El salmista Asaf también hizo la comparación en el Salmo 80 para notar la atención y el poder con que Jehová plantó y prosperó a Israel en la tierra prometida: Hiciste venir una vid de Egipto; echaste las naciones y la plantaste.
Limpiaste sitio delante de ella, e hiciste arraigar sus raíces, y llenó la tierra (Salmo 80:8-9). ¡Cuán diferente la condición de la vid ahora! Antes era el centro de la atención de Jehová; ahora está descuidada, aun hollada: ¿Por qué aportillaste sus vallados, y la vendimian todos los que pasan por el camino? La destroza el
puerco montés, y el bestia del campo la devora (Salmo 80:12-13). Pero el salmista todavía guarda la esperanza de que Jehová la va a salvar: Oh Dios de los ejércitos, vuelve ahora; mira desde el cielo, y considera, y visita esta viña, la planta que plantó tu diestra, y el renuevo que para ti afirmaste (Salmo 80:14-15). Aunque quemada por fuego está, y asolada (versículo 16), se mantiene firme en la seguridad de la salvación de Jehová.
El cantar de Jehová por su viña Israel se encuentra en Isaías 5:1-7. Esta vez no hay ninguna acusación de descuido de parte de Jehová; en cambio, él da una lista de tareas que cumplió que demuestra su atención y su deseo que produjera bien (Isaías 5:2-4). La culpa se encuentra en los israelitas, la viña que en vez de producir
obras (o uvas) buenas produjeron obras malas: Esperaba juicio, y he aquí vileza;
justicia, y he aquí clamor (Isaías 5:7). Por eso anuncia Jehová su juicio que viene para castigar y no malgastar más atención en su vid desobediente (Isaías 5:5-6).
Ahora en Ezequiel 15 la situación se ha deteriorado aún más. Ahora no escuchamos de la atención de Jehová en plantar la viña; no se vuelve a acordar de su amor por ella. Tampoco menciona las uvas que esperaba que produjera.
Sólo hay un tema de plática: el fuego que la quemará, porque sin mencionar su fruta, ni su madera sirve para nada. Es completamente inútil, y por eso la viña y aún su tierra serán consumidas.
De castigo, pero con esperanza todavía (Salmo 80), al anuncio del juicio divino, pero con diálogo todavía (Isaías 5), ahora a la condenación completa (Ezequiel 15): la comparación de Israel con la vid en estos tres pasajes bíblicos nos demuestra el declive de los corazones que se endurecen contra la palabra de Dios, que resisten con tiempo el llamado al arrepentimiento. Jehová no alarga la hora del castigo para siempre, ni dialoga con un corazón endurecido para siempre. Los que resisten su palabra serán condenados irremisiblemente. Mucho mejor es orarle a él en
arrepentimiento en el tiempo en que puede ser hallado (Salmo 32:6). Mucho mejor es arrepentirse y someterse por fe a Jesucristo, la vid verdadera, el que dijo: el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer (Juan 15:5).