En más detalle: Empezamos con la introducción al profeta Amós: Uno de los pastores de Tecoa, que profetizó acerca de Israel en días de Uzías, rey de Judá y en días de Jeroboam hijo de Joás, rey de Israel, dos años antes del terremoto (Amós 1:1). Tecoa se encuentra en el territorio de Judá, a 16 kilómetros al sur de Jerusalén y unos 9 kilómetros al sur de Belén. Aunque es del reino de Judá, sus profecías son dirigidas principalmente a sus hermanos en el territorio norte de la tierra prometida. Viven en una época de prosperidad bajo el largo reinado de Jeroboam II, un rey que a pesar de su idolatría contra Jehová, disfruta un avivamiento en
poder y la estabilidad por la misericordia de Jehová: Porque Jehová miró la muy
amarga aflicción de Israel; que no había siervo ni libre, ni quien diese ayuda a Israel; y Jehová no había determinado raer el nombre de Israel de debajo del cielo; por tanto, los salvó por mano de Jeroboam hijo de Joás (2 Reyes 14:26-27). Es la misma época en que profetiza Jonás (2 Reyes 14:25) y casi una generación antes de las profecías de Isaías. Según la arqueología, el terremoto probablemente ocurrió por el año 760 a.C. (Niehaus, Jeff; “Amos” en McComiskey, Thomas Edward, ed.; The Minor Prophets: An Exegetical and Expository Commentary. 1998, Grand Rapids, MI: Baker Academic, pág. 336). Fue tan memorable que siglos después, aún después del exilio, el profeta Zacarías pudo hacer referencia al mismo: Huiréis de la manera que huisteis por causa del terremoto en los días de Urías rey de Judá (Zacarías 14:5).
En términos de catástrofe que habrá entendido cualquier persona que sabe de la vida pastoral tan común en Israel en esa época, inmediatamente anuncia profecías que inspiran el terror: Jehová rugirá desde Sion, y dará su voz desde Jerusalén, y los campos de los pastores se enlutarán, y se secará la cumbre del Carmelo (Amós 1:2). Pero al principio las profecías amenazan a los enemigos de Israel, a los que lo han tratado injustamente: Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Damasco, y por el cuarto, no revocaré su castigo; porque trillaron a Galaad con
trillos de hierro (Amós 1:3). Por la crueldad militar de los sirios contra la provincia israelita de Galaad, Jehová va a consumir hasta la casa real en Damasco: Prenderé fuego en la casa de Hazael, y consumirá los palacios de Ben-adad (Amós 1:4). ¡Con qué satisfacción habrán escuchado los israelitas del juicio de Jehová sobre sus viejos enemigos! Su juicio sacudirá toda la seguridad siria: Y quebraré los cerrojos de Damasco, y destruiré a los moradores del valle de Avén, y los gobernadores de
Bet-edén; y el pueblo de Siria será transportado a Kir, dice Jehová (Amós 1:5). ¡Con qué gusto habrán escuchado los israelitas que sus enemigos serían derrotados y exiliados para no molestarlos más!
Jehová continúa su denuncio a los enemigos de Israel por señalar a sus viejos enemigos del suroeste: Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Gaza, y por el cuarto, no revocaré su castigo (Amós 1:6). Otra vez el motivo del castigo es la crueldad militar cometida contra el pueblo de Jehová: Porque llevó cautivo a todo un pueblo para entregarlo a Edom (Amós 1:6). Por esta ofensa, las ciudades filisteas caerán una por una delante de Jehová (Amós 1:7-8). ¡Qué buenas noticias son la fidelidad protectora de Jehová por su pueblo para castigar completamente y por fin a sus enemigos!
Ahora el blanco de la ira de Jehová se pone al noroeste de Israel: Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Tiro, y por el cuarto, no revocaré su castigo (Amós 1:9).
Otra vez es por una crueldad excesiva contra el pueblo de Jehová: Porque entregaron a todo un pueblo cautivo a Edom, y no se acordaron del pacto de
hermanos (Amós 1:9). Por eso la ciudad orgullosa y protegida por el mar será devastada (Amós 1:10). ¡No se puede cometer injusticias contra el pueblo de Jehová sin sufrir las consecuencias!
Ahora Jehová pone su atención al sudeste lejano de la tierra prometida: Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Edom, y por el cuarto, no revocaré su castigo; porque persiguió a espada a su hermano, y violó todo afecto natural; y en su furor le ha robado siempre, y perpetuamente ha guardado el rencor (Amós 1:11). Por causa de su enemistad y rencor contra sus hermanos los israelitas, serán borrados como los demás enemigos de Jehová (Amós 1:12).
Luego el blanco de la ira de Jehová cambia al este: Por tres pecados de los hijos de Amón, y por el cuarto, no revocaré su castigo (Amós 1:13). De nuevo sobresale una crueldad militar contra el pueblo de Israel, una que no va a tolerar Jehová y
que clama por la llegada de su justicia: Porque para ensanchar sus tierras abrieron a las mujeres de Galaad que estaban encintas (Amós 1:13). La nación que quería ensanchar sus tierras se quedará sin autoridad en las suyas: Encenderé fuego en el muro de Rabá, y consumirá sus palacios con estruendo en el día de la batalla, con tempestad en día tempestuoso; y su rey irá en cautiverio, él y todos sus príncipes, dice Jehová (Amós 1:14-15). Y continúa el juicio otra nación vecina al sudeste: Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Moab, y por el cuarto, no revocaré su castigo; porque quemó los huesos del rey de Edom hasta calcinarlos (Amós 2:1). En su soberanía sobre todas las naciones, Jehová castigará aún la crueldad y el rechazo que no se cometió contra su pueblo escogido sino contra la integridad real de los vecinos: Prenderé fuego en Moab, y consumirá los palacios de Queriot; y morirá Moab con tumulto, con estrépito y sonido de trompeta (Amós 2:2). Por su ofensa a la casa real legítima de sus vecinos, sufrirán la pérdida de su propia autoridad: Y quitaré el juez de en medio de él, y mataré con él a todos sus príncipes, dice Jehová (Amós 2:3).
