No está solo. Sobre Daniel y sus compañeros dieron testimonio: En todo asunto de sabiduría e inteligencia que el rey les consultó, los halló diez veces mejores que todos los magos y astrólogos que había en todo su reino (Daniel 1:20), y sobre Daniel: Yo he oído de ti que el espíritu de los dioses santos está en ti, y que en ti se halló luz, entendimiento y mayor sabiduría (Daniel 5:14). Y cuando este sabio ve la visión de capítulo 8, responde: Y yo Daniel quedé quebrantado, y estuve enfermo algunos días, y cuando convalecí, atendí los negocios del rey; pero estaba espantado a causa de la visión, y no la entendía (Daniel 8:27). Si así fue la reacción de Daniel, ¿cómo pensamos entender estas visiones fácilmente?
Por eso, tenga cuidado de cualquier maestro que llegue confiado, seguro de sí mismo, sólo para repetir las mismas explicaciones de los misterios del libro de Daniel que él había escuchado de otro maestro en alguna conferencia. Si un maestro no ha temblado al leer estas visiones sin entenderlas, si no ha pasado por desubicación, incomodidad y aun enfermedad al querer entenderlas, dudo de su capacidad para poder explicarlas adecuadamente.
No pretendo tener la inteligencia y la sabiduría para explicarlas completamente. Lo que intento a hacer aquí es presentar algunos puntos claves para leerlas, entenderlas, trazar algunas posibilidades para el estudio futuro y para ver algunas aplicaciones útiles a nuestro diario vivir. No me molesta el andar todavía sin el conocimiento perfecto de su significado con tal que pueda continuar a atender los negocios del rey (Daniel 8:27).
Veo que un capítulo clave para nuestra interpretación de las profecías de Daniel es el capítulo 2. Por lo menos, nuestra interpretación de capítulo 2 nos dice mucho sobre cómo vamos a interpretar el resto del libro. Acuérdese de la imagen cuya cabeza es de oro fino, su pecho y brazos de plata, su vientre y sus muslos de bronce y sus piernas de hierro y sus pies en parte de hierro y en parte de barro cocido (Daniel 2:33). La Biblia misma nos explica el significado. Nabucodonosor es la cabeza de oro, y luego: Después de ti se levantará otro reino inferior al tuyo; y luego un tercer reino de bronce, el cual dominará sobre toda la tierra. Y el cuarto reino será fuerte como hierro; y como el hierro desmenuza y rompe todas las cosas, desmenuzará y quebrantará todo. Y lo que viste de los pies y los dedos, en parte de barro cocido de alfarero y en parte de hierro, será un reino dividido; mas habrá en él algo de la fuerza del hierro, así como viste hierro mezclado con barro cocido. Y por ser los dedos de los pies en parte de hierro y en parte de barro cocido, el reino será en parte fuerte, y en parte frágil. Así como viste el hierro mezclado con barro, se mezclarán por medio de alianzas humanas; pero no se unirán el uno con el otro, como el hierro no se mezcla con el barro (Daniel 2:39-43).
Acuérdese que vimos el cambio entre metales preciosos en el tabernáculo. Lo que estaba más cerca al Lugar Santísimo fue hecho de oro; lo que tocaba la tierra del Lugar Santo fue de plata; mientras más lejos se retiraba del Lugar Santísimo, más se encontraba el bronce. En las descripciones del tabernáculo no había ninguna referencia al hierro y al barro cocido sólo como posibilidad para las ollas en que cocían la porción de la carne para los sacerdotes, pero tenían que quebrarlas después. No nos sorprende entonces una observación parecida en Daniel 2: vamos de lo más valioso a lo más común, de lo que más refleja la gloria de Dios a lo que menos la refleja, de lo superior al inferior y frágil.
Daniel 2:38 identifica la cabeza de oro como Nabucodonosor; los versículos que siguen identifican las otras partes de la estatua como otros reinos que lo seguirán. No nos dicen directamente quiénes son. Algunos comentaristas excelentes sobre Daniel (como Iain Duguid y John Goldingay) opinan que no se debe gastar mucho tiempo en identificarlos, pero creo que la interpretación directa de Nabucodonosor con la cabeza nos invita a hacer el esfuerzo. Sin entrar en muchos detalles, estoy satisfecho con la explicación protestante tradicional de que son Babilonia (oro), luego el imperio medo-persa (plata), Grecia (bronce) y Roma (hierro y barro cocido). Note otra vez que esta interpretación no surge del texto mismo sino de la observación histórica aplicada mucho después de la época de Daniel.
Nuestra tarea no termina simplemente al identificar estos reinos. Nos preguntamos: ¿Cómo habrían entendido Daniel, Nabucodonosor y los judíos exiliados esta visión y su interpretación, aun sin poder identificar esos reinos futuros? ¿Qué quería comunicarles Dios en su época, antes de saltar a ver el cumplimiento en el futuro?
Creo que dos observaciones sobresalen. Primero, la sociedad humana tiende al declive y la degeneración. Mientras pasa el tiempo, no nos desarrollamos en un progreso cada vez más victorioso sino que degeneramos cada vez más lejos de la gloria de Dios. Los exiliados israelitas no se deben sorprender al ver que sus sueños por el Jerusalén reconstruido no se cumplan inmediatamente. La batalla para tener una sociedad más justa, más de acuerdo con la justicia de Jehová, va a parecer como el querer hacer retroceder las olas del mar.
Pero segundo, Dios invade la historia humana y crea algo completamente contrario a este declive, algo totalmente distinto que ni se puede comparar con nuestros conceptos de la civilización. Parte del propósito de las cuatro partes de la estatua es para hacer lucir la obra de Dios que viene: Estabas mirando, hasta que una piedra fue cortada, no con mano, e hirió a la imagen en sus pies de hierro y de barro cocido, y los desmenuzó. Entonces fueron desmenuzados también el hierro, el barro cocido, el bronce, la plata y el oro, y fueron como tamo de las eras del verano, y se los llevó el viento sin que de ellos quedara rastro alguno. Mas la piedra que hirió a la imagen fue hecha un gran monte que llenó toda la tierra (Daniel 2:34-35). Luego viene la explicación: En los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre (Daniel 2:44).
¿Será que Daniel habría entendido una referencia a Isaías 28:16-17? Jehová el Señor dice así: He aquí que yo he puesto [así que no fue cortada con mano] en Sion por fundamento una piedra, piedra probada, angular, preciosa, de cimiento estable; el que creyere, no se apresure [es decir, el que cree en esta piedra sólida puesta por Jehová no tiene que alterarse ni dudar]. Y ajustaré el juicio a cordel, y a nivel la justicia [este reino puesto por Jehová en Sion será de una justicia perfecta, delineada por Jehová mismo]; y granizo barrerá el refugio de la mentira, y aguas arrollarán el escondrijo [es decir, todo lo que no concuerda con la justicia de Jehová, como la mentira y los pecados cometidos a escondidas, será juzgado y destruido] (Isaías 28:16-17). Aquí encontramos, como en Daniel 2:34-35, una piedra puesta no por mano, una piedra superior a cualquier otro reino humano, una que llega no a continuar ni a reemplazar sino a juzgar a los reinos anteriores. Y Daniel 2:44 identifica algunas características más: jamás será destruido; no será dejado a otro pueblo; permanecerá para siempre.
Y estas noticias son motivos de gran gozo y celebración al pueblo exiliado. A pesar de su exilio, a pesar de los sufrimientos presentes y futuros, a pesar de tener que vivir el declive de la sociedad a largo plazo, su Dios es fiel a sus promesas y en el momento perfecto va a levantar su propio reino justo y perfecto que nunca será derrocado. Va a juzgar a sus enemigos, los va a recompensar por sus injusticias, y el pueblo de Dios nunca más tendrá que sufrir ni exilio ni derrota otra vez. Que los reinos futuros sean dirigidos o por persas o griegos, o por romanos o quienes sean: la piedra puesta por Jehová y su reino es el anhelo, el gozo y la esperanza de cada uno de los suyos.
Ahora nos adelantamos al futuro para ver en Jesucristo la piedra preciosa puesta por Dios, por quien adoramos a Dios como en ninguna época anterior (1 Pedro 2:5-6). Empezó su reino por su muerte en la cruz por nuestros pecados, por su resurrección que proclama su justicia y nos da vida eterna y por derramar su Espíritu sobre nosotros desde el día de Pentecostés para que anunciemos su reino y vivamos con ferviente amor entre nosotros. Pero aunque ha llegado el reino, no vemos su cumplimiento perfecto todavía, y por eso miramos hacia arriba por su segunda venida en espera de: la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios (Hebreos 11:10).
Y mientras este reino es anunciado por todas partes de la tierra, sufrimos todavía el declive general de la sociedad, lamentamos los dolores de vivir en una civilización en degeneración, pero seguimos adelante con la fe firme de que él que está en nosotros es superior a él que está en el mundo (1 Juan 4:4), y reinaremos juntos con Jesucristo en toda justicia y verdad en un reino que nunca será derrocado ni nunca será llevado al exilio. Y por eso, la profecía de Daniel 2 es de gran consuelo y gozo a nosotros también.