Pero note que Jesús no fue víctima de circunstancias fuera de su control. Al contrario, su Padre celestial estaba en control de todo. Jesús les dice a sus discípulos al iniciar esta sección: Sabéis que dentro de dos días se celebra la pascua, y el Hijo del Hombre será entregado para ser crucificado (Mateo 26:2). Mientras tanto los líderes del pueblo decidieron no arrestarlo durante la fiesta para no causar alboroto en el pueblo (Mateo 26:5). Como vemos por los eventos que siguen, Jesús conoce la voluntad del Padre; ellos no la conocen.
Además, Jesús anuncia su sepultura con anticipación (Mateo 26:12). Les anuncia que uno de ellos lo va a entregar y aún lo identifica (Mateo 26:21, 25). Les informa que lo van a abandonar esa misma noche y que Pedro lo va a negar tres veces (Mateo 26:31, 34). Cuando está triste en Getsemaní por considerar lo que está por pasar, no clama a las autoridades judías ni a los romanas para que le tengan misericordia, sino que dirija su clamor al que de veras tiene autoridad, a su Padre celestial (Mateo 26:36-46). Reconoce que: Todo esto sucede, para que se cumplan las Escrituras de los profetas (Mateo 26:56).
Por eso la temprana iglesia puede orar con seguridad: Verdaderamente se unieron en esta ciudad contra tu santo Hijo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel, para hacer cuanto tu mano y tu consejo habían antes determinado que sucediera (Hechos 4:27-28). La maldad y la violencia que los líderes libremente querían disparar contra Jesús, la maldad y la violencia por las cuales son responsables y de las cuales son culpables, cumplían la perfecta voluntad del Dios soberano. No había ningún detalle que se formó fuera del plan de Dios.
Y mientras vemos en estos capítulos la violencia horrible con que atacaron a Jesús y el abandono descarado de casi todos sus discípulos, podemos reconocer también lo que profetizó Isaías siglos antes: Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros (Isaías 53:5-6).