Los dos son ricos. Los dos buscan a Jesús con sinceridad. Jesús es accesible a ambos. Pero uno se aleja de Jesús, triste; el otro lo recibe con gozo. ¿Por qué la diferencia?
Al joven rico le pesó la exclusividad de la adoración a Jesús. Quería someterse a Jesús para heredar la vida eterna… con tal que se pudiera someter también a las riquezas. Pero Jesús nos ha dicho en el Sermón del monte: No podéis servir a Dios y a las riquezas (Mateo 6:24).
En cambio Zaqueo hizo someter sus riquezas a Jesucristo: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado (Lucas 19:8). En vez de servir a las riquezas, se arrepintió para hacer que sus riquezas sirvieran la compasión y la justicia del reino de su Señor. Por eso puede decir Jesús: Hoy ha venido la salvación a esta casa (Lucas 19:9).
Sin importar si las riquezas nuestras son escasas o abundantes, ¿cómo las utilizamos? ¿Para multiplicar los bienes materiales que tenemos? ¿Para nuestros placeres? ¿Para preservar una seguridad efímera que desaparece con la subida de precios o la bajada de la Bolsa? ¿O para bendecir a los necesitados y pagar nuestras deudas legítimas? Si somos discípulos de Jesucristo, ¿tenemos nuestra cartera sometida a él?
Gracias a Dios por el Salvador que tenemos que nos dice: El Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido (Lucas 19:10), aun cuando lo perdido es uno que se ha extraviado de las cosas de Dios en búsqueda de las riquezas. Que nos arrepintamos de nuestro afán de buscar la seguridad en las finanzas y que reconozcamos que, con nuestra seguridad puesta en las manos del Señor Jesucristo, somos libres para utilizar nuestros bienes por su gloria.