La palabra española “evangelio” se deriva del griego ευαγγέλιον que significa “buenas noticias” en el sentido de una proclamación de Dios a los hombres. En proclamar el evangelio, el apóstol Pablo es mensajero de Dios y anuncia buenas noticias a todos. Si nos acordamos de algunos de los mensajes de condenación que Dios anunció por Jeremías o Ezequiel, podemos decir: ¡Qué gozoso es recibir buenas noticias de Dios!
Además Pablo nos dice sobre el evangelio: No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree (Romanos 1:16). “Salvación” es otra palabra clave en esta carta. Significa “rescate”. Quiere decir que los oyentes de esta proclamación están en una condición de emergencia, una condición de que son completamente incapaces de escapar: están bajo la condenación de Dios por sus pecados. Pero en vez de malas noticias, Dios les anuncia las buenas de su rescate, de su salvación. Como un bombero rescata a un incapacitado antes de que las llamas de un incendio lo devoren, Dios rescata al incapacitado espiritual por el mensaje del evangelio.
Este rescate es amplio en su extensión: “a todo”. No importa si uno es judío o gentil, rico o pobre, si tiene educación formal o no; no importa su lugar de origen, su raza ni su familia. El rescate de Dios lo alcanza. Pero hay un límite también; alcanza “a todo aquel que cree”. Si uno no cree el mensaje, no tiene la salvación. Si no confía en el mensaje de Dios, se queda sin rescate, en la imposibilidad de salvarse a sí mismo.
Note también que Romanos 1:16 dice más que: “el evangelio tiene poder de Dios…” Dice: “es poder de Dios para salvación”. Es decir, el hecho de oír y creer el evangelio rescata a uno de su condenación espiritual (vea también Romanos 10:8-9 y 10:17, por ejemplo). Por eso Pablo no se avergüenza del evangelio. ¡Por este mismo mensaje Dios rescata a los creyentes de la condenación!
Luego nos dice: Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela (Romanos 1:17). “La justicia de Dios” refiere a la aprobación legal declarada por Dios mismo, la declaración de que uno es justo, que ha cumplido todas las obligaciones impuestas por Dios en su ley. “En el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe” (Romanos 1:17), es decir, por fe entrando y por fe saliendo, completamente por fe desde el inicio hasta el fin.
Estas buenas noticias de la salvación solamente por la fe no son novedades inventadas por el apóstol, sino que es la declaración de Dios en todo el Antiguo Testamento también. Como el primer ejemplo, el más conciso de todos, cita a Habacuc 2:4: Mas el justo por la fe vivirá. El justo (el que tiene la aprobación legal declarada por Dios, el a quien Dios considera como uno que ha cumplido todos sus requisitos) por la fe (por confiar en lo que Dios dijo y prometió) vivirá (disfrutará la vida abundante y eterna que Dios regala a los justos).
Para resumir, hemos definido las palabras clave "evangelio", "salvación" y "la justicia de Dios". Hemos visto la extensión de la salvación (a todo) y su límite (a todo aquel que cree). Hemos visto cómo funciona (por el oír con fe). Y hemos visto que no contradice el Antiguo Testamento, sino que éste la anuncia. Entonces, ¿qué son estas buenas noticias que salvan?
Pablo contesta en Romanos 1 por decirnos primero las malas noticias: La ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres (Romanos 1:18). Por nuestros pecados estamos bajo la ira de Dios. Y su ira cubre a todos: a todos los que pecan obviamente (Romanos 1:21-32) y a los que no ven su pecado (Romanos 2:1-11). No importa si uno es gentil o judío, si conoce los diez mandamientos de Dios o no, si es circuncidado o no (Romanos 2:12-29). Pablo declara universalmente: Ya hemos acusado a judíos y a gentiles, que todos están bajo pecado (Romanos 3:9). Y si uno continúa a insistir en su propia justicia, Pablo cita una cadena de versículos del Antiguo Testamento en Romanos 3:10-18 para demostrar cómo Dios ve nuestras obras en todo nuestro pecado. Por eso cierra esta sección por retratar nuestra culpabilidad escandalosa delante del Juez justo: Que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios; ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él (Romanos 3:19-20).
¿Cómo seremos rescatados de esta condenación? Ahora Pablo anuncia las buenas noticias: Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y los profetas (Romanos 3:21). Esta justicia se encuentra no por medio de la ley mosaica, no por seguir los Diez mandamientos; estos medios sólo señalan nuestra incapacidad de justificarnos delante de Dios (Romanos 3:20). Esta justicia se ha manifestado “aparte de la ley”. Pero no niega la ley; tampoco la contradice. Es “testificada por la ley y por los profetas”, completamente de acuerdo con la revelación de Dios en el Antiguo Testamento.
¿Qué es esta justicia de Dios aparte de la ley pero testificada por la misma? La justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él (Romanos 3:21). Recibimos la aprobación legal de Dios no por seguir la ley, no por fijarnos en nuestras obras sino por fijarnos en la justicia de Otro, por poner la vista en Jesucristo y creer en él. Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios (Romanos 3:22); nuestras obras resaltan de pecado y no nos pueden justificar delante del Juez santo y justo. Pero Dios en su gracia, en su amor que no merecemos, nos rescata: Siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús (Romanos 3:22-23). Por confiar únicamente en la muerte de Jesucristo en la cruz por nuestros pecados, somos no sólo perdonados sino justificados gratuitamente por Dios, considerados legalmente como los que han cumplido toda la ley. ¡Y estas son buenísimas noticias!
¿Es usted justificado delante de Dios? Si dice: “Espero que sí”… “tal vez”… “creo que sí porque no he matado a nadie”… “pues, intento cumplir los Diez mandamientos”… “siempre asisto a la iglesia”… “siempre he querido conocer a Dios y desde niño soy muy sincero en mi deseo de buscarlo”… u otra respuesta por el estilo, le asegura el apóstol Pablo en Romanos 1 – 3 que usted no conoce a Dios, que está bajo su ira por sus pecados y merecedor de la condenación eterna.
Pero si no se desespera del mensajero, Pablo le tiene buenas noticias también. Deje de mirar hacia sus propias acciones, sus buenas intenciones y sus actitudes para justificarse delante de Dios, y ponga la mirada sólo en la justicia perfecta de Jesucristo, el único que cumplió perfectamente la ley de Dios en su vida, que murió por los pecados de usted en la cruz y que fue aprobado por Dios en su resurrección. Desespérese de sus propias tentativas de impresionar a Dios y descanse sólo en lo que Jesucristo hizo por usted en la cruz. Dios lo justifica gratuitamente por medio de la fe en Jesucristo (Romanos 3:22, 24).