El primer versículo declara la gloria de Dios: Ciertamente es bueno Dios para con Israel, para con los limpios de corazón (Salmo 73:1). Pero el salmista Asaf inmediatamente confiesa que en una época lo dudaba casi al punto de perder la fe en Dios: En cuanto a mí, casi se deslizaron mis pies; por poco resbalaron mis pasos (Salmo 73:2). Identifica la raíz de sus dudas: Porque tuve envidia de los arrogantes, viendo la prosperidad de los impíos (Salmo 73:3). En vez de la justicia que pedía el pueblo en Salmo 72:4, 12-13, Asaf experimentó la opresión económica sin freno. Los arrogantes prosperaban y crecían en arrogancia mientras los creyentes humildes sufrían (Salmo 73:4-14).
Hay 2 videos que explican el Salmo 73 versículo por versículo: los puede ver aquí o en la página de los videos. Por ahora note que Jehová le salva al salmista de su crisis de la fe. Termina por reconocer no sólo la justicia de Jehová sino su profunda misericordia también. Y aunque al principio casi no estuvo de acuerdo con el versículo: Ciertamente es bueno Dios para con Israel, para con los limpios de corazón (Salmo 73:1), ahora puede declarar con gozo y desde su experiencia personal: En cuanto a mí, el acercarme a Dios es el bien; he puesto en Jehová el Señor mi esperanza, para contar todas tus obras (Salmo 73:28).
Pero las tormentas de duda asaltan la fe otra vez en el Salmo 74, ahora a nivel nacional: ¿Por qué, oh Dios, nos has desechado para siempre? ¿Por qué se ha encendido tu furor contra las ovejas de tu prado? (Salmo 74:1) Luego describe la destrucción completa del santuario a largo plazo por los enemigos de Dios mientras Él no hace nada para pararla (Salmo 74:3-11). El salmista vuelve a contemplar el poder, la justicia y la salvación de Dios en tiempos antiguos y por eso le clama (Salmo 74:12-23), pero a diferencia de algunos de los salmos de los primeros dos libros, aquí no aparece la salvación. El salmista responde a la crisis con fe, pero la fe tiene que continuar en espera de la salvación que ha pedido.
Es decir, los Salmos 73 y 74 nos dan la bienvenida al libro más oscuro de los salmos, el libro tercero que se extiende desde el Salmo 73 hasta el Salmo 89. Como Salmos 1 y 2 sirvieron de puertas de entrada a todo el libro de los salmos, Salmos 73 y 74 sirven de puertas para el sótano oscuro que da miedo al que baja por su escalera. El Salmo 1 nos declara del bienaventurado: todo lo que hace, prosperará (Salmo 1:3); el Salmo 73 contesta: Verdaderamente en vano he limpiado mi corazón, y lavado mis manos en inocencia (Salmo 73:13). En el Salmo 2 Jehová declara: Yo he puesto mi rey sobre Sion, mi santo monte (Salmo 2:6); el Salmo 74 lamenta: Ha puesto a fuego tu santuario, han profanado el tabernáculo de tu nombre, echándolo a tierra (Salmo 74:7). El entusiasmo y la esperanza con que empezamos el libro de los salmos ahora son puestos a prueba.
Es en este tercer libro de los Salmos donde escuchamos el clamor del pueblo cuyas esperanzas por la justicia de Jehová en Salmo 72 no se han cumplido. El Salmo 88 es probablemente el más oscuro de todos; hace eco de muchas de las preocupaciones de Job sobre la justicia de Jehová cuando estaba en los puntos más bajos de su contemplación. Y el Salmo 89 empieza por declarar la misericordia y la fidelidad de Jehová a su ungido en un estilo parecido a muchos de los salmos de los primeros dos libros (Salmo 89:1-37), pero en un cambio brusco al borde del sarcasmo, la amargura y la irreverencia, le acusa a Jehová de haber desechado su pacto con su ungido (Salmo 89:38-45). La gloria, la seguridad y la esperanza en el ungido, declaradas tan firmemente en Salmos 2 y 72 ahora son pisoteadas… pero, no abandonadas. El salmista tiene una sola petición a Jehová, declarada dos veces: Recuerda… Señor, acuérdate del oprobio de tus siervos (Salmo 89:47, 50). Cuando Jehová simplemente vuelve a su pueblo, su justicia tiene que manifestarse. Va a derrotar a todos sus enemigos y exaltar a su ungido otra vez. Aun en su desesperación, Salmos 88 y 89 reconocen que la manifestación de la justicia de Jehová sólo es una cuestión de tiempo.
Claro que el tercer libro de los salmos pertenece al día de hoy también. Todos los creyentes debemos tener una sensibilidad adolorida por ver las injusticias en nuestras sociedades y declarar de acuerdo con estos salmos: ¿Hasta cuándo, Señor? Y leemos con anticipación la respuesta de nuestro Señor: Ciertamente vengo en breve. Amén; sí, ven, Señor Jesús (Apocalipsis 22:20).