Las palabras “ira de Dios” pueden despertar en nosotros toda clase de imagen incorrecta sobre lo que es. Entonces, vamos a empezar a definirla con una comparación terrenal. Si la policía de nuestra comunidad capturara a un asesino, y si el juez encontrara que es culpable sin lugar a dudas pero luego lo dejara libre sin ningún castigo por su crimen, ¿cómo reaccionaríamos? Diríamos que es una injusticia. Diríamos que ese juez es injusto, y nos quedaríamos escandalizados hasta que el gobierno tratara al asesino y al juez con la justicia que este caso merece.
En una escala mucho más grande, así es con Dios. Dios es justo, y por eso tiene que juzgar justamente a los pecadores en toda su creación. Si Dios no los castigara, sería injusto. La manifestación de ese juicio es “la ira de Dios”, una ira siempre justa, nunca como el enojo explosivo de los seres humanos. Y tenemos un ejemplo destacado en la lectura para hoy.
Después de siglos de paciencia hacia los pecadores: Vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal (Génesis 6:5). Acordándonos del ejemplo arriba, podemos ver que el pecado se había desbordado a tal punto que la paciencia de Dios iba a pasar a ser injusticia. (Como punto aparte, note también en este versículo hasta qué punto somos responsables delante de Dios por el pecado: seremos juzgados aún por nuestros pensamientos.)
Y se arrepintió Jehová de haber hecho el hombre en la tierra (Génesis 6:6). ¿Será Jehová cambiable, inseguro sobre sus planes? Claro que no: Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta. Él dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará? (Números 23:19). Génesis 6:6 simplemente subraya la justicia incambiable de Dios: siempre juzgará el pecado con justicia, aun si tiene que cambiar a condenar al pueblo a que deseaba bendecir.
Si nos adelantamos a los profetas del Antiguo Testamento, podemos ver este mismo “arrepentimiento” en más detalle: “En un instante hablaré contra pueblos y contra reinos, para arrancar, y derribar, y destruir. Pero si esos pueblos se convirtieren de su maldad contra la cual hablé, yo me arrepentiré del mal que había pensado hacerles, y en un instante hablaré de la gente y del reino, para edificar y plantar. Pero si hiciere lo malo delante de mis ojos, no oyendo mi voz, me arrepentiré del bien que había determinado hacerle” (Jeremías 18:7-10). El “arrepentimiento” de Jehová no dice que es caprichoso ni inseguro sino que siempre reaccionará en justicia. En Génesis 6 habría preferido bendecir a los seres humanos, pero la justicia requiere su condenación.
Note también la descripción de la ira de Jehová en términos entendibles para el ser humano: Y se arrepintió Jehová de haber hecho el hombre en la tierra, y le dolió en su corazón (Génesis 6:6). Jehová no responde mecánicamente cuando condena el pecado. En alguna forma entendible sólo para Dios, su pureza y su santidad rechazan y se sienten revulsión y dolor por el pecado y la pérdida de las bendiciones que quería darle a su creación.
Y dijo Jehová: Raeré de sobre la faz de la tierra a los hombres que he creado, desde el hombre a la bestia, y hasta el reptil y las aves del cielo; pues me arrepiento de haberlos hecho (Génesis 6:7). La ira de Dios siempre se mueve en el juicio justo contra los pecadores y también contra los que cooperan con su dominio pecaminoso. Y su ira es llena aún de paciencia; Jehová va a esperar 100 años más antes de cumplir su sentencia justa sobre los seres vivientes de la tierra.
Otro tema esencial para la ira de Jehová es que en su juicio, manifiesta su gracia por salvar a un remanente: Pero Noé halló gracia ante los ojos de Jehová (Génesis 6:8). La gracia es el favor inmerecido de Jehová al hombre, el amor nacido en él que, sin motivo de obligación ni de recompensa, activamente bendice a un ser humano. Aquí, Jehová salva por gracia a un pequeño remanente, a Noé y su familia, del juicio que viene sobre la tierra.
En la lectura para hoy, la ira justa de Jehová devasta la tierra por el diluvio. Al continuar a leer la Biblia, vamos a ver su justicia manifestada por otros medios a las ciudades de Sodoma y Gomorra (Génesis 18:16 – 19:29), a los cananeos en la Tierra Prometida (Deuteronomio 9:1-6 y el libro de Josué), a la nación de Israel durante la monarquía (2 Reyes 17:1-23) y al reino de Judá (2 Crónicas 36:15-23). En cada ejemplo veremos no sólo la ira de Jehová sino su salvación por gracia de un pequeño remanente.
Y mirando al futuro, la Biblia nos cuenta que la ira de Jehová va a consumir toda la tierra otra vez: El mundo entonces pereció anegado en agua; pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos (2 Pedro 3:6-7). Igual como en la época de Noé, la tierra va a experimentar el juicio devastador de Dios, esta vez por fuego.
Pero esta profecía no nos espanta a los cristianos. En cambio, confiamos por Jesucristo en la salvación por gracia de un remanente: Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora justicia (2 Pedro 3:13). Hoy en Génesis 6 vemos el primer ejemplo en la Biblia de su ira justa combinada con su paciencia y su gracia en la salvación de un remanente.