Hasta el momento, el oyente israelita tiene que estar muy satisfecho con las profecías de Amós – ¡Jehová ruge en juicio justo contra todos sus enemigos! Aún toca a sus parientes al sur, al reino de Judá, contra quienes los israelitas del norte
ganaron una batalla decisiva en la generación previa (2 Crónicas 25:17-24): Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Judá, y por el cuarto, no revocaré su castigo (Amós 2:4). La ofensa por la cual son juzgados no es ninguna crueldad militar sino el descuido de la ley: Porque menospreciaron la ley de Jehová, y no guardaron sus ordenanzas, y les hicieron errar sus mentiras, en pos de los cuales anduvieron sus padres (Amós 2:4). Y la ofensa es tan severa que aún perderá la casa real la autoridad para reinar sobre su nación: Prenderé, por tanto, fuego en Judá, el cual consumirá los palacios de Jerusalén (Amós 2:5).
¿Habrán celebrado los oyentes israelitas el juicio anunciado contra sus parientes al sur? Ya no se trata de ninguna crueldad militar contra el pueblo de Jehová, sino el juicio por un pecado del cual son culpables también. Y por eso no necesitan esperar mucho tiempo para escuchar el rugido de Jehová contra ellos mismos: Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Israel, y por el cuarto, no revocaré su castigo (Amós 2:6). ¡Igual como las naciones paganas, Israel va a caer bajo el juicio justo de Jehová! Han cometido crueldades contra el pueblo escogido también – no crueldades militares sino económicas: Porque vendieron por dinero al justo, y al pobre por un par de zapatos (Amós 2:6). La crueldad contra el pueblo
de Jehová se ha manifestado económica, sexual y religiosamente en el afán por
sus propios placeres (Amós 2:7-8).
La ofensa se hace más grave porque se ha cometido en el trasfondo de la misericordia continua de Jehová, desde la redención en Egipto hasta la conquista de la tierra prometida (Amós 2:9-10) y en levantar a sus portavoces los profetas y los ejemplos de la vida entregada a Jehová, los nazareos (Amós 2:11; véase también Números 6:1-21). Mas vosotros disteis a beber vino a los nazareos, y a los profetas
mandasteis diciendo: No profeticéis (Amós 2:12). Deseaban apagar toda palabra y ejemplo de Jehová para poder seguir desenfrenadamente la opresión y la entrega a sus placeres. Por eso el juicio justo de Jehová los va a apretar (Amós 2:13-16). Como vemos, Jehová no hace acepción de personas; tiene que castigar la injusticia, si se encuentra en Damasco, en Jerusalén o en Samaria.
Este tema se subraya en Amós 3, dirigido al Israel que ha abandonado el caminar en comunión con Jehová que sus padres practicaron. Por eso ha mandado a su profeta Amós para que los denuncie (Amós 3:1-3). Igual como el león en la selva no rugiría sin haber presa, el profeta de Jehová no hablaría sin su revelación (Amós 3:4, 7-8). Es decir, el juicio que anuncia Amós tiene razón y motivo. Y la profecía del juicio de Jehová será un ejemplo para todos los vecinos del pago divino por la injusticia (Amós 3:9-10). Un enemigo vendrá por todos lados de la tierra, y derribará tu fortaleza, y tus palacios serán saqueados (Amós 3:11). Todo lo que han ganado por su injusticia se perderá, a tal punto que cualquier rescate parecerá inútil: De la manera que el pastor libra de la boca del león dos piernas, o la punta de una oreja, así escaparán los hijos de Israel que moran en Samaria en el rincón de una cama, y al lado de un lecho (Amós 3:12). No escapará el valiente por su fuerza
sino el escondido. Y al fondo de este juicio está, como vimos tantas veces en 2 Reyes, el pecado de Jeroboam I en establecer el culto falso a Jehová en Bet-el y Dan: Que el día que castigue las rebeliones de Israel, castigaré también los altares de Bet-el; y serán cortados los cuernos del altar, y caerán a tierra (Amós 3:14).
Amós 4 continúa en profecía contra las mujeres en Samaria (llamadas “vacas de Basán” en 4:1) que ponen en práctica los pecados denunciados en capítulo 3.
Practican una religiosidad exagerada en el falso culto de Bet-el hasta el punto de traer sus diezmos cada tres días, de ofrecer pan leudado y de exigir ofrendas que deben ser voluntarias (Amós 4:4-5). Pero esta religiosidad no convence al Dios que ve su práctica de la opresión económica y su afán por los placeres (Amós 4:1); serán llevadas como las vacas que son, pero al exilio por sus opresores más crueles, los asirios (Amós 4:2-3).
Los pecados de Israel se ponen más asombrosos cuando uno los reconoce al lado de los castigos de Jehová que han provocado. Los dientes están limpios por falta de comida, pero no vuelven a Jehová (Amós 4:6). Les ha castigado con sequía, plaga, muerte y fuego, pero no se arrepienten. Por eso les llama a la corte divina: Prepárate para venir al encuentro de tu Dios, oh Israel (Amós 4:12).
¿Estamos listos para presentarnos delante del tribunal divino? ¿Aceptará Jehová las excusas que ponemos para negar o endulzar nuestros pecados? ¿En dónde tenemos refugio del Juez que ve todos nuestros pecados claramente?