Note primero que todo que su transformación se basa en la fidelidad de Jehová: De esta manera dio Jehová a Israel toda la tierra que había jurado dar a sus padres, y la poseyeron y habitaron en ella. Y Jehová les dio reposo alrededor, conforme a todo lo que había jurado a sus padres; y ninguno de todos sus enemigos pudo hacerles frente, porque Jehová entregó en sus manos a todos sus enemigos. No faltó palabra de todas las buenas promesas que Jehová había hecho a la casa de Israel; todo se cumplió (Josué 21:43-45). Sólo podemos entender la reacción de Israel en estos tres capítulos y en toda la quinta unidad de la Biblia en el trasfondo de la gracia de Jehová.
Ahora podemos entender estos últimos capítulos. Note que Josué les felicita a los rubenitas, los gaditas y la media tribu de Manasés por su obediencia y su fidelidad: Vosotros habéis guardado todo lo que Moisés siervo de Jehová os mandó, y habéis obedecido a mi voz en todo lo que os he mandado. No habéis dejado a
vuestros hermanos en este largo tiempo hasta el día de hoy, sino que os habéis
cuidado de guardar los mandamientos de Jehová vuestro Dios (Josué 22:2-3). Note que hemos leído cinco años de la conquista de la tierra sin escuchar ninguna queja de este grupo que dejó a sus familiares al otro lado del río Jordán para participar en la conquista de la tierra por el beneficio de sus hermanos. Por los hechos han apagado cualquier duda que tuvo Moisés sobre ellos en Números 32. Por eso, vuelven a su tierra en triunfo: Bendiciéndolos, Josué los despidió, y se fueron a sus
tiendas… Les habló diciendo: Volved a vuestras tiendas con grandes riquezas, con mucho ganado, con plata, con oro, y bronce, y muchos vestidos; compartid con vuestros hermanos el botín de vuestros enemigos (Josué 22:6, 8).
Inmediatamente sucede algo que casi hace estallar una guerra civil: Llegando a los límites del Jordán que está en la tierra de Canaán, los hijos de Rubén y los hijos de Gad y la media tribu de Manasés edificaron allí un altar junto al Jordán, un altar de grande apariencia (Josué 22:10). Cuando oyeron esto los hijos de Israel, se juntó toda la congregación de los hijos de Israel en Silo, para subir a pelear contra ellos (Josué 22:12).
Antes de lanzarnos en una crítica de los dos grupos por esta crisis, queremos dejar que hablen. Note primero que la preocupación de las nueve tribus y media es la relación de todo Israel con la santidad de Jehová. Se acuerdan de la lección de Madián y Baal-peor sobre la santidad abrasadora de Jehová (Números 25; Josué 22:17; felizmente, ¡han internalizado la instrucción histórica de Moisés por producirla cuando la necesitan!) Se acuerdan que aún el pecado de un hombre puede maldecir a toda la nación igual como el pecado de Acán causó una derrota de todo el ejército (Josué 7; 22:20). No se sienten una enemistad contra sus hermanos del otro lado del río; en cambio, les invitan a pasar a vivir entre ellos si desean (Josué 22:19). Pero en su celo por la santidad de Jehová, no quieren que un pecado de las dos tribus y media cause una plaga en todo Israel.
Las dos tribus y media contestan con una declaración de fe que expresa la exclusividad de su adoración a Jehová: Jehová Dios de los dioses, Jehová Dios de los dioses (Josué 22:22). Ellos son igual de celosos por la santidad de Jehová que sus
hermanos. Su preocupación es que la brecha geográfica enorme que forma el río Jordán llegue a formar una brecha insuperable entre las tribus, dejándolos a ellos fuera de la adoración a su Dios, separados de sus hermanos igual que sus vecinos los moabitas, los amonitas y los edomitas. Finees y la delegación de las nueve tribus y media se quedan satisfechos (Josué 22:30-34). La diplomacia celosa por la santidad de Jehová ha salvado el país de la guerra civil.
En capítulos 23 y 24, Josué da un discurso de despedida a Israel parecido al de Moisés en todo el libro de Deuteronomio pero mucho más breve, sin la profecía y sin nombrar a ningún sucesor. Incluye un resumen histórico de la gracia de Jehová (Josué 24:2-13), las bendiciones y las maldiciones por obedecer el pacto (Josué 23) y por eso, una exhortación en el tiempo presente para seguir a Jehová (Josué 24:14-15).
El pueblo responde por confirmar las palabras de Josué y su obediencia al pacto en reconocimiento de su santidad abrasadora (Josué 24:16-24). Reconfirman el pacto delante de Jehová en Siquem (Josué 24:25-28), el mismo lugar donde Jehová primero le prometió a Abraham la tierra (Génesis 12:5-7).
Se cierra el libro de Josué, los hechos de esta generación y la quinta unidad de la Biblia con esta reconfirmación del pacto y con el entierro de tres líderes: Josué, Eleazar y los huesos de José (Josué 24:29-33). Sirven como tres monumentos a la fidelidad de Jehová por sus generaciones y del hecho que: No faltó palabra de todas las buenas promesas que Jehová había hecho a la casa de Israel; todo se cumplió (Josué 21:45).