En más detalle: Isaías profetiza claramente del fin de la esperada ayuda de Egipto: Los egipcios hombres son, y no Dios; y sus caballos carne, y no espíritu; de manera que al extender Jehová su mano, caerá el ayudador y caerá al ayudado, y todos ellos desfallecerán a una (Isaías 31:3). También suena claramente su llamado al arrepentimiento: Volved a aquel contra quien se rebelaron profundamente los hijos de Israel (Isaías 31:6). Y revela más detalles sobre la victoria que Jehová traerá sobre Asiria: Caerá Asiria por espada no de varón, y la consumirá espada no de hombre; y huirá de la presencia de la espada, y sus jóvenes serán tributarios (Isaías 31:8). Y va a ganar su victoria allá mismo en Jerusalén (Isaías 31:9).
Vienen buenas noticias de un gobierno justo en Isaías 32:1-8, un gobierno que ejerce su autoridad de acuerdo con el dominio justo de Jehová. Pero primero viene el juicio (Isaías 32:9-14). Luego viene un tiempo de bendición inconcebible: Hasta que sobre nosotros sea derramado el Espíritu de lo alto, y el desierto se convierta en campo fértil, y el campo fértil sea estimado por bosque. Y habitará el juicio en el desierto, y en el campo fértil morará la justicia (Isaías 32:15-16). Son buenas noticias para el remanente fiel que anhela ver el cumplimiento de la promesa anunciada por el Señor Jesucristo: Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados (Mateo 5:6).
Isaías 33:1 empieza con ¡ay! – dirigida ahora a Asiria. En vez de la soberbia de Asiria, puesta en evidencia por el saqueo y la deslealtad de 2 Reyes 18:13-18 (cuando Ezequías le mandó un tributo a Senaquerib para que abandonara su guerra contra Judá, y Senaquerib lo aceptó… ¡y atacó a Jerusalén de todas maneras!), el remanente fiel confía en Jehová y le clama en su necesidad: Oh Jehová, ten misericordia de nosotros, a ti hemos esperado; tú, brazo de ellos en la mañana, sé también nuestra salvación en tiempo de la tribulación (Isaías 33:2). La invasión de Asiria ha dejado gran destrucción: Las calzadas están deshechas, cesaron los caminantes; ha anulado el pacto, aborreció las ciudades, tuvo en nada a los hombres. Se enlutó, enfermó la tierra; el Líbano se avergonzó, y fue cortado; Sarón se ha vuelto como desierto, y Basán y el Carmelo fueron sacudidos (Isaías 33:8-9). Mientras esta destrucción se acerca a Jerusalén, por fin llega el anuncio que el remanente fiel ha esperado: Ahora me levantaré, dice Jehová; ahora seré exaltado, ahora seré engrandecido (Isaías 33:10).
Jehová manifestará su poder a tal punto que los pecadores de Jerusalén se asombrarán de la fuerza destructora de su santidad igual como los israelitas en el desierto después de la rebelión de Coré: He aquí nosotros somos muertos, perdidos somos, todos nosotros somos perdidos. Cualquiera que se acercare, el que viniere al tabernáculo de Jehová, morirá. ¿Acabaremos por perecer todos? (Números 17:12-13) De igual manera ahora: Los pecadores se asombraron en Sion, espanto sobrecogió a los hipócritas. ¿Quién de nosotros morará con el fuego consumidor?
¿Quién de nosotros habitará con las llamas eternas? (Isaías 33:14) Isaías contesta con una llamada al arrepentimiento: El que camina en justicia y habla lo recto; el que aborrece la ganancia de violencias, el que sacude sus manos para no recibir cohecho, el que tapa sus oídos para no oír propuestas sanguinarias; el que cierra sus ojos para no ver cosa mala; éste habitará en las alturas; fortaleza de rocas será su lugar de refugio; se le dará su pan, y sus aguas serán seguras (Isaías 33:15-16). Y en arrepentimiento, verán la gran salvación de Jehová: Porque Jehová es nuestro juez, Jehová es nuestro legislador, Jehová es nuestro Rey; él mismo nos salvará…
No dirá el morador: Estoy enfermo; al pueblo que more en ella le será perdonada la iniquidad (Isaías 33:22, 24).
Este mensaje no es solamente para Jerusalén sino para todas las naciones para que vean que el juicio seguro viene contra ellos si no abandonan su soberbia para
luego someterse a Jehová: Acercaos, naciones, juntaos para oír; y vosotros, pueblos, escuchad. Oiga la tierra y cuanto hay en ella, el mundo y todo lo que produce.
Porque Jehová está airado contra todas las naciones, e indignado contra todo el ejército de ellas; las destruirá y las entregará al matadero (Isaías 34:1-2). Como ejemplo, señala la destrucción venidera de Edom, que llegará a ser la morada de animales salvajes por la falta de seres humanos allá (Isaías 34:5-15). En cambio, la heredad dada al pueblo de Jehová disfrutará la prosperidad que sólo viene por la Presencia de Jehová (Isaías 34:17 – 35:10).