Acuérdese de la acción decisiva de Abraham cuando Quedorlaomer rey de Elam atacó a los reyes de Sodoma y Gomorra y sus compañeros y al derrotarlos llevó preso a Lot también: Oyó Abram que su pariente estaba prisionero, y armó a sus criados, los nacidos en su casa, trescientos dieciocho, y los siguió hasta Dan… Y recobró todos los bienes, y también a Lot su pariente y sus bienes, y a las mujeres y demás gente (Génesis 14:14, 16). ¡Sólo trescientos dieciocho hombres contra los ejércitos de cuatro reyes, y Abram ganó! Esta victoria lució para la gloria de Jehová: Bendito sea Abram del Dios Altísimo, creador de los cielos y de la tierra; y bendito sea el Dios Altísimo, que entregó tus enemigos en tu mano (Génesis 14:19-20).
O piense en la obediencia decisiva de Abraham cuando Jehová le mandó la circuncisión: En el mismo día fueron circuncidados Abraham e Ismael su hijo. Y todos los varones de su casa, el siervo nacido en casa, y el comprado del extranjero por dinero, fueron circuncidados con él (Génesis 17:26-27). El mismo compromiso y entrego demostró Abraham cuando Jehová le mandó a sacrificar a Isaac. El ángel de Jehová lo tiene que parar y dice: No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único (Génesis 22:12).
Esperamos ver esta fe decisiva de Abraham en todos los patriarcas. Pero aquí en Génesis 32 – 36, no la vemos en Jacob. Por ejemplo, cuando escucha de la llegada de Esaú para verlo con cuatrocientos hombres, se asusta e inmediatamente piensa en la manipulación. Ora con sinceridad una oración ejemplar para pedir la protección de Jehová, pero por sus acciones demuestra que confía también en su astucia: divide a su familia en grupos y manda regalos en olas para protegerse y para apaciguar innecesariamente la ira de su hermano.
Acuérdese también lo que Isaac le dijo en su bendición: Sírvante pueblos, y naciones se inclinen a ti; sé señor de tus hermanos, y se inclinen ante ti los hijos de tu madre (Génesis 27:29). Pero cuando llega el momento de ver a su hermano: [Jacob] pasó delante de ellos y se inclinó a tierra siete veces, hasta que llegó a su hermano… Luego vinieron las siervas, ellas y sus niños, y se inclinaron. Y vino Lea con sus niños, y se inclinaron; y después llegó José y Raquel, y también se inclinaron (Génesis 33:3, 6-7). Si no hubiéramos leído los capítulos anteriores, ¡con tanta inclinación habríamos pensado que Esaú recibió las bendiciones del pacto!
Luego nos desanima ver las excusas que pone Jacob para no recibir la invitación de Esaú de acompañarlo a Seir, y cómo nunca cumplió su palabra de llegar a verlo allá (Génesis 33:12-16). Es indeciso en reaccionar a la deshonra de su hija en capítulo 34, y su indecisión abre lugar a Simeón y Leví para vengarse excesiva y violentamente en toda la población de Siquem. Después, Dios tiene que despertarlo a cumplir el voto que declaró cuando salió de la tierra prometida en 28:19-22: Dijo Dios a Jacob: Levántate y sube a Bet-el, y quédate allí; y haz allí un altar al Dios que te apareció cuando huías de tu hermano Esaú (Génesis 35:1). Luego el narrador bíblico nos invita a hacer una comparación. En capítulo 36, vemos el retrato familiar de Esaú – vemos a hijos numerosos, a jefes, a reyes, a reyes que reinaron antes que Israel tenía reyes – ¡a toda una nación impresionante! ¿Y el retrato familiar de Jacob? Pues… se ve en sólo cuatro versículos en Génesis 35:23-26. ¿Y no es éste Rubén, el primogénito? ¿Él que durmió con la concubina de su padre? (Génesis 35:22) ¡Qué vergüenza!
¿De veras será Jacob el que recibió la bendición del pacto? Parece que Esaú tiene todas las ventajas materiales y de influencia mientras Jacob se ve como indeciso, temeroso y todavía manipulador, apenas saliendo de décadas de humillación y servidumbre. Pero sí, aunque no es tan decisivo como Abraham ni tiene la influencia de Esaú, es Jacob que tiene por gracia la relación viva del pacto con Jehová: Yo soy el Dios omnipotente: crece y multiplícate; una nación y conjunto de naciones procederán de ti, y reyes saldrán de tus lomos. La tierra que he dado a Abraham y a Isaac, la daré a ti, y a tu descendencia después de ti daré la tierra (Génesis 35:11-12). ¡Sólo queremos que Jacob actúe de acuerdo con la justicia de Jehová más a menudo!
Y si así evaluamos a Jacob en estos capítulos, me pregunto: ¿Cómo sería descrita mi vida en la Biblia a la luz de mi relación con Jehová por gracia? ¿Actúo de acuerdo con el nuevo pacto hecho por la sangre de Jesucristo? ¿En qué momentos me motiva el temor al hombre más que la justicia de Jehová? ¿En qué momentos se lucen más mis manipulaciones que la fe segura en las promesas de Jehová? ¿En qué momentos reacciono en indecisión y demora cuando Dios quiere obediencia? Dios mediante, nuestra frustración con Jacob no nos lleva a condenarlo sino a examinar por la gracia de Dios: ¿estaría un lector de la Biblia frustrado con mi vida también? Que la gracia del Señor nos discipline y moldee para que actuemos de acuerdo con su justicia también.