Empieza por criticarle la expresión desesperada de capítulo 3: He aquí, tú enseñabas a muchos, y fortalecías las manos débiles; al que tropezaba enderezaban tus palabras, y esforzabas las rodillas que decaían. Mas ahora que el mal ha venido sobre ti, te desalientas; y cuando ha llegado hasta ti, te turbas (Job 4:3-5). Luego lo dirige de nuevo a su temor a Jehová que le animó en capítulos 1 y 2: ¿No es tu temor a Dios tu confianza? ¿No es tu esperanza la integridad de tus caminos? (Job 4:6) Y así entra Elifaz en la teología que va a motivar los consejos suyos y de sus amigos en el resto de sus conversaciones: Recapacita ahora; ¿qué inocente se ha perdido? Y ¿en dónde han sido destruidos los rectos? Como yo he visto, los que aran iniquidad y siembran injuria, la siegan. Perecen por el aliento de Dios, y por el soplo de su ira son consumidos (Job 4:7-9). Es decir, según Elifaz, Job está sufriendo porque ha pecado contra Dios; ha violado su integridad.
Pero el médico espiritual Elifaz no deja a su paciente sin receta de medicina: Ciertamente yo buscaría a Dios, y encomendaría a él mi causa; el cual hace cosas grandes e inescrutables, y maravillas sin número (Job 5:8-9). Le anima a buscar en su sufrimiento el perdón del Dios que le ha castigado: He aquí, bienaventurado es el hombre a quien Dios castiga; por tanto, no menosprecies la corrección del Todopoderoso. Porque él es quien hace la llaga, y él la vendará; él hiere, y sus manos curan (Job 5:17-18). Le garantiza la prosperidad restaurada (Job 5:19-26). Lo único que necesita hacer Job es arrepentirse: Óyelo, y conócelo tú para tu provecho (Job 5:27).
Pero Job rechaza decididamente las palabras de Elifaz. Insiste en que no ha pecado para merecer el castigo de Dios: Ahora, pues, si queréis, miradme, y ved si digo mentira delante de vosotros. Volved ahora, y no haya iniquidad; volved aún a considerar mi justicia en esto. ¿Hay iniquidad en mi lengua? ¿Acaso no puede mi paladar discernir las cosas inicuas? (Job 6:28-30). Por eso, ve en Dios, no en sí mismo, la causa de su sufrimiento: Porque las saetas del Todopoderoso están en mí, cuyo veneno bebe mi espíritu; y terrores de Dios me combaten (Job 6:4). Y sus amigos, por acusarle injustamente de la maldad mientras está atormentado en aflicción, solamente añaden a la aflicción (Job 6:14-21).
Por eso, Job descarta las palabras de sus amigos y expone su queja directamente a Dios: ¿Por qué me pones por blanco tuyo, hasta convertirme en una carga para mí mismo? (Job 7:20) Busca algo de alivio, no por las palabras de los amigos que le acusan falsamente de maldad sino por una respuesta divina que le revele por qué tiene que sufrir así. Y la dinámica de esta interacción entre Job, sus amigos y Dios es el motor que dirige todo el libro.
No piense que la teología mal aplicada de Elifaz no existe hoy. No puedo contar el número de personas que me han dicho que en medio de su enfermedad, en medio de una tragedia, o en la enfermedad grave de un familiar querido, se les apareció Elifaz en el cuarto de hospital, o frente a la casa con la Biblia en la mano,
pero abusándola para acusarles: ¿En qué has pecado para merecer este castigo de Dios? A su tormenta estos siervos de Elifaz les añaden la inquietud para que se pregunten: ¿Será que Dios me está castigando? Pero, ¿qué he hecho yo? ¿Cómo identifico mi pecado? Y son amonestados y manipulados hasta cumplir toda clase de oración, ayuno, limpieza, ajuste espiritual y muestra de arrepentimiento para ganar el perdón de Dios por un pecado que no han podido identificar claramente. Se sienten la culpa por la falta de la sanidad o de la prosperidad que les dicen que su Dios está dispuesto a darles, pero sólo si tienen fe suficiente o demuestran el arrepentimiento verdadero. La teología de Elifaz suena lógica, pero es ciega y mal aplicada: desconoce los primeros dos capítulos de Job donde Jehová obra en su soberanía sin informarles a Job y sus amigos y juzga sin piedad al siervo de Dios.
¿Qué hacemos cuando nos enfrenta Elifaz y su teología ciega y mal aplicada? Veremos mientras seguimos la lectura del libro de Job. Por ahora, note que Job no se cae a la teología rígida y ciega de Elifaz; no reduce su relación con Jehová a fórmulas espirituales para sacar provecho del Todopoderoso.