Pero uno preguntará: Si no estamos bajo la ley, ¿cómo vivimos ahora? ¿Qué nos guía a vivir de una forma agradable a Dios si no seguimos los diez mandamientos de la ley? Pablo ya empezó su respuesta en lo que leímos ayer: Yo por la ley soy muerto para la ley, a fin de vivir para Dios (Gálatas 2:19). Vivimos para Dios no por seguir la ley sino por seguir su Espíritu Santo que nos ha dado por medio de la fe en Jesucristo: Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne (Gálatas 5:16). Luego nos da una lista de las obras de la carne; el Espíritu Santo nunca nos dirige a andar por ellas (Gálatas 5:17-21). Nos presenta también una lista de los frutos del Espíritu: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley (Gálatas 5:22-23). Es decir, mientras andamos en el Espíritu, no utilizamos nuestra libertad de la ley para pecar, sino que ejercemos nuestra libertad en el Espíritu para servirle a Dios y amar a los demás en todos los frutos que produce.
Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe (Gálatas 6:10). Sólo se hace posible por reconocer que hemos muerto a la ley y todas las formas mundanas de intentar a ganar la aprobación de Dios. Sólo por medio de la fe en Jesucristo recibimos la justificación y el Espíritu Santo que nos guía a vivir de acuerdo con esta justicia regalada.