Jerusalén. Note las siguientes características típicas de la profecía:
1) se le descubre al profeta el pecado escondido (8:5-16);
2) Jehová decreta y pone en movimiento el juicio contra el pecado (8:17 – 9:11; 11:1-13);
3) el profeta intercede en oración por el pueblo (9:8; 11:13); 4) Jehová anuncia su misericordia al remanente (11:14-21).
Y junta con la profecía es la visión de la gloria de Jehová igual como la había visto junto al río Quebar en los primeros capítulos del libro. Ahora el profeta entiende mejor los seres vivientes y su función: Conocí que eran querubines (10:20). Igual como en capítulo 1, los querubines “transportan” la gloria de
Jehová, pero su función es más evidente aquí al llevar la gloria de Jehová paso
a paso fuera del templo inmundo. Los querubines son el patrón celestial del arca del testimonio, dirigidos por Jehová mismo para transportar su gloria como los pies obedientes de los levitas la transportaron en el desierto. Como los levitas llevaron la gloria de Jehová a la Tierra Prometida y eventualmente a Jerusalén, ahora el arca verdadera la transporta fuera del templo para dejar que sea consumido por el juicio
divino.
Al leer estos capítulos hoy, queremos tener en mente las iglesias que encontramos vacías, o aún convertidas en museos, galerías de arte o teatros, iglesias donde tal vez antes moraba el Espíritu Santo en poder pero que ahora son abandonadas ambos por el Espíritu y por los verdaderos creyentes. ¿Hasta
qué punto va a tolerar Dios el pecado en su iglesia? Que renovemos nuestro temor a Jehová Dios y andemos en arrepentimiento y en santidad para que el candelero de nuestra iglesia no sea removido de su lugar (Apocalipsis 2:5).