Primero, la acusación de ser espías es muy astuta. ¿Por qué viajan tantos hombres juntos sin sus mujeres, sin sus hijos? Inmediatamente los espanta y los pone a la defensa. Y fíjese en lo que dicen para defenderse: Todos nosotros somos hijo de un varón; somos hombres honrados (Génesis 42:11). ¿Hombres honrados? ¿Así se van a defender delante del hermano a quien vendieron a la esclavitud? (Claro, sin saber que es él.)
Cuando José insiste que son espías, revelan más información, y allí caen en la trampa: Tus siervos somos doce hermanos (Génesis 42:13). Uno, dos, tres, cuatro… aparentemente sólo son diez. ¿Y dónde están los dos hermanos que faltan, señores espías que ni saben contar bien? He aquí el menor está hoy con nuestro padre, y otro no parece (Génesis 42:13). ¡Oh, ya veo! Uno se quedó en casa, y el otro simplemente desapareció, ¿verdad? Parece una mentira inventada al momento para cubrir la diferencia entre los diez presentes y los doce que dijeron que son: Eso es lo que os he dicho, afirmando que sois espías (Génesis 42:14).
José presenta su primer plan: En esto seréis probados: Vive Faraón, que no saldréis de aquí, sino cuando vuestro hermano menor viniere aquí. Enviad a uno de vosotros y traiga a vuestro hermano, y vosotros quedad presos, y vuestras palabras serán probadas, si hay verdad en vosotros; y si no, vive Faraón, que sois espías (Génesis 42:15-16). ¡Un plan excelente! El supuesto “hermano” vendrá sin ver ni entrevistar a los otros y tendrá que identificarlos bien con el conocimiento que hay sólo entre hermanos.
Entonces José los puso juntos en la cárcel por tres días (Génesis 42:17). Que conozcan la desesperación que uno se siente en el fondo de una cisterna sin saber cómo va a salir. Que mediten bien en la conexión entre lo que hicieron a José y lo que les está pasando ahora.
Y que vean la gran diferencia entre su encarcelamiento de José y el del gobernador egipcio a ellos: Yo temo a Dios (Génesis 42:18). ¿Se dan cuenta los hermanos cómo se habrían actuado diferentemente ese día si hubieran temido a Dios?
Si sois hombres honrados… (Génesis 42:19). ¡Cómo deben haber entrado esas palabras como una espina a la conciencia! Quede preso en la casa de vuestra cárcel uno de vuestros hermanos, y vosotros id y llevad el alimento para el hambre de vuestra casa. [¡Qué misericordia!] Pero traeréis a vuestro hermano menor, y serán verificadas vuestras palabras, y no moriréis. Y ellos hicieron así (Génesis 42:19-20).
¡Y los hermanos entendieron la lección! Y decían el uno al otro: Verdaderamente hemos pecado contra nuestro hermano, pues vimos la angustia de su alma cuando nos rogaba, y no le escuchamos; por eso ha venido sobre nosotros esta angustia (Génesis 42:21).
Luego en Canaán los hermanos, específicamente Judá pasa la segunda parte de la lección. Primero, Jacob se desespera y resiste toda tentativa de mandar a Benjamín a Egipto. Rubén sólo propone tonterías: Harás morir a mis dos hijos, si no te lo devuelvo; entrégalo en mi mano, que yo lo devolveré a ti (Génesis 42:37). (¿Será tan tonto para pensar que el alma de su papá se va a consolar con la pérdida de otro hijo por matar a dos nietos también?) Mientras toda la familia discute en un círculo que no tiene resolución, entra a hablar un Judá cambiado.
Es un Judá experimentado en la humillación y el quebrantamiento. Su falta de integridad fue revelada a todos. Probablemente experimentó más fuerte que los otros el dolor de la conciencia herida esos tres días en la cárcel en Egipto: quería también matar a José, pero luego promovió su venta a la esclavitud (Génesis 37:26-27). Judá no sólo vio el dolor de su padre por todos esos años de lamento de la pérdida de José sino que también perdió a una esposa y a dos hijos. ¿Cuántas veces se quedó despierto en las noches, preguntándose si la muerte de sus dos hijos fue alguna recompensa por lo que hizo a José? Conoce la desesperación de su padre acerca de Benjamín: como Jacob, hizo todo lo posible para preservarle la vida al único que le quedaba. Si alguien podía entender el temor, la angustia y el dolor de Jacob, era Judá. Y él se presenta para encargarse de Benjamín.
Judá dijo a Israel su padre: Envía al joven conmigo, y nos levantaremos e iremos, a fin de que vivamos y no muramos nosotros, y tú, y nuestros niños. Yo te respondo por él; a mí me pedirás cuenta. Si no te lo vuelvo a traer, y si no lo pongo delante de ti, seré para ti el culpable para siempre (Génesis 43:8-9).
Jacob manda a Benjamín entonces. Siempre pensando en los regalos para apaciguar la ira de otro, le manda al gobernador de Egipto lo mejor de la tierra (pero esta vez, no en forma excesiva). Les bendice, pero se prepara por lo peor: El Dios Omnipotente os dé misericordia delante de aquel varón, y os suelte al otro vuestro hermano, y a este Benjamín. Y si he de ser privado de mis hijos, séalo (Génesis 43:14).
Los hermanos vuelven a Egipto ansiosos y atentos a demostrar la honradez y la justicia en todo. Se sorprenden al ver que son invitados a una comida. Y no sólo eso sino que son sentados en orden de nacimiento: Y se sentaron delante de él, el mayor conforme a su primogenitura, y el menor conforme a su menor edad; y estaban aquellos hombres atónitos mirándose el uno al otro (Génesis 43:33). ¿Quién nos puso a los once en orden así? se preguntan sin hablar. Alguien los conoce y va dirigiendo todo el convivio. Y José tomó viandas de delante de sí para ellos; mas la porción de Benjamín era cinco veces mayor que cualquiera de las de ellos (Génesis 43:34). Posiblemente no se dan cuenta los hermanos, pero es otro examen. ¿Cómo van a actuar cuando se demuestra la preferencia obvia a uno de ellos? ¿Se van a quejar? ¿Tener celos? ¿Discutir? Gracias a Dios pasan el examen: Y bebieron, y se alegraron con él (Génesis 43:34).
Pero les queda un examen más. ¿Cómo van a reaccionar cuando alguien quiere separar de ellos al preferido de su papá? Lo entregaron con ganas por veinte piezas de plata hace años. ¿Volverán a Canaán contentos con su dinero escondido esta vez, dejando al preferido en Egipto como hicieron a José? Responde una familia cambiada, y en especial a un Judá cambiado: Como tu siervo salió por fiador del joven con mi padre, diciendo: Si no te lo vuelvo a traer, entonces yo seré culpable ante mi padre para siempre; te ruego, por tanto, que quede ahora tu siervo en lugar del joven por siervo de mi señor, y que el joven vaya con sus hermanos. Porque ¿cómo volveré yo a mi padre sin el joven? No podré, por no ver el mal que sobrevendrá a mi padre” (Génesis 44:32-34).
El examen descubre su corazón cambiado, uno que desea sacrificarse por el bien del hermano preferido y por su papá antes de verlos sufrir, una actitud completamente distinta a la de hace años cuando vendió a José. Hombres honrados no son, pero hombres arrepentidos y cambiados, sí. Y pronto van a ser hombres perdonados y bendecidos: Yo soy José vuestro hermano, el que vendisteis para Egipto. Ahora, pues, no os entristezcáis, ni os pese de haberme vendido acá; porque para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros (Génesis 45:4-5).
En el Antiguo Testamento habrá otros reyes y profetas con discernimiento dado por Dios en los corazones de los hombres: Samuel, que va a ungir al hijo menor de Isaí como rey (1 Samuel 16:6-13); Natán, que va a comunicar la convicción del pecado al rey David por una parábola (2 Samuel 12:1-14); Salomón, que tiene que identificar a la madre verdadera de un bebé (1 Reyes 3:16-28); Daniel, que también va a interpretar el sueño de un rey y aún le va a informar lo que soñó (Daniel 2). Pero tal vez ninguno hace un examen tan detallado, extendido y revelador de los corazones de un grupo como el de José a sus hermanos.
Y todos estos varones de Dios son simplemente un reflejo del que conoce perfectamente los corazones: Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque conocía a todos, y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre (Juan 2:24-25). Yo soy el que escudriña la mente y el corazón; y os daré a cada uno según vuestras obras (Apocalipsis 2:23). Jesús demuestra el discernimiento perfecto, amplio, profundo, acertado y eficaz.
Que el Señor Jesús nos dé discernimiento y la sabiduría para probar corazones para que su justicia se manifieste en el gobierno de nuestras familias, lugares de trabajo, comunidades e iglesias. Y que encuentre que nuestros corazones sean arrepentidos y agradecidos por su gracia también.