sirvieron a Salomón todos los días que vivió (1 Reyes 4:21). Hoy leemos que el señorío sobre todo ese territorio ha pasado a manos de otro: Y nunca más el rey de Egipto salió de su tierra; porque el rey de Babilonia le tomó todo lo que era suyo desde el río de Egipto hasta el río Éufrates (2 Reyes 24:7). Y los presentes que traían a Salomón son llevados para enriquecer a otros: Sacó de allí todos los tesoros de la casa de Jehová, y los tesoros de la casa real, y rompió en pedazos todos los utensilios de oro que había hecho Salomón rey de Israel en la casa de Jehová, como Jehová había dicho (2 Reyes 24:13; véase también 25:13-17). En la pérdida de tierra, de gente, de dominio y de la Presencia de Jehová, ocurre el revés de las promesas a Abraham.
A pesar de la tristeza que uno se siente al leer estos capítulos, nos toca entenderlos bien, en parte porque hay seis libros de los profetas asociados con esta época histórica: Jeremías, Lamentaciones, Ezequiel, Daniel, Habacuc y Sofonías.
Por eso queremos entender bien cuatro eventos que ocurren en estos capítulos.
El primer evento es la pérdida de independencia de Judá causada por la muerte de Josías. Egipto y Babilonia peleaban por los restos del imperio asirio, el viejo enemigo del pueblo de Jehová que fue derrotado en la destrucción de su capital Nínive en 612 a.C. y en la de su próximo capital Harrán dos años después. En el año 609 a.C.: Necao rey de Egipto subió para hacer guerra en Carquemis junto al Éufrates (2 Crónicas 35:20), e igual que la gran mayoría del transporte internacional de esa época, pasó por la costa mediterránea de la tierra prometida. Salió Josías contra él (2 Crónicas 35:20), posiblemente con la intención de imponer su dominio sobre esa región que ya no pertenecía a Asiria. Y Necao le envió mensajeros, diciendo: ¿Qué tengo yo contigo, rey de Judá? Yo no vengo contra ti hoy, sino contra la casa que me hace guerra; y Dios me ha dicho que me apresure. Deja de oponerte a Dios, quien está conmigo, no sea que él te destruya (2 Crónicas
35:21). Mas Josías no acepta la advertencia, ataca a Necao en el campo de Meguido y muere (2 Crónicas 35:22-24). El profeta Jeremías endecha a Josías (2 Crónicas 35:25).
Necao continúa su marcha al norte y pierde la batalla de Carquemis a los caldeos de Babilonia en 609 a.C. De regreso a Egipto, decide imponer su autoridad sobre el reino de Judá que ha puesto a Joacaz en lugar de su padre Josías como rey (2 Reyes 23:31; 2 Crónicas 36:1). Lo puso preso Faraón Necao en Ribla en la provincia de Hamat, para que no reinase en Jerusalén; e impuso sobre la tierra una multa de cien talentos de plata, y uno de oro (2 Reyes 23:33). ¡El rey de Judá, descendiente de David, es tomado preso por Faraón! De aquí Judá pierde su independencia y no la va a recobrar por siglos.
El rey de Judá ahora es títere de Egipto: Entonces Faraón Necao puso por rey a Eliaquim hijo de Josías, en lugar de Josías su padre, y le cambió el nombre por el de Joacim; y tomó a Joacaz y lo llevó a Egipto, y murió allí (2 Reyes 23:34). En sumisión a su nuevo señor: Joacim pagó a Faraón la plata y el oro; mas hizo avaluar la tierra para dar el dinero conforme al mandamiento de Faraón, sacando la plata y el oro del pueblo de la tierra, de cada uno según la estimación de su hacienda, para darlo a Faraón Necao (2 Reyes 23:35). El deseo de volver a ganar la independencia perdida es un motivo fuerte en las decisiones de los próximos años.
El segundo evento destacado es el remplazo de señores sobre Judá cuando Egipto pierde otra batalla de Carquemis en 605 a.C. Como consecuencia, Babilonia sigue en marcha al sur y toma los territorios egipcios incluyendo a Judá: En su tiempo subió en campaña Nabucodonosor rey de Babilonia (2 Reyes 24:1). Ahora Jerusalén es sitiada, derrotada, y sufre la primera deportación a Babilonia, principalmente para la preparación de funcionarios para la administración del nuevo territorio de Judá: En el año tercero del reinado de Joacim rey de Judá, vino Nabucodonosor rey de Babilonia a Jerusalén, y la sitió. Y el Señor entregó en sus
manos a Joacim rey de Judá (Daniel 1:1-2). Dijo el rey a Aspenaz, jefe de sus
eunucos, que trajese de los hijos de Israel, del linaje real de los príncipes,
muchachos en quienes no hubiese tacha alguna, de buen parecer, enseñados en toda sabiduría, sabios en ciencia y buen entendimiento, e idóneos para estar en el palacio del rey; y que les enseñase las letras y la lengua de los caldeos (Daniel 1:3-4). Entre estos jóvenes se encuentran Daniel, Sadrac, Mesac y Abed-nego.
El tercer evento empieza cuando Babilonia es derrotada en la frontera de Egipto en 601 a.C., y Joacim ve su oportunidad por la independencia: Joacim vino a ser su siervo por tres años, pero luego volvió y se rebeló contra él (2 Reyes 24:1).
Los eventos que siguen tampoco dependen tanto del poder de Babilonia ni de la fuerza que Joacim supone que tiene: Jehová envió contra Joacim tropas de caldeos, tropas de sirios, tropas de moabitas y tropas de amonitas, los cuales envió contra Judá para que la destruyesen, conforme a la palabra de Jehová que había hablado por sus siervos los profetas (2 Reyes 24:2). Jerusalén es sitiada otra vez, Joacim muere y es remplazado por su hijo Joaquín que en 597 a.C. sólo tiene tiempo para entregar la ciudad y ser llevado en la segunda deportación que incluye a muchos de la familia real y todos los príncipes, hombres valientes, artesanos y herreros (2 Reyes 24:10-16). También incluye a otro joven que será llamado a profetizar en el exilio, a Ezequiel.
Sedequías es nombrado rey y gobierna durante el cuarto evento destacado, la destrucción final de Jerusalén y la última deportación a Babilonia en 586 a.C.: Vino, pues, la ira de Jehová contra Jerusalén y Judá, hasta que los echó de su presencia (2 Reyes 24:20). Jeremías profetiza en Jerusalén, y Daniel y Ezequiel en el exilio en los años que llegan a ese punto culminante del juicio de Jehová.
Para resumir, estos cuatro eventos principales son:
1) La pérdida de independencia de Judá con la muerte de Josías (609 a.C.)
2) Babilonia toma control de Judá y manda la primera deportación (605 a.C.)
3) Después de la rebelión de Joacim, Babilonia hace someter a Judá otra vez y manda una segunda deportación más grande (597 a.C.)
4) Después de la rebelión de Sedequías, Babilonia destruye Jerusalén por
completo y manda una deportación masiva (586 a.C.)
En medio de este juicio devastador y decisivo sobre Jerusalén, todavía se queda encendida una pequeña esperanza. Después de 37 años de cautiverio, el ex-rey Joaquín, el que había reinado sólo por tres meses, es sacado de la cárcel y puesto en un lugar de gracia y privilegio por el rey de Babilonia (2 Reyes 25:27-30).
Aunque sin reino, la casa de David continúa.