En más detalle: Si usted sigue el calendario de lecturas, acaba de leer el libro de Lamentaciones y los resultados de la destrucción de Jerusalén en 586 a.C. Pero en Ezequiel volvemos a los años antes de este evento. Ezequiel fue llevado cautivo a Babilonia en la segunda ola del exilio, la que se describe en 2 Reyes 24:8-17 y 2 Crónicas 36:9-10, unos 12 años antes de la destrucción de Jerusalén. Sus profecías van a preparar a los exiliados por el trauma de este evento. Así que mientras Jeremías predica en Jerusalén del juicio a la ciudad, Ezequiel predica el mismo mensaje a los exiliados en Babilonia. De esta forma, no habrá duda sobre la mano de Jehová en este evento y la seguridad de su venida.
El libro de Ezequiel empieza con la frase: Aconteció en el año treinta (Ezequiel 1:1). Probablemente es una referencia a la edad del profeta. En el mes cuarto, a los cinco días del mes (Ezequiel 1:1). Note que el evento que está por describir es tan llamativo que no se le olvida de la fecha.
Estando yo en medio de los cautivos (Ezequiel 1:1). La llegada de la palabra de
Jehová a los cautivos también es un evento memorable. Los cautivos parecen malditos porque perdieron sus casas, sus bienes y sus privilegios en Jerusalén a fuerzas. Tuvieron que empezar sus vidas de nuevo en la vergüenza del exilio
mientras otros menos preparados tomaron sus lugares en Jerusalén. Pero en la profecía de Jeremías sobre los higos buenos y los higos malos (Jeremías 24), Jehová ha revelado que este grupo de exiliados es la cesta buena… no porque son buenos por sí mismos sino por la gracia de Jehová que dijo: Como a estos higos buenos, así miraré a los transportados de Judá, a los cuales eché de este lugar a la tierra de los caldeos, para bien (Jeremías 24:5). Como evidencia de esta misericordia anunciada por Jeremías, Jehová ahora levanta a un profeta verdadero en medio del grupo afligido ahora que han cumplido 5 años en el exilio.
Junto al río Quebar… en la tierra de los caldeos, junto al río Quebar (Ezequiel 1:1, 3). Era en realidad un canal de irrigación del río Éufrates, lejos de la tierra prometida y de Jerusalén. Como pastor de una iglesia de inmigrantes, encuentro un consuelo especial en estas palabras, evidencia de la gracia de Jehová a quien no se le olvidan los suyos aun cuando están muy lejos de sus lugares de origen. A donde sea que estamos, Dios está presente y se relaciona activamente con nosotros.
Los cielos se abrieron, y vi visones de Dios… vino palabra de Jehová al sacerdote Ezequiel… vino allí sobre él la mano de Jehová (Ezequiel 1:1, 3). Note que
hay tres expresiones diferentes para describir la llegada de la palabra de Jehová a Ezequiel. Por las tres vemos que no hay duda de que sus profecías provienen de Jehová por su gracia y en poder. Ezequiel no será como los profetas falsos que se levantaron entre los exiliados, los a quienes Jehová no envió y de quienes Jeremías tuvo que advertir a los exiliados en Jeremías 29:8-10, 20-32.
Luego en Ezequiel 1:4-28 se describe una de las visiones más extrañas en toda la Biblia. Si no la entiende ahora, no se preocupe; ¡tampoco la entiende Ezequiel! Por su propio deseo de comprender la visión, el profeta intenta a capturar cada detalle visual y de movimiento, y con frecuencia se expresa por comparaciones (“como carbones de fuego encendidos” (v. 13); “como rueda en medio de rueda”(v. 16); “como parece el arco iris” (v. 28); etc.) La identidad y la función de este objeto celestial van a ser más evidentes cuando vuelva a aparecer en el capítulo 10.
Mientras tanto, participe en la maravilla y el asombro del profeta delante de la gloria de Jehová y la evidencia de su dominio único, completo, soberano, poderoso, santo y en armonía.
Note que como Isaías y Jeremías, Ezequiel es llamado por Jehová mismo a predicar a los judíos. Repetidas veces Jehová los caracteriza por rebeldes (Ezequiel 2:3, 5, 6, 7, 8; 3:7, 9, 26, 27). Le manda con un mensaje de endechas y lamentaciones y ayes (Ezequiel 2:10). Igual como su público se ha endurecido, Ezequiel se va a endurecer… pero en justicia y en su compromiso de predicar la palabra de Jehová (Ezequiel 3:7-9).
Pero nos sorprende que en toda esta lectura, Ezequiel no habla. Aún nos dice: Vine a los cautivos en Tel-abib, que moraban junto al río Quebar, y me senté donde ellos estaban sentados, y allí permanecí siete días atónito entre ellos (Ezequiel 3:15). Lo que sea la capacidad o la incapacidad del profeta, está obligado a cumplir su comisión (Ezequiel 3:16-21), y por el poder de Jehová la va a hacer: Haré que se pegue tu lengua a tu paladar, y estarás mudo, y no serás a ellos varón que reprende; porque son casa rebelde. Mas cuando yo te hubiere hablado, abriré tu boca, y les dirás: Así ha dicho Jehová el Señor: El que oye, oiga; y el que no quiera oír, no oiga; porque casa rebelde son (Ezequiel 3:26-27). Note que el mensaje de
juicio por seguro llegará al pueblo de Jehová, pero sin tono de tolerancia a la
indecisión. Irremisiblemente viene el juicio – sólo es cuestión si el oyente se va a arrepentir o si se va a endurecer más en su rebelión.