Acuérdese de todo lo que leímos sobre la ciudad de Jerusalén y el templo este año, desde que fue establecida la ciudad en 2 Samuel 5:4-7 y fue construido el templo en 1 Reyes 6 – 8.
Acuérdese de su importancia en los salmos como el Salmo 48, que retrata Jerusalén como el lugar donde Jehová reina en esplendor y justicia.
Acuérdese de su centralidad en toda la historia del reino de Judá.
Acuérdese de todas las profecías en Jeremías y Ezequiel sobre la primera destrucción de Jerusalén y el templo y su restablecimiento en Hageo, Zacarías, Esdras y Nehemías.
Jerusalén y el templo forman un eje narrativo, histórico y espiritual de toda la Biblia. Y ahora en Mateo 21, ¡el Hijo de Dios mismo, el Cristo, el descendiente prometido del rey David entra Jerusalén y el templo para reinar!
Entra de acuerdo con la profecía de Zacarías 9:9 que leímos hace una semana y media: Decid a la hija de Sion: He aquí, tu Rey viene a ti, manso, y sentado sobre una asna, sobre un pollino, hijo de animal de carga (Mateo 21:5). Pero su “coronación” se vuelve escandalosa. Una gran parte de la población de Jerusalén no sabe quién es (Mateo 21:10); la otra parte lo reconoce como profeta solamente, pero no como rey (Mateo 21:11). Entra el templo para encontrar que los intereses económicos han superado a los espirituales; entonces, establece su justicia por echar a los mercaderes y su mercancía (Mateo 21:12-13). En una manifestación de misericordia incomparable con toda la historia del templo, ¡recibe a los ciegos y los cojos, y los sana (Mateo 21:14)! Recibe la alabanza de los niños, pero los líderes del templo, los que deben dirigir al pueblo a reconocer la gloria del Hijo de David, en cambio se indignan contra él (Mateo 21:15-16). Por una parte Mateo 21:17 parece un detalle geográfico: Y dejándolos, salió fuera de la ciudad a Betania, y posó allí. Pero por otra, vemos el escándalo en que el Rey prometido de justicia y misericordia ni tiene lugar en Jerusalén donde recostar la cabeza.
De allí viene el juicio. Jesús condena la higuera, una acción simbólica de su condenación de Jerusalén (Mateo 21:18-19). Los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo lo demandan: ¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Y quién te dio esta autoridad? (Mateo 21:23) Y de esta demanda brotan 2 capítulos y medio del juicio divino por el rechazo violento al Rey ungido de Dios y la hipocresía con que los líderes sostienen la apariencia de una relación verdadera con él.
Mateo 21 – 23 son capítulos escandalosos por el rechazo del Cristo (Ungido) de Dios. Que nos sintamos el escándalo de estos capítulos, pero que a la vez reconozcamos nuestra culpa. Había una época (o tal vez, ¡vivimos ahora esta época!) cuando no lo reconocimos como Rey tampoco, cuando lo ignoramos, cuando no hicimos caso de su gloria, cuando preferimos acumular más tesoros materiales que adorarlo, cuando nos indignamos por la obligación de alabarlo. Tenemos que admitir que por lo menos por una parte de nuestras vidas, si hubiéramos vivido en esa época, habríamos encontrado más en común con los moradores de Jerusalén y sus líderes que con los discípulos de Jesús.
Y a la vez que reconocemos nuestra culpa en estos capítulos, ¡que reconozcamos aquí nuestra salvación también! Todos estos eventos escandalosos van completamente de acuerdo con el plan establecido por Dios por nuestra salvación (Mateo 20:17-19, 28; Hechos 4:27-28). Todos nosotros descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros (Isaías 53:6).