Los mismos discípulos estaban confundidos tantas veces por las palabras de Jesús pero ahora, llenos del Espíritu, entienden su significado y las predican en voz alta. Los que antes discutían constantemente sobre quién entre ellos fuera mayor, ahora con el Espíritu viven y ministran en unanimidad. Los que huyeron la noche del arresto de Jesús, ahora por el Espíritu se reúnen abiertamente en el templo y proclaman a los demás que necesitan arrepentirse y ser bautizados en su nombre. El Espíritu les ha dado sabiduría, amor y denuedo en abundancia para predicar y ministrar la palabra.
Entre las obras impresionantes del Espíritu en estos capítulos es la transformación de Pedro. Hace unos pocos meses que negó a Jesús tres veces; ahora empoderado por el Espíritu se presenta delante de los mismos que lo mandaron a ser crucificado y les dice con denuedo: Sea notorio a todos vosotros, y a todo el pueblo de Israel, que en el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de los muertos, por él este hombre está en vuestra presencia sano. Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos (Hechos 4:10-12).
Que nosotros no sólo nos quedemos maravillados por la transformación que obró el Espíritu Santo en los discípulos. Que oigamos también el mensaje que el Espíritu nos predica hoy por medio de ellos: En ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos (Hechos 4:12). ¿Reconoce usted lo que el Espíritu predica, que únicamente en Jesucristo es su salvación?