“Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios” (Romanos 12:1). Pablo empieza esta sección de la carta por pedirnos algo a base de todas las misericordias de que leímos en los primeros 11 capítulos de la carta: por la salvación por gracia, gratuitamente, por medio de la fe en Jesucristo sin las obras de la ley; por la morada del Espíritu Santo en nosotros y por todas las bendiciones presentes y futuras que tenemos por medio de él; por la fidelidad del Padre a su pueblo ahora y para siempre… Estas y muchas otras bendiciones impulsan la petición de Pablo.
“Que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios” (Romanos 12:1). Pablo se expresa con el vocabulario del sacrificio y del culto en Jerusalén pero con una aplicación devocional muy diferente. En vez de sacrificar animales para presentar sus cadáveres en el altar delante de Dios, nos ruega que utilicemos nuestros propios cuerpos vivos en sacrificio a Dios, que vivamos de una forma agradable delante de él.
Y este sacrificio vivo no se manifestará por vivir otra vez bajo el régimen viejo de la letra sino por vivir por el poder del Espíritu Santo en amor: El que ama al prójimo, ha cumplido la ley. Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor (Romanos 13:8-10).
Romanos 12 – 16 es una enseñanza sobre cómo vivir en amor. Incluye el evitar la soberbia en sus relaciones con los hermanos de la iglesia (Romanos 12:3), el obrar según sus dones espirituales en unanimidad con ellos (Romanos 12:4-8), la diligencia en ministrarles en sus necesidades (Romanos 12:9-13) y el bendecir aún a los que lo persiguen (Romanos 12:14-20). Este amor se basa en la convicción firme de la justicia soberana de Dios, y por eso el creyente obedece con seguridad: No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal (Romanos 12:21).
El cristiano manifiesta este amor a las autoridades del gobierno (Romanos 13:1-7) y a las personas a quienes debe dinero (Romanos 13:8). No juzga al hermano en sus debilidades sobre cuestiones de inmundicia y de preferencias espirituales, y evita cualquier acción que le serviría de tropiezo u ocasión de caer. Prefiere agradar al prójimo que agradar a sí mismo (Romanos 14:1 – 15:6). Guarda amor hacia gente muy diferente que él mismo y sobre todo desea que conozca la misma salvación que disfruta por medio de la fe en Cristo Jesús (Romanos 15:7-33). Ama a los hermanos y los conoce por nombre (Romanos 16:1-16), y se siente celos por proteger la integridad y la pureza de la doctrina verdadera del evangelio contra los que la torcerían por sus propios fines y que harían desviar a los hermanos amados del camino verdadero (Romanos 16:17-18).
Nuestra salvación por medio de la fe en Jesucristo sin las obras de la ley se manifiesta en el amor hacia los demás. Como nuestro Señor nos amó en morir por nosotros aun cuando éramos pecadores y enemigos (Romanos 5:8), así amamos a los hermanos por quienes murió también, y así amamos aún a nuestros enemigos.
Muchas veces pensamos en la carta a los romanos como una carta doctrinal, y así es; pero por la lectura de hoy, que la reconozcamos también como una carta de amor. Que nuestra lectura hoy nos ayude a crecer en el amor por el poder del Espíritu Santo por la gloria del Padre en Cristo Jesús.