 Pedro 1:5-7, empoderados por la seguridad de su segunda venida. O por el otro lado, podemos profesar el conocimiento de Cristo Jesús con los labios y nuestras tradiciones religiosas pero negarlo en nuestra vida diaria, paseando por cada día como si nunca tuviéramos que rendirle cuentas, declarando por nuestra vida diaria una negación rotunda de su segunda venida. Nuestra reacción a la segunda venida de Jesucristo es así de esencial. No es simplemente la afirmación de algunos puntos teológicos; es una demostración si somos salvos o no.