En más detalle: Ahora que hemos pasado un poco más de ocho meses en la lectura diaria de todo el Antiguo Testamento, espero que nuestra lectura del inicio del Nuevo Testamento sea muy diferente que lo acostumbrado. Deben resaltar algunas observaciones que al leer detalladamente sólo el Nuevo Testamento probablemente no se ponen en evidencia. Por ejemplo:
1) Note que Mateo enlaza a Jesús de Nazaret con todo el Antiguo Testamento desde el primer versículo de su evangelio: Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham (Mateo 1:1). ¡Tres veces en el primer versículo hace referencia a pactos y promesas del Antiguo Testamento!
a) El título “Cristo” (un título basado en la palabra griega “Christos”, que es la traducción del hebreo “Mesías” como en 1 Samuel 2:10 y Salmo 2:2). Literalmente en el español es “Ungido”, como los reyes, los sacerdotes o los instrumentos del tabernáculo que fueron ungidos con aceite para honrarlos y demostrar que Jehová los ha separado de lo común y los ha escogido para su uso exclusivo. Por este título, Mateo indica que Jesús de Nazaret es el Ungido y Honrado de Dios, puesto aparte por sus propósitos profetizados desde hace
siglos.
b) El título “hijo de David” lo identifica no sólo como un descendiente del rey David sino como el a quien señaló el pacto por decir: Yo afirmaré para siempre el trono de su reino. Yo le seré a él padre, y él me será a mi hijo… Y será afirmada tu casa y tu reino para siempre delante de tu rostro, y tu trono será estable eternamente (2 Samuel 7:13, 14, 16).
c) El título “hijo de Abraham” lo identifica no sólo como un descendiente de Abraham sino como el descendiente más grande que Isaac indicado por el pacto al decir Jehová: En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz (Génesis 22:18). El apóstol Pablo nos va a explicar más tarde en el Nuevo Testamento: Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo (Gálatas 3:16). Desde el primer versículo de su evangelio, Mateo nos indica que Jesús es el en quien se cumple este pacto.
Note también que Mateo pone los títulos segundo y tercero al revés del orden cronológico. Mientras toda la genealogía que sigue va a estar en orden cronológico, en el primer versículo pone “hijo de David” antes de “hijo de Abraham”. Mateo desea hacer resaltar el pacto de Jehová con David y la
identificación de Jesús como el Rey Ungido desde el primer versículo, por todo su evangelio y hasta sus últimas palabras.
2) Ahora que hemos leído todo el Antiguo Testamento y su repaso por la historia de Israel cuatro veces, debemos reconocer muchos de los nombres en
la genealogía de Jesucristo. Pero note también la importancia de su genealogía. Hemos leído censos que identifican y organizan al pueblo de Israel (en Números 1 – 3, por ejemplo). Hemos leído genealogías que hacen enlace entre los que volvieron del exilio y sus antepasados que primero recibieron las promesas de Jehová (1
Crónicas 1 –8). Hemos leído genealogías con la intención de identificar a los levitas que pueden desempeñar responsabilidades importantes en el templo (1 Crónicas 23 – 26). Pero raras veces hemos leído una genealogía tan extensa para exaltar a una sola persona. Los únicos ejemplos comparables probablemente son las genealogías de Abraham (Génesis 11:10-32), de Moisés y Aarón (Éxodo 6:14-27) y la breve de David (Rut 4:18-22). Note que en todos estos casos, la genealogía sirve para hacer destacar a las personas clave en el próximo paso del plan de Jehová por la salvación. Y ahora al abrir el Nuevo Testamento, tal genealogía nos dirige a
Jesucristo. Y por ser muy extensa, una que va por toda la historia de Israel en el Antiguo Testamento, nos sugiere que toda la historia de Israel llega a su ápice en Él.
3) Y esta importancia única de Jesucristo se ve en la lectura y la interpretación del Antiguo Testamento también. Note por ejemplo la primera profecía que Mateo cita en referencia directa a Jesús: Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta, cuando dijo: He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros (Mateo 1:22-23). Leímos esta profecía en Isaías 7. Vuelva a leerla y note que fue dirigida a una situación de la época de Isaías: Aconteció en los días de Acaz hijo de Jotam, hijo de Uzías, rey de Judá, que Rezín rey de Siria y Peka hijo de Remalías, rey de Israel, subieron contra Jerusalén para combatirla (Isaías 7:1). Inmediatamente nos cuenta el resultado de su tentativa: Pero no la pudieron tomar (Isaías 7:1), pero la conversación que sigue tomó lugar antes de que el fracaso de esos dos reyes fuera evidente: Y vino la nueva a la casa de David, diciendo: Siria se ha confederado con Efraín. Y se le estremeció el corazón, y el corazón de su pueblo, como se estremecen los árboles del monte a causa del viento (Isaías 7:2).
Jehová le manda a Isaías con un mensaje para el rey Acaz: Guarda, y repósate; no temas, ni se turbe tu corazón a causa de estos dos cabos de tizón que humean, por el ardor de la ira de Rezín y de Siria, y del hijo de Remalías (Isaías 7:4). Esos dos
reyes piensan derrocar el trono de la casa de David en Jerusalén (Isaías 7:6), pero Jehová no se lo va a permitir (Isaías 7:7). En cambio, Jehová le anuncia a Acaz: Dentro de sesenta y cinco años Efraín será quebrantado hasta dejar de ser pueblo
(Isaías 7:8). Y le llama a ejercer la fe en su mensaje: Si vosotros no creyereis, de cierto no permaneceréis (Isaías 7:9).
Para asegurar la fe de Acaz, Jehová le invita a pedir una señal: Pide para ti señal de Jehová tu Dios, demandándola ya sea de abajo en lo profundo, o de arriba en lo alto (Isaías 7:11). Pero la respuesta de Acaz demuestra su falta de fe cubierta por una piedad fingida: No pediré, y no tentaré a Jehová (Isaías 7:12). Por eso el profeta Isaías le reprende y anuncia: El Señor mismo os dará señal: He aquí que la
virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel. Comerá mantequilla y miel, hasta que sepa desechar lo malo y escoger lo bueno. Porque antes que el niño sepa desechar lo malo y escoger lo bueno, la tierra de los dos reyes que tú temes será abandonada (Isaías 7:14-16). No sólo verá Acaz en poco tiempo el fin inesperado de las casas reales que le amenazan sino que entrarán las tropas asirias para devastar la tierra de Judá por su falta de fe casi al punto de derrotarla completamente (Isaías 7:17-20). En todo, note como la profecía sobre la virgen que concibe, el nacimiento del hijo llamado Emanuel y su niñez le informa a Acaz de los acontecimientos de su época presente. Si no hubiéramos leído el Nuevo
Testamento, probablemente no veríamos en estos versículos ninguna aplicación a
una generación siglos después de Acaz. Pero así es la suprema influencia del Señor Jesucristo: su Presencia reinterpreta todo lo que fue escrito antes. Una profecía aparentemente escrita para una situación histórica del reinado de Acaz de repente revela y confirma los detalles del nacimiento milagroso de su descendiente, el Mesías, muchos siglos después. Y de esta forma, todo el Antiguo Testamento cobra un nuevo sentido a la luz de Jesucristo.
4) El énfasis en el pacto davídico también se ve en el segundo capítulo. Herodes fue nombrado rey por los romanos, pero no es el rey buscado por los magos: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle (Mateo 2:2). Desde allí empieza un tema
principal del evangelio de Mateo que va a crecer en importancia por todo el libro – el rechazo sistemático y violento de la autoridad del Mesías. Hace eco de la rebelión contra el ungido de Jehová en el Salmo 2: ¿Por qué se amotinan las gentes, y los pueblos piensan cosas vanas? Se levantarán los reyes de la tierra, y príncipes consultarán unidos contra Jehová y contra su ungido, diciendo: Rompamos sus ligaduras, y echemos de nosotros sus cuerdas (Salmo 2:1-3). Veremos que el
acercamiento del reino de los cielos no viene sin la oposición fuerte de los que no desean someterse a su orden… y como el Salmo 2 dice, su rebelión será vana: Pero yo he puesto mi rey sobre Sion, mi santo monte (Salmo 2:6).
5) Note también que como Rey, Jesucristo se identifica con su pueblo.
Compadece de ellos, y siempre responde en justicia a sus pruebas. Por ejemplo, en Mateo 4 Jesús es llevado al desierto por el Espíritu donde es probado por 40 días (como el pueblo de Jehová también fue probado por 40 años). En vez de quejarse sobre la falta de comida como los israelitas habían hecho, Jesús responde a la primera y a todas las tentaciones de Satanás en justicia, con la palabra de Dios del libro de Deuteronomio, el libro que les fue dado poco antes de pasar del desierto a la tierra prometida. Y en su gran compasión, el Rey Jesús ministra con poder a sus súbditos: Recorrió Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Y se difundió su fama por toda Siria; y le trajeron todos los que tenían
dolencias, los afligidos por diversas enfermedades y tormentos, los endemoniados, lunáticos y paralíticos; y los sanó (Mateo 4:23-24).
A esta clase de Rey ha prometido Jehová levantar por su pueblo – un Rey de la casa de David, un Rey justo y compasivo de acuerdo con su palabra profetizada. Mientras seguimos leyendo el evangelio de Mateo, que nuestra preparación en el Antiguo Testamento haga crecer nuestro aprecio del Rey de reyes, Jesucristo.