Por eso, vamos a ubicarnos primero en el resto del “álgebra” de la ley mosaica. Un detalle en Levítico 10 nos preparó por esta nueva sección de la ley. Ocurre después de las muertes de Nadab y Abiú por ofrecer fuego extraño delante de Jehová. Aquí, por la única vez en todo el libro de Levítico, Jehová le habla directa y solamente a Aarón; así se subraya la importancia de lo que va a decir (Gordon J. Wenham, The Book of Leviticus, Eerdmans, 1979). Dice: Y Jehová habló a Aarón, diciendo: Tú, y tus hijos contigo, no beberéis vino ni sidra cuando entréis en el tabernáculo de reunión, para que no muráis; estatuto perpetuo será para vuestras generaciones, para poder discernir entre lo santo y lo profano, y entre lo inmundo y lo limpio, y para enseñar a los hijos de Israel todos los estatutos que Jehová les ha dicho por medio de Moisés (Levítico 10:8-11).
Es decir, una de las funciones principales de los sacerdotes, además de servir como mediadores por el pueblo delante de la Presencia de Jehová, es enseñar al pueblo cómo discernir entre lo santo y lo profano, entre lo inmundo y lo limpio, en su diario vivir. De esta forma el pueblo estará preparado a vivir en santidad para que no se les suceda la clase de juicio como pasó a Nadab y Abiú.
Y así entramos la próxima sección de la ley mosaica, las leyes sobre la limpieza y la inmundicia, que aparecen en Levítico 11 – 16.
En la lectura para hoy vemos dos temas muy distintos. En Levítico 11 todos los animales, las criaturas del mar, los insectos y los reptiles son categorizados por inmundicia o limpieza. Levítico 12 describe la inmundicia relacionada con el parto.
Al leer Levítico 11, queremos guardar varias observaciones en mente:
1. Note que los animales, las criaturas del mar, los insectos y los reptiles inmundos no son “malos”. Jehová los creó, vio que eran buenos y los bendijo a todos en los días quinto y sexto de la creación en Génesis 1. Su identificación en Levítico 11 no se trata de bondad ni maldad, ni se trata de pecado sino de limpieza o inmundicia ritual. Alguien que los toca se queda temporal y ritualmente inmundo, no culpable de pecado. Hay que lavarse de su inmundicia y esperar hasta la noche; no hay que presentar un sacrificio en el tabernáculo y derramar la sangre de un sustituto para pedir perdón.
2. Note que esta evaluación constante de todos los seres vivientes con que estarán en contacto los israelitas intenta a despertar en ellos una conciencia muy sensible hacia los temas de la limpieza y la inmundicia. No pueden acercarse a otros pueblos por amistad y para comer con ellos sin evaluar bien lo que van a comer. Toda relación que tienen con su medioambiente y sus vecinos tendrá que ser examinada con cautela para discernir su impacto en su relación con Jehová, la relación principal.
3. Al limitar el contacto entre Israel y sus vecinos, estas reglas también servirán para testificarles sobre Jehová. Entre los vecinos van a correr las noticias: Miren; ellos son israelitas; no comen esto, ni tocan el otro… Y se espera que puedan decir: No lo hacen, porque son devotos a su Dios santo que no tolera la inmundicia.
4. Y esta observación nos lleva al punto principal de todas las leyes acerca de la limpieza: nos comunican sobre la santidad de Jehová. Note como todo lo permitido en Levítico 11 es completo, íntegro y perfecto, mientras lo prohibido es incompleto, parcial o asociado con la muerte. La obediencia a estas leyes les debe comunicar a los israelitas: Jehová es completo, íntegro y perfecto; su gloria no es incompleta, ni parcial, ni se asocia con la muerte.
O en una palabra, les comunica que Jehová es santo: Porque yo soy Jehová vuestro Dios; vosotros por tanto os santificaréis, y seréis santos, porque yo soy santo; así que no contaminéis vuestras personas con ningún animal que se arrastre sobre la tierra. Porque yo soy Jehová, que os hago subir de la tierra de Egipto para ser vuestro Dios: seréis, pues, santos, porque yo soy santo (Levítico 11:44-45).
Guarde en mente estas observaciones en su lectura de Levítico 12 también:
1. La reproducción humana no es “mala” ni “pecaminosa”. Dios nos mandó que nos reproduzcamos con bendición y nos dio la capacidad para hacerlo (Génesis 1:28).
2. La inmundicia de la mujer no es por haber procreado sino por el derrame de sangre en el parto, un derrame que continúa parcialmente en los días y meses después del parto (por eso la mamá se considera inmunda, pero no sus bebés). El derrame de sangre no se asocia con la santidad de Jehová porque Él rebosa de vida, mientras el derrame de sangre refleja la pérdida de vida, la enfermedad o la debilidad. Por eso el flujo corporal aquí y en los capítulos siguientes contamina, y el israelita en contacto con el flujo corporal tiene que limpiarse y esperar antes de poder acercarse a la santidad de Jehová en el tabernáculo otra vez. En el caso de la mujer que dio luz, porque la contaminación es a largo plazo, tiene que acudir a sacrificios más eficaces para la purificación de la contaminación prolongada.
3. Note bien el propósito de estos sacrificios en las últimas palabras del capítulo. No dice: Será perdonada, como leímos tantas veces en Levítico 4, sino que dice: Será limpia (Levítico 12:8).
Una pregunta válida es: ¿nosotros los cristianos seguimos las mismas reglas hoy? Es una pregunta excelente, una que merece una respuesta muy detallada porque toca el tema grande de la relación entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, pero por falta de tiempo, voy a contestar brevemente: No. Mientras las características de la santidad de Jehová (completo, íntegro, perfecto, sano, rebosante de vida, sin asociación con la muerte, ni la enfermedad ni la inmundicia) son eternas, las reglas por las cuales las respetamos han cambiado. Jesús declaró que todas las comidas son limpias (Marcos 7:19). Fue confirmado en la visión de Pedro en Hechos 10:11-16. Efesios 2:14-18 enseña que la cruz de Jesucristo derrumbó la pared intermedia de separación entre judío y gentil para unirlos en un solo y nuevo hombre en Cristo Jesús. Pero a la vez nos manda: Como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo (1 Pedro 1:15-16, citando Levítico 11). Así que vivimos santamente, y con una conciencia sensible al tema de la santidad y la inmundicia, pero no según las leyes en la lectura hoy, sino a las que veremos en el Nuevo Testamento.
Pero no significa que las leyes de Levítico 11 y 12 son inútiles. Al contrario, como vimos: nos enseñan las características eternas de la santidad de Jehová. Además, en una importancia secundaria, son muy instructivas para conocer otras culturas. Cuando interaccionamos con gente de otras culturas para testificarles de las buenas noticias de Jesucristo, queremos conocerla bien. ¿Qué consideran limpio, y qué consideran inmundo? ¿Qué interacciones permiten entre hombres y mujeres? ¿Cómo tratan a los enfermos y los débiles? ¿Qué reglas guardan para la identidad y la separación de su cultura, y para guiar sus relaciones con los demás? Son consideraciones de gran importancia para comunicarles clara y eficazmente el amor, la redención y la santidad de Dios por Jesucristo